“Las Cenizas del Volcán” es un relato para ayudar a encontrar la identidad a los hijos y nietos robados en la dictadura, contado desde la historia novelada de mi familia, buceando en los ancestros y la propia identidad, sabiendo que somos como somos por las constelaciones familiares que nos precedieron.
Las Grutas, 2012
Las cenizas del volcán
Quinta entrega
Tal vez en la época del Mundial ’78, fue la repartija de la zona que hoy es Puerto Madero perteneciente a Marina y Prefectura, según mostraban esas placas de bronce que vaya a saber cómo se salvaron de la rapiña de los negocios inmobiliarios de no sé cuántos miles de dólares el metro cuadrado.
¿Y no hay viviendas para indemnizar a las víctimas?… quienes aún no han logrado el primero de los Derechos Humanos, que es el derecho a la identidad: Yo soy hijo de… y nieto de… Y se preguntan ¿por qué soy como soy? Ese secreto oculto vaya a saber si en el misterio de los genes, el medio familiar, la ausencia del Estado o será nomás que Dios juega a los dados, pese a que Einstein diga lo contrario.
Únicamente los mensajes del volcán lo dicen con la ceniza obscura que tiñe todo con ese color plomizo. Así lo describen algunos de los ancianos memoriosos, balbuceando encerrados en asilos, contando historias que nadie escucha. Así fue con las cenizas del volcán Hudson en Los Antiguos, Santa Cruz, cuando a los pobladores les compraron a centavillos sus tierras que luego fueron fertilizadas con las cenizas para ser zona de fruta fina para la exportación.
– ¿Llegaron a Ingeniero Jacobacci las colectas solidarias de todo el país por las cenizas del volcán Puyehue? – le pregunté al viejo poeta jacobacino en el Primer Encuentro de Escritores en Las Grutas en 2011.
-En absoluto. Se amontonaron en un depósito con olor a podrido, todo junto, la ropa y los alimentos frescos. Y se repartieron a los punteros del palo. Pero a los pobladores de los puestos, de la guita recolectada, no les llegó nada.
Tiempo después, supe que a donde llegaron las colectas fue a Villa La Angostura. Hasta allí llegaron las cámaras de los medios nacionales por ser zona de turismo internacional.
Aunque vi por la tele de San Antonio Oeste que les dieron el subsidio por las cenizas a los ganaderos locales, aún me pregunto…
¿Qué pasó con los pobladores de Los Antiguos, Santa Cruz, cuando fue la erupción del volcán Hudson? Quienes vivieron añares, más de tres generaciones en esas tierras, los pobladores de toda su vida, fueron vendiendo su tierra por centavillos; todo aquello luego se convirtió en una zona fertilizada por las cenizas y ahora produce fruta fina. ¿Sabrán sus descendientes que si se hicieran estudios de ADN podrían recuperar un cachito de esa tierra que les correspondería por las leyes de herencia?
Lo sabía el tío Marcelo Costa, el hermano de mamá ya fallecido, que fuera Juez en lo Contencioso y Administrativo en Concordia y Concepción del Uruguay, Entre Ríos.
-¿Qué es lo contencioso y administrativo?- le pregunté a papá una vez.
-Los temas de herencia, hija, ya deberías saberlo-.
El tío Marcelo Costa era la imagen de la paz cuando se durmió leyendo la guía de teléfonos en el sillón en el velorio de mamá.
-¿Qué leés allí, tío?- le pregunté.
-Todo está escrito-, me respondió sabiamente. -¿Viste las necrológicas de tu madre?-.
Allí estaban los deudos, en ese orden misterioso de jerarquías que nunca supe de qué dependía y que solamente encontré en las radios provincianas cuando se invitaba a un funeral.
Tal vez hayan estado en Clarín, porque era el diario que leía mamá, cuando todas las semanas probaba una receta distinta de Blanca Cotta y se dormía haciendo la Claringrilla. Pese a Qué te pasha Clarín, sigo recordando esos tiempos cuando en casa se compraban todos los días cuatro periódicos diferentes: Clarín para mamá, Noticias, Mayoría y La Opinión.
Por eso ahora me gusta mirar diferentes medios. Como al heroico periodista de TN que muestra la Maternidad de Matanza. Aunque ya no tengo esa capacidad de bancarme que me vayan corriendo sin demasiado disimulo, como la funcionaria que cuando ve al periodista chusmete, tiene aire de Déjenmelo a mí, que yo akí en mi oficina, le explico al señor…
“El tiempo pasa y nos vamos volviendo viejos…” le contaba a la hiji maestra.
-Cada vez me siento más cerca de Julio Verne, que sólo viajó adentro de una biblioteca, que de los pibes ciudadanos planetarios que cuentan de lugares lejanos y extraños-.
