Teoría monetaria moderna y Estados soberanos
Primera parte
Este artículo tiene como objetivo adentrarnos un poco en la macroeconomía de los Estados nacionales, en las fuentes de financiamiento, en las posibilidades que tienen los Estados soberanos (que emiten su propia moneda) de financiar de manera libre y sostenida sus políticas públicas. La idea es permitirnos otra mirada, por fuera del relato neoliberal que ha dominado el mapa global desde los años setenta hasta la fecha. El Consenso de Washington, la estrategia de Ronald Reagan, Henry Kissinger, Milton Friedman y sus Chicago Boys, con el respaldo estratégico de Margaret Thatcher, impuso un modelo económico global basado en la financierización de la economía, la retracción del Estado, la apertura indiscriminada de la economía, la destrucción de las industrias locales, la primarización de la economía, la especulación financiera, el endeudamiento externo vía bancos y fondos de inversión internacionales, recetas de ajuste por el sometimiento programado al FMI y BANCO MUNDIAL; cercenamiento de derechos sociales, crecimiento exponencial de la desocupación, pobreza, desigualdad y represión a los movimientos populares.
Este mega plan fue llevado adelante por gobiernos impuestos con sangre, dictaduras militares, golpes blandos de los grupos corporativos asociados a partidos políticos de derecha cómplices y serviles, utilizando herramientas como las fake news, law fare, etc. En todas sus etapas o fases destructivas (con intervalos de gobiernos populares) desarrollaron políticas de vaciamiento del Estado, saqueo, privatizaciones, destrucción de empleo, reducción de políticas sociales, desregulación total de las economías y del mercado financiero que dio como resultado una crisis global sin precedentes que perdura hasta hoy. Cómo salir de esta matriz impuesta geopolíticamente? Cómo salir de la trampa del financiamiento externo público y privado? Cómo salir del discurso hegemónico del superávit fiscal como fuente de prosperidad? Cómo salir del relato mentiroso que da cuenta de que emitir dinero es siempre perjudicial? Cómo salir de la estafa encubierta de los Bancos, Fondos de Inversión, FMI, BANCO MUNDIAL y todos los buitres institucionalizados que nos han destruido?.
Hemos vivido todos estos años inmersos en un relato que permitió que sacaran al Estado de su rol estratégico de emisor de moneda, regulador del sistema financiero, regulador del comercio interno y externo y fuente de financiamiento productivo, para poner en su lugar a las corporaciones internacionales que intermedian y nos llevan a la quiebra periódicamente. Es hora de despertarnos, de despabilarnos, de escapar de estas trampas, de imaginar y diseñar las herramientas que nos permitan construir países autónomos, con soberanía política, independencia económica y justicia social, en donde la Renta Nacional sea redistribuida como corresponde y que le llegue a todos los sectores que han construido esa riqueza.
Invito a leer un muy interesante texto de Nicolás Aguila, de Octubre de 2019, economista de CIEPP (Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas) en donde nos habla de la Teoría Monetaria Moderna, una excelente herramienta para salir definitivamente de la trampa impuesta por el mercado.
Teoría monetaria moderna
La economía ortodoxa tiene una obsesión histórica con los déficits fiscales, mantenimiento del gasto público “a raya”, imponiendo presupuestos balanceados o niveles “sustentables” de deuda. Sostienen que los déficits pueden ser necesarios en el corto plazo en un contexto de estancamiento, pero que tendrán costos al momento de tener que pagar la deuda en el futuro. Así, proponen incurrir en déficits, pero limitarlos lo más posible. Esos déficits deben ser revertidos en superávits en momentos de crecimiento, a fines de lograr presupuestos balanceados en promedio en el largo plazo. Esa es la mirada que tiene de la economía la Ortodoxia, el sector gubernamental estará balanceado si el gasto es igual a los impuestos (una falacia sostenida por el establishment financiero internacional).
