“Entrevista
“Yayo Herrero: «Los discursos de los feminismos ecoterritoriales ponen en cuestión una estructura de poder que no se quiere tocar»
“La activista ecofeminista brindó una serie de charlas sobre el activismo ecoambiental en tiempos de crisis. Una mirada feminista, política y anticolonialista del mundo.
““Le tengo que agradecer todo a la pertenencia a los movimientos sociales”, dice Yayo Herrero, antropóloga, docente, ingeniera, y activista ecofeminista. Estuvo en la Argentina brindando la charla “Reexistir en Tiempo de Crisis” en Córdoba, Rosario y Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
““A mí el estudio, la academia y la universidad me dio muchísimas más cosas pero las cosas que me enseñó hubieran sido completamente descontextualizadas si no hubieran estado ancladas en los movimientos sociales a los que pertenezco”, aclara en diálogo con Tiempo Argentino un rato antes de su charla en Córdoba.
“Es activista de Ecologistas en Acción e integrante de la cooperativa Garúa, además de referente internacional en el pensamiento crítico sobre la crisis ecosocial.
“Recuerda que su papá murió cuando era muy jovencita y que su mamá quedó a cargo de cinco hijos. “Atravesamos muchas dificultades y ese aprendizaje para mí ha sido clave”, comenta. Su vínculo con Latinoamerica también fue formativo. “Compartir, la escucha de las compañeras de América latina a su crítica a la colonialidad fue fundamental. Por venir de España, yo no formaba parte de esos aprendizajes en mis primeras militancias. Sin comprender los procesos de colonialismo, sin comprender la colonialidad, ni siquiera nos comprendemos a nosotras mismas en Europa”, sentencia. “Y sin ese aprendizaje, esa escucha de la resistencia que se dan en lugares como América Latina o que que se dan también en muchos lugares del continente africano, yo no hubiera sido capaz de entender ni los propios procesos que se dan en Europa”.
“-¿Cuál es la relación entre la ecología y el feminismo?
“-La relación entre ecología y feminismo se percibe con mucha claridad cuando pensamos en qué es lo que mantiene vivos a los seres humanos. Tenemos que reconocer que somos una especie viva, un animal especial, pero un animal que forma parte de la trama de la vida. Una trama que está integrada por aire, por agua, por plantas, por microorganismos que interaccionan entre sí y que son los que generan las propias posibilidades de que estemos con vida. Es decir, no hay ni tecnología ni economía posible que fabrique ni el agua que controle la fotosíntesis o que fabrique y controle el oxígeno que respiramos. Si estamos vivos, obviamente es porque pertenecemos a esa trama de la vida. Ésto ha sido una preocupación central de los movimientos en defensa de la vida y en defensa del territorio. Pero por otro lado, los seres humanos también somos seres vulnerables. Somos seres necesitados desde que nacemos hasta que morimos. Necesitamos alimento, necesitamos refugio, necesitamos participación y necesitamos también cuidados, que a su vez, han sido históricamente proporcionados por mujeres articuladas comunitariamente. No porque las mujeres estén mejor preparadas para hacerlo o genéticamente tengan más cualidades, sino porque vivimos en sociedades que asignan esas tareas de forma no libre y que además no les conceden ningún tipo de valor, las dan por hechas. Si reconocemos esa vulnerabilidad y por tanto la dependencia en la trama de la vida encontramos una ligación entre las preocupaciones de los feminismos y la de muchos ecologismos a la hora de sostener la vida humana.
“-Las mujeres que se dedican al trabajo rural, las campesinas, tienen una vinculación diferente a la de los hombres que realizan estas tareas en esos territorios, ¿por qué?
“-Este vínculo se teje mucho en los procesos de socialización. No me parece que haya un vínculo natural, entre las mujeres y los territorios. Lo que hay es una conciencia quizá mayor de ese vínculo por el hecho de que las mujeres son a quienes les toca sostener la vida, a veces en sistemas que atacan la propia vida. Sin duda, los hombres tienen cualidades y potencialidades perfectamente capaces de asumir ese cuidado de la tierra y ese cuidado de la vida. De hecho, muchos compañeros lo hacen. Por tanto, en los espacios rurales nos podemos encontrar con que cuando tienes que producir el alimento y lo tienes que cultivar, cuando tienes que proveer de agua, cuando tienes que mantener el cuidado de una comunidad donde hay vulnerabilidades diferentes, se teje otra relación. Igual en los espacios urbanos. En mi país, al menos, muchos movimientos en defensa de la vivienda o contra la pobreza energética están protagonizados mayoritariamente por mujeres y son movimientos urbanos que son la expresión de la defensa del territorio en el ámbito urbano y lo que tiene que ver con el derecho a la ciudad.
