Historias canadienses con raíces argentinas
Lo narrado son fantasías que sucedieron.
Se trata de pinceladas incompletas -pero no falsas- de algo que imaginé.
Cualquier parecido con la realidad podría ser el sueño de otros, reflejado en el mío.
Cuando salí de Mendoza hace 20 años atrás los festejos de Halloween estaban relegados a las películas de Hollywood y algunas series de la televisión. A cabo del tiempo, esa prédica permanente ha tenido sus frutos, lo sospecho porque hoy la única diferencia entre los festejos en Toronto y los que se podrían encontrar en Mendoza, es que aquí a veces hay que andar con cuidado para no resbalar en la nieve.
En Correo Radio del Sol tuve que contar la historia del origen y de qué es lo que estamos festejando. No me quedaba claro eso de la oferta de películas de terror, menos aun el disfraz y los caramelos o chocolates. Pregunté a quienes llevaban más tiempo viviendo en esta parte del mundo. Las respuestas fueron imprecisas e inundadas de preconceptos, sobre todo aquellas que venían de la mano de las iglesias. Un pastor incluyó la adoración del demonio y los ritos tipo misas negras, que no sé que es, pero cuando algo es calificado como negro… nuestra interpretación sesgada por el racismo lo pone en el lado izquierdo de la vida, como a “la izquierda”.
Con el precario Google que teníamos hace 20 años pude reconstruir cómo llegamos a esto que vemos en las cercanías de cada 31 de octubre. Ha sucedido como con varias de las celebraciones en que se habla de sincretismo. En el caso de Halloween se pasó en un lapso de 3000 años de una celebración por el fin de la cosecha a una vigilia de la fiesta de Todos los Santos que se realizaba en Roma primero y en todo el mundo después. Ahora vivimos el festival del consumo, pasa con todas las cosas que pueden generar dinero.
En aquella primera vez, me llamó la atención cómo se alteraba el decorado en los supermercados y en las tiendas en general. Aparecían los tonos pastel del otoño, las calabazas y los disfraces. Con el paso de los años he visto el florecimiento de tremendos galpones tipo supermercado, pero de estación. Se decoran para la ocasión, desde lejos se ven las figuras típicas de brujas y escobas. Donde es posible encontrar lo necesario para disfrazar a toda la familia, a la casa y… ¡a los autos! Toda ocasión es buena para hacer negocio. Y en noviembre desaparecen como la magia de Halloween.
Hace 20 años ese día cayó una nevada temprana, no era común, pero si posible. Nosotros ya habíamos pasado por un invierno, verlo regresar tan pronto en aquel mes de octubre empalideció la celebración.
En realidad, fue desbarrancando desde la mañana. Los rumores de cierre de la radio eran la comidilla del día y las caras largas se multiplicaban. Radio pasillo reproducía todo tipos de rumores, que empezaban con recortes de personal y llegaban a la clausura del multimedio. Era imposible trabajar en un clima tan tóxico.
En Mendoza me tocó varias veces tener que pasar las Minas de Moria, como en la ficción del Señor de los Anillos. Cada vez que había un cambio en la superestructura, no faltaban uno o dos personajes que iniciaban una caza de brujas o el recorte de personal por razones económicas. También para generar sumisión por el miedo. O todas las razones juntas, no puedo precisar, ¡de terror! A fines de los ’80 durante la hiperinflación y con argumentos supuestamente más que sobrados, se quiso eliminar una persona por sección, una de prensa, otra de producción y así siguiendo. ¡Cada sección debía elegir quien! Al fin por varias presiones se cambió la decisión, era más justo que todos resignáramos una parte del salario, pero todas las posiciones se mantenían adentro. No pasó de ser una amenaza, pero es que la Espada de Damocles en caso de caer, es asesina.
Si esto era Halloween en Canadá, ya empezaba a entender el porque de las películas de terror. Está estudiado que cuando se sale del cine luego de sufrir por esa fantasía, al volver a la vida real se siente el confort de la rutina. Entonces es más fácil introducir pequeños ajustes, siempre a menos, porque en comparación son más tolerables que… estar en un barco que se hunde o perseguido por una persona desquiciada con una motosierra en la mano, por ejemplo.