En este contexto, la Teoría Monetaria Moderna (TMM) se presenta como una alternativa radical respecto a estos puntos de vista. Para ella ,en lo esencial el dinero es crédito: representa una relación de deuda o una promesa de pago que se expresa como una operación que tiene un carácter dual en la hoja de balance (como activo para quien presta, como pasivo para quien adeuda). En consecuencia, cualquiera puede crear dinero. El punto pasa por el grado de aceptación que tiene ese dinero a nivel social. Esto determina una estructura jerárquica de formas dinerarias en una comunidad, en la cual el Estado se encuentra en la cima, seguido por bancos, empresas y personas individuales. Por este motivo, las personas empiezan a denominar sus deudas mutuas en la unidad de cuenta impuesta por el Estado, en tanto ella tiene reconocimiento generalizado al interior de la comunidad.
La necesidad de una moneda en la historia de los pueblos para el pago de impuestos generaba profundos cambios en el grupo dominado, que debía modificar su forma de producción a fines de conseguirla. Un ejemplo de esto puede ser encontrado en el proceso de colonización africana, donde los/as colonizadores/as europeos/as forzaron el pago de impuestos en moneda a fines de promover el trabajo asalariado y la producción de bienes para la exportación.
En este punto es relevante destacar que el Estado puede elegir cualquier cosa como dinero. El dinero es una relación social institucionalizada basada en el poder de la autoridad estatal. Por este motivo, no tiene ningún tipo de vínculo necesario con el material que funciona como soporte. Si la cosa en cuestión es una moneda acuñada, un dólar de Estados Unidos o un peso argentino no altera la cuestión en lo más mínimo.
Incluso más, dado que el Estado tiene la capacidad monopólica de emitir la moneda, también puede definir su valor, mediante la imposición unilateral de los términos de intercambio que ofrecerá a quienes la demanden. Por ejemplo, si el Estado introduce dinero a través de la contratación de fuerza de trabajo para el sector público, entonces puede establecer el valor del dinero de una hora de trabajo.
Desde un punto de vista lógico, un contribuyente no puede poseer los medios de pago antes de que el Estado los haya emitido, es decir, la creación necesariamente precede la redención. El gasto público tiene que preceder a la recaudación tributaria.
El Estado primero debe gastar (por ejemplo, contratando empleados/as públicos/as) para proveer la moneda que luego será utilizada, por un lado, para el pago de impuestos y, por el otro, para comprar bienes y servicios, lo cual aumentará el alcance de los usos de la moneda de emisión estatal. Como resultado de lo anterior, el gasto público no puede estar limitado financieramente por la recaudación tributaria o el endeudamiento. En otras palabras, no es cierto el postulado ortodoxo de que Estado debe financiarse por alguno de esos medios antes de gastar. En resumen, la capacidad del soberano de imposición tributaria se encuentra por detrás del dinero estatal. La aceptación de una cosa por parte del Estado para saldar la deuda impositiva es lo que le da a esa cosa el carácter de dinero, y genera demanda por ella por parte de la población. Este hecho genera que el Estado no debe recaudar tributos para financiarse, sino lo contrario, lo cual se encuentra demostrado por la evidencia histórica y la consistencia lógica.
Si tomamos de los tres sectores de la economía: Estado, Mercado Interno y Comercio Internacional, en general, un sector sólo puede tener un superávit si al menos uno de los otros sectores de la economía tiene déficit tiene déficit. En otras palabras, si bien es contablemente posible, las condiciones económicas hacen casi imposible que los tres sectores acumulen riqueza financiera neta mediante la tenencia de superávits a la vez. Por ejemplo, un superávit del gobierno implica que el sector privado doméstico se encuentra gastando más de lo que recibe, excepto en el caso de que el país se encuentre con un superávit de cuenta corriente de una magnitud tal que permita financiar los otros dos superávits
En particular, un déficit del sector privado implica que hogares y/o empresas se encuentran des ahorrando o endeudándose. Esta situación no es sustentable en el largo plazo, en tanto a una familia o empresa se le agotan los ahorros y su capacidad de endeudamiento tiene un límite, incluso si esta situación fuera deseable. Así, la MMT reformula el problema de la sustentabilidad de la deuda. Ya no refiere a una condición matemática aplicada a la posición fiscal como en la visión ortodoxa, sino a una preocupación respecto de la situación del sector privado
Mientras que un gobierno monetariamente soberano puede crear activos financieros netos para posponer el pago de la deuda ad infinitum, a la vez que controla la tasa de interés que se le aplica a su deuda, el sector privado no puede hacer ninguna de esas cosas. Dada esta situación, el superávit fiscal, aunque sustentable desde la perspectiva mainstream, no es realmente sustentable en tanto el déficit del sector privado no puede crecer más allá de un determinado límite.
