“Al término del siglo XX, la continuidad del festín depredador de los noventa se tornó inviable. Fue entonces cuando la superestructura ideológica del neoliberalismo -en paralelo con su accionar económico- duplicó la apuesta. Culturalmente había que volver a machacar en las atribuladas neuronas del pueblo postergado, el concepto de “granero del mundo”. Para que no quedaran dudas del modelo -aunque se advertía la inevitabilidad de un obligado ajuste-, debía recordarse a los súbditos que la Argentina carece de otro destino que el ser proveedor mundial de granos, cereales y carnes y que la industrialización no hace más que retrasar el crecimiento económico, inundando de delictivas cabecitas negras la blanquecina paz y armonía citadinas. Estaba todo dispuesto para un estadio superior del coloniaje: megacanje, “corralito” y hasta osados planteos de cesión del control económico-financiero nacional a un grupo de notables extranjeros”.
Federico Bernal
“El mito agrario argentino”. (Pág. 26)
Editorial : Capital Intelectual – Buenos Aires – 2010
Recurrir a esta cita del buen trabajo que hace el citado autor me parece un buen disparador para abordar un tema que a los argentinos nos tiene intrigados desde hace varias generaciones. Es que los proyectos de desarrollo industrial sostenido no han sido posibles, sino a través de sucesivas interrupciones. Esa industria argentina que nació en tiempos de la dominación española con la fabricación de carruajes, talabartería y platería, además de las manufacturas textiles artesanales, mediante la fabricación de ponchos y mantas; todas ellas realizadas en el noroeste de nuestra actual Argentina.
En la primer presidencia de Julio A. Roca ya se exportaba trigo, pero se importaba la harina. El gobierno fomentará la industria molinera. En 1891 Carlos Pellegrini, presidente de la República, funda el Banco de la Nación Argentina, integrado exclusivamente por capital estatal. Tenía como objetivo fomentar la ampliación de la tradicional producción de cereales y carnes, pero también apoyar el desarrollo de la incipiente industria nacional, sobre todo en el ámbito textil y metalúrgico.
Pellegrini se vanagloriaba de usar smoking hecho con telas argentinas en las reuniones de etiqueta, frente a los orgullosos oligarcas que lucían costosos trajes de origen inglés. Durante el primer gobierno de Yrigoyen (1916 – 1922), se desencadenó la Primera guerra mundial (1914 – 1918), optando el gobierno por mantener su neutralidad ante el conflicto, lo que permitió avanzar en el desarrollo industrial aunque Yrigoyen no necesariamente se lo propusiera, debido a una sustitución obligada de la importación de varios productos. También ayudará la creación de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) encargada al General Mosconi, quedando la producción petrolera al cargo exclusivo del Estado.
Pero fue a raíz de la crisis de 1930 y sus consecuencias, que en nuestro país comenzó a darse un crecimiento industrial espontáneo y no planificado. Una vertiginosa sustitución de la importaciones industriales. Esto ocurrió porque el gobierno conservador y fraudulento de Agustín P. Justo, a través de su vicepresidente Julio Roca hijo, firmara un tratado comercial con el Imperio Británico. El tratado “Roca – Runciman” (representante británico de negocios) indicaba que el gobierno argentino se comprometía a comprar en exclusivo todos los productos industriales ingleses a cambio de la exportación exclusiva de los productos agrícola-ganaderos a Inglaterra. Argentina cumplió su parte, pero Inglaterra no, debido a su urgencia por impulsar aceleradamente la industria bélica. Por la carrera armamentista que tenían junto con Francia frente a Alemania, preparativa del conflicto que se avecinaba, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Le corresponderá a Juan Domingo Perón en su vínculo no solo con la clase trabajadora, sino con el fomento de la industria nacional, ordenar este desfasaje. Alienta y promueve los derechos de los trabajadores y ayuda a la creación de una central única: la Confederación General del Trabajo (CGT) y fomenta el crecimiento de la industria nacional mediante el IAPI (Instituto Argentino para el Intercambio), utilizando las ganancias de la exportación de cereales, a través de la Junta Nacional de Granos (*). Perón cobrará la deuda británica mediante la nacionalización de los ferrocarriles, compañías de seguros y la Corporación de Trasporte de la ciudad de Buenos Aires.
