Martínez de Hoz llegó al poder con los militares y empezó una etapa preparatoria del neoliberalismo en ciernes. Todavía existía la URSS, que además era el principal comprador de los granos argentinos, y entonces mucho no se podía avanzar sobre los derechos del pueblo. El fantasma del comunismo obligaba al capitalismo occidental a desarrollar políticas keynessianas, desde la Primera Guerra Mundial.
Durante esa misma dictadura el poder occidental decidió que ya era insostenible llegar mediante gobiernos militares. Por eso inventaron la Guerra de Malvinas, para que vuelva la democracia, una democracia vigilada, ya no tanto por los militares sino por el FMI. Alonsín hizo lo que pudo, ya que hasta su vicepresidente le pateaba en contra. Además, con la entronización de Juan Pablo II, ya estaba en marcha la disolución de la URSS, y el rebaño se iba a quedar sin el Hermano Mayor que nos protegía sin quererlo.
¿Qué fue el consenso de Washington?
Alcanza con entrar a Wikipedia para saber que “la terminología Consenso de Washington fue acuñado en el año 1989 por el economista John Williamson con el objetivo de describir un paquete de reformas “estándar” para países en desarrollo azotados por la crisis financiera, según las instituciones bajo la órbita de Washington D. C. -como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos-. Las fórmulas abarcaban políticas que propugnaban la estabilización macroeconómica, la liberalización económica con respecto al comercio, la reducción del Estado y la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía interna. Posteriormente a la aceptación de la frase de Williamson, y a pesar de su enfática oposición, el “Consenso de Washington” ha sido utilizado de forma genérica para referirse al fundamentalismo de mercado. Las discusiones sobre el Consenso de Washington han sido por mucho tiempo polémicas. Pero hay diferencias substanciales implicadas sobre los méritos y consecuencias de varias de las distintas fórmulas políticas involucradas. Algunas de las críticas discutidas en este artículo están en desacuerdo, por ejemplo, con el énfasis del consenso original en la apertura de los países en desarrollo a los mercados mundiales, ya que ellos lo ven como un excesivo enfoque en el fortalecimiento de la influencia de las fuerzas del mercado doméstico, posiblemente a expensas de funciones clave del Estado. También se ha criticado la aplicación del modelo de manera ideológica, carente de pragmatismo y sin adaptación a cada una de las realidades, que así produce resultados como los que acabamos de señalar. Para otros analistas, examinados a continuación, el punto en cuestión no es tanto lo que está incluido en el Consenso de Washington sino lo que falta. A pesar de estas áreas controvertidas, un gran número de autores e instituciones en materia de desarrollo aceptan ahora la proposición más general de que las estrategias necesitan adaptarse a las circunstancias específicas de cada país“. (1)
¿Williamson era inglés, se entiende? A siete años de la Guerra de Malvinas, Argentina estaba adhiriendo a un consenso que nos puso de rodillas frente al poder económico internacional, aclárese: sionista, yanqui e inglés, en ese orden. El instrumento ideal: un Menem populista que inmediatamente se afeitó la patilla y se convirtió en rubio y de ojos celestes y que el gran Pino Solanas inmortalizó como Presidente Rana en una de sus películas de esa época. Una película en que la OEA se había convertido en OPA (Organización de Países Arrodillados). Está gratis en Youtube (2), se llama “El Viaje” y es de 1992, mismo año en que Adolfo Aristarain filmaba Un lugar en el Mundo, donde mostraba los desastres que ya estaba haciendo el neoliberalismo en el interior del país.
¿Qué había pasado ese año 1989?. La caída del Muro de Berlín, que antecedió a la caída del bloque soviético, el derrocamiento de Alfonsín mediante un golpe de mercado para que asumiera el Grupo Clarín a través de Carlos Menem, “peronista” convertido al neoliberalismo. A partir de allí el liberalismo pasó a llamarse neoliberalismo. Se ponía fin a casi 60 años de keynessianismo, o sea a la protección estatal de la economía ante el fantasma del comunismo. Menem trajo de inmediato el Consenso de Washington.
Liberalismo, keynessianismo, comunismo, neoliberalismo. El peronismo históricamente nació como tercera posición entre capitalismo (liberal o keynessiano, daba lo mismo) y el comunismo. Por eso el kirchnerismo es una cosa y otra el peronismo y no podemos embretar a uno dentro del otro. El peronismo es una respuesta keynessiana a un mundo disputado entre los EE. UU. y la URSS.
El fracaso de la URSS hizo que todo el mundo volviera al liberalismo anterior a 1933 y por eso se llama “neo”. El nuevo enemigo (el poder siempre necesita un enemigo, y si no lo tiene lo inventa) pasó a ser el Islam. No es casualidad que los ataques a Iraq comenzaron el mismo año de la caída de la URSS. Era, sigue siendo, el nuevo enemigo. La industria armamentista yanqui necesita guerras para seguir siendo el mayor aportante al PBi de ese país de la libertad, carajo.
