Lo que me ocurrió, al tiempo que era vertiginoso tomaba temperatura hacia lo divertido, en el sentido profundo y amplio del término. Era atar muchos cabos, lo que le daba un toque especial a mi estancia en la gran ciudad. Partimos desde la estación Constitución con buena parte de los deberes hechos, sabía bastante acerca de María Eugenia Álvarez, la enfermera elegida por Perón y Evita, quien estuvo al lado de la primera dama hasta su último aliento. Sabía que estaría frente a toda una figura, porque no cualquiera hubiera cumplido satisfactoriamente esa misión clave.
Seis años duró la estrella fugaz de la abanderada de los humildes y quedó por siempre en el panteón de quienes definen la argentinidad. A su cuidado fue asignada esta profesional impertérrita de los principios, que se permitió rechazar una casa con la que el General quiso agradecerle sus servicios, luego del luctuoso 26 de julio de 1952. Locuaz y muy bella, a pesar de sus 98 años, aún se traslada -ayudada por Fabiana, un apoyo clave desde hace años- en una residencia gerontológica del sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La nota podrás escucharla a tris de un clic, líneas abajo.
Quiero destacar y agradecer la generosidad del periodista y escritor Daniel Parcero, quien me propuso esta aventura, como también la de Juan Rozz -un hombre de la casa- guionista, escritor y columnista invitado de nuestro diario, que aceptó en forma inmediata mi convite a compartir este desafío. Así está Buenos Aires, sobre cuya faz caminan más de 12.000 argentinos y argentinas que viven en las calles. Ahora comprendo una de las razones del capitalismo que hacía películas con zombis, quizás preparándonos para acostumbrarnos a esta actualidad tan cruel.
Entrevista: María Eugenia Álvarez, 21 de julio de 2025
Biografía
“María Eugenia Álvarez, la enfermera de Evita
“El libro “María Eugenia Álvarez, La enfermera de Evita” es resultado de unas series de entrevistas desarrolladas en el marco del Programa de Historia Oral llevado adelante por el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón (INIHEP) e integra la colección de publicaciones “Mujeres con Mayúscula”.
“La historia de María Eugenia Álvarez es una historia singular ya que su testimonio tiene una doble significación para nuestra mejor comprensión del pasado. En primer lugar, fue enfermera personal de Eva Perón en los momentos más críticos de su corta, pero intensa, vida. En segundo lugar, por pedido de Evita, entre 1951 y 1955 fue la Regente de la Escuela de Enfermeras “7 de mayo” de la Fundación Eva Perón.
“La señora Álvarez, por esos años una joven de tan sólo veintitrés años, trabajó al cuidado de Evita. Estuvo ahí viéndola trabajar hasta último momento, supervisando las obras de la Fundación que estaban en marcha y proyectando aquellas por venir. Escuchó sus últimas palabras y recogió en un pañuelo las lágrimas que apagaron el fuego de su mirada, objeto que hoy forma parte de nuestro patrimonio, gracias a su generosidad.
“Formó parte de las comitivas de viajes de ayuda social al exterior en cuatro oportunidades: Perú, Colombia, Venezuela y Panamá, viajes en los que la Fundación Eva Perón asistió a los países hermanos con el envío de profesionales de la salud, medicamentos, ropa, alimentos, entre otros elementos de primera necesidad.
“A María Eugenia se le debe la organización de los tres pabellones del Internado que la Escuela de Enfermeras tenía en Ezeiza, la regularización del plan de estudios de tres años que fue presentado y aprobado por el Dr. Carrillo, y la organización de la sede central en la calle Callao. Toda esa labor la realizaba en paralelo al cuidado de Evita.
“Los estudios historiográficos de reciente edición coinciden en sostener que fue a partir de 1946 cuando la enfermería comenzó el camino de la profesionalización, y cuando hablamos de ello no debemos olvidar la dignificación del trabajo de la enfermera que impulsaron, de forma complementaria, la Secretaría de Salud Pública, a cargo del gran sanitarista Dr. Ramón Carrillo, y la Fundación Eva Perón.
