Félix Luna fue uno de los grandes divulgadores de la historia ya que no sólo creó y dirigió la revista Todo es historia sino que, con la modalidad de la novela histórica dio paso a un conocimiento mayor de los hechos. Frondicista, su perspectiva, que algunos pueden significar como liberal, hizo un gran aporte en este sentido.
Aquí hace un planteo que seguimos escuchando y escibiendo muchos años después de esta breve síntesis de su pensamiento. La discusión de fondo tampoco la encaró el Alfonsín del Congreso Pedagógico Nacional del año 1986. Tuve ocasión de participar en sus mesas de trabajo, como dirigente estudiantil secundario.
Las calles de Buenos Aires, por aquellos días, uno creía bullían de ideas nuevas para poner a la educación más cerca aún de la realidad que debe interpelar. A veces ocurre lo contrario, por ello vemos que se comparten contenidos que están muy lejos de la necesidad del educando. Hay una tarea pendiente.
“La historia que se enseña en los colegios secundarios es, en líneas generales, demasiado simplista y elemental y demasiado atenida a los cánones académicos.
“Esto no es una novedad: se ha dicho muchas veces y se ha caricaturizado el clásico «Grosso chico» como para agregar nada a ese juicio.
“Lo que hay que establecer, si queremos adoptar una actitud positiva frente a este delicado problema de la enseñanza de la historia, es cómo cambiar ese enfoque. Es indiscutible el apego a los mitos históricos, a los viejos tabúes ideológicos, al esquematismo de esa historiografía fundada por Mitre y López y puesta en marcha por las escuelas normales, los institutos oficiales de historia y la Academia. Pero a nivel de escuela primaria o colegio secundario, ¿cómo se cambia? ¿cómo interiorizar al alumno de la complejidad de las causalidades históricas? ¿cómo prescindir de los mitos cuando desde la más tierna infancia esos mitos forman parte de la conciencia individual?
“La historia que nos legaron, aquella que nuestros padres sabían como artículo de fe, ha sido ahora totalmente revisada, es cierto; pero en una época fue útil porque debía insertarse formativamente a un país aluvional, poblado de inmigrantes y sus hijos, que estaban desconectados de las tradiciones nacionales. Entonces, esa historia simplificada y mitificada sirvió como un elemento integrador de la futura conciencia nacional. Pero sus falacias y mentiras la hicieron vulnerable. Ahora, la versión liberal de nuestro pasado hace agua por todos lados. Pero, ¿con qué se la reemplaza? ¿Acaso el revisionismo no está tan anquilosado y agotado como la propia versión liberal? En la medida que el revisionismo fue uno de los subproductos del nacionalismo vernáculo, no pudo establecer una propuesta coherente y totalizadora sino, solamente, rectificaciones parciales. Utilísimas y definitivas, pero parciales.
“Pienso que poco a poco se está llevando a los niveles educacionales una propuesta historiográfica más madura y veraz. Lo están haciendo los profesionales jóvenes, que no se sienten comprometidos con ninguna de las posiciones antagónicas que en su momento chocaron y que ahora entregan sus aportes más positivos a una síntesis que tiene que llegar fatalmente. Hay que observar ese proceso: posiblemente dará sus frutos mucho antes de lo esperado y en un futuro no muy lejano los argentinos no tendrán que aguardar a salir de la secundaria para aprender una historia que los satisfaga.
“Félix Luna
“Abogado, poeta, periodista, director de la revista Todo es historia”
“Revista Crisis, diciembre de 1973”.