Horacio Ferrer, poesía rioplatense por antonomasia
Segunda parte
Buenos Aires resulta una fiesta permanente a la que ingresar por la puerta grande, esa que utilizan todos los integrantes del pueblo que la recorre, la ama, la odia, la sufre. Un clamor en cada esquina que enraiza bajo los pisos de los bares, como una prolongación necesaria en la búsqueda de compañía y consuelo en la gran ciudad. Ese enjambre que bulle y cuyo ruido se siente en todo el país, también se metió muy profundo en mi corazón. Un hallazgo a la vista de sus paseantes.
Sus calles, los bares, las estaciones de subtes y trenes. En cada uno de sus transitadísimos rincones florece la necesidad humana de recrearse a partir del amor. Una búsqueda que resulta de imposible logro a la vista de los aglomerados aparentemente inhumanos. Lo digo porque en verdad son justamente lo contrario. Su materia principal está compuesta por las personas que agitan el aire al pasar llevados por el apuro. En ese entramado descansa el tango canción.
Se arrellana en los corazones cansados y tristes, a los que hace cobrar vuelo a partir de obras de arte exquisitas como las que generaron estos dos prohombres de la cultura rioplatense. Cuando el ritmo afiebrado transcurre en paralelo con poesía de un alto valor literario, parece más cercana la posibilidad de encontrar el mejor camino para los pueblos. Que haya un espacio para el regodeo vital es una excelente noticia que pone en otro lugar a la cultura nacional.
(viene de la edición anterior)
“La temática social, una poesía cotidiana y la utilización de neologismos en inglés aparentemente incompatibles con el tango, anunciaban la proximidad de importantes cambios en la canción rioplatense.
“Nos habíamos consustanciado enormemente. Entonces, eso inauguraba una nueva estética, porque no tenía nada que ver con lo anterior”.
En el segundo semestre de 1969, Ferrer le lleva a Piazzola una frase: “ya sé que estoy piantao…”:
Después me dice “y cómo seguimos”. Le digo “bueno, hacé vos una segunda que diga loco, loco, loco”, e hizo esa hermosura. Y después dice “cómo seguimos”, mirá, le digo, a mí me gustaría hacer un recitativo en el medio, y también uno al principio.
Así surgió una de las canciones más populares de la música argentina, que además sacudiría los fundamentos de la canción rioplatense. El resultado fue una balada con ritmo de valsecito y dos recitados hechos a la medida de la expresividad de Amelita Baltar, por entonces esposa de Piazzola. El recitado, que ya había aparecido en María de Buenos Aires y que se repetiría en sus creaciones, es una de las grandes innovaciones de Ferrer para sacudir la estructura tradicional de la canción rioplatenese:
El recurso (el recitado) adquiere en su obra una identidad propia y definida, que lo distingue claramente de los recitados que pudieron haber conocido otros tangos anteriores. La absoluta independencia formal de estos respecto de las partes cantadas es, quizá, su característica más distintiva; las partes recitadas no vienen a repetir en otro tono los versos que se han cantado o están por cantarse; ya ni siquiera se trata de versos. Por otra parte, la variedad de relaciones que se establecen, a través de las obras, entre parlamentos y áreas cantadas, constituye una veta que el tango anterior no había sabido explotar, por lo general nunca demasiado lejos de los modelos clásicos del tipo ABCB.
La canción fue estrenada de inmediato en Michelángelo, pero poco después Piazzola, Ferrer y Baltar deciden presentarla para concursar en el Primer Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción que se realizó en el Luna Park de Buenos Aires entre del 9 al 14 de octubre de 1969, con un jurado de alto nivel internacional que integraban entre otros Vinicius de Moraes y Chabuca Granda. La Balada fue presentada la primera noche y tuvo una excelente acogida por parte del jurado, que la declaró finalista en el rubro “tango”. Pero la decisión del jurado generó una controversia entre los organizadores, muchos de ellos tradicionalistas, que llevó a una modificación de las reglas del festival, desplazando al jurado de músicos por un “jurado popular” que en la final del 14 de octubre declaró ganadora a otra canción.
Pero pese a perder el festival, la canción se instaló en el gusto popular. De inmediato decidieron grabar la canción en un simple, cantada por Roberto Goyeneche y con “Chiquilín de Bachín” como lado B. La Balada… revolucionó la canción popular argentina y los versos de Ferrer pasaron a ser un lugar común de la cultura popular:
Balada para un loco
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao,
no ves que va la luna rodando por Callao…
El tema se convirtió en un éxito popular inmediato y ha quedado como una de las canciones más famosas de la música latina de todos los tiempos. Gracias a la importancia cultural de la canción, en 2012, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires estableció por ley 4179 denominar a la esquina de Corrientes y Callao, como “Esquina Horacio Ferrer”, colocándose allí una placa que así lo indica.