Por el contrario, en el largo plazo, sólo son sustentables posiciones en las cuales el sector privado se encuentra en superávit.
Así, si se impone una restricción sobre el déficit fiscal se restringen las opciones para encontrarse en una posición sustentable.
Por este motivo, un gobierno que no se encuentre atado a reglas siempre puede utilizar el espacio fiscal para llevar la economía a un punto de pleno empleo.
En conjunto, la visión neoclásica es parcial, en tanto considera al sector público aislado del resto de la economía sin tener en cuenta su impacto en los demás. Cuando postulan la necesidad de superávits públicos, ignoran que esto implica de forma casi segura un déficit en al menos uno de los otros sectores. De esta forma, el mainstream es inconsistente incluso en términos puramente contables.
Por el contrario, la TMM reconoce que un superávit fiscal es una sangría de recursos del resto de la economía, mientras que un déficit público constituye una inyección de dinero en la economía permitiéndole a los otros sectores recibir más de lo que gastan. Por ejemplo, la emisión de bonos del tesoro le provee al público un activo con intereses que incrementará su flujo futuro de ingresos.
Como resultado, cuando el gobierno realiza política fiscal hay un aumento agregado en las reservas bancarias. Lo opuesto sucede cuando el gobierno recibe dinero, por ejemplo, debido al pago de impuestos. Dado que estas operaciones no necesitan estar balanceadas, en cualquier día es posible ver importantes variaciones en la magnitud de la diferencia. Como consecuencia, desde un punto de vista operacional, cuando el gobierno gasta, se crea dinero de alta potencia; y cuando el gobierno cobra impuestos se destruye dinero de alta potencia. Una vez más, la recaudación tributaria no es una operación de financiamiento, sino una forma de destruir dinero.
Si los bancos comerciales no ganan intereses por las reservas que mantienen por encima del requerimiento o encaje legal, tratarán de liberarse de las reservas excedentes creadas por el gasto público, prestándolas en el mercado de dinero interbancario. Como resultado, habrá un exceso de oferta de dinero en ese mercado lo cual, bajará la tasa de interés interbancaria hasta llegar a un nuevo equilibrio (potencialmente cero). Lo contrario sucederá cuando, como consecuencia del pago de impuestos, las reservas caen por debajo del requerimiento legal. Esto presionará a los bancos a adquirir las reservas adicionales en el mercado de dinero, lo cual incrementará la tasa de interés. Dado que esa tasa de interés es la tasa objetivo de política monetaria, sus movimientos se extenderán al resto de las tasas de la economía.
Adicionalmente, el tesoro puede coordinar con el banco central de diversas maneras. La más importante de ellas consiste en ofrecerles a los bancos comerciales un activo portador de intereses (como los títulos públicos) para absorber el exceso de moneda (que no rinde intereses) en su poder. Si el gobierno planea embarcarse en déficit público, esta medida puede ser una herramienta de coordinación ex ante, si no, puede ser una forma ex post de drenar las reservas excedentes. Como resultado, la emisión de bonos del tesoro no es una medida de financiamiento del gasto sino una operación para sostener el nivel de la tasa de interés.
Por ejemplo, si el encaje obligatorio fuera del 10%, los bancos buscarían desprenderse del exceso de reservas. Para absorber el excedente, el banco central interviene en el mercado interbancario ofreciéndole a los bancos bonos del tesoro por esa magnitud.
