Sectarismo versus catolicismo (¿versus?) 1
En el año 2009 reiterábamos, en nuestro entonces semanario Sin Pelos en la Legua, una carta dirigida al Monseñor Taussig, obispo de San Rafael, escrita en 2005 y nunca respondida. Desde entonces nos ganamos fama de “ateos”, “comunistas”, etc. En realidad, esos apodos despectivos (como “ambientalistas”, “kirchneristas”, “kukas”) ya venían de antes y los tomábamos como lo que son: la máxima creatividad que pueden alcanzar los “anti”, aquellos que critican todo sin proponer nada mejor, los odiadores. Incluso los odiadores que practican una religión de amor y fraternidad.
Quien esto firma no es ateo, sino apóstata. No creo en los dogmas fundamentales de la Iglesia Católica, en la que me formé, pero sigo teniendo una profunda admiración por los católicos que practican lo que predican: los curas villeros, nuestro amigo Monseñor Jaime De Nevares, la Teología de la Liberación, etc.
En el plano intelectual, me declaro ferviente admirador (como nuestro Ernesto Dussel, pero de menor nivel) del sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin, de quien me propongo hablar en capítulos posteriores por la profundidad de su obra y por su creciente vigencia en tiempos en que tenemos un papa también jesuita.
Por otra parte, ser ateo no está tipificado como delito en el Código Penal, por lo que mis amigos ateos, judíos, comunistas y anarquistas confían en mí y hasta han demostrado ser más solidarios en tiempos difíciles que los que se dicen católicos. Así que no me doy por insultado
La palabra “katholikós” en griego significa “universal” y nadie que se pretenda a sí mismo como tal puede predicar el sectarismo o sostener que su religión es la única verdadera. Todos, incluso los ateos, buscamos “re-ligarnos” de lo que hemos sido des-ligados: la naturaleza, el inconsciente, la historia individual o colectiva, el paraíso intrauterino, alguna utopía entendida como horizonte, etc.
Por lo tanto, la verdadera religión es una búsqueda, y hay millones de formas de búsqueda, todas válidas; una búsqueda del paraíso, no importa que sea en la tierra o en otra vida. Yo estoy a favor de los que creen que una vida mejor será en éste mundo, y no en otro mundo cuya existencia es, cuando menos, dudosa.
Lo del pluralismo no lo digo yo, lo dice el documento GAUDIUM ET SPES del Concilio Vaticano II, año 1962, que se supone inspirado en la obra, justamente, del Padre Teilhard de Chardin, que abrevó en el taoísmo, y en las ciencias contemporáneas de occidente, especialmente el evolucionismo.
Bergoglio, jesuita argentino que llegó a ser Papa, habla de “familia universal”.
No hay dudas que los tiempos están cambiando desde que en los años ´50 y ´60, y gracias al empuje de pensadores como Charles Moeller, el mismo Teilhard, Juan XXIII, Paulo VI, se empezaron a ver las cosas de manera más “católica” en su sentido original, no en el sentido de secta cerrada.
Enantiodromia… así llamaba Heráclito a las cosas que son, al mismo tiempo, su opuesto. Idea que fue tomada por Karl Jung (experto en taoísmo y el oráculo I Ching) para asociarla al psicoanálisis (Jung, mejor filósofo de las religiones que terapeuta y por eso aclaramos que rescatamos sus aportes al estudio de la religiosidad humana que sus aportes a la psicología clínica).
Pero hay otra acepción de esta extensa palabra, que es “cuando las cosas se convierten en su opuesto conservando el nombre original”; así el cristianismo, que nació siendo una ideología para los pobres y anti-imperial, se convirtió en ideología pro-imperial, para los ricos. O el comunismo, que empezó siendo una propuesta de “dictadura del proletariado” para terminar siendo, con Stalin, una “dictadura contra el campesinado” (y así terminó, dicho sea de paso).