Entre las canciones escritas por el dúo Piazzolla-Ferrer en ese momento se encuentran “Balada para mi muerte”, “Canción de las venusinas”, “La bicicleta blanca”, “Juanito Laguna ayuda a su madre” y “Fábula para Gardel”, grabadas en el álbum Astor Piazzolla y Horacio Ferrer en persona, lanzado en 1970. En total compusieron juntos más de 40 tangos.
Libro del tango: arte popular de Buenos Aires
En 1970 escribió el Libro del tango: arte popular de Buenos Aires. La edición ampliada de 1980, en tres tomos, de más de dos mil páginas, es uno de los estudios más profundos realizados sobre el tango y obra de consulta obligada. El tomo 1, está dedicado a la “Crónica del tango”, mientras que los tomos 2 y 3 son un diccionario del tango.
En 1976 decidió mudarse a vivir en el Hotel Alvear, en el barrio de Recoleta, hotel en el que residirá en adelante. Ferrer ha dicho que ama el barrio en el que vive, por razones familiares, porque su abuelo está enterrado en el Cementerio de la Recoleta y porque su madre jugaba en la Plaza Francia, pero también por las características sociales y urbanísticas del barrio:
“Es un barrio popular, fino, con un espacio urbanístico majestuoso, con ese parque comprendido entre las calles Vicente López y la avenida Alvear, Libertador que es una preciosura y las ferias artesanales de los fines de semana. Es un barrio que yo amo y le he escrito una canción, hace 7 u 8 años, con música de Mario Cosentino que se llama “La Recoleta” y canta Jairo. Un día estaba frente a la ventana, sentado en la computadora y miraba delante de mi, tenía todo el parque, bueno… no tuve más que copiar la realidad”.
La Recoleta
La Recoleta, Champs Élysées en porteño,…
Vos, fuiste un incendio de magnolias.
Yo, fui Jacques Prévert en Plaza Francia.
Y el desván que decoraba tu cariño,
calle Ayacucho mirando al río y su confín,
polvo de abril, alba de amor.
Por Recoleta va mi juventud
como un eclipse en un cuadrito azul
y el guante triste del adiós.
En 1982 conoció a la pintora Lulú Michelli, “la mujer de la que soy el hombre”, según la definición del propio Ferrer: “no digo mi mujer porque no la compré en un remate”. Con ella formaría pareja de allí en adelante. Ferrer gusta de contar que se conocieron en el bohemio Bar La Poesía que se encuentra en la esquina de Chile y Bolívar, en el tanguero barrio de San Telmo. Una de las mesas del bar recuerda el hecho con una inscripción que dice: “En esta mesa la artista plástica Lulú Michelli conoció al poeta Horacio Ferrer en un amor que aún perdura. Junio de 1982”. El tango vals “Lulú”, compuesto en 1992 con música de Raúl Garello -quién junto a Piazzolla es su cocompositor más prolífico-, recuerda esa ocasión y celebra ese amor:
Lulú
¿Te acordás del café La Poesía,
esa mágica noche en San Telmo?
Buenos Aires urdió nuestro encuentro,
tan romántica y dulce Lulú.
…
Y te amo, te amo, te amo,
perplejo en los milagros de tu juventud.
A fines de 1983, decidió nacionalizarse argentino con motivo de la reconquista de la democracia en Argentina.
En 1985 recibió el Premio Konex – Diploma al Mérito como uno de los 5 Autores de Tango más importantes de la década en Argentina, galardón que volvió a recibir en 2005.
La Academia Nacional del Tango
Horacio Ferrer impulsó la creación de la Academia Nacional del Tango que se concretó en 1990, presidiéndola desde entonces. Funciona en el Palacio Carlos Gardel, encima del Café Tortoni.
En 1990 Ferrer concretó un proyecto suyo de crear la Academia Nacional del Tango en la República Argentina, lo que se realizó el 28 de junio de 1990, por Decreto 1235/1990 del Poder Ejecutivo Nacional, presidiéndola desde ese momento en adelante. Desde entonces la Academia ha fundado otras 30 academias en diferentes países para difundir y estudiar el tango internacionalmente.
