Germán Mémoli medita un par de segundos las palabras antes de hablar, como si cierta precisión en el cosido de libros le fuera transferida al lenguaje. ¿O será al revés? Diana Starkman dice que “todo texto poético responde a un universo implícito de elecciones ideológicas, estéticas, que conforman un recorrido de sentido”. En los poemas de Germán Mémoli ese universo está concentrado y en equilibrio. En el comienzo fue la lectura y no por repetido el axioma deja de generar curiosidad. Los primeros libros que leyó fueron las novelas de Julio Verne, la colección Billiken iba y venía en manos de los primos de la familia. El primer recuerdo de escritura es una redacción para la escuela cuyo tema era “el campo”. Usó algunas palabras de cuyo significado no estaba seguro y la combinación resultó poética. Esa tarea hecha casi como un juego le reveló por primera vez que las palabras tenían una especie de poder. Mucho después vino la lectura de Borges, Di Benedetto, Saer a quienes señala, sino como una influencia, como autores a los que siempre vuelve. La idea de fundar una editorial surgió a partir de la dificultad para publicar libros en una provincia como Mendoza. Junto con otras personas imaginaron una especie de cooperativa que después no prosperó, entonces Germán decidió seguir solo. El acta de nacimiento de editorial Glifo fue en 2014 con la publicación del único libro (hasta ahora) del autor: Presencias. Lo que en su momento fue el sueño de un grupo de jóvenes que empezaban a escribir y querían autoeditarse, hoy es un micro emprendimiento que imprime y encuaderna a terceros y a otras editoriales, aunque no se encarga de la distribución. Lo que mueve a Glifo es facilitar la edición con tiradas cortas, de calidad y a buen precio. Sobre el libro Presencias, Mémoli cuenta que venía trabajando en unos poemas desde 2011 pero que el libro terminó de tomar forma en 2014 cuando se pone en contacto con el ambiente literario de ese momento, que tenía como uno de los lugares importantes de reunión a la librería Pájaros. Como parte de sus ideas hay que puntualizar su preocupación por el lenguaje, en sus propias palabras: “el interés por la relación que tiene con lo que pensamos, con nuestros recuerdos, con lo que somos, con el relato de nosotros mismos”. Ese es uno de los soportes en donde se apoya la voz poética en Presencias. Te invito a leer dos poemas de ese libro:
Telescopio
no se ha visto una sola luz en el cielo
años
siglos
y van
de vez en cuando hay luna
pero no es de verdad
no es ni el reflejo de aquella luna en el patio
La voz
decimos rosa
decimos sol
siempre hablando de nosotros
como señalando a lo lejos el propio pecho
como queriendo sujetar
este nudo de la cuenta resbalosa
pero no
nada guardan las palabras
salvo transparencias de una voz
obstinada en la ilusión de decir
de creer que hay algo
que puede ser dicho
alguna vez
Columnista invitado
Sergio Morán
Nació en 1979 en el este de Mendoza, Argentina. Desde 2010 reside en la Capital de esa provincia donde ejerce la docencia en escuelas secundarias. Integró el Taller Más allá de las palabras que coordina Diana Starkman. En 2018 publicó su libro de poemas Calle desconocida (Peces de ciudad). Textos suyos han aparecido en diarios, revistas y antologías, entre ellas Poemas por el agua (Payana Ediciones), producto de la lucha en defensa de la Ley 7722. Desde 2020 dirige la revista digital Futuros eran los de antes, especialmente dedicada a la poesía. Participó de los talleres de historia de la poesía que coordinó Javier Galarza. En 2021 Ediciones en Danza publicó su segundo libro, Ya no acampan gitanos en los baldíos. Su último libro, El amor es un exceso de lenguaje, fue publicado por Peras del Olmo en 2022. Es parte de la Asamblea de Trabajadorxs de la Literatura de Mendoza que lucha por impulsar políticas culturales para les escritores de la provincia.