Lo cierto es que cuando el pensamiento libre se convierte en dogma, allí se empioja la cosa. Por eso es que Sócrates se negó a escribir sus ideas, porque esas ideas no eran suyas, su tarea de filósofo era buscar la verdad dentro del alma humana, no en el cielo, el “topos uranos” de otros griegos. Y aparte porque decía que cuando las ideas se escriben, se cristalizan, se hacen rígidas, inamovibles, no pueden cambiar, no pueden mutar, se endurecen, mueren o se imponen por la fuerza. De allí que siga causando gracia que alguna vez tuvimos un presidente de la Nación que afirmaba haber leído la obra completa de Sócrates. Dejémoslo ahí…
Sócrates, como Cristo (o el Che Guevara), prefirieron morir antes que permitir la muerte de sus prédicas. Con el tiempo, otros prefieren matar en nombre de ideas “puras”. Por eso desde esos espacios no se tolera el disenso, lo distinto.
Fue así que hace unos años causó revuelo en Malargüe la circulación, en fotocopia, de El código Da Vinci, obra en la que se reivindica la figura de María Magdalena como algo más que una prostituta, más bien una ideóloga del verdadero cristianismo original, lo cual se daba de patadas con el patriarcalismo feroz de los viejos cristianos, para quienes Dios es “padre” y la Madre de Dios es madre, pero virgen. El sexo, el erotismo (Eros significa vida en griego), son contrarios a la femineidad; la mujer sólo puede ser objeto del deseo, no sujeto. Está escrito, es uno de los mandamientos, “no desearás a la mujer de tu prójimo”. Cuando ese libro pone a la mujer en el lugar de “sujeto” y no mero “objeto sexual”, entonces los muchachos de sotana se ponen nerviosos.
La copia que leí de ese libro me fue prestada en secreto por una alumna de secundaria que se atrevía a esas cosas… Todo un detalle de cómo es la sociedad malargüina.
En base a esas ideas que circulaban, se estrenó la película Angeles y Demonios, en todas partes, excepto en Malargüe, porque el Instituto del Verbo Encarnado se opuso. Es más, hubo entonces un atentado contra la sala de proyección del Cine Maitén, del cual dimos cuenta en nuestra condición de corresponsal del Diario San Rafael (pecados de juventud…).
“El artículo original del Diario San Rafael no decía mucho, más que referencias a un atentado sufrido por el Cine Sala Maitén y esa “no-programación” (como diría Cleto) del film basado en la obra del mismo autor de El código Da Vinci. No dice mucho porque el original tenía más información que la que fue publicada”.
Eso publicábamos entonces en Sin Pelos en la Lengua, que aún circulaba sólo por correo electrónico. Y además:
“Fueron colegas de otro diario de Mendoza (MDZOL) los que tomaron la noticia y relacionaron ambos hechos, y luego relacionaron a ambos con las andanzas de los sacerdotes de la parroquia Nuestra Señora del Rosario Instituto del Verbo Encarnado – IVE(). Rápidamente la noticia fue comentada en radios de Santa fe, Capital Federal, Comodoro Rivadavia, etc., INFOBAE, un diario de Santiago del Estero y no sabemos aún hasta dónde llegó este tema”.
Un papelón nacional, como dos años antes había ocurrido con la resolución del Concejo “Delirante” que pretendía limitar las reuniones ambientalistas, entre otras lindezas. O como ocurriría dos años después, cuando les Lutherieces fueron desalojados por el Padre Pato del escenario de la Fiesta Nacional del Chivo, por ironizar sobre el celibato.
“No vamos a transcribir todo, pero sí recomendar algunos links sobre este nuevo escándalo malargüino, el del 2009) que trascendió a la esfera nacional vía Internet:
http://www.cinevistablog.com/las-10-peliculas-mas-populares-de-junio-2009/
Luego salieron a relucir viejas cartas (las vimos, nadie nos contó nada) del cura párroco al ex intendente Raúl Rodríguez donde se reclamaba la prohibición de los recitales de la Bersuit, Charly García, Víctor Heredia, y un reciente artículo (mes de mayo de 2009) de la revista Caras y Caretas del historiador Felipe Pigna, donde se habla del “Torquemada de Malargüe”, en referencia al cura párroco, el ex jesuita Ramiro Sáenz. Algunos colegas periodistas, llevados por el miedo y la irresponsabilidad moral a que éste induce, me reprocharon haber publicado eso en el diario. Como si un atentado a un cine y la prohibición de una película fuesen un tema personal ¡!.