“Hasta los años del peronismo, las enfermeras se formaban en la Cruz Roja Argentina y en establecimientos dependientes de la Sociedad de Beneficencia de la Capital Federal, como por ejemplo el Hospital Rivadavia y la Maternidad Peralta Ramos. Es indudable que en los mismos trabajaron médicos de reconocida trayectoria para la medicina argentina, sin embargo la formación de las enfermeras parecía no seguir el mismo signo. Las jóvenes ingresaban a las escuelas y entre sus tareas diarias estaban las de limpiar los pisos y asear las ventanas más que el cuidado de los pacientes. Durante años realizaban sus labores sin ningún tipo de remuneración ni reconocimiento de sus derechos laborales.
“Este tipo de prácticas en los establecimientos de beneficencia habían sido advertidos ya por el gobierno de la llamada “Revolución de Junio”. Es así que, por decreto de 1943, la Sociedad de Beneficencia pasó a depender de la Dirección de Salud Pública y Asistencia Social dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Desde el punto de vista legal la intervención se proyectó desde el Senado Nacional. El 6 de septiembre de 1946 finalmente, por medio del Decreto 9414, se intervino la Sociedad de Beneficencia nombrándose como interventor al Dr. Armando Méndez San Martín.
“Al año siguiente el Dr. Carrillo dio a conocer su famoso “Plan Analítico de Salud Pública”, donde se reconoció la necesidad de enfermeras capacitadas profesionalmente. Esto se convirtió en uno de los proyectos más importantes del gobierno peronista en materia de salud pública, ya que para cumplir las tres etapas que el plan establecía -medicina asistencial, sanitaria y social- era menester la formación de personal idóneo.
“El trabajo del Dr. Carrillo sobre este particular se complementaba con el del interventor que en marzo de 1948 dispuso la fusión de todas las escuelas de enfermeras existentes en los antiguos establecimientos de beneficencia, en una sola institución que puso bajo la dirección de Teresa Fiora, hasta entonces secretaria de la Maternidad Peralta Ramos. Fue inaugurada oficialmente con el nombre “Escuela de Enfermeras 7 de mayo”, y pasó a formar parte de la Fundación Eva Perón el 4 de septiembre de 1950.
“Durante el año que María Eugenia compartió con Evita, ésta le había solicitado comenzar a proyectar sedes de la Escuela en cada uno de los Policlínicos que la Fundación tenía en las diferentes provincias.
“Desde su inauguración hasta 1955, la Escuela de Enfermeras de la Fundación recibió a las hijas de trabajadores y trabajadoras argentinas en instalaciones dignas, encontrándose con el entorno ideal para dedicarse, de manera exclusiva al estudio. Tuvieron por profesores a los especialistas más importantes del país, y pasaban por exámenes exhaustivos que se complementaban con prácticas profesionales realizadas en los Policlínicos de la Fundación.
“Durante casi cuatro años María Eugenia Álvarez fue una de las responsables de la formación de las más de 900 enfermeras que la Escuela “7 de mayo” formó a lo largo de su existencia.
“El gobierno de facto de 1955 desplazó a la señora Álvarez de su cargo. Transitó los años de su vida con un bajo perfil, fue convocada a hablar y decidió callar. Tuvo que soportar, como tantos otros argentinos, que denostaran a Evita, a Perón y a su acción de gobierno. Sin embargo, desde el silencio cotidiano continuó levantando la máxima de Evita: “Servir a otros es nuestro destino y nuestra vocación”.
“Scielo.org.ar
“Alicia Eva Renzi, vicepresidenta del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón
“Diciembre de 2011”.
Santa Eugenita
La noticia llegó por casualidad… ¿o habrá sido por causalidad?
– Vos sabés Juan, un escritor que entrevisté hoy para los podcast me invitó a conocer y hacerle una nota a la última enfermera que atendió a Evita… ¿Querés venir?
El Dire y creador del Diario (ganador de varios Martín Fierro) Marcelo Sapunar me largó la novedad de pasada, casualmente, como quien a diario reportea a personajes sobresalientes de la cultura, la política o la ciencia (y lo ha hecho por décadas) así como quien no quiere la cosa, más visiblemente emocionado por el acontecimiento. Y yo, honrado por su generosidad, acepté de inmediato.