De manera contraria, cuando el problema es una falta de reservas en el sistema, el banco central puede comprar bonos o realizar un contrato de recompra. Vale la pena notar que, desde un punto de vista operacional, no hay diferencia si el banco central compra los bonos directamente del tesoro. Esto no es “más inflacionario” como dice la economía neoclásica. De acuerdo a la TMM, la intermediación de los bancos comerciales en la compra/venta de bonos es una restricción política autoimpuesta cuyo único fin es el incremento de los beneficios bancarios. La misma consideración aplica a los sobregiros del tesoro de su cuenta en el banco central. Alternativamente, el banco central puede remunerar las reservas excedentes a la tasa objetivo con el fin de evitar que los bancos las ofrezcan en el mercado por debajo de ella. Esta medida sería una forma directa de controlar la tasa de interés, evitando el uso de bonos para esos fines.
De esta manera, la “monetización” del déficit aludida en la literatura neoclásica (esto es, la emisión monetaria por encima de la demanda bancaria de reservas) no es una posibilidad operacional sin que la tasa de interés caiga a cero o que se realice alguna de las operaciones descriptas para mantener su nivel. Incluso si el gobierno tirara dinero desde un helicóptero, el público convertiría el efectivo excedente en reservas bancarias y terminaría teniendo el mismo resultado. En otras palabras, si no hay una demanda adicional de moneda, entonces el dinero extra no incrementará la cantidad en circulación (sino que bajará la tasa de interés) y la causalidad que plantea la teoría monetarista se rompe
En este punto, luego del reconocimiento de las posibilidades operativas y sus consecuencias, cabe la pregunta de cuál es la preferencia de la TMM: ¿dejar caer la tasa de interés a cero, emitir bonos, o remunerar los encajes excedentes? Aquí nos encontramos con algunas diferencias entre quienes promueven esta escuela de pensamiento. Por una parte, se encuentran quienes argumentan que la tasa de interés debe mantenerse permanentemente en cero, a fines de desestimular la generación de ganancias especulativas y reducir el costo de la inversión productiva. Por otro lado, algunos/as autores/as sostienen que, si bien la tasa de interés puede ser momentáneamente cero, eventualmente es deseable que suba y utilizar bonos como instrumento de política. Esto se debe a que los bonos del tesoro cumplen un rol al proveer de un activo seguro en el cual ahorrar, al tiempo que son un instrumento para retirar dinero de la economía en el presente e inyectar un flujo futuro de dinero en la economía. Finalmente, existe la visión de que la tasa de interés positiva es deseable, y que el mejor instrumento es la remuneración de encajes excedentes, en tanto política que permite un control directo sobre la tasa de interés objetivo.
En cualquier caso, operacionalmente el gasto público consiste en acreditar cuentas bancarias creando moneda mientras que el cobro de impuestos y la emisión de bonos hacen lo contrario. Como consecuencia, éstas no pueden ser de ninguna manera una forma de financiar el gasto ya que implican movimientos monetarios con el signo opuesto. El análisis de las operaciones de gasto, tributación y endeudamiento también arroja luz a la dicotomía entre política fiscal y monetaria. Dado que tanto el tesoro como el banco central son partícipes de esas operaciones y deben coordinar sus acciones para lograr sus objetivos, la diferenciación se presenta de una manera bastante artificial. De esta forma, la caracterización usual de la posición de la TMM como de una preferencia por la política fiscal en oposición a la preferencia por la política monetaria del mainstream, no es del todo correcta en tanto para esta corriente de pensamiento no existe tal distinción. La centralidad del rol del Estado en la creación dineraria en la TMM es compatible con la llamada visión Post-Keynesiana de dinero endógeno, de acuerdo a la cual los bancos crean dinero ex nihilo mediante el otorgamiento de créditos. La TMM acuerda con que, en la vida real, los bancos no requieren depósitos para proveer un préstamo.
(continuará)
Columnista invitado
Daniel Musso
Miembro de la Red Humanista por la Renta Básica Universal