Aquella vez respondí a esos comentarios dignos de épocas pasadas que “no solamente volvería a publicar lo que publiqué, sino que publicaría el artículo sin los recortes que sufrió antes de ir a imprenta, y agregaría muchas cosas más que tengo guardadas en el tintero. Si así no lo hiciere, Mariano Moreno me lo demandaría desde el fondo del mar al que fue arrojado luego de ser asesinado hace 200 años”.
Sectarismo y odio en nombre de Cristo
Fue en esa oportunidad que saqué a relucir una carta de 2005, nunca respondida, dirigida al Obispo Taussig, de San Rafael, y que me limito a transcribir sin más comentarios:
Sr. Obispo de San Rafael,
Monseñor Eduardo María Taussig,
SAN RAFAEL
De mi mayor consideración:
Me dirijo a Ud. en mi condición de docente secundario de Malargüe para compartir algunas inquietudes, en la esperanza de que mis comentarios no serán tomados como crítica destructiva, sino como aporte para el crecimiento de todos.
Mi nombre es Carlos Benedetto, soy casado, tengo dos hijos y dos nietos, y trabajo en la escuela secundaria 4-018 de Malargüe, donde enseño Historia desde hace casi 11 años.
En mis clases trato por todos los medios de inculcar el PLURALISMO y el consiguiente respeto por todas las ideologías; o sea la tolerancia, que es el principio básico de las convivencia pacífica y democrática.
Eso quiere decir que, a pesar de tener una ideología propia, respeto la de mis alumnos, y les enseño a ellos que no importa qué ideología se tenga, pero sí importa fundamentarla y sí importa tolerar las diferencias. Abrazar una ideología, por más justa que ésta sea, no justifica la soberbia ni la discriminación hacia el que piensa distinto.
En ese marco, los autoritarismos, los dogmas inamovibles, las agresiones desde supuestas verdades absolutas, son un tema que sí requiere de una toma de distancia, dado que el mundo en general y nuestro país en particular mucho han sufrido por ceder a la tentación de los extremismos y más cuando se expresan a través de métodos autoritarios y violentos.
No importa el signo ideológico. Todos los fanatismos y fundamentalismos son intrínsecamente perversos y peligrosos.
Es por eso que me preocupa, y nadie mejor que Ud. para hacérselo saber, la creciente prédica intolerante y extremista que se hace en el corazón y las mentes de los alumnos secundarios de Malargüe por parte de sectores vinculados a la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de esta Ciudad y que se identifican como católicos.
Nada tengo contra la religión católica pues, aunque ahora distante, me formé en ella y en sus ritos me casé y bauticé a mis hijos.
Pero sí creo que se le hace mucho daño al mismo catolicismo (recordando que la palabra “católico” significa “universal”) cuando se lo usa para predicar la intolerancia, para justificar el terrorismo de estado en las dictaduras, el odio racial, el exclusivismo confesional en la búsqueda religiosa.
En mi sistema de creencias personales, la religiosidad forma parte inseparable de la condición humana, como también la ciencia. No creo en antagonismos insalvables entre ciencia y religión. Y es misión de los creyentes (sean o no practicantes de una religión específica) buscar puntos de encuentro de las distintas visiones, como en su momento lo predicaron con su ejemplo hombres como Juan XXIII El Bueno, Paulo VI, Atenágoras, Gandhi, Pierre Teilhard de Chardin, Martin Luther King y muchos otros, en algunos casos hasta ofrendando la propia vida.
Ese propósito altruista choca a menudo con el autoritarismo de quienes sostienen que su verdad es la única, y que todo vale para sostener esa supuesta verdad: censurar, prohibir, perseguir, torturar, matar.
Cuando eso se hace en nombre de la política es una aberración, lo haga quien lo haga. Pero cuando se hace en nombre de la religión es, además de una aberración, una blasfemia en el más amplio sentido de la palabra.