Desde 1945 a 1955 la Argentina tendrá un desarrollo industrial autónomo, con vigoroso mercado interno que significará posicionamiento en América Latina y el mundo, y bienestar con justicia social para sus habitantes. La caída de Perón en 1955 no significará la destrucción total de la industria, pero si un gradual deterioro de los derechos laborales, reducción del mercado interno con el perjuicio creciente de la estructura industrial. Este ciclo tendrá un punto de inflexión el 29 de mayo de 1969, con el “Cordobazo”. Aquella manifestación obrero-estudiantil pone en retroceso y fuga a la policía y los militares represores. Sobreviene entonces la crisis del sistema oligárquico impuesto por la “Revolución Libertadora” que derrocara a Perón, lo proscribiera a él y a su movimiento durante 18 años, redujera el mercado interno, extranjerizara la economía, castigara a las clases medias y trabajadora y por lo tanto, poniendo a la industria en seria recesión productiva.
Todo esto termina con la vuelta de Perón y el peronismo. El peronismo gobernará tres años (1973-1976), en este corto período, mediante su Ministro de Economía José Ber Gelbard, impulsó la industria nacional, fomentó el bienestar social mediante la suba de salarios y el crédito. El golpe cívico-militar violento del 24 de marzo de 1976 con Videla y Martínez de Hoz, será cruel para los argentinos en todas sus formas, cercenando los derechos laborales y humanos, abriendo las importaciones de productos básicos en forma desmedida, generando una profunda crisis en la industria y poniendo en recesión el empleo.
Fueron siete años de dictadura devastadores, no solo en materia de derechos humanos sino en lo concerniente a la vida económica de los argentinos. El posicionamiento del capital financiero, la influencia de los EEUU; generaron una profundización en la dependencia económica difícil de superar, en los años de democracia desde 1983.
La imposición del dólar como moneda alternativa al peso, la pesada influencia del capital financiero, el achicamiento de la estructura del Estado mediante privatizaciones (Carlos Menem 1989-1999), el encarecimiento del crédito, la deuda externa y sus imposiciones de pago por parte de acreedores y el FMI, el fuerte posicionamiento de la producción agrícola mediante la “sojización” y la rendición de divisas según sus intereses, han puesto a la estructura interna industrial de la Argentina en una permanente y necesaria actitud defensiva, dependiendo exclusivamente del apoyo del Estado, siempre y cuando este se encuentre conducido por un gobierno popular, siendo las PYMES (Pequeñas y medianas empresas) las que conforman el mayor porcentaje de la industria nacional.
Salvo el período de los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) en los que la industria recibió apoyo legislativo y crediticio, con un celoso control de divisas y un audaz fomento de las exportaciones con valor agregado, muchas de ellas con alto desarrollo tecnológico como la producción satelital, para citar tan solo un ejemplo. Manteniendo activo el nivel de vida de la población, ampliando derechos. Salvo este ciclo, el resto de los años de continua vida democrática han sido regenteados por el poder económico instaurado durante la dictadura de 1976.
Desde 2015 a 2019, con el gobierno de Mauricio Macri se acentuaron parámetros neoliberales que castigaron a la población y a la industria en todos sus rubros y niveles, aumentando el endeudamiento externo que la era Kirchner había reducido al mínimo.
En estos días, otro nuevo gobierno peronista trata de avanzar superando las imposiciones dejadas por el gobierno de Macri. El presidente Alberto Fernández se mueve sigilosamente en una maraña de posicionamiento neoliberal, enfrentando una crisis impuesta por la pandemia y la feroz recesión y negociación de la deuda externa heredadas de Macri. Se han tomado medidas de apoyo a la población carenciada, de sostenimiento, en lo posible, de la estructura industrial, de fomento del crédito y la defensa del nivel de vida de los argentinos.
Concluiremos con la idea que a pesar de las adversidades se hace necesario que el desarrollo armónico de la sociedad argentina sea alcanzado lo antes posible, sin situaciones dolorosas, ni sufrimientos innecesarios, pero con la firmeza de que prime la justicia social, el desarrollo autónomo y la plenitud de derechos. El protagonismo popular garantizará la plena soberanía y realización a futuro de nuestra sociedad.
Alfredo Caferatta
Docente jubilado. Integrante de Carta Abierta. Militante social y político.