Encontrar al Ale de nuevo fue una gran alegría, por tantos recuerdos. Nos hemos reído en todos los idiomas. No sólo en la Fede, sino también en aquel taller metalúrgico en el que trabajábamos con el Guillermo, Don Morla y muchos más. Qué divertidos fueron los ensayos en el Coro de la Casa del Maestro o tomar café en La Pausa.
Búsquedas de compañeros y alegre montón. Un par de inolvidables noches fuimos a por las paredes mendocinas en las que sembraba unos cuatro versos de un poema mío y el trabajaba un pequeño gran dibujo. Militancia cultural autoimpuesta, a punta de aerosoles. Desde la Graciela hasta el Eduardo Sosa pueden dar fe.
Se hizo bueno proponerle que ilustrara mi primer libro, Viaje alrededor del álamo, con el que lancé Ediciones La Sopaipilla. Y aquel tiempo de verdades sin más se me representó en este “video en tres partes”. Sigue diciendo lo que piensa y siente. Lo hace con esa cara de bueno, un enorme sentido del humor y gran empatía con su pueblo.


