El agua, lo político, la política y nosotros, en Mendoza
A esta altura del siglo XXI, sobre cualquier tema que se nos ocurra debatir existen más de una biblioteca y, aún más, existe una Universidad de la Calle nutrida con variados volúmenes de saberes prácticos. Desde todas estas fuentes es posible elaborar argumentos que, adornados con oratoria convincente, disputan el sentido social. Al final, lo que a veces podría tener una respuesta sencilla se convierte en un oscuro laberinto a fuerza de intentar responder preguntas equivocadas, aunque elegantes en tanto inentendibles.
Hurgando en estos laberintos, en busca de las preguntas adecuadas, me ha quedado aquello de que la realidad se describe con conceptos y que distintos conceptos describen realidades o mundos distintos. En especial hay dos que se me aparecen como contradictorios y me generan la necesidad de reflexión: “recurso” y “condición de posibilidad”.
El primero, “recurso”, de uso cotidiano: Recursos Naturales, Recursos Humanos, Recursos Económicos, Recursos No Renovables, etc., etc. La idea general con relación a este concepto nos dice que los recursos son “cosas” que se pueden utilizar en función de objetivos que muchas veces están fuera de ellas mismas, de su naturaleza inmanente; y si son cosas, son pasibles de ser almacenadas, usadas o desechadas según sea el caso. Tómese nota de la connotación que tiene la nominación de los humanos como “recursos”.
El segundo, “condición de posibilidad”, es usado en las ciencias sociales e indica “potencialidad”, es decir, condición necesaria para actualizar, para hacer realidad, lo que todavía es sólo contingencia que puede ser de cualquier otro modo que el esperado o imaginado.
Es de perogrullo decir que la condición de posibilidad de la vida es la existencia de agua, pero por ahí nos vamos a la Biología, a la Cosmología y a la Astrofísica. Es mucho más fácil entender que la condición de posibilidad de la existencia de los distintos sistemas de la sociedad y de ella misma, es el ser humano y que sin agua no hay humanos.
Desde esta convicción -casi pueril por lo obvia- uno se pregunta: ¿realmente qué estamos discutiendo? en un escenario -Mendoza- en el que el crecimiento demográfico nos da una proyección de dos millones de habitantes para el 2025, en el que la falta de agua para este verano 2019/2020 fue la mayor de los últimos 33 años -desde hace 10 u 11 años la merma es continua año tras año- y, en consecuencia, esas cuestiones ponen en cuestión el arraigo de miles de comprovincianos. ¿Qué estamos discutiendo?
Inmediatamente me doy cuenta que no es sólo el agua y su función vital para la vida lo que estamos discutiendo, me doy cuenta que lo más importante del debate no es lo que se dice, sino exactamente lo contrario, lo que no se dice.
Pareciera que la idea que sustenta la argumentación de los actores económicos y del sistema político -imposible de ser dicha por su atrocidad a esta altura de los tiempos- es un neo malthusianismo preocupado por lo que habrá que hacer con la población sobrante si se mantiene el modelo de producción y gestión de los elementos naturales que son condición de posibilidad para el desarrollo humano en estas tierras. (Thomas Malthus S XVIII/XIX: postulaba que la capacidad de crecimiento de la población es superior al ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia y que de no intervenir obstáculos represivos -guerras, pestes, etc.-, el nacimiento de nuevos seres mantendría la población en el límite permitido por los medios de subsistencia, en el hambre y en la pobreza).
Territorio es un concepto polisémico, es decir, indica significados distintos según su uso se haga desde distintos ámbitos del conocimiento. En el marco de este artículo sería mucho mejor hablar de Tierra. Este concepto a diferencia del otro, involucra otras cuestiones: propiedad; ordenamiento en relación a su uso, condiciones de hábitat, derechos, etc. Y, no como tema menor, la producción de alimentos y por supuesto todos dependiendo de la disponibilidad de agua.
Volvemos a lo dicho antes: ¿qué estamos discutiendo? Junto con el agua una condición inseparable de ésta es la tierra por donde discurre. El tema no es ni siquiera la mala gestión o el uso inadecuado de estos elementos, sino que quienes lo gestionan y los usan mal son a su vez los que tienen una legalidad, estatuida por ellos mismos, que les permite seguir haciendo lo que hacen.
Aquí aparece lo político y la política y si quieren desde una óptica estrictamente liberal, la cuestión de la propiedad que pertenece a esos ámbitos y no a la economía como nos quiere hacer creer el neoliberalismo.
Esto es realmente lo que discutimos, quiénes son o serán los dueños de la tierra en Mendoza, porque ellos serán los que hoy son o sean los dueños del agua, condición de posibilidad de la vida por estos lares.
La dirigencia política mendocina no distingue o no quiere distinguir lo que serían las condiciones de posibilidad de una Buena Vida de los mendocinos, de todos los mendocinos. Si hay algún tema que ponga arriba de la mesa esta cuestión son los llamados recursos naturales, que yo prefiero nominar como la condición de posibilidad de que habitemos esta geografía.