Por eso no nada hay más interesante que las hemerotecas, con diarios de papel “que son un documento”, aprendimos los historiadores. Los periódicos de la compu se pueden fácilmente borrar o cambiar. Recordé cuando buscaba las bases del concurso de extensión de la Universidad de Río Negro, que finalizaba el 13 de julio 2012, decía el diario Río Negro del 30 de junio, pagina 47. En ese tiempo soñaba con filmar “Caleidoscopio” y “Las cenizas del volcán del Cerro Dragón” en un concurso de DDHH. Pero no pude encontrar las bases en el sitio web. Había imaginado una peli documental de 25 Viejo para mostrar lo que queda del viejo pueblo pampeano. Y una peli grutense, más delirante, con murgas y arte. No sería el tiempo ni el lugar, diría filosóficamente papá. Tal vez pueda ser tarea de las escuelas de cine…
En una entrevista de “Mundo Casella”, por c5n y youtube, Charly García recordaba imágenes de infames tratamientos con electroshock y drogas psi que son “el chaleco químico del cerebro” según explican los terapeutas de la antipsiquiatría. Seguro que únicamente sus amigos lograron que saliera adelante. Si torturaron así a nuestro gran músico… ¿qué será de los pibes en tratamiento de rehabilitación por consumo de drogas?
En las fotos de su adolescencia mostradas en dicho programa, me recordó a mi vecino del barrio Ciudad General Belgrano (antes y ahora otra vez Ciudad Evita), un flaco alto que una vez, cuando yo era total y absolutamente tímida, me preguntó: ¿escuchaste a los Beatles? Supongo que habrá sido cuando le conté que veía las pelis de rock con Elvis Presley y Anne Margret.
En ese barrio también hubo un diariero que me prestó un libro viejísimo, con las huellas de haber sido muy leído y pasado de mano en mano: “Villa Miseria también es América” de Bernardo Verbitsky, el padre del periodista, según contó Anguita una vez, por tele.
En ese estado lastimoso está también el libro que me trajo la Gubyta de Cuba con los poemas de Nicolás Guillén y que tal vez el nieto de algún viejo revolucionario cambió por un champú o dentífrico…
Otro regalo de la Gubyta de Cuba, fue el bellísimo libro de Martí: “La edad de oro”, la recopilación de unas revistas para niños del poeta revolucionario, absolutamente maravillosa. Tiene la mejor descripción de “La Ilíada” y las vidas del cura Hidalgo, Bolívar y San Martín, cuya historia conocen mejor los niños cubanos que los jóvenes argentinos.
Vaya a saber si alguien podrá encontrar estos tesoros entre los miles de libros de la feria porteña.
Según Piaget, hasta los 15 años no se puede comprender la temporalidad. Pienso que, si tuviésemos esa manera de enseñar de José Martí, con arte, las escuelas serían diferentes. ¿Pero quién podrá tener esa pasión si el salario no alcanza nada más que para el alquiler? ¿Por qué no se nacionaliza el boleto educativo que está únicamente en Córdoba? Para que tengan pasajes gratis alumnos, docentes y trabajadores de la educación de cualquier nivel, primaria, secundaria, terciaria y universidad.
En lugar de esos comedores populares que limosnean solidaridad para alimentar a los niños desnutridos, ¿no sería mejor que en cada escuela hubiese comedores dignos para todos los niveles educativos? Y cuando digo comedores dignos, hablo por un lado, de licenciados en Ciencias de la Alimentación encargados de planificar los menús en cada comedor y por otro lado, de trabajadores que cuenten con una cobertura social completa.
Si se ofreciera vivienda en comodato a los empleados públicos de salud, educación y seguridad, como ocurría antes en las provincias patagónicas, donde garpando los servicios, estos sectores, podían acceder a la vivienda, se solucionaría el tema habitacional, que representa la mitad de un sueldo y así los empleados podrían vivir de algo más que el aire.
-¿Para qué despabilar a la gilada?- se niega el yuppie, mirando el viejo programa de Anguita con el tema de la historia de la prensa en la transición de la dictadura a la democracia.
Porque la cuestión de la nacionalización de YPF lleva a la duda más espantosa: ¿los salarios de los cargos directivos, serán nomás, como contaban algunos, los más altos del mundo?
Cualquier jubilada docente imagina que justamente, el que sabe, sabe y el que no, es jefe. Al menos ese es el comentario envidioso de algunos vecinos que murmuran chismes de que el director de la Universidad del Comahue y además del Instituto de Biología Marina de San Antonio Oeste, sólo hizo un cursito de Prefectura de un año en Bahía Blanca y su sueldo sería de jeque árabe.