– ¿En serio Marcelo? ¡Qué noticia! Por supuesto…
– Bueno Juan… pero tenemos que ir hasta Esteban Echeverría… ¿Sabés dónde es eso?
Para quien vivió varias décadas en el Gran Buenos Aires –me niego sistemáticamente a decir “Conurbano”, palabra modernosa que destila cierto aire de superioridad y un cuasi-desprecio televisivo bien “porteño”– visitar el partido que arranca cerca de Puente 12, a cuatro kilómetros de donde vive, y se extiende a lo largo y lo ancho de ciento veinte kilómetros cuadrados de “provincia”, es como pasear por Belgrano, Ciudad Oculta o Villa Ortúzar… pero para un mendocino de pura cepa, y visitante, debe sonar como alistarse en la Legión Extranjera solo con boleto de ida… lo cual me resultó sumamente divertido.
– Sí Marcelo, es acá nomás… hora de viaje desde Consti, a lo sumo, yendo de infantería, y entre diez minutos y hora y media desde casa, en Tapiales, en bondi; según el destino que sea…
Dos días después la cita expedicionaria nos reencontró frente al tablero del Roca. Nos dirigíamos hacia el “lejano sur”, hacia Luis Guillón, junto al “Dire” y el periodista y escritor Daniel Parcero, nuestro cicerone.
Había recopilado información sobre nuestra entrevistada en diversas notas gráficas y televisivas que navegan en la web. Íbamos al encuentro de María Eugenia Álvarez, una mujer de 98 años, testigo directo de la partida a la eternidad de una de las mujeres más importantes de nuestra historia, la abanderada de los humildes, María Eva Duarte, Evita.
A poco más de cuarenta minutos de iniciar el viaje, tocábamos timbre y batíamos palmas frente al parque del prolijo chalet de doble frente situado a media docena de cuadras de la Estación Guillón que alberga la Residencia donde nuestra entrevistada pasa sus días.
La recepción atenta de las empleadas del Hogar fue el preámbulo perfecto para que unos minutos más tarde Fabiana Bonetti, la directora del lugar, nos presentase a María Eugenia, quien iluminó la tarde con sus ojos verde-celestes, del color del tiempo dirá, y comenzáramos una charla que llevó esos ojos profundos hacia un tiempo recóndito donde esa joven que era, fue parte de nuestra historia…
Los recuerdos y la memoria clara y vibrante de nuestra entrevistada nos llevaron a la intimidad de una vida dedicada al servicio, y a la militancia… militancia por la vida de la humanidad desde el momento en que decidió, con solo catorce años y cuidando a su hermana hospitalizada, ser enfermera y dar auxilio y contención, cuidados y consuelo a quienes lo necesitaran. Con 15 años, precozmente, decidida, osó anotarse en los cursos del Hospital Rivadavia; y con solo 17 ya era Enfermera Diplomada con medalla de oro, aunque no pudiera “legalmente” serlo hasta los 18.
El relato de María Eugenia fue recorriendo varias décadas de su vida y de la historia, de amor por el prójimo, y por su amada Evita.
Tal vez haya sido por la cercanía de edad con su paciente, tal vez porque ambas tenían la misma decisión de servir a los demás, quizás porque fueron, son y serán mujeres únicas; Eva y María Eugenia transitaron juntas los momentos más álgidos de la pasión de Evita: sus grasitas.
La entrevista de Marcelo que nos convoca, develará en detalle ese tiempo dedicado a la charla. Yo, solamente me quedo en esa sonrisa final, epílogo de una conversación desde el alma con Eugenita; a quien así llamaron Eva y el General en la intimidad del año en que prácticamente convivieron, hasta el día en que María Eva Duarte de Perón le dijo: “María Eugenia, me voy…” e instantes después ella debió cerrar sus ojos por última vez.
Antes de ello, Evita le había confiado: Eugenita, cuando yo no esté nunca te olvides de mis grasitas… y también cuidámelo a Juan. Jamás dejes la Escuela de Enfermeras de la Fundación, es tu misión…
Y Eugenita, fielmente, honró las palabras de Eva, hasta que “los gorilas” se encargaron de cerrar la Escuela y la Fundación para siempre.
