Quienes escriben poesía son personas especiales, que dejan fluir aquello que las desvela. El sentir profundo con sus ribetes de melancolía existencial. Lo que somos, lo que podríamos haber sido. Seres imperfectos e incompletos, que dudan, que temen, que buscan vivir en un mundo mejor.
Esta orfandad, consciente de su desventura, es el contexto en que florecen todos y cada uno de los versos de una poesía. Al mismo tiempo que desgarradora, la tarea de sacarlo todo afuera termina convirtiéndose en una excelente manera de restañar heridas y sanar.
Compartir con otros “esas anotaciones” que muchas veces duermen el sueño de los justos en el cajón de la mesa de luz, también es edificante porque nos pone en pie de igualdad. Las desventuras, las alegrías, las preguntas más importantes de la vida, son comunes a todos. Como también así el placer de leer un buen poema.
Olvidé los pactos
Olvidé cada uno de los pactos
conservé solo la emoción.
Protegí mi cuerpo,
su sensible piel para que jamás se agrietara
guardé mis palabras para que nunca desertaran
de los voluptuosos ocasos.
Salvé una carta
una carta tuya.
Hice equilibrio en sus renglones
y memoricé cada uno
como quien se vuelve palabra de tanto leer,
como quien se empapa completa de tinta,
como quien lleva un recuerdo colgando de sus pestañas.
Columnista invitada
Liana Castaño
Maestra, integrante del taller de poesía “Más allá de las palabras”, publicó en las antologías: “Fuego en las manos”; “Mujeres de palabra”, “Luz de luna” (IV Concurso Internacional de Poesía, España). Su más reciente publicación “Más allá de los poemas”, poemario colectivo del Grupo de Poesía “Más allá de las palabras” que coordina Diana Starkman, será presentado en la Feria del Libro de Mendoza 2020
Fotos: Adriana Martinetti