La verdad es que contra el odio nada ha podido ser impuesto. Por ello debemos trabajarlo para convertirlo en una energía propositiva, así no nos arrastra en su cause. Hay algunos pocos que trabajan para dividirnos, para ponernos en no lugares que, desde el punto de vista de la Patria, son puntos sin retorno. No sirven para nada.
Pero quiero que nos detengamos, por un momento, a seguir observando como somos presa, todos, de las factorías del odio. Los medios hegemónicos, claramente opuestos a cualquier atisbo de gobierno popular, tiran a matar discursivamente. Trabajan para estigmatizar, nos hacen pelearnos. El definitiva… quieren dividirnos.
Estamos en un tiempo de transición, pero en algún momento hay que volver a poner en agenda la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Aquel enorme avance institucional y de derechos para el pueblo. Fue una buena experiencia. Hay que tender a algo más parecido a la libertad de prensa, que se oigan todas las campanas.
“Susana, bienvenida a “Argenzuela”
“La mina se hartó de ningunear este suelo después de llenarse los bolsillos durante décadas gracias a un público que la convirtió en ícono. La mina se dio el lujo de felicitar a quienes no blanquearon sus capitales. La mina se indignó a micrófono abierto por el impuesto a las riquezas que debía pagar por única vez en su longeva trayectoria de pseudo-diva. Entre tanta cabellera albina y tanta duda sobre dinosaurios vivos, a la mina le quedó espacio reducido para que términos como redistribución o justicia social se abrieran paso desde las neuronas hasta la conciencia.
“La mina denostó sus raíces hasta lo impensable. Las del pelo y las de sangre. La mina presumió de exiliarse antes de volver a lo que una caterva de perversos como ella denominó Argenzuela.
“Y resulta que ahora, debido a la peste universal a la que la mina subestimó, necesita atención médica. Y allí tiene a un séquito de sus serviles gestionando su traslado. Y una vez más, el problema no es la mina. El problema es esa inmensa porción de sociedad a la que se le desdibuja la clase cuando la sintoniza a control remoto y supone que semejante tilinga les representa.
“El jodidísimo problema es que convivimos a diario con hijos, nietos y bisnietos de una generación que, gracias a estos inmorales con micrófono, nació y creció odiando a pobres y resignificando estigmas. De las patas en la fuente y el asado en el parquet a se embarazan por un plan o venden las notebooks para merca, sin escala. Que setenta años no son nada.
“Históricamente, los eternos dueños del poder y su horda de fieles, dándose el lujo de mirar el mapa social desde arriba, sentenciar el asistencialismo, evaluar presente y futuro económico del suelo que tienen literal y metafóricamente bajo sus pies, perpetuar la estratificación obligada y marcar a fuego a quien le toque según sus pirámides infames. Todo desde un primerísimo plano desbordado de maquillaje y bótox.
“El problema, el maldito problema, son todas las Susanas de la vida, que, levantando las banderas de la democracia y el republicanismo, viajan al lado nuestro en el bondi o esperan su turno en la caja del súper, mientras hacen la digestión de la basura que consumen como verdad revelada. Y cuando el mundo se les viene encima hay que hacerles lugar para contenerles en el mismísimo suelo al que defenestraron.
“Bienvenida a Argenzuela, Susana. Contás con la fortuna de que los médicos de este país son nuestro mejor milagro. Y tienen la bendita costumbre de salvar vidas. Incluso si se trata de lacras como vos.
“Revista Sudestada
“Adriana Esposto”.