El Consenso de Washington es redondo, como muestra el cuadro líneas abajo, y allí puede verse claramente que lo que dijo Milei en la inauguración de las Sesiones Ordinarias del Congreso es un mero “copie y pegue” de aquel consenso de 1989. Por eso sus anacrónicas referencias, permanentes, al socialismo, al estatismo, por eso su apoyo a Ucrania y a los israelíes en el genocidio en Gaza.
En ese discurso había aplaudidores de consignas que no tienen fundamento legal ni constitucional. Había algunos como “Berti Benegas Lynch”, que parecían eufóricos, exultantes, sacados si se quiere. Pero también apareció una rebelión en la granja de los gobernadores y en el mismo Frente de Todos, según el documento que reproducimos. Fue el discurso de un mamarracho que propone volver al Consenso de Washington, pero no consensuándolo, sino imponiéndolo. Eso no podrá hacerse sin represión.
Como ya dije alguna vez (3) la evolución histórica es espiralada y el pueblo hoy está quieto, pero no es el mismo pueblo que hace 30 años. Hay resistencia y hasta el Instituto Patria está organizando un seminario a partir del documento de Cristina, el mismo que Ariel Garbarz ve como alternativa a la Inteligencia Artificial que creó a Milei (4) y que tiene bastante que ver con las autorreflexiones que proponemos (en 3). Cubriremos ese seminario para este diario.
Volviendo al título que disparó estas líneas, diré que en 1973 empecé a estudiar Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En 1976 cambiaron todo, disminuyó abruptamente la población estudiantil y hasta nos hacían estudiar griego, más allá que aún conservo la amistad de una docente que era ayudante práctica en esa materia. Con esta persona comentábamos las cosas que decía Alberto Benegas Lynch (padre) en las clases de Economía, de las que también era alumno. El padre de Berti, recordemos, es el inadaptado que pidió la ruptura de relaciones con el Vaticano y Milei lo considera un prócer (literal).
El padre de Berti daba sólo una parte de las clases y el resto lo daban sus ayudantes. Las mismas se limitaban a explicar (sesgadamente, obvio) la teoría de Adam Smith, pretendiendo que la realidad debería amoldarse a esa ideología y no a otra. Los exámenes finales no eran orales sino escritos, y no los corregía él, sino el jefe de trabajos prácticos. Se la pasaba siempre puteando contra el impuesto a la herencia… ¡que había sido eliminado por la misma dictadura a la que él representaba! Un ignorante con poder (unos años después lo veíamos entrar como si tal cosa al despacho del presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, ya en democracia).
De tal palo tal astilla, Berti copió del padre la ignorancia y se convirtió en un aplaudidor más de un discurso del que sólo se transmitió a un Milei de estatura física superior a la real, y de una estatura intelectual y moral pigmeas.
Estas son las creaciones de la Inteligencia Artificial, y a eso no podemos oponer las mismas armas. Elon Musk, el inventor del fenómeno Milei (¿viste “El Momento Waldo” en BLACK MIRROR?, no te lo pierdas), tiene 400 satélites en el espacio, lavando cerebros y haciéndole creer a la gente que ellos decidieron libremente votar a Milei. No lo hicieron y por eso no tenemos que ensañarnos con ellos, por más que tengamos ganas de putearlos.
Hoy debemos dar la batalla en el punto de partida (1989, Consenso de Washington), pero en un escalón superior. En ese escalón el enemigo pareciera no tener rostro pero sí mucho poder, maneja las redes sociales y el inconsciente colectivo, borra la historia personal de cada individuo.
Es muy dura la batalla cultural que se viene, pero definitivamente no será posible sin una cuota de optimismo. Si la militancia no ejercita el cerebro (hasta ahora eso no se hizo, no se hace desde 1976, damos fe), no habremos perdido sólo una batalla, sino la guerra. Tenemos algo a favor: somos humanos; el mileismo es sólo un amontonamiento de algoritmos, incluyendo a Berti, su padre, los aplaudidores y hasta el mismo Conan.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, espeleólogo, profesor de Historia jubilado y presidente de la Federación Argentina de Espeleología (FAdE). Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua. Fundador del Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio (FOSMO, 1982). Co-fundador de la Biblioteca de la Memoria Jaime De Nevares (2007) y de la Agrupación Luis Barahona (2018).
Notas
- https://es.wikipedia.org/wiki/Consenso_de_Washington
- https://www.youtube.com/watch?v=-9W53zXWhtI
- https://marcelosapunar.com/2024/02/25/desesperanzadas-reflexiones-sobre-un-peronismo-incomprensible-por-carlos-benedetto/
- https://x.com/GarbarzAriel/status/1762709346486542671?t=th2bTgzEOGXWNaOEFWdHog&s=08