La curvatura einsteniana del tiempo. Por qué el tiempo va hacia adelante. La imposibilidad de viajar al pasado.
El tiempo, ¿fluye en línea recta siempre hacia delante y de manera irreversible, o es posible retroceder, detenerse, revisar períodos, repetirlos?
Según la Teoría de la Relatividad Especial formulada por Einstein en 1905, el tiempo y espacio absolutos propuestos por Newton desaparecen, para dar lugar a un continuo espacio-temporal.
En particular el tiempo transcurre a distinto ritmo para diferentes observadores inerciales, dependiendo de su velocidad relativa. Las señales entre puntos diferentes deben propagarse a velocidades inferiores o iguales a la de la luz, pero nunca más deprisa que ésta.
En la Teoría de la Relatividad Especial, la estructura causal de los diferentes eventos está escrupulosamente garantizada a pesar del carácter relativo del Tiempo y del Espacio. De este modo, dos eventos A y B pueden ser simultáneos, ocurrir A antes que B, o B antes que A, dependiendo del observador, pero sólo con la condición de que no exista una relación de causa-efecto entre ellos.
Por eso si A es causa de B, necesariamente A ocurre antes que B, para todo observador.
Según esta concepción, también es posible un viaje al futuro, por ejemplo realizando este viaje de ida y vuelta a una velocidad suficientemente alta durante un tiempo suficientemente largo: de este modo el viaje al futuro estaría “permitido” porque no cuestionaría la estructura causal de los acontecimientos.
Sin embargo, un viaje al pasado no sería posible, porque cuestionaría la estructura causal de los acontecimientos: si en un viaje al pasado uno matase a su abuelo, comprometería irreversiblemente el futuro en una paradoja irresoluble.
Diez años después de formular esta teoría, Einstein volvió a revolucionar los cimientos de la Física con la enunciación de la Teoría General de la Relatividad, según la cual el campo gravitacional se interpreta como una curvatura del continuo espacio temporal.
O sea que el Tiempo no sólo pasa a un ritmo diferente para diferentes observadores, sino que cada punto del espacio-tiempo transcurre en forma diferente en función de la intensidad del campo gravitacional en dicho punto.
A causa de un prejuicio filosófico, o religioso, Einsten se negó a aceptar la posibilidad de que el Universo estuviera en movimiento, y formuló el “término cosmológico”, según el cual el universo es estático.
Cuando tiempo después el físico Hubble descubrió que el universo efectivamente se expandía, Einstein afirmó que la introducción del término cosmológico había sido el mayor error de su vida.
Según la teoría de la expansión del universo, el tiempo camina en la misma dirección de esta expansión, y no al contrario, por lo tanto la flecha del tiempo avanza en sentido positivo y no hacia atrás.
Pero yendo a la vida cotidiana y a la percepción del tiempo de cada uno de nosotros, algunos dicen que todas las dimensiones conviven simultáneamente en nuestra misma realidad, entonces, ¿no convivirán también otras posibilidades temporales junto a ellas?
Por ejemplo, si en otros niveles espirituales, o del pensamiento, el tiempo no rige con sus normas como en la dimensión en que nos movemos habitualmente, ¿no sería posible escapar del tiempo convencional accediendo a estas dimensiones? Y si lo lográsemos, ¿podríamos viajar al futuro o al pasado, o al menos ver lo que ha sucedido o lo que sucederá?
El tiempo al que estamos atados no es el tiempo de los relojes, porque ése es un tiempo mecánico inventado para escandir las horas de luz y las de sombra.
El tiempo del universo es un ritmo vital, una pulsación de la que formamos parte todas las criaturas y las cosas, que estamos formadas por las mismas partículas que integran cada parte del cosmos. Si logramos ponernos en armonía con este latido, con este ritmo natural, sin duda podríamos tener una percepción del tiempo muy diferente a la que nos proporcionan los relojes y el almanaque.
Sería una vivencia menos angustiosa, ya que no significaría un plazo, sino un ritmo dentro del cual estamos, y en el que seguiremos indefinidamente como parte de la energía vital que circula en el universo.
Y para despedirnos, cito unos versos del poeta español León Felipe, de su poesía “El Reloj” (he aquí otra manera de medir):
Y gira y gira el llanto sin cesar…
Como el rosario, como la noria, como el mundo…
Como la espiral del mecanismo perfecto y perpetuo de un reloj.
El año… el siglo… el Tiempo… y el llanto contándole los pasos.
Contamos el Tiempo con las cuentas amargas de las lágrimas,
Tic tac, tic tac, tic tac… el pequeño reloj”.
Columnista invitado
Daniel Fermani
Profesor de Enseñanza Media y Superior en Letras y Licenciado en Lengua y Literatura Españolas, diplomado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. Ha llevado adelante una profunda investigación en el campo del arte, trabajando el concepto del tiempo, la experimentación con la escritura en teatro, novela y poesía. Ha indagado en las raíces de la Posmodernidad en busca de nuevas técnicas actorales y dancísticas y sus consecuencias en la dramaturgia y en el trabajo teatral. Publicó cuatro novelas, dos de ellas en España y Argentina; cuatro libros de poesía; y tres volúmenes de obras teatrales. Desde 1999 dirige la compañía de Teatro Experimental Los Toritos, fundada en Italia y que prosigue sus actividades tanto en su sede de Roma como en Mendoza, y con la cual lleva a delante su trabajo sobre técnicas de teatro experimental. Ha ganado dos veces el Gran Premio Literario Vendimia de Dramaturgia; el Premio Escenario por su trabajo en las Letras; la distinción del Instituto Sanmartiniano por su trabajo a favor de la cultura, y una de sus obras de teatro fue declarada de interés parlamentario nacional al cumplirse los 30 años del golpe de Estado de 1976. Fue destacado por el Honorable Senado de la Nación por su aporte a las letras y la cultura argentinas. Ha sido Jurado nacional para el Instituto Nacional del Teatro (INT).