Nada es fácil en los pueblos donde todos se conocen. No sobran científicos. En un programa de la tele explican que Einstein tal vez habría sido autista. Un especialista indicó que algunos niños con autismo tienen una inteligencia mayor a la normal, que unos tienen más desarrollado el oído o la vista. Que son más tímidos, concentrados, diferentes…
Cualquier padre o madre se preocuparía al oír estas descripciones, al imaginar un pibe que en vez de jugar al fútbol o bailar onda Tinelli, como haría cualquier nene normal ¡lee! O mira curioso, la vida de las hormigas. En vez de quedarse horas mirando la tele… ¡va a la biblioteca! ¡Se entusiasma con esos problemas obtusos de las matemáticas!
-Es rarit@. Le tiro la pelota y nada- se preocupa el padre que se imaginaba como administrador de un Maradonita o Messi cuando le regaló el gorrito con los colores del club… El nene, en cambio, miró un programa de ballet o decidió estudiar violín…
Se cumplió otro aniversario de la recuperación histórica de nuestro petróleo en nuestra heroica pueblada de 25 de Mayo, La Pampa. Las empresas petroleras habían estado expoliando durante 30 años el petróleo pampeano y para que los veinticinqueños pudieran trabajar en las empresas, tenían que cambiar la residencia a Catriel, Río Negro, tanto cuando YPF era estatal como luego, con REPSOL privada. Sacaban toneladas de petróleo de Medanitos, La Pampa, sin dar al pueblo ni las regalías, ni a los pampeanos, siquiera el derecho a trabajar allí. Únicamente el pueblo unido logró la recuperación del trabajo en el petróleo para sus habitantes. Medio pueblo participó en el corte de ruta en asamblea multitudinaria, totalmente pacífica, gandhiana. Cuando llegó la orden de Santa Rosa que los policías del pueblo reprimieran, todos, inclusive el comisario, se negaron a hacerlo y presentaron su renuncia, diciendo que no podían ir contra sus propios vecinos.
Luego, me jubilé por estrés y por prescripción médica me vine lejos. Estuve una vez de pasada, en otro corte de ruta. Había unos quince o veinte muchachos en el frío pampeano del invierno con unos 20° bajo cero, tal vez. Era la imagen de los desahuciados de la tierra, desarrapados ex alumnos que habían abandonado la escuela. Cuántas veces los escuché decir: ¿para qué estudiar historia? Si ya fue, pasado pisado y lo único que hay es el presente. El pasado pasó. El futuro será. El presente es lo único que hay.
Eran muy pocos en ese fogón, tan absolutamente triste como la marcha de los ex soldados de Malvinas, los continentales, los que ni siquiera tuvieron el honor de ir a las islas y solamente padecieron las tropelías de un ejército no preparado, en absoluto, para una guerra contra las potencias del mundo.
-Nosotros queremos trabajar en el petróleo y no nos dejan- contaban los protagonistas.
-Es que no saben lo que es- comentaban otros vecinos. -Los toman con horarios de turnos infames que no son para cualquiera. Pasan horas colgados de un guinche y si se llegan a caer… chau-.
En Sierra Grande, Río Negro, cuando se reactivó la mina con la llegada de los chinos, los utópicos se alegraron, recordando la ex HIPASAM y todo lo que tuvieron entonces. Como en aquel tiempo con la ex YPF, el barrio y el club en Catriel. Y se dieron cuenta que las cosas ya no eran como antes. Algunos dicen que ni siquiera serían chinos sino presidiarios de máxima peligrosidad, porque serían los únicos que se bancarían esos trabajos extenuantes a salarios infames.
Cuando se privatizaron las empresas estatales, cerró la mina de Sierra Grande. Y desaparecieron esas inmensas máquinas del tamaño de unos dinosaurios, me contó alguien. Pero ¿cómo se las llevaron? ¿A dónde? Porque no debe ser fácil… Pasa un maquinón, unas grúas… Y desaparecen así nomás… ¿No tenían números de serie, algo así?, pregunté una vez. HIPASAM era una empresa de triple control del Ejército, Nación y Provincia de Río Negro, me dijeron. Entonces, me imagino… Me llevo esto. Órdenes de arriba… Aire, tomala vos, dámela a mí.
Era cuando indagaba sobre esos temas porque quería averiguar si las ex presas políticas de la importante huelga de Sierra Grande, habían logrado la pensión que les correspondía. Estas compañeras habían estado conmigo en Villa Floresta en el año ’75, hasta que fueron liberadas por gestión del obispo Monseñor Hesaine, según dijeron entonces. A una la habían apresado porque era hija del gerente del Banco Nación, hasta que su papá garpara su rescate. Eran tres compañeras, una flaca alta, una médica pediatra y una adolescente de unos 15 o 16 años que lloraba cuando se preguntaba si la habían metido estaba presa por cantar:
Quiero a mi hijo pisando firme,
cantando alto, sonriendo libre.
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.