Exorcismo
Están en cualquier lugar.
Se aparecen en las cumbres,
en la profundidad
de valles o lagunas,
todo sitio se presta
a sus propósitos
oscuros tenebrosos.
Donde alguien llora una pena,
donde alguno se desvela o muere,
donde ocurrió una tragedia
brotan como los gases,
como una emanación de los avernos
y no hay cruces, agua bendita.
No hay conjuro
que les espante y los aleje.
Se adaptan a todo clima
a todos los ambientes.
Moran en castillos transilvanos
en humildes bohíos del Caribe
en la gravedad elegante de la ópera
y en lúgubres taperas de la pampa.
El texto manda exterminarlos.
Me preparé un equipo de exorcismos,
con los antídotos adecuados
a todo espíritu inmundo,
a todo espectro del universo
y estacas de pino, balas de plata,
cachiporras y soguitas para matar vampiros.
Y me fui a buscarlos por el mundo.
Por el Oriente fabuloso,
por los oscuros mares tropicales
y en los polos de la noche larga
donde las blancas distancias
nos hielan las espaldas.
Seguí con atención
antiguos textos esotéricos
me inmiscuí en los lugares
a que aluden los misterios más profundos.
Pero no los encontré en ninguna parte.
Ni siquiera en los bosques más tupidos,
ni entre los espejismos del desierto,
ni en catacumbas sórdidas,
ni en las casas de los más supersticiosos.
Hoy lo admito, fue un error
salir a perseguirlos,
a buscarlos tan lejos.
Ellos estaban en mi barrio,
en mi propia casa.
Me usaban la bicicleta,
se tomaban el vino y la cerveza.
Convertían mi domicilio
sus lugares umbríos
en un sitio lúgubre
execrable y tenebroso.
Como el texto manda
concretar el exorcismo,
voy a liberar mi ser, mi cuerpo
de todos los demonios.
En especial mi mente.
Los expulsaré con fuerza
que salten bien lejos
grotescos espantajos despeinados.
Que se diluyan
en la noche interminable de los tiempos,
Que no regresen nunca
y dejen mi imaginación en paz.
Eran amigos
En el barrio hay cientos como ellos
que a cada rato se encuentran
en calles y veredas.
Se miran, se huelen,
simpatizan o se gruñen.
El Benyi y el Copito
siempre se buscaban mutuamente,
se distinguían entre todos
y era como en un impulso
urgente y necesario.
Traducían su alegría
esos encuentros
con pequeños correteos
inofensivos mordiscos
y ladridos apagados.
Tan difícil de explicar.
¿Por qué se buscaban
y elegían entre tantos?
y tan simple sin embargo,
la respuesta.
El Benyi y el Copito
¡eran amigos!
amigo…
una palabra que suena a mucho
¡esa palabra que suena a tanto!
Amigo…
con alguien puedo contar
cuando decaigo,
un gato ronronea en mi regazo.
Viento amigo, sol amigo
chau océano (cuidate)
adiós mar. Hasta el próximo verano.
Era tan hermoso verlos
al Benyi y al Copito
jugar en la calle o la vereda.
Y aunque en el barrio había
muchos como ellos, igual que ellos,
siempre se elegían,
se encontraban
en las buenas o las malas,
eran amigos…
Un nefasto día en que el Copito
cruzaba en su rutina
de marcar árboles y postes
los acostumbrados hitos
de su imaginario territorio;
la fatalidad traicionó su instinto
de experimentado perro callejero,
y un auto lo arrolló sobre el asfalto
dejándole tendido y sin remedio.
Junto a su cuerpito inerte
el Benyi era un aullido
un grito lastimero, espeluznante
que se prolongó por horas
como una letanía
dolorosa inconsolable.
No come nada el Benyi
va quedando piel y huesos.
Ya no corretea ni hace giros
jugando en la vereda
y es su mirada
una mezcla curiosa de tristeza
y esperanza, tal vez
de que algún día
aparezca por la calle dando saltos
la figura juguetona del Copito.
Credo matero
Agua que viene del fuego
vestida de verde
con la yerba mate
y en el hueco tibio
de una mano amiga
das sabor y gracia
a la jornada diaria.
Sos más compañía
cuando estoy con alguien,
cálido consuelo en la soledad.
Agua que venís del fuego,
creo en tu espuma.
Con un sorbo corto,
de espesa sustancia
recorrés el cuerpo,
activás neuronas,
enervando el pecho
como una emoción.
Entre amargo y dulce,
vaporoso y húmedo,
un paseo interno,
se siente el sabor.
Creo en tus hojas
molidas, ardientes,
celebro tu boca de fino metal
y en tu yerba creo.
Agua que viene del fuego
y en la pava humilde
o en el tibio termo,
espera construyendo redes
de amor y amistad.
Creo en la gente cordial, solidaria,
creo en la espuma
y en el mate creo.
Columnista invitado
Avelino
Avelino Domínguez es recitador, poeta, dibujante y fileteador. Miembro fundador y primer presidente de la “Asociación de Escritores Independientes Quipus”. Actualmente es vicepresidente del Círculo de Poetas de la Ciudad de Boulogne, Buenos Aires y Cónsul en San Isidro del Movimiento Poetas del Mundo. En 1995 publicó con el seudónimo de “Avelino” el poemario Los Verbos Conjugosos Editorial Argenta Sarlep, que fuera presentado en Casa de Mendoza en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ha publicado cuatro poemarios y participado como poeta e ilustrador en catorce antologías publicadas por el Círculo de Poetas de Boulogne. Ha colaborado en tres antologías publicadas por editorial Dunken. También en la antología trilingüe “Senda Poética” editada en Chile por el movimiento Poetas del Mundo, además de en otras tantas editadas en distintas localidades y provincias argentinas. Y es coautor junto a otros siete sobrevivientes de la dictadura del libro No Nos Pudieron publicado por Acercándonos Ediciones, Buenos Aires, Argentina. Difunde también sus trabajos en el formato de video-poemas en su canal de youtube; @videosdeavelino