Ataque al Capitolio: ¿final, o comienzo?
Mientras en la Argentina comienza a dibujarse algún optimismo terapéutico sobre la pandemia que nos acecha (vacunas y suero equino, un invento nacional), no hemos terminado de digerir el raro espectáculo del asalto de los grupos supremacistas blancos al Capitolio. ¿Fue el final de un Trump ya vencido en las urnas, o es el comienzo de un nuevo período político, para el cual las reglas republicanas ya no se tendrán en cuenta?
No está aún decidido. Los demócratas no pudieron aplicar la enmienda para destituir al empresario/presidente, ya que depende de su compañero de fórmula, y este se niega. Van por el juicio político: no importa que acabe luego de que se vaya Trump, lo que importa es que podría impedir que éste se presente en el futuro como candidato. Pero los números no dan, es difícil que se logre. En la Cámara de Representantes, sólo 10 republicanos votaron contra Trump, sobre un total de más de 200.
De modo que lo más probable es que Trump no sea condenado en este juicio político. Es cierto que tiene no pocos problemas judiciales que aún no comienzan, porque lo ha protegido ser presidente. Y que ha pretendido darse al respecto un sorprendente autoindulto. Estos trámites pueden serle más problemáticos, pero él cuenta con una Corte Suprema a la que añadió varios miembros: es probable que ella lo absuelva en última instancia. La derrota electoral no le ha quitado influencias.
Lo seguro es que se victimizará. Podrá argüir ser perseguido, y sus seguidores lo tomarán como una especie de héroe que se enfrenta “a los poderes establecidos”. Con el relato de que él está salvando a EE.UU. de un grupo de comunistas y pedófilos (¿?!!), de que se enfrenta solitario al stablishment globalista y cosmopolita, aparece como el campeón de un sano “retorno a casa”, de un Estados Unidos que se ocupa de sus propios ciudadanos en vez de andar en aventuras bélicas por el mundo. Contra lo que suele creerse, Trump desplegó menos tropas que Obama, se retiró de Siria, y en buena medida de Afganistán. La suya es una derecha “localista”.
Algunos de sus seguidores perdieron sus trabajos, Trump fue acallado en redes sociales. Al margen de que son medidas discutibles pero quizás justificadas, esto también aumenta el halo de “patriotas perseguidos” que toman para sí los seguidores del ahora expresidente.
Por un lado, hay que decir que están cambiando las reglas del sistema, moviendo el arco. Han mostrado que pueden hacerse actos que no podían hacerse. Han mostrado que el sistema político vigente ignora qué hacer ante la audacia de acciones que se salen del repertorio de lo asumido como posible. La toma del Capitolio, por grotesca que fuera en algunos detalles y estéticas, no deja de mostrar que es ventana a una posible épica de derechas “anti-sistema”.
Hay razones profundas para todo esto. Las empresas estadounidenses diseminadas por el mundo para hallar costos más bajos, que disminuyen el empleo nacional. La concentración del capital, donde el 0,1% más alto tiene el 20% de la riqueza del país. Los negros y latinos que están dispuestos a peores condiciones laborales, y abaratan la mano de obra. La decadencia del imperio americano en prestigio y en términos económicos, en esto último ante el avance chino. Incluso los efectos del predominio de lo electrónico y lo virtual, que deja por debajo a un número importante de trabajadores manuales, en formación y en salarios.
El partido Republicano no parece quitar el apoyo a Trump, si bien quizá eso puede cambiar a futuro. En cualquier caso, el partido sacó 70 millones de votos, pero con la cara de Trump: si hay divorcio entre ellos, el hoy presidente mantendrá parte de ese apoyo. Y cuenta con los sectores ultraconservadores movilizados y a menudo armados que están dispuestos a enfrentamientos, y que para el 20 de enero fueron objeto de temor y preocupación para el stablishment.
Los “globalistas” tienen problemas para convencer al electorado de seguir gastando en aventuras militares por el mundo, ésas que Trump no descarta pero no promueve. Y esos globalistas aparecen como elites privilegiadas, para oponerse a las cuales “los de abajo” apoyan a alguien tan de arriba como es Trump. La puja es de pronóstico reservado. Habrá que ver cómo continúa: importa para Estados Unidos, y también para todo el planeta.
Columnista invitado
Roberto Follari
Doctor y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Cuyo, Facultad Ciencias Políticas y Sociales). Ha sido asesor de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial. Ha recibido la distinción Juana Azurduy del Senado de la Nación (año 2017) y el Doctorado Honoris Causa del CELEI (Chile, año 2020). Ha sido director de la Maestría en Docencia Universitaria de la Universidad de la Patagonia y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo; y es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido miembro de las comisiones evaluadoras de CONICET. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Chile, Uruguay, Venezuela, México y España. Autor de 15 libros publicados en diversos países, y de unos 150 artículos en revistas especializadas en Filosofía, Educación y Ciencias Sociales. Ha sido traducido al alemán, el inglés, el italiano, el idioma gallego y el portugués. Uno de sus principales libros se denomina “Teorías Débiles”, y ha sido editado por Homo Sapiens (Rosario, Argentina). En la misma editorial ha publicado posteriormente “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad)” y “La alternativa neopopulista (el reto latinoamericano al republicanismo liberal)”.