También en 1990 compuso con Horacio Salgán el Oratorio Carlos Gardel, grabado por NM ese mismo año en LP con Simón Blech como director de la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Polifónico Nacional y la participación como solistas de Leopoldo Federico en bandoneón, Ubaldo de Lío en guitarra, Horacio Salgan, en el piano y Ferrer en el recitado.
Se trata de otra obra clásica monumental. Su título completo es Oratorio Carlos Gardel para Orquesta Sinfónica, Coro Mixto, Solistas y Recitante. Está integrado por 8 movimientos que recorren la vida de Carlos Gardel: 1) En una iglesia de Medellín; 2) Anunciación de Gardel; 3) El día de Santa Guitarrita; 4) En un circo criollo; 5) En el barrio del Abasto; 6) El mago de Buenos Aires; 7) Carta al Río de la Plata; 8) Desde el azul del cielo.
Desde su presidencia en la Academia, Ferrer impulsó varias acciones. En 1993 por gestiones de Ferrer, la Academia se instaló en el Palacio Unzué (Avenida de Mayo 833), renombrado desde entonces como Palacio Carlos Gardel, que en el año 2000 adquirió en propiedad gracias a un subsidio del Estado nacional. La Academia organizó en su interior la Biblioteca del Tango y en 1995 abrió el Liceo Superior del Tango y cursos de baile.
En 2003 la Academia inauguró el Museo Mundial del Tango con entrada por la calle Rivadavia 830 del Palacio Carlos Gardel, sobre la base de una idea y proyecto arquitectónico propios y del guion histórico basado en el libro El siglo de oro del tango, de Ferrer.
En 2000 conoció al músico uruguayo Alberto Magnone, con quien compuso la operita “Dandy. el príncipe de las murgas” sobre el carnaval de Montevideo y basada en el Hamlet de Shakespeare, estrenada en 2014 en el SODRE de Montevideo y escrita para solistas, coro, coro de murga y orquesta. También compuso con él el Oratorio Delmira Agustini.
En 2007, luego de un año de trabajo, terminó de componer la ópera El rey del tango en el reino de los sueños, con Raúl Garello.
(continuará)
Preludio para el año 3001
Tango
Música: Astor Piazzolla
Letra: Horacio Ferrer
Renaceré en Buenos Aires en otra tarde de Junio,
con estas ganas tremendas de querer y de vivir.
Renaceré fatalmente, será el año tres mil uno
y habrá un domingo de otoño por la plaza San Martín.
Le ladrarán a mi sombra los perritos vagabundos,
con mi modesto equipaje llegaré del Más Allá,
y arrodillado en mi Río de la Plata lindo y sucio,
me amasaré otro incansable corazón de barro y sal.
Y vendrán tres lustrabotas, tres payasos y tres brujos,
mis inmortales compinches gritándome “¡Fuerza, che,
nacé, nacé, dale pibe, metéle hermano, que es duro,
pero muy bueno el oficio de morir y renacer!”
Renaceré, renaceré, renaceré,
y una gran voz extraterrestre me dará
la fuerza antigua y dolorosa de la Fe,
para volver, para creer, para luchar.
Tendré un clavel de otro planeta en el ojal,
porque si nadie ha renacido, ¡yo podré!
Mi Buenos Aires siglo treinta y uno, ya verás:
renaceré, renaceré, ¡renaceré!
Renaceré de las cosas que he querido mucho, mucho,
cuando los dioses digan bajito “Volvió…”
Yo besaré la memoria de tus ojos taciturnos,
para seguirte el poema que a medio hacer me quedó.
Renaceré de las frutas de un mercado con laburo,
y de la mugre serena de un romántico café,
de un sideral subterráneo Plaza de Mayo a Saturno
y de una bronca de obreros por el sur renaceré.
Pero verás que renazco en el año tres mil uno,
y con muchachos y chicas que no han sido y que serán,
bendeciremos la tierra, tierra nuestra, y te lo juro
que a Buenos Aires de nuevo nos pondremos a fundar.
Renaceré, renaceré, renaceré,
y una gran voz extraterrestre me dará
la fuerza antigua y dolorosa de la Fe,
para volver, para crecer, para luchar.
Traeré un clavel de otro planeta en el ojal,
porque si nadie ha renacido ¡yo podré!
Ciudad del siglo treinta y uno, ya verás:
renaceré, renaceré, ¡renaceré!
Preludio para el año 3001, Julia Zenko
Oblivion, , Guillermo Fernández
La bicicleta blanca, Raúl Lavié