Han pasado minultosñkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkklvidables y ya nos retiramos.
María Eugenia Álvarez siguió las palabras de Eva toda la vida: vivió para servir. Eugenita, como la llamaban Evita y el General, dedicó sus días a reconfortar al prójimo. Un ejemplo de militancia, porque ha sido militante de la vida con su cuerpo, su alma y su corazón…
Queda en mi memoria su sonrisa pícara de la despedida, y en mis oídos sus palabras sentidas, con los lagrimales casi desbordándose al responder una última pregunta sobre su vida como enfermera:
. María Eugenia… viviste momentos duros junto a tus compañeras, cuando acudieron a brindar ayuda humanitaria en los terremotos y desastres en Perú, cuando en Colombia su avión cayó, o en Venezuela, o en Panamá… Cuando conociste a Evita y al General, estando al frente de esas misiones con solo veinte años… ¿cuál fue el momento más terrible que debiste sobrellevar?
No fue en Perú ni en Colombia. Fue en Buenos Aires años después, en la Plaza de Mayo, cuando las bombas de los gorilas asesinos mataron a cientos de compañeros indefensos y sus vidas se nos iban de las manos casi sin poder hacer nada…
¡Salud Eugenita, un alma pura y noble, que siempre seas un ejemplo de dignidad!
Columnista invitado
Juan Rozz
Historietista, guionista, cuentista, escritor. Columnista en Revista TUHUMOR, edición digital, colaborador en NAC & POP Red Nacional y Popular de Noticias. Autor del libro “Historias de Desaparecidos y Aparecidos”, Acercándonos Ediciones. Creador de “El Caburé Peña de Historietistas” y “El Caburé – Cooperativa Editorial”. Creador, productor radial y columnista de “Gorilas en La Plaza” – EfeEmeUnydos. Colaborador en “Rebrote de la Historieta Argentina”. Colaborador en “Web Guerrillero” – Periódico Digital Internacional. Colaborador en “Museo de la Palabra” – Fundación César Egidio Serrano
“Historias
“La mujer que cerró los ojos de Evita
““No está en la política de la política, ella. Ella está en la política del hacer, del querer ayudar, de dar, de hacer todo lo posible para que la persona viva bien. Eso es Eva Perón”. Cuando la evoca, María Eugenia Álvarez narra en pasado pero, cuando describe a Evita, usa el presente.
“María Eugenia conoció a María Eva Duarte de Perón en la primavera de 1949, cuando fue el terremoto de Ecuador. En esa ocasión, la primera dama —a cargo ya de la Fundación Eva Perón— decidió mandar un contingente de enfermeras en apoyo solidario, y el avión donde iban sufrió un accidente en el despegue. Al cuidado de sus compañeras heridas estaba María Eugenia, con apenas 21 años, cuando Eva se presentó.
“Desde entonces, la relación fue creciendo en confianza. María Eugenia fue convocada por Evita para ser parte del grupo de enfermeras que envió a Perú a asistir a víctimas de otro terremoto y más tarde, cuando debió guardar reposo como consecuencia del cáncer que le diagnosticaron en 1950, pidió por la joven enfermera para que la cuidara.
““Era una mujer muy inteligente, se daba cuenta de todo. Lo apoyaba al General y a veces le decía: Juan, esto no te conviene, te conviene esto a vos. Lo mandaba, al Presidente. Así son las mujeres: el marido cree que las manda, pero ellas lo mandan al marido”, dice desde su hogar en Longchamps, al sur del Conurbano bonaerense.
“Aunque haya pasado tanto tiempo y esté por cumplir 96, María Eugenia tiene la memoria de esos años intacta, los que cuidó a Eva y enaltecen su profesión: “(A Juan Domingo Perón) yo le decía ‘mi General’. Le preguntaba si dormía bien, como si fuera de la familia. Porque yo era como de la familia ahí, me tenían como de la familia. Yo me la creí que era de la familia, pero no: era una enfermera que trabajaba para esa familia”.