Cuando usamos lo religioso para justificar fanatismos y extremismos políticos, vamos en contra no sólo de las bienaventuranzas, sino también del sentido común y de las normas básicas de la convivencia. Nos asomamos al fundamentalismo, y de allí al terrorismo y a la violencia hay solamente un paso. El mundo de hoy es un muestrario lamentable de ésto que aquí afirmo.
Cuando -como efectivamente está ocurriendo en Malargüe- se niega el sacramento del bautismo a un niño porque sus padres no se han casado, es olvidar que el mismo Cristo no pedìa papeles a aquellos a quienes hablaba y es cerrar las puertas al mensaje de universalidad del cristianismo.
Estamos ante un discurso anti-cristiano, pero en nombre de Cristo. Es absurdo, pero eso está ocurriendo en Malargüe por obra de las personas a las que aludo en este mensaje.
En lo concreto, esos sectores que se autodenominan “católicos” han tenido una lamentable actuación pública de intento de censura previa sobre hechos artísticos-culturales en Malargüe en los últimos años y a menudo han utilizado directa o indirectamente los medios radiales para acusar a personas como yo de “comunistas subversivos” (sic) o para decir con soltura que “revisamos las carpetas de los alumnos de tal profesor y comprobamos que en la escuela enseña marxismo” (sic). Los entrecomillados corresponden a transcripciones de grabaciones radiales que tengo en mi poder, y ponen en evidencia que hay sectores que, en nombre de su “fe” religiosa, se toman atribuciones que corresponden solamente a la Dirección General de Escuelas, por ejemplo revisar las carpetas de alumnos de una escuela pública, como si les asistiera el derecho a erigirse en jueces de una función que no les compete.
Efectivamente, a mis alumnos les enseño (y seguiré haciéndolo) qué es el marxismo, como también abordo la Doctrina Social de la Iglesia; o el Concilio Vaticano II, de la misma manera que la Revolución Rusa de 1917. Les explico qué es el capitalismo y que fue el comunismo y qué fue la tercera posición que sostuvieron algunos políticos. Y les explico qué es el Cristianismo y qué es el Islam y el Judaísmo. Y que los crímenes de Hitler son tan abominables como los de Stalin, Franco, Pinochet, Mussolini, Bush o Videla, que solamente se diferencian por la cantidad de muertes que provocaron, pero no por la monstruosidad intrínseca de sus actos y de sus métodos.
No hago más que cumplir con mi deber de docente.
Pero los sectores que aquí denuncio afirman que de ciertos temas ni siquiera se debería hablar en clase, y que su sola mención me convierte en “comunista subversivo”. Promueven así la ignorancia, y la ignorancia es el terreno mejor abonado para luego inocular el virus del fundamentalismo homicida.
De esta manera, esas personas atacan el principio de legítima autoridad que todo docente debe tener ante sus alumnos, y las principales víctimas son esos alumnos, no yo. De esta manera contribuyen a incrementar el caos en que todavía se mueve nuestra castigada sociedad. O sea que, a escala, hacen lo mismo que sus defendidos que en el pasado destituían por métodos subversivos a los gobiernos elegidos por el pueblo y hacen lo mismo que los profetas del caos que tanto poder tienen hoy en nuestra sociedad.
Tengo indicios de que a muchos alumnos (algunos han sufrido un verdadero “lavaje de cerebro” con estas ideas) se les habla mal de sus profesores, se desautoriza a éstos, y de esta manera se crea un espacio alternativo de educación, fuera del sistema escolar. A esos adolescentes se les está creando un conflicto intelectual y emocional innecesario y peligroso, desde una prédica sólo en apariencia “cristiana”.
En mi misma escuela y en otras he visto la circulación de libros justificadores del terrorismo de estado, de los sistemas autoritarios y de los gobiernos subversivos llegados al poder por golpes contra la institucionalidad democrática. Preguntados los alumnos portadores de esos libros sobre el origen de los mismos, las respuestas conducen siempre a la parroquia que menciono al principio y a su responsable.
