Apuntes autobiográficos sobre la izquierda cristiana, parte 4
Ya te había dicho, en dos escritos anteriores (1, 2), que terminé la secundaria en el Colegio Emaús de El Palomar, Provincia de Buenos Aires, y que Horacio Sueldo, co fundador de la Democracia Cristiana, había sido mi profe de Economía Política en 1967. Y había ido relacionando temas, donde incluso mencionamos a otro grande, Monseñor Jaime De Nevares, “Don Jaime” para los amigos.
Tiempos interesantes aquellos. El Papa Juan XXIII había creado la diócesis de Neuquén a poco de convertirse, ese territorio nacional, en provincia; un distrito pobre donde incluso no se permitía a los mapuches hablar su lengua original.
Recuerdo que a comienzos de los ’60, Patoruzú nos contaba sobre el boom petrolero de Plaza Huincul, que nos parecía tan lejano. Nada nos hacía suponer entonces que en ese lugar, justo en esa ciudad, 28 años más tarde, se estaría inaugurando el Primer Encuentro Argentino de Espeleología (3, 4)… Pero mejor volvamos al testimonio sobre Don Jaime.
Apenas fue ungido obispo, el mismo Juan XXIII nombró a Monseñor Francisco Jaime De Nevares padre conciliar… El Concilio Vaticano II, que marcaría al catolicismo para siempre… Algunos dijeron que era un “giro a la izquierda” de la Iglesia.
Neuquén seguía creciendo y el liderazgo de la norteña ciudad de Chos Malal (su primera capital) se apagaba al mismo tiempo que se encendía la fiebre del petróleo. ¿Te suena? Sí, sí, eso mismo que estás pensando… ¡Vaca Muerta!!!! Allí empezó esta historia que nos está provocando dolores de cabeza y de otras partes de la anatomía.
Era necesario asegurar provisión de energía para ese nuevo Neuquén que habían estado imaginando Frondizi, luego el dictador Onganía, o los mandantes de ambos desde Wall Street. Había que construir una represa que generara esa energía, que además pusiera límites a los permanentes desbordes del Río Limay, y entonces apenitas empezó a gobernar el dictador Onganía, se pusieron manos a la obra para construir el complejo de represas El Chocón-Cerro Colorado.
Se produjo de esta forma una masiva migración desde todas las provincias, en busca del trabajo que daba el “oro negro” y El Chocón.
Por entonces el señor obispo vestía la clásica sotana y esas cosas. Pero poco a poco se fue contagiando del espíritu de la época. No te digo que usaba jeans (en esa época se llamaban “vaqueros”), pero poco le faltaba.
En los obradores de El Chocón los trabajadores, provenientes de todo el país, estaban hacinados en casas de chapa donde se cagaban de frío en invierno y se derretían de calor en verano. Además, les pagaban mal, y todo en un contexto de dictadura militar.
No te lo había contado, y perdoname que me vaya por las ramas, pero en 1969 hacíamos, en un movimiento juvenil que creamos en la parroquia del barrio (Haedo), que pertenecía a la misma congregación, la revista “Así Somos”, en el mimeógrafo del mismo colegio… Sí, el mismo en el que unos tres años más tarde haríamos la revista CAMILO, de la que te conté algo en la primera entrega de esta saga.
“Así Somos” empezó con mucho empuje. Uno de los que la hacíamos se fue a vivir a Córdoba y desde allí nos mandó un informe sobre el Cordobazo. Eso era a mediados de 1969. El artículo era “atrevido” y más siendo el editor… el abanderado del colegio. En fin, ese año terminé la secundaria pero a poco de terminar estalló el “Choconazo”. El espíritu de la época. Y ahora sí volvemos a lo nuestro.
Según Wikipedia, “El “Choconazo” fue una protesta social masiva que ocurrió entre la segunda quincena de diciembre de 1969 y los últimos días de marzo de 1970. Los obreros que estaban construyendo la represa de El Chocón-Cerro Colorado sobre el río Limay, iniciaron dos huelgas y contaron con el apoyo general de la población. Formó parte de las puebladas que sucedieron durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía: Rosariazo, Cordobazo, Mendozazo, etc.” (omite decir que también hubo un “malargüinazo”, pero en 1972).
Una delegación de obreros fue a verlo al obispo para pedirle ayuda y éste, gustoso, fue a hablar con sus amigos militares (el mismo tenía grado militar y título de abogado, y un primo, Mariano De Nevares, tenía el grado de general; De Nevares era un apellido patricio).
El Obispo entonces fue a hablar con algunos cogotudos, que rechazaron sus peticiones a favor de los obreros. Mucho Concilio Vaticano II y progresismo, pero el poder seguía estando manejado por la Iglesia pre-conciliar.
Defraudado y con su sotana, De Nevares volvió a su catedral (que se negaba a revocar hasta que no se terminara con la pobreza), y decidió entonces apoyar el piquete obrero, cargó de víveres su vieja Estanciera (en la que en 1974 nos llevaría a pasear en nuestra luna de miel) y se fue al campamento. Se unió a los obreros en huelga.