“Donde hay una necesidad, nace un derecho
“No pasó mucho tiempo hasta que la Abanderada de los Humildes decidiera asignarle una tarea extra: “Evita me vio a mí cómo la cuidé. Estudiaba todo, ella estudiaba todo. Y tomó eso como punto de partida para la Escuela de Enfermeras de la Fundación. Y me dijo: ‘Usted va a ser la directora’”.
“Así fue que siendo muy joven pero una de las pocas enfermeras recibidas que entonces tenía la Argentina, María Eugenia Álvarez se hizo cargo de la formación de otras, que Evita presentaba como “mujeres sacrificadas, capaces y dignas del pueblo argentino”. La Escuela de Enfermeras formaba parte del plan de salud pública integral que lideró el entonces ministro de Salud, Ramón Carillo, y apuntó a profesionalizar la tarea, y para fines de 1950 había sido totalmente integrada a la Fundación El requisito para entrar era tener entre 18 y 34 años.
“Allí, esta enfermera —que había descubierto su vocación a los 15 años en el Hospital Rivadavia, cuando cuidó a su hermana operada de apendicitis y tranquilizó a una chiquita que lloraba por las noches porque extrañaba a sus papás— conoció el valor de enseñar lo que sabía: “Siempre trabajé y traté de hacerlo con mucho cuidado, con mucho respeto. Nada de mandarme la parte porque cuidé a Evita. Nunca me la creí, como se dice ahora. Yo era una enfermera más que trabajaba para la Fundación, tenía que dar el ejemplo”.
““La Escuela de Enfermeras de la Fundación fue maravillosa. Una lástima haberla cerrado, cometieron una herejía, porque ahí se preparaban enfermeras con títulos profesionales. Mire qué fueron a hacer: cerrar una escuela profesional”, se indigna, y se apunta la sien con su dedo mientras lo hace girar.
“Porque lo que sobrevino después del golpe militar fue una locura, como indica el dedo de María Eugenia. La Fundación fue saqueada en septiembre de 1955 por lo que dio en llamarse a sí misma la Revolución Libertadora. Una Dirección de gobierno, la de Asistencia Integral, tuvo el objetivo específico de desmantelar y destruir toda la obra de la Fundación Eva Perón, entre ellas las Escuelas Hogar para niños y la Escuela de Enfermeras.
“Si este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando
“Ya postrada, Evita siguió haciendo política. Desde su cama votó, el 11 de noviembre de 1951, junto con el resto de las mujeres argentinas, que pudieron hacerlo por primera vez.
““Vinieron con la urna, todos preparados. Ella estaba en la cama toda arregladita. Ella votó y estaba chocha votando, contenta porque estaba dando su voto femenino. ‘Para las mujeres argentinas’, decía. ‘Yo amo a las mujeres porque las mujeres aman mi Patria, las mujeres argentinas aman mi Patria más que los hombres’. Se lo decía a Perón ella”, recuerda María Eugenia.
“Pero pocos meses después, el 26 de julio de 1952, vendría el final, que María Eugenia recuerda como si fuera ayer.
““Yo les cerré los ojos a Evita. El doctor (Enrique) Finochietto estaba en el suelo, llorando. Lloraba el maestro. ‘Yo, María Eugenia, ya me voy’”, dijo ella. Entró en una angustia muy grande y yo la empecé a tocar, a hacerle caricias en la cara, y le hablaba. ‘Esto va a pasar, trate de dormir’, le decía. No se le iba a pasar, pero por suerte se durmió. Y se murió”.
“Luego asegura: “Sentí que se iba una gran mujer que tanta falta le hacía a la Argentina. Una gran mujer, una mujer trabajadora, que honraba al país y a su gente. Eso era Eva Perón. Quien no la conoció decía cualquier pavada. Pero había que estar con ella para saber cómo era. Pobrecita, la maltrataron tanto sin conocerla. Era una mujer que luchaba mucho para tener a la gente pobre con buena comida, con buena ropa, con buena casa. Yo no escuché a ningún otro que pidiera por esa pobre gente, yo no escuché a nadie”.
“Canalabierto.com.ar
“Gladys Stagno (entrevista)
“Juan Alaimes (realizador)
“Daniel Parcero (producción)”.
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Pacha, mi gatita, pasó por el teclado mientras me abocaba a las correcciones