Aquella tarde fui a mi clase de inglés que había vuelto a ser mi rutina confortante en Toronto. Como llegué temprano, me instalé en el aula vacía a repasar las tareas que nos habían encomendado para el día. Al rato me distrajo la llegada de la profesora disfrazada de caperucita roja. Con una cesta de mimbre en el brazo, que no soltó en toda la clase e incluso usaba para poner las tizas con las que escribía la tarea en el pizarrón verde.
Me resulto poco serio. Después entendí que en este país cada vez se ha extendido más la costumbre del disfraz todo el día, en todos los trabajos. Es como una licencia, permitirse romper con las reglas por un día. Nadie impone, pero el contagio cunde. Desde mi estructura de recién llegado me parecía que algo no terminaba de cerrar. En algún momento supe que era parte de los procesos de ajuste a la nueva realidad del inmigrante. Estuve tentado de ir a presentar mi queja en la administración. Es probable que no hubiera tenido repercusión.
Pero a lo mejor hubiera cambiado el curso de mi historia. Esas cosas las puedo decir ahora, que ya sé lo que pasó años después de aquella tarde del comienzo del invierno veinte años atrás. El mánager de esa organización es hoy un gran amigo y ha sido por más de diez años un compañero de tareas en todos los ámbitos por los que he transitado. ¿Hubiera sido mejor para mi conocerlo antes? Eso entra en el terreno de la especulación y si no fue así es por qué quizás necesitaba vivir lo que viví. Él tenía que entrar en mi vida cotidiana cuando lo hizo y no antes. Pero eso es otra historia.
Aquel día de Halloween pasé de largo por frente a su puerta y salí rápido de la institución donde aprendía la lengua gringa. Había quedado en juntarme con el resto de la familia, y la extendida también, en un Centro Comunitario cerca de nuestra casa en el barrio judío. Luego de las actividades en ese lugar iríamos a juntarnos con otras familias para hacer ronda de mangazo con el “trick or treat” – “truco o trato” La idea era acompañar por turnos al grupo para garantizar su seguridad.
Esta historia de golpear la puerta y pedir una golosina, puede deparar sorpresas desagradables, que se neutralizan con la presencia de una persona adulta. En el atardecer de ese día es común ver caminar por las calles de los barrios a grupos de todas las edades, caminando por las veredas, atravesando jardines e incluso caminando por el medio de la calle. Excitados por lo que van recolectando, con disfraces de toda naturaleza y felices.
La nevada de aquel año limitó el paseo a un tremendo edificio de departamentos que el grupo recorrió de arriba abajo cosechando importante cantidad de golosinas. Cuando vimos a nuestro hijo llegar con cara de felicidad y una inmensa bolsa de golosinas creo que entendimos el valor de haber conseguido esos ricos tesoros. Pero también por haber ampliado el circulo de sus amistades, algo que solo duró un par de años.
El broche final de aquel festejo fue que tuvimos que salir a buscar una farmacia para comprar una jeringa. Era el mejor sucedáneo de una mamadera para alimentar a un gatito recién nacido, que alguien en aquella familia que recién conocíamos, había rescatado de entre la nieve.
Una de las historias que me contaron en mi investigación de los orígenes de Halloween, es que en algunas culturas ancestrales, durante el fin de octubre es el momento en que espíritus malignos salen a cazar almas. Es mas fácil llevarse un alma cuando está mas débil en su unión con el cuerpo que la aloja. Esto sucede en el fin de un ciclo y el comienzo del otro. Esta época marcaba el fin del año, medido en ciclos de cosecha, para los pueblos primitivos de lo que es hoy Europa. El disfraz es para desorientar a espíritus ladrones de almas.
También marca un fin de ciclo cada día en que se cumplen años. De ahí la necesidad de hacer fiestas, bullicio, mucha gente rondando aquí y allá. Música estridente y comidas. “Pachanga” en definitiva, que es como termina la fiesta de Halloween según pude comprobar varios años después. Pero eso es otra historia.
Toronto, 29 de octubre 2021.
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.