El golpe de mercado parece superado, aunque al costo de cumplir con el programa de ajuste del FMI. Se observa cierto avance del gobierno en su reforzamiento económico, con claro apoyo del Imperio al primer ministro, visible en el éxito de su visita a Nueva York. En cuanto al control de la inflación avanza demasiado lento y con muchas limitaciones.
Por el contrario, en lo político no hay clima de descompresión alguna, y el lawfare sigue su marcha, aunque tras el atentado a CFK su resultado es aún incierto. Se menciona una entrevista entre la líder y un senador macrista en busca de canales de dialogo para descomprimir el conflicto, entrevista promovida desde el oficialismo. Hasta ahora no hubo respuesta de la oposición; su silencio ratifica que su política es la grieta y no la pacificación.
Fue un éxito el “contravalor” a $ 200 para convencer a los dueños de la tierra de vender la soja encanutada, se estima que se acumulan liquidadas unas 9 millones de toneladas de los 20 millones en que se estimaba el canuto. El BCRA, gracias a sus compras diarias, pudo aumentar sus reservas en unos U$S 1.500 millones. Los dólares fuga en muy poco bajaron su precio, con lo que la brecha cambiaria, diferencia entre el tipo de cambio oficial y el negro, permanece en el 90%.
Según los trascendidos el primer ministro se puso como objetivo contraer la brecha del actual 90% al 30%, para el próximo marzo. Daniel Marx, asesor especial de Massa, especialista en negociación de la deuda, que formó parte de los gabinetes económicos de Alfonsín y administró la deuda durante todo el menemato, afirmó que se acelerará el ritmo de las micro devaluaciones (“crawling peg”). Esto significa que el camino hacia la disminución de la brecha seria vía devaluación, más que no mediante el control del mercado que haga disminuir el valor ilegal de la divisa.
Daniel Marx afirmó que se debería ir hacia la unificación cambiaria. Argentina tiene severos problemas estructurales, entre ellos la muy diferente productividad agraria de la rica pampa húmeda respecto tanto de nuestro escaso aparato industrial, así como respecto de las economías regionales. Un bajo valor del peso que fomente la producción industrial, tiene su correlato en un elevado valor de los productos agropecuarios exportables (que cotizan en divisas), lo que significa a la par alimentos caros para los argentinos. Ya David Ricardo hace dos siglos explicó la contradicción de intereses entre la producción agraria y la industrial, porque los altos precios de los productos del agro, los alimentos, implican altos costos salariales para la industria y los beneficios de ambos son contradictorios. Y si pretendemos desarrollo industrial, que es lo que crea empleo, se les deberá moderar las ambiciones a los dueños de la tierra.
La solución al dilema en la Argentina pasa por el establecimiento de tipos de cambio diferentes. Esto se hace mediante las retenciones a las exportaciones, donde se fija un tipo de cambio menor para la producción agropecuaria, abaratando los alimentos, y a la par se cobran impuestos para los consumos suntuarios que cuestas divisas: como el turismo internacional y el ahorro fuga. Así, hoy quedaron establecidos diversos tipos de cambio, y la unificación cambiaria generaría severos problemas de precios relativos: alimentos caros, salarios baratos.
La inflación y los precios cuidados
A pesar de haber controlado la corrida cambiaria, la inercia inflacionaria sigue en niveles sumamente elevados, el IPC de agosto fue del 7%, aunque levemente menor al 7.4% de julio. El estallido hiperinflacionario parece haber quedado atrás, aunque en los últimos doce meses los alimentos treparon un 90,4 por ciento interanual, bajando el salario real.
El equipo económico del primer ministro (primus inter pares) deja que la inflación siga su curso, no aplicando medidas de la dureza requerida. En abril no se elevaron las retenciones a las exportaciones de trigo, luego de la disparada del precio internacional del cereal producto del exitoso bloqueo a Rusia. La inacción oficial permitió que la subida de los precios internacionales acelerara la inflación interna, particularmente en alimentos (harinas, pastas, pan).
Ahora provocan otro tanto con la innovación del “contravalor” de la soja a $ 200, que significó una devaluación del 45%, que produjo grandes beneficios para el sector más privilegiado, un ínfimo porcentaje de la población, mientras un 37,3% de los argentinos está en la pobreza, según el último dato publicado por el INDEC.
Aunque rija solo por setiembre, en este mes la soja y sus derivados aumentaron en esa magnitud: el aceite, los alimentos balanceados para pollos, cerdos y vacas, sean lecheras o de engorde a corral; así, las carnes de vaca, pollo y cerdo, y la leche pueden justificar aumentos de precio por incremento en los costos. También aumentó el biodiesel, pero las petroleras elevaron fuertes quejas ante su aumento, considerando que los combustibles tienen su precio regulado. Siempre los poderosos son lo que mayor capacidad de resistencia tienen.
Columna: Hugo Castro Pueyrredón, economista y docente de la UBA, 16 de setiembre de 2022
Según los liberales la inflación es un tema monetario, que por tanto lo debe manejar la autoridad monetaria, el BCRA. Para el oficialismo la inflación es un fenómeno multicausal. Y este diagnóstico es un consenso del FdT.
