Sólo el amor podrá salvarnos…
A todos los caídos en esta guerra,
In memoriam
“El amor se hace más grande y noble en la calamidad”
(El amor en los tiempos del cólera)
Gabriel García Márquez
Si exactamente un año atrás alguien te hubiera profetizado lo que estás viviendo hoy en estos turbulentos tiempos de pandemia, probablemente no le habrías creído. Porque es impensable asumir que la vida puede ser tan frágil y efímera.
Cuando un 11 de setiembre cayeron las Torres Gemelas, terminaba la posmodernidad y se abría paso una nueva era, a la que Zygmunt Bauman apodó la “Era Líquida”. Y el virus que probablemente nació en China, de pronto cruzó todas las fronteras y desató algo así como una tercera guerra mundial. Lo cierto es que todos estamos viviendo como si de una guerra se tratase y tratamos de mantenernos a salvo en nuestros búnkeres. No son bombas ni balas lo que tememos, sino invisibles gotitas de saliva que pueden poner fin a nuestra existencia terrenal.
Creo que la pandemia del Covid-19 puso fin a la era líquida y se constituyó en sí misma como una micro-era que está abriendo paso a otra que vaya a saber cómo y cuál será. Pero lo cierto es que esa nueva era que está naciendo en nada se parecerá a sus antecesoras. Este virus tan invisible como peligroso, ha modificado todo en la vida de las personas a lo largo y ancho de nuestro planeta. Han cambiado nuestras formas de socializar, de trabajar, de estudiar, de consumir. Se han afectado nuestras rutinas familiares, nuestras relaciones afectivas. Se han puesto en jaque las economías mundiales, la salud física y mental de las personas, y de las sociedades. Se han reconfigurado las fuentes de felicidad y satisfacción con la vida, nuestro papel como ciudadanos y la percepción de la autoridad y la justicia.
Días pasados el gobierno anunció una vuelta atrás en el proceso de cuarentena obligatoria y la gente va mostrando cada vez más su descontento, su frustración y su enojo. ¡Y claro!, porque una cosa es guardar un prudente aislamiento preventivo electivo y otra cosa es ser confinados a la fuerza. El pueblo argentino, tan rico en diversidades, tan creativo, también presume ciertas osadías y rebeldías que configuran la identidad cultural de su gente. Si bien tal vez hoy no veamos valientes como San Martín y Belgrano arengando tropas de gente que ponía más coraje que ilustración, nuestro pueblo está mostrando cierto espíritu desobediente que agrega un nuevo ingrediente a los que dirigen la lucha contra el virus.
Ha cambiado radicalmente nuestra forma de socializar. Los argentinos, que somos afectos al abrazo y a los besos, aún con quienes recién conocemos, estamos aprendiendo a besarnos con los codos, manteniendo la distancia social que el protocolo de seguridad impone. Los habituales encuentros de amigos y familiares en las casas, los bares y otros sitios de encuentro se han convertido en ocasionales comunicaciones virtuales y algunas reuniones clandestinas (a escondidas de la autoridad).
También ha cambiado la forma de trabajar y todavía se debate la conveniencia de la presencia física o del teletrabajo, pero lo cierto es que muchos han perdido su fuente laboral o la están viendo en peligro.
Del mismo modo ha cambiado la forma de aprender, y los estudiantes de todas las edades, como también sus atribulados docentes, tienen que adaptarse a la enseñanza virtual. Hoy Europa está virando a lo que llama “presencialidad adaptada” que resulta una mezcla entre virtualdiad y presencia física.
Nuestro modo de consumir también cambia, y los comerciantes que han sobrevivido enfrentan como pueden otra pandemia: la recesión económica.
Hoy no tenemos permitido reunirnos libremente con nuestra familia, ni salir a caminar con nuestra pareja, si no lo permiten las terminaciones de nuestro DNI. Leía vez pasada un posteo de un amigo que ingeniosamente se preguntaba: “Si tiembla, ¿tendremos que salir según nuestro número de documento?”.
Aquellos que trabajamos en salud estamos viendo las consecuencias todavía incalculables que puede generar la pandemia en el equilibrio de la salud física y mental. Lo cierto es que cada vez más personas -y cada vez más jóvenes- consultan por ansiedad, pánico, depresión, crisis de pareja y familiares, miedo a la muerte y un largo etcétera.
La gente no está pudiendo disfrutar de la vida y está teniendo dificultades para encontrar motivos para ser felices.
Como ciudadanos nos estamos sintiendo presos en nuestro propio hogar y muchos ya no confían ni en las autoridades ni en la misma justicia.
La gente siente temor, frustración, aburrimiento, confusión, enojo, miedo, incertidumbre financiera y laboral…
Y la pregunta que surge es: “¿cómo podremos salir de esto?” a lo que aventuro algunas reflexiones:
-Las prohibiciones y protocolos estrictos parecen no funcionar como se esperaba. De hecho la Argentina está sosteniendo la cuarentena más larga del mundo con resultados muy pobres.
-La gente aguantó como pudo, pero se está agotando su paciencia y tolerancia. Y dejemos en este punto un expreso reconocimiento a los verdaderos héroes de esta nefasta situación que atravesamos: los profesionales de la salud, los de seguridad, los servidores sociales, los educadores, los niños y adolescentes que se bancan el encierro sacrificando su ansia de relación social, los ancianos que soportan en soledad una soledad cada vez más grande, las ONGs que ponen como pueden su grano de arena.
-Creo muy sinceramente que no serán las restricciones las que aporten un cambio trascendental, sino la conciencia. Parece que no todos están concientizando adecuadamente lo que pasa.
-Tal como puse en el título de este artículo “Sólo el Amor podrá salvarnos”. A-MOR. A = sin; MOR = muerte. Y permítanme citar a nuestros comprovincianos Raúl Orozco y Fernando Barrientos, que sabiamente dicen en una canción de su álbum “Tinto”[1]:
El amor puede salvar / Orozco-Barrientos
El amor puede salvar
la inocencia de tus ojos,
el incendio en la ciudad,
lo que queda en los despojos.
El amor puede salvar
el después de las tragedias,
si te matan, libertad,
todo lo que te envenena.
El amor puede salvar
tanta guerra, tanta muerte.
El amor puede salvar
los sueños rotos de la gente.
El amor puede salvar
el brillito que nos queda,
todo lo que ya no está
y lo que se quedó afuera.
El amor puede salvar
a las almitas en pena,
el regreso de un lugar
y el camino que nos queda.
El amor puede salvar
tanta guerra, tanta muerte.
El amor puede salvar
los sueños rotos de la gente.
Mi dilecto colega Mariano Gilistro cuestiona: “Todos saben lo que significa la palabra AMOR, pero ¿todos sabrán amar?”.Si concientizamos el increíble poder sanador del amor, tal vez seamos más solidarios y nos demos cuenta que no sirve si me salvo yo solo, que también importa el vecino y que si nos salvamos los dos, ya somos dos fuerzas más de cambio. Anhelando que claree un nuevo sol en las conciencias, los abrazo con esperanza.
[1] Tilín Orozco, Fernando Barrientos. “Tinto”. 2013.