Postulo que lo político, es decir lo que instituye un sentido social aspiracional de modelo territorial, organizativo, específicamente determinado geo temporalmente -que aparece en cada movilización, por el tema que sea; en los debates entre los distintos estamentos de la sociedad; en los reiterados pedidos de justicia por diferentes eventos- expresa las “condiciones de posibilidad” de la existencia de nuestra localía y que la política cuya función sistémica debiera ser lograr decisiones colectivas vinculantes alineadas con “lo político”, se mueve en estos tiempos más bien en el ámbito de la ecuación costo/beneficio o costos de oportunidad, es decir, ha abandonado su función de dirimir el poder para ubicarse exclusivamente en el ámbito de las variables económicas, lo que implica, visto a la luz de la génesis del neoliberalismo, que sus actores se conviertan en sus mejores discípulos, aunque su ignorancia o sus intereses personales no les permita verlo, o lo que es peor, lo ignoren a propósito.
En los ámbitos políticos se populariza la idea de que sin recaudación no se puede gestionar el gobierno. La historia demuestra que los momentos definitorios en política se han hecho sin plata. Preguntar a Néstor Kirchner y al actual gobierno nacional -no quiero remontarme a San Martín ni a Belgrano, en éste que es su año-. En tal caso, la pregunta es la de siempre: ¿quién pone esa plata? ¿Los cambios culturales, premios y castigos e incentivos y desincentivos económicos y fiscales, no son una tarea de la política? ¿No era con política acaso que se construyen los cambios reales? Lo que hay que gestionar es “lo político”; “la política”, es decir, lo partidario, lo reglamentado, es una mera cuestión normativa y burocrática para que la gestionen los abogados.
En la base de estas definiciones o cuasi dilemas se esconde el tema y el modelo a descular: alimentos de calidad o saludables vs. alimentos industrializados; operaciones rentables de mipymes y pymes vs. grandes grupos económicos; producción intensiva con agrotóxicos vs. producción medio ambiental saludable y sostenible. En síntesis, el debate sobre un modelo social que sigue expresando la matriz productiva de fines del SXIX, que obviamente contiene la idea de que los elementos naturales son inagotables.
En el título menciono un “nosotros”. ¿Quiénes seríamos? En el lenguaje hay un nosotros porque también hay un ellos, o viceversa si ustedes quieren. En estos tiempos de apelaciones a la unidad, a causas que se supone unificarían los esfuerzos por un mundo, un país, al menos un lugar mejor, pareciera que el propio lenguaje se opone a esos llamamientos.
Parece -dado la auto observación, es compleja e imposible- que es más fácil definir a los Ellos que a Nosotros, pues bien, vayamos por ahí. En este sentido el uso intensivo y el mal trato del agua en volúmenes enormes y en pocas manos es una variable válida para utilizar. Ya se ha denunciado el fracking y la megaminería. Pero también está el uso para actividades privativas de grupos sociales privilegiados; los espacios verdes en barrios privados, por ejemplo, o piletas de natación de grandes dimensiones -se me ocurre la sede El Torreón del Club Regatas, un lago de 22.500m2 propiedad de la Municipalidad de Maipú con usufructo exclusivo para el club-; los niveles de contaminación sin medidas de tratamiento de efluentes en actividades productivas, etc. Dejo abierta la lista.
De nuevo, ¿qué estamos discutiendo? ¡Si no usás la naturaleza a tu alcance en consonancia con determinadas normas de convivencia y buen vivir o si no incorporás tecnología y adoptás “buenas prácticas” para actuar dentro de los límites del buen uso, NO PROBLEM!!!, tenés que compensar con el equivalente en dinero/impuestos dentro de límites establecidos de mal uso. ¡EL ESTADO QUE ACTÚE EN LO QUE FALTA!: medidores de agua, controladores digitales, premios y castigos.
En la trastienda está también dando vueltas el cambio climático o la emergencia climática (fenómeno a escala mundial fuera de todo control imaginado; solo podemos hacer algunas acciones para mitigarlo y no sabemos si en verdad tales acciones traerán el efecto deseado: se baja en 2° la temperatura o se acelerará el desarrollo de nuevas tecnologías que dejarán MAS AFUERA a gran cantidad de población. NO SABEMOS!!! ).
En estos términos, seguramente habrá algunos Ellos más Ellos que otros. También seguramente habrá algunos Nosotros más Nosotros que otros.
En la disposición de aquellos elementos que componen la condición de posibilidad de realización social o personal, fundamentalmente los provistos por la naturaleza, juega el sentido mentado de la acción (diría Max Weber). En la selección de las diferencias que determinan unos sentidos u otros, pareciera que las sociedades han institucionalizado dos alternativas con posibilidad de generalización y con una motivación concreta: el Buen Vivir.
Por un lado, el Buen Vivir entendido en sincronía con un entorno cuya existencia se percibe cada vez más insegura y efímera. Por el otro, el Buen Vivir entendido como la satisfacción individual de un complejo heterogéneo de deseos desarrollados en abstracto con relación al contexto, fruto del desarrollo tecnológico industrial del capitalismo basado en el consumismo.