“-Hablás del trabajo rural, en la Argentina, cuando se piensa en el campo e incluso en el trabajo rural, inmediatamente aparece la idea del varón que anda a caballo y viste con sombrero, ¿por qué se invisibiliza a las mujeres del campo?
“-En mi país pasa un poco lo mismo. Mucho tiene que ver con las políticas públicas y con los sistemas de propiedad. Aunque las propias legislaciones recojan el derecho sobre la tierra de las mujeres en muchos espacios de producción familiar, ellas no tienen la titularidad de la tierra, ellas no son protagonistas. No tienen las visibilidades a la hora de producir o de ir a los mercados sino que siempre hay una presencia mucho más fuerte de los hombres. Entonces, digamos el lado productivo de las mujeres en el campo y la producción de alimentos y su transformación y en su venta muchas veces queda muy invisibilizado. Además, hay un protagonismo en el espacio público urbano por encima de lo rural, como si valiera más, como si fuera más importante. Eso invisibiliza todo lo que tiene que ver con el trabajo de relacionarse directamente con el territorio, de estar en él, de ser territorio, y en producir los alimentos. El mapa de opresión es histórico. Resulta que lo que tiene que ver con producir y sostener la vida se da por hecho y es imprescindible. Pero no se nombra, no se nota, no se ve. Y eso alimenta un mecanismo de poder perverso que le da poder precisamente a lo que destruye la vida y no a lo que es.
“-¿Cómo se plantea un discurso ecologista en un contexto tan hostil y que estigmatiza el activismo ecoambiental?
“-Con muchas dificultades. Estamos viviendo tanto en el plano de las políticas públicas como en el plano del discurso público y desde los espacios hegemónicos de poder, un momento de profunda regresión que, creo, tiene que ver con la propia crisis psicosocial que se niega. No se quiere hablar de calentamiento global, de cambio global, ni de declive de la energía y de los minerales, ni de pérdida de biodiversidad. Y además, se siguen planteando estas cuestiones como grandes problemáticas de la naturaleza. Como si fuera un simple almacén de recursos a disposición de los seres humanos. Cuando somos conscientes de que no estamos fuera de esa trama de la vida, y que no hay vida humana posible fuera de ella, lo que encuentras es que cualquier alternativa que quiera poner la prioridad de la vida en el centro es una alternativa que choca frontalmente con un sistema capitalista y colonial, que es patriarcal. Y que también es destrucción. Entonces, los discursos ecologistas o los discursos en defensa del territorio, -porque hay mucha gente que no se quiere llamar ecologista-, o los discursos de los feminismos ecoterritoriales ponen en cuestión directamente una estructura de poder que no se quiere tocar. Hay una reacción violenta que niega el problema estructural, que convoca como chivos expiatorios y sitúa como amenazas precisamente a quienes los están denunciando y a quienes están reconstruyendo estas resistencias.
“–Tanto el feminismo como el ecologismo parecen estar escindidos del discurso político, incluso en las plataformas electorales raras veces aparece, ¿a qué se debe?
“-Hay un momento en el que el movimiento social consigue alguna notoriedad y algunos partidos políticos o algunos sectores tratan de utilizar como marketing electoral alguna de estas ideas. Pero si no, desaparecen. Y yo creo que desaparecen porque tenemos una cultura hegemónica que no pone en el centro la vida. Es Circula alrededor de otros pre supuestos, hay una centralidad del dinero tan grande que se ha convertido en una especie de valor sagrado y de alguna forma, termina operando como una religión civil que coloca o que se ha construido sobre una idea de lógica sacrificial. Todo merece la pena ser sacrificado si la economía crece. Y cuando aparecen visiones radicales que socavan el suelo que sostiene esa lógica del sacrificio y esa religión civil que es el capitalismo, con sus bases colonial y patriarcal y el ecocidio en el centro, hay sectores políticos que lo rechazan y reaccionan violentamente. Pero incluso los sectores políticos, a veces más afines, tienen miedo de plantearlos. Tienen miedo de tocar esa base que aparece como intocable.
“–La idea de que el ecologismo o todo lo vinculado a lo ambiental está totalmente alejado de la justicia social y es exactamente lo contrario.