Una de los componentes más importantes de esta multicausalidad es la concentración de mercado, particularmente en los alimentos de consumo popular. En este enfoque la Secretaría de Comercio Interior tiene un rol central en el logro de la estabilidad de precios, como sucediera en las épocas de Moreno y de Costa.
Mientras los grupos concentrados de la economía sostengan una conducta de recuperación de la tasa de beneficio mediante una suba de precios, se requerirá de una cierta confrontación para controlarla. Los encuentros en busca de consensos son inconducentes ante un empresariado que quiere (incluso exige) liberalismo extremo y desregulación total de la economía. En los últimos meses y vislumbrando el éxito del golpe de mercado se mostraron enardecidos en estas exigencias.
La designación de Matías Tombolini como responsable del área, un inexperto en el tema, que llegó luego de ocupar muy variados cargos oficiales, evidencia la falta de disposición de llevar adelante una política de disciplinamiento, que obviamente implicaría confrontar con el poder económico. Si ese fuera el caso se debería haber designado a alguien de mayor estatura política.
Tombolini relanzó el Precios Cuidados, que tendrá menos productos, pero de mejor calidad, y más controles. Una canasta que pretende recuperar la herramienta inventada por Augusto Costa, que supo establecer precios de referencia, y así construyo un límite al abuso de los monopolios. El gobierno amarillo continuó -en teoría- con los Precios Cuidados, pero sin controles quedó vaciado de contenido. El nuevo acuerdo entraría en vigencia el 7 de octubre próximo. Su éxito requiere el control de su cumplimiento.
Las estadísticas ponen en claro que la inflación, generada desde el poder económico, está obteniendo su objetivo: una de redistribución regresiva del ingreso. Se observa una significativa caída de la participación de los asalariados en el ingreso. Entre 2017 y 2022, la remuneración al trabajo asalariado cayó del 54,3% al 46,9% del valor agregado, es decir, una caída de 7,4 puntos porcentuales. Casi 4 puntos que se perdieron entre 2020 y 2021.
Se acaba de presentar el presupuesto para 2023, el plan de gobierno expresado números, en estimaciones de ingresos y gastos del gobierno. La estrategia pasa por medidas de orden fiscal (reducción del déficit fiscal) y de orden monetario (reducción de la emisión), siguiendo los lineamientos del acuerdo con el FMI.
Las variaciones economías estimadas serán fruto no de un buen clima, ni del fenómeno del Niño; serán el producto del accionar del Estado en la economía. Se prevé hacer disminuir la inflación del 90% anual actual al 60% en 2023. Luego de la fuerte recuperación económica en 2021, del 10,4%, para este año se estima un crecimiento reducido a tan solo un 4% anual, y para el próximo 2023 solo alcanzaría un magro 2%, producto del enfriamiento[1] de la actividad económica. Consecuencia obvia del ajuste fiscal y monetario.
El ajuste contendría una reducción de la obra pública a menos del 2% del PIB, cuando en los últimos años de CFK estuvo entre un 3% un 4%, y los ahorros en subsidios a las privatizadas producto del tarifazo energético.
Mientras tanto en la política
El oficialismo busca descomprimir el conflicto. Tras alcanzar cierta estabilidad cambiaria el gobierno pretende acompañarla con estabilidad política. El jefe de gabinete, Manzur, llamó al diálogo político: “Sin paz social no hay estabilidad macroeconómica” dijo. El senador puntano Rodríguez Saa generó un espacio de dialogo entre Cristina y Torello, senador del PRO y amigo de Macri. “Necesitamos parar la pelota de la agresión, romper la grieta y defender la institucionalidad. Hay que abrir un diálogo que permita terminar con el clima de odio”, dijo del puntano.
El reforzamiento del liderazgo entendemos que no le resulta nada agradable a los instigadores del golpe de mercado, del lawfare y del clima de odio. Hasta ahora no han dado respuesta al planteo dialoguista.
Se pudo sortear el golpe de mercado a costa de premios a los sojeros, créditos externos y más ajuste económico. El presupuesto recién presentado prevé aún más ajuste.
Se continúa profundizando el divorcio entre la política y la economía. Mientras el gobierno se somete el tradicional plan del FMI, no ejerce el control sobre los abusos en los precios por parte del poder económico, y la desigualdad social se profundiza, se fortalece un liderazgo político basado en la inclusión social; claramente ambos no son sustentables conjuntamente.
Haber superado el golpe de mercado, evitado una severa devaluación y/o una hiperinflación no son suficiente para superar la brecha en una sociedad crecientemente excluida.
A inicios de los ´90, con Menem nos decían “mejor que el ajuste lo hagamos nosotros”. Lo que me trae a la memoria el último discurso de Perón: “Yo no vine a consolidar la dependencia, sino a llevar adelante la liberación”. El peronismo no puede ser el ajustador, sencillamente deja su esencia, como en los ´90.
Columnista invitado
Hugo Castro Pueyrredón
Licenciado en Economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1993. Trabaja en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación desde 2004 como asesor en temas económicos del Frente de Todos. Especializado en el rol del Estado en la economía, finanzas públicas y análisis presupuestario. Participa en la evaluación de diversos proyectos de inversión. Además, ejerce la docencia universitaria en la UBA desde los años ’90.
[1] Enfriamiento de la economía es el usual término de los neoliberales para referirse a sus planes de ajuste.