En vano
Creo que pediste el mar
y yo con las dos manos asesiné las olas
que quebraban en la orilla.
A los pies
te ofrecí el espumarajo blanco
deshecho y arenoso.
Creo que pediste el mar
mientras yo ahogaba las palabras
para traerte el ruido de las olas.
Historia de una silla
Imagino que puedo decirte tu nombre
porque del mismo río hicimos destino
evoco a los muertos de las orillas
para reconocernos en su mirada
pero los muertos no tienen ojos
y apenas parpadean el viento les llena las cuencas de recuerdos
“Este era el color de tu espalda cuando moría el verano”
“Así doblabas hojas sobre hojas al final de la jornada”
“Qué linda era tu mueca cuando veía el sol”
y se cuentan lo que vieron a lo largo de los días
Nada tendrá sentido si me quedo quieta
y por eso preciso mirar y mirar
la ceguera es el privilegio
de los que traen la virgen caricia del tiempo
todo lo conocen porque no conocen nada
y lo pueden inventar
Capa sobre capa se desvanece la memoria
no intentes reconocer a los muertos
te digo
llevan nuestra forma para persuadirnos
de que el paraíso era cierto
pero ya los ves
deambulan y buscan las ausencias
para colarse entre las cosas
y obligarnos a nombrarlos de nuevo
en todo están
llevan nuestro presente
y llevan nuestro pasado
como una vieja silla olvidada
en el asolado patio de la memoria
la invitación a sentarse y no volver
de los huecos del tiempo.
Oración
“Madre: es tu desamparada criatura quien te llama”
Olga Orozco
sálvame Madre
de ser quien soy
de mi hambre constante por un son que no me pertenece
de los muertos que quieren su venganza en el revés de la noche
sálvame Madre
cualquiera sea el sitio que habitas
tengo los ojos llenos de cenizas
para acostumbrarme a andar las sombras
di mis huesos a amantes tibios hasta el aburrimiento
que agrandaron heridas con la misma pasión con la que amaban
yo no sé cuidarme del amor de los hombres
esta tristeza que sube como caracoles
tiene casa en mi sangre
he quedado huérfana de toda espera
me hice mujer a mi imagen y semejanza
sálvame de haber querido ser otra
y quemarme las alas en cielos ajenos
sálvame
de esto que no tiene nombre
de andar desnuda demasiado tiempo
vistiendo trajes de emperadores
sálvame de no poder conjurar mi propia sed
de ser el hueco donde retumben otros lamentos
de andar con demasiada prisa y no encallar
de quedarme en árboles enanos
sálvame
de las distancias precisas
de decir la verdad cuando haya que mentir
de ser dadora inútil
sálvame Madre
me quedé niña lamiendo secretos
ahora necesito
la piel tensa de las serpientes
y mi olor para reconocerme entre los vivos.
Columnista invitada
Victoria Urquiza
Nació en 1987. Es docente investigadora. Forma parte de la colectiva P.A.P y del Colectivo Write like a girl. Integró el grupo-taller Más allá de las palabras. Coordinó, en compañía de Ivana Carrizo, el taller para adolescentes Frankenstein. Fue organizadora del ciclo de arte juvenil Oídos aturdidos por palabras jóvenes, espacio destinado a chicxs de entre 15 y 21 años. Participó con su columna El instante vertical, dedicada a la Literatura y el arte dramático, en el programa radial No me saquen del apocalipsis, emitido por Radio Botellón. Actualmente, produce y conduce, junto a David Esteban, el podcast Parece un chiste pero es mi vida. Además, facilita el taller Todas las puertas son para salir; y, junto a Marinés Scelta, el taller Caja de herramientas. Ha publicado en revistas digitales y en algunas antologías. Es la autora de los libros Luna en Escorpio (2018), Darse cuenta (2022) y Todo cuerpo es una casa que se derrumba (2024)
Notas
1 Darse cuenta, Payana ediciones (2022)
2 Todo cuerpo es una casa que se derrumba, Fractura ediciones (2024)
3 Inédito


