Trump, Bolivia y la tontera del fraude
La estupidización mediática ha llevado a cierta derecha a creer que la política es igual al chisme de café o de barrio, e insignificancias como las de Viviana Canosa, los Leuco o Juana Viale devienen en conducción política: muchos políticos creen que repetir esas inconsistencias, es lo que ellos deben hacer. Y no saben ya hacer otra cosa. El resultado se vio en Bolivia: aprovechando ese curioso recurso que es la segunda vuelta electoral -que permite a veces ganar a quien al comienzo perdió, como pasó con Macri en 2015-, la policía y las FF.AA. de Bolivia colaboraron a echar al gobierno de Evo Morales que había ganado… ¡por 10 puntos!! ¿Cuál fue el pretexto? Supuesto fraude, que hasta una fraudulenta OEA ayudó a inventar.
Pero el mundo no termina allí. Luego hay que gobernar. Hasta tanto, no llegó el libreto de una derecha represiva -nuestro Sebastián Moro estuvo entre los muertos- que se llenó de biblias y anatemas, y que no tuvo ni idea de cómo gobernar. Con chascarrillos de tevé, con insultos y maledicencias de salón, no alcanza para gobernar: hay que tener técnicos calificados, programa, estrategia. Y en menos de un año, el (des)gobierno de Áñez se cayó a pedazos.
Pero la derecha no ceja. Perdió por 20 puntos, contra el MAS que -con Evo proscripto y exilado- arrasó con el 55% de los votos, con todo el aparato oficial en contra… ¡y los derrotados hablan de fraude!!! Sí: es ridículo, convengamos, pero una mentira muy repetida simula ser verdad. Y siguiendo la doctrina Durán Barba de que la mayoría de la población no sabe nada de política y se le puede vender cualquier cosa, vemos en noticias de Infobae hablar de Evo como “dictador”, y se difunden supuestos hechos poco democráticos del gobierno que acaba democráticamente de volver a instalarse.
A Evo lo recibieron un millón de personas en un país de menos de 12 millones de habitantes. Es como si en Argentina hubieran sido 4 millones de manifestantes. Eso, tras que se proscribiera, insultara, injuriara hasta el exceso al indígena ex presidente. El cariño popular recuerda lo ocurrido con Perón luego de expulsarlo por la fuerza del gobierno en 1955.
La tonta denuncia de fraude, la hacen… ¡los que estaban en el gobierno!!! ¡Los que controlaron la elección!!! No puede creerse hasta dónde hemos llegado. Pero es cierto que los golpismos siguen haciendo ruido en la región: no sólo apelan a los medios de comunicación, sino también a provocar a las Fuerzas Armadas, como en Argentina ocurrió con la truncada “mesa de enlace militar” recién ensayada, o con algunas convocatorias de baja estofa que circulan por las redes.
Mientras, en Estados Unidos Trump pretende usar a la Corte Suprema -a la que modificó, entre otros motivos por éste- a los fines de dar por ganada la elección perdida. Ya el mundo saludó a Biden, ya la población mayoritaria de los Estados Unidos ha dado por terminado el asunto, ya las grandes cadenas mediáticas han asumido que cualquier cambio sobre quién ha ganado sería una alteración intolerable del sistema político y electoral de la potencia del Norte. No importa: Trump dice que es mal perdedor porque cree que en su vida ganó siempre, y lo demuestra en gran forma, como niño caprichoso o como millonario prepotente.
Con la pandemia el magnate se mostró más descomedido que nunca, se burló, dijo que “como un día llega, al otro se va”, insistió en que más valía no detener la economía, y así le ha ido. Todos los días se reportan más contagiados y más muertos por Covid-19 en los Estados Unidos. Eso sí es un fraude: un gobierno que teniendo recursos, no protegió ni protege a su población. Y que le toma el pelo al mundo, con una denuncia de la que empezó a hablar mucho antes que las elecciones sucedieran, cuando comenzó a acostumbrar a la población a la idea de que él no iba a entregar el gobierno a quien ganara.
Columnista invitado
Roberto Follari
Doctor y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Cuyo, Facultad Ciencias Políticas y Sociales). Ha sido asesor de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial. Ha recibido la distinción Juana Azurduy del Senado de la Nación (año 2017) y el Doctorado Honoris Causa del CELEI (Chile, año 2020). Ha sido director de la Maestría en Docencia Universitaria de la Universidad de la Patagonia y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo; y es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido miembro de las comisiones evaluadoras de CONICET. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Chile, Uruguay, Venezuela, México y España. Autor de 15 libros publicados en diversos países, y de unos 150 artículos en revistas especializadas en Filosofía, Educación y Ciencias Sociales. Ha sido traducido al alemán, el inglés, el italiano, el idioma gallego y el portugués. Uno de sus principales libros se denomina “Teorías Débiles”, y ha sido editado por Homo Sapiens (Rosario, Argentina). En la misma editorial ha publicado posteriormente “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad)” y “La alternativa neopopulista (el reto latinoamericano al republicanismo liberal)”.