“-Hay que ser autocríticas y reconocer que algunos ecologismos y algunos ambientalismos plantearon sus reivindicaciones y sus problemas alejados de la justicia social. En mi país, ha habido momentos en los que hubo tipos de ambientalistas que se preocupaban por la biodiversidad, que se preocupaban por el mantenimiento de un determinado parque natural, y no lo hacían desde una mirada que no contemplaba cómo la vida humana es una vida inseparable de la vida natural. Son dos cosas absolutamente indisociables. Los seres humanos, las personas, compartimos destino con la propia trama de la vida. No hay posibilidad de pensar en una justicia social que se distribuya y llegue a todo el mundo si no pensamos en cómo mantener o en cómo preservar las capacidades negativas de los ecosistemas de producción del alimento, de la generación del aire que respiramos y del agua. Sin todos esos ciclos autoorganizados y que no son controlables por seres humanos colocados en el centro, es absolutamente imposible que pueda haber una justicia social universal que se extienda. Lo que habrá serán sujetos humanos que se apropian de lo que es de todos, mantienen sus privilegios y mucha otra gente se verá expulsada a los márgenes o colocada fuera de la vida. Lo que estamos viendo, por ejemplo en Europa, en el Estrecho de Gibraltar, lo que sucede con las personas o las guerras que vemos en este momento en el mundo, por no hablar del brutal genocidio sobre el pueblo palestino dan cuenta de cómo cuando se hace desde lógicas de poder se distribuye eso que es imprescindible y que procede de la tierra.
“–Venimos de años en los que hemos tenido una tendencia hacia la lucha igualitaria y la concientización ecologista, hay ahora un aparente retroceso, ¿qué queda de aquellos avances?
“-Queda mucho y no hay más que ir a los territorios donde se están articulando las personas y ver que los procesos de resistencias populares son enormes. Es verdad que cuando desde la política institucional lo que se produce es un brutal ataque que pone en riesgo las condiciones de vida dignas de la gente, muchas de estas resistencias se tienen que enfrentar a la pura supervivencia. En aquellos lugares donde todo todavía es mucho más hostil, los mecanismos de apoyo mutuo, de resistencia, de acompañamiento, se profundizan, aunque sea de una forma muy invisible. O se profundizan de una forma intensísima. Estamos viviendo un momento de absoluta convulsión. Tengo la sensación, por lo que vemos alrededor, que vamos a una especie de montaña rusa.
“Parece que de repente llegan miradas políticas que lo destrozan todo, que son sumamente racistas, violentas y probablemente, como no resuelven ni empeoran los problemas, tengan sus caídas electorales y vengan otras miradas más progresistas y demás. Pero creo que lo importante es construir movimientos de base que transformen el proceso desde abajo. Que transformen estos procesos de guerra contra la vida desde abajo.
“Muchas veces cuando de repente surgen estas ultraderechas ultraviolentas hay también una reacción a sectores progresistas que no metieron mano a los problemas estructurales. Y al revés. Por lo menos en mi país, eso es también un poco lo que está sucediendo. Ese fenómeno de montaña rusa que tiene que ver con un momento político en el que hay que gestionar múltiples contradicciones y en las que se quiere mirar que el planeta que habitamos ha convertido la trama de la vida en un agente político con el que no se puede negociar. En la lógica de destrozo que tiene responsables, y que se ha producido por una pequeña parte de sectores con poder económico, político y militar en el mundo, ha terminado provocando una situación que convierte nuestro planeta en un lugar extraño. Y tenemos que aprender a vivir en él, el acaparamiento de poder y de violencia deja en una situación extrema a sectores que son los que no produjeron los problemas.
“Me muevo bastante por el territorio de mi país. A cada lugar que llego me encuentro con nuevos colectivos, gente que se autoorganiza para ver cómo resolver los problemas que muchas veces no tienen una gran visibilidad mediática, pero que mi configuran una especie de proceso de revolución humilde. Y cuando digo humilde no digo humilde de pequeña. Cada vez es más la gente que se da cuenta, de que bajo la lógica sacrificial que lo destruye todo alrededor del dinero no tenemos mucha posibilidad. Y, por tanto, los futuros esperanzadores se construyen sobre un presente que radicalmente se apoya en esa conciencia de pertenencia a la trama de la vida. Y en la conciencia de ser sujetos profundamente comunitarios.
“Tiempoar.com.ar
“Maby Sosa
“12 de setiembre de 2025”.