Obviamente la noticia recorrió al país… ¡un obispo católico haciendo una olla popular en una huelga obrera! Quienes nos habíamos formado en el catolicismo y teníamos preocupaciones sociales estábamos hambrientos de modelos y de líderes sociales y políticos. Don Jaime caía como anillo al dedo
Yo seguía con mi costumbre de publicar y ya te conté que así es como conocí, a los 18 años, a quien sería mi compañera de toda la vida, de la misma manera iniciaría una amistad con este curioso obispo. En la primera parte de esta serie (1) reproduzco la carta gracias a la cual nos conocimos Marta y yo. Pero además me gustaba escribir cartas a todo el mundo. Algunos me contestaban, creo que intuían que estaba pidiendo auxilio para salir de mi encierro mental.
Con Monseñor Devoto la cosa duró poco, era muy formal. Con Marta ya sabemos y con De Nevares se iniciaría una amistad que duraría hasta su muerte en 1995. Amistad que fue epistolar hasta febrero de 1974, y que ya se convirtió en “presencial” luego de nuestra luna de miel de mochileros en Neuquén.
En esa época todavía no conservaba copia de mis cartas, pero en 1973 empecé a escribir con copia. Un año clave para todos. Encontré, hace pocos días, el epistolario con “Jaime”. No está la carta, la primera, donde le digo que “el buen pastor es el que da la vida por sus ovejas, y usted arriesgó la vida por las suyas”. En su primera respuesta, “Jaime” me decía “Querido Hermano”, y me aconsejaba: “Caminante no hay camino, el camino se hace andando (o algo aproximado), es una verdad aplicable a nuestra vida: hay que andar, hacer, vista puesta en un ideal, confianza en Dios, corazón abierto y sin ñañas, sin esperar para avanzar un clarito en el camino: como en la niebla, se va viendo a medida que se avanza. No temer fracasos, ni tomar como fracasos las infaltables correcciones de brújula”.
En una carta de septiembre de 1972 relata cómo la Iglesia local (“a la que hubieran querido dócil y sumisa”) ha sido baleada por sindicalistas aliados a algunos políticos. Era claro, el poder había armado una “interna” entre el “obispo rojo” y los obreros; en realidad no eran obreros, eran burócratas sindicales”. Historia conocida para quienes peinamos canas, no?
En la misma carta (tenía la costumbre de escribir en papel esquela, apoya mi idea de que Dios no es un instrumento, y me dice que “ya te siento amigo”, aunque me reta porque “vos mismo te complicás la vida, sé más sencillo”… Y manda saludos para mi novia.
Parece que en una carta mía le pido que escriba a máquina, porque su letra era muy difícil de entender, y me responde (24 de noviembre de 1972): “no me parece malo que te esfuerces en entender mi letra (que yo creía tan buena); te serviría de entrenamiento para entender la de Dios”. En una anterior me había puesto una post data: “el número de tu casa (Ing. Brian 1955, Haedo), es muy sugestivo”. Una semana antes habíamos estado en Ezeiza, recibiendo a Perón. Pero más adelante quedarían MUY al desnudo mis contradicciones de entonces. El democristianismo otrora gorila, se había dado un “baño de pueblo” en esa jornada histórica. Luego veremos que algo dentro de mí seguía siendo gorila. Gorila de izquierda, pero gorila al fin.
Ya entonces, además, mi fe estaba en duda: ¿por qué Dios permite el dolor?, y su respuesta era “si no fuera por el dolor, ¿cómo te darías cuenta de que la cocina está encendida?. ¿O que tenés apendicitis? Ya me dijiste que no querés un Dios instrumento, y yo diría un Dios-seguro social. Y allí está la respuesta, Dios es padre, sí, pero no es paternalista. ¿Has visto los traumas que sufren los hijos sobreprotegidos?”. Y agrega que “Dios nos quiere hombres plenos: ni esclavos, ni tímidos, ni mediocres, ni apagados”.
Releídas cincuenta años después, esas reflexiones son duras, durísimas, pero a la vez fraternales y amorosas.
En marzo de 1973 me escribió preguntándome si me acordaba de él. Había tomado la iniciativa. Yo estaba contra las cuerdas, porque dudaba de mi fe (el psicoanálisis freudiano ya estaba operando en mi mente) y de mi identidad política. Esa carta, escrita en papel de tamaño “normal”, habla por sí misma y habla de un pastor que escuchaba las quejas de una de sus ovejas. En aquel tiempo me enojé, pero luego fui entendiendo. La reproduzco tal cual, para que veas el estilo de este obispo que se reivindicaba como “comunista”, si ser comunista es sinónimo de servir al pueblo.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, docente jubilado y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua. Agrupación Luis Barahona, Biblioteca de la Memoria Jaime De Nevares, Malargüe.
Notas
1) https://marcelosapunar.com/2023/05/07/creeme-conoci-a-horacio-sueldo-parte-1-por-carlos-benedetto/
2) https://marcelosapunar.com/2023/05/16/fui-companero-de-trabajo-de-enrique-pavon-pereyra-por-carlos-benedetto/
3) http://piramideinformativa.com/2019/11/historia-de-la-espeleologia-argentina-cap-2-por-carlos-a-benedetto/
4) http://piramideinformativa.com/2019/12/historia-de-la-espeleologia-argentina-cap-3-neuquen-y-la-regionalizacion-de-la-espeleologia-por/