Luego, en mi calidad de Secretario Gremial del SUTE (Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación) en Malargüe, he tomado nota de que estos hechos se repiten en otras escuelas, hasta llegar al extremo de la escuela 4-200, ubicada en Ranquil Norte, 200 Km al sur de nuestra ciudad, donde hay colegas que me relatan que una coordinadora pedagógica y una profesora de Lengua, ambas sanrafaelinas que se identifican como pertenecientes a una parroquia católica de su ciudad, aprovechan sus funciones de docentes en escuela laica para llevar a cabo tareas de adoctrinamiento religioso “católico”, sin respetar el principio ecumenista de respeto por la otredad del otro. De hecho, hubo alumnos que se quejaron temerosamente de que se les obliga a rezar y a asistir a clases de catecismo, sin importar si profesan o no la religión católica (de hecho, algunos de ellos no practican esa religión, sino otras); esas docentes cuestionan a la ciencia inmiscuyéndose en los programas de Historia y Ciencias Naturales y predicando el racismo en el 12 de octubre, sin tener en cuenta que los educandos de esa población son en su mayoría descendientes de “nuestros paisanos los indios”, como sabiamente los definía nuestro General José de San Martín. Se critica así a nuestros hermanos aborígenes en nombre de “valores medievales” y en nombre de la “santa hispanidad” (sic), lo cual es un insulto a estos pueblos. El mismo Juan Pablo II en su momento pidió perdón a esos hermanos humillados por la Conquista, y es un anacronismo justificar ante ellos la injusticia histórica de la que aún son víctimas inocentes.
Pero por sobre todo, la escuela pública es laica por ley, y me preocupa que esta situación pueda derivar en denuncias penales por violación a ese principio, y que esas denuncias (que algunos docentes están evaluando) puedan afectar a las instituciones educativas, pero también a las instituciones religiosas. Y que puedan perjudicar, como todos estos conflictos, a los mismos niños, que todavía no tienen armas intelectuales ni emocionales para hacer frente a estas actitudes de captación de conciencias.
Todo ésto es algo que contribuye gravemente a deteriorar el clima de convivencia entre la Iglesia y la escuela, y entre la Iglesia y la población en general. No por nada son cada vez más las personas que en Malargüe se alejan de la práctica religiosa a pesar de que se autodefinen como católicos.
Creo oportuno decírselo a Ud. con todo el respeto que tengo por la Iglesia y por los mártires que la Iglesia dio (por ejemplo, durante la última dictadura) a la causa de reivindicar la justicia social, el amor al prójimo, la tolerancia, el respeto al otro, el ecumenismo, los derechos humanos.
Al mismo tiempo creo oportuno solicitar respetuosamente su intervención para investigar estos hechos y poner un límite a los mismos, llamando a la reflexión a estas personas que, bien o mal inspiradas -no puedo afirmarlo- están sembrando la semilla del odio. Y no fue odio lo que quiso sembrar hace 2.000 años el hombre en cuyo nombre dicen lo que dicen.
Le ruego sepa disculpar mi atrevimiento y le pido crea sin dudas en la sinceridad de mis palabras.
Estoy seguro de que considerará seriamente la gravedad de la situación que aquí le describo, y que actuará con la sabiduría que requiere el caso.
En esa certeza, me despido saludándolo con mi más alta consideración.
Carlos Benedetto
Docente
DNI. 10.231.266
29-11-2005
Así empezamos la radiografía de un fenómeno político y social que, a no dudarlo, mantiene a Malargüe en el Medioevo, en la acepción inglesa de “darkage” -edad oscura-. A menudo fantaseamos con que esa edad oscura no sea tal y que, al decir de Jacques Le Goff, sea un período de incubamiento de algo nuevo. Pero las fantasías se desvanecen cuando vemos pasar el tiempo y vemos jóvenes que se suman a la legión de católicos sectarios (un oxímoron si los hay), cuando vemos que se sigue vertiendo vino nuevo en odres viejos.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, jubilado docente y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua, Malargüe.