Pero además como la selección de opciones es una cuestión de tiempo, una parte importante de la sociedad se encuentra en proceso de maduración de su elección en pos de la concreción de este Buen Vivir como sentido simbólico generalizado de vida. En otras palabras: navega entre uno y otro extremo.
El Buen Vivir podría encontrar su base de sustentación en el principio de NO JODER AL PRÓJIMO. La lista de deberes emergentes de esta consigna puede ser muy interesante y, entre otras cosas debería incluir “no dejar sin trabajo a muchos PRÓJIMOS”
Cualquiera sea la decisión, o el estado de la misma, la definición final como opción siempre encuentra su razón en las condiciones de posibilidad de su realización, condiciones a las que pueda asignarse un mediano grado de certeza. Es decir, un grado de seguridad de su ocurrencia que merezca el costo social o personal de tomarla.
Esta selección abre una complejidad con la que es difícil lidiar sin una herramienta que la reduzca a términos posibles de ser comprendidos. Las posibilidades de fracaso siempre son mayores que las de éxito -dadas las infinitas posibilidades-; memoria y experiencia previa -propia y ajena- se ponen en juego en esta instancia para encontrar selecciones ya probadas funcionalmente que reduzcan esa inseguridad.
El poder y su herramienta específica, la política -si quiere cumplir con su función sistémica- debe cumplir con este presupuesto que le es inmanente: “reducir la inseguridad”. Léase: incertidumbre, o, dicho de otro modo: regular la contingencia. Este mandato se desenvuelve en el marco de una construcción compleja en la que se mezcla relato, liderazgo, beneficios distribuidos, promesas que tengan cierta verosimilitud, con un formato de comunicación que pueda acercar al entendimiento, para el común de los mortales, de lo indescifrable de las ciencias modernas que portan la “verdad de la milanesa” según sus construcciones teóricas positivas.
En consecuencia, el discurso político también define un nosotros y por supuesto influye sobre la magnitud numérica de ese conglomerado social. Disputa el sentido social.
Provisoriamente, concluyo que podemos ordenar y conceptualizar estas cuestiones en un marco de comprensión que interpele el sentido social generalizado: las condiciones de posibilidad para un Buen Vivir en Mendoza suponen un debate sobre los elementos de la naturaleza que componen nuestro contexto geo temporal. Estos son fundamentalmente el agua y la tierra, su uso, propiedad y conservación en el marco tecnológico de este siglo y debe incluir la emergencia climática o el cambio climático como una dimensión clave de externalidad determinante. Este debate debe ser prioridad del sistema político y debe sustentarse en propuestas que probadamente reduzcan la inseguridad, la incertidumbre.
En el marco de estas reflexiones, si se aceptan como verosímiles, se podrían aceptar los siguientes interrogantes, sobre el presupuesto de que la construcción de un nosotros consciente de las condiciones de posibilidad de un Ben Vivir -al menos desde nuestro tiempo posible, el biológico- depende de lo político y de la política. Y, si bien la grieta no es una categoría política, más bien responde al marketing de guerra comunicacional, una buena definición de nosotros y ellos no vendría mal.
Y entonces:
1 – ¿Cómo puede “la política” gestionar “lo político”, teniendo en cuenta que la política son las estructuras institucionalizadas y lo político es la práctica social instituyente de lo contingente, si se asienta y se auto reafirma sobre la rigidez de lo institucionalizado convertido en dogma por el paso del tiempo? ¿Puede así cumplir su rol funcional?
2 – Si el mayor grado de institucionalización, en el sentido precedente, se encuentra en el Estado ¿cómo se puede construir política nueva desde allí? Dicho de otro modo ¿Cómo se puede contener lo político, lo instituyente, desde un espacio instituido rígidamente?
3 – Si el poder no aspira a gestionar las desigualdades y diferencias ¿cómo puede -ese poder- aspirar a su propia conservación?
4 – La política de la oposición en el período kirchnerista instituyó la grieta como el “no lugar” y el oficialismo no pudo escapar, quedó enganchado, sólo atinó a la negativa que no es otra cosa que afirmar el dilema, aceptar lo opuesto; cuando en realidad es el lugar de la creación de lo nuevo, del poder social ¿Cómo se puede entender esto desde un paradigma que cosifica el poder en manos del sujeto individual? Se celebró a Laclau pero no se entendió completamente lo del “significante vacío”, que el sujeto individual de la política por sí, sólo puede llenar parcialmente.
5 – Finalmente ¿en qué momento el Buen Vivir de unos, amenaza el Buen Vivir de los otros, y por qué?
Norberto Rossell
Para muchos de los ’70 la política -y el amor- nos insumió más tiempo que el estudio sistemático: dos años de Agronomía, un año de Economía, un año de Sociología. Desde hace años abocado –por mi cuenta- al estudio de la Teoría de Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. Empleado Público, colectivero, maestro rural, dirigente sindical, gerente en el área comercial en una multinacional, capacitador laboral en organización y ventas. A la fecha dirigente Cooperativo y Mutual. Desde siempre militante político del Movimiento Nacional y Popular.