Relatos desde el
Camino de Santiago
La felicidad estaba en León
Queridos amigos
Tras el capítulo Cocoon, llegué a León y todo cambió maravillosa y substancialmente. Simplemente porque la ciudad es magnífica, y porque el albergue no tiene patio comunitario ni cocina, lo que obliga a todos a salir a comer afuera y a suspender las reuniones.
Además, hoy me tomé el día “libre” y no caminé, sino que me quedé en la ciudad para poder aprovechar mejor los museos, y para disfrutar de los vitrales de la catedral, que son INCREÍBLES. Hice una espectacular serie de fotos para un concierto que estoy tramando desde aquí; y cuando terminé, me fijé en la cámara y son SEISCIENTAS DIECIOCHO!!! (sólo de los vitrales!). Además fui a la iglesia de San Isidoro (donde están las tumbas de San Isidoro de Sevilla y de Doña Urraca), a las otras iglesias de la ciudad (San Marcelo, Santa María del Camino, San Martín…), a las plazas, y a perderme sin rumbo por callecitas de encanto.
Hoy dejé de hacer el camino junto a Wiktor, mi amigo polaco, pues le dije que me quedaría aquí un día más y me miró con cara de sorpresa como diciendo “para qué???”. Entonces le dije que ya lo tenía decidido (tsunami chanarum…). Pareció triste, y tras un rato de silencio me dijo “Tenés razón, eso es lo que me gusta de vos, que hacés lo que querés”, entonces se hizo un silencio en el que sin decir nada yo expresaba que seguiría haciendo lo que quiero, y que ya era hora que él comenzara a hacer lo mismo.
Se fue hoy al alba, tras un abrazo emocionado en el que me agradeció por todo lo que aprendió conmigo (???!), y la verdad es que me quedé muy feliz.
En el albergue podía quedarme hasta las 8, y me había levantado para desayunar con Wiktor a las 6 y media para despedirlo, así que a eso de las 7 salí a recorrer la ciudad. Craso error. En España todo comienza tarde, y a esa hora no había nada abierto, ni un alma por la calle. Aproveché el sol del este para sacar buenas fotos de la fachada principal de la catedral y me fui a la iglesia de San Isidoro, que estaría abierta, porque ayer me enteré que hay adoración permanente. Magnífica idea. Los primeros rayos del sol entraban por las ventanas del altar y del crucero y la iglesia se bañaba de una luz irreal, y MUCHÍSIMA gente rezaba en un silencio total. Estuve ahí un rato largo de total calma y ligereza, hasta que salí de nuevo a ver cómo amanecía la ciudad, que de a poco se pobló de gente, autos y chicos con uniformes de colegio, pero nunca se vio ningún signo de apuro. Creo que eso es lo envidiable de los españoles: que no corren, que siempre parecen tener tiempo para ir adonde vayan. Las ciudades cuentan siempre con enormes áreas de esparcimiento (parques, plazas, peatonales) donde la gente se reúne con amigos, toma una cerveza o come algo sin pensar en nada más que en eso (al menos así parece). Quizás en Argentina deberíamos aprender a tener un poco más de esa calma.
Mi demora en León permitió, por otra parte, el reencuentro con algunos rezagados interesantes que me invitaron a comer esta noche.
Cambiando de tema, y ya redondeando, hoy sacaba la cuenta que ya caminé más de 500 km, más de la mitad del camino. Es increíble el ver cómo, casi sin darme cuenta, estoy acá.
Algunos me preguntan si estoy cambiado, si noto una transformación. No sé qué piensan, pero la verdad es que no es que uno, de pronto, sea otro. Por supuesto que me pasan cosas, que tener tanto tiempo para reflexionar, para elaborar y evaluar ideas, te remueve el alma. Vas pasando a lo largo del día, o de los días, por momentos exultantes y por otros de mezcla de desánimo con pesadumbre, imaginás futuros hermosos y recordás infinidad de cosas que parecían sepultadas en el pasado, pero que están ahí (ojo, cosas de todo tipo, malas, malísimas, buenas, inmejorables…), y de pronto ves que sos el que está acá, también el que fuiste, y por supuesto, el que serás, mientras Dios te deje ser.
Otros tantos me desean que “encuentre lo que busco al final del camino”. No es así, al menos en mi caso. Si buscara algo al final del camino seguiría el arcoiris, que promete ese caldero de oro (y por qué no, el cambio de look de “atrévase a soñar” ¡con Berugo Carámbula! Jajaja, perdón… fue un lapsus argentino y ochentoso). Les soy sincero, no vine a buscar nada, sino sólo lo que pueda encontrar (que seguramente es algo que no imagino). Al final del camino… está el camino (y “en el nombre de la rosa está la rosa”).
Saludos a todos desde la cálida primavera ibérica
Ramiro
Ramiro Albino
Músico, periodista y especialista en comunicación visual. Desarrolla una extensa labor de estudio y difusión de la música preclásica, con especial interés en el repertorio colonial americano, a través de su actividad artística y pedagógica que lo ha llevado por toda la Argentina y numerosos países de Europa y América. De manera paralela se dedica a la docencia y a la investigación, y colabora con importantes medios de Buenos Aires. En Instagram y Twitter: @ramiroalbino


