Tapiales es un lugar extraño.
De un lado, al sudeste de la autopista Ricchieri conviven el Mercado Central, con su rara mezcla de Naves Mayoristas, Aduana Seca, grandes basurales al aire libre, ferias minoristas capangueadas o no, mini saladitas, carreros, policías, tauras que se baten a faca, buscas que juntan lo mejor de la basura para vender, buscas más pobres que juntan de la basura lo mejor de lo que quedó para comer, mercachifles minoristas que compran por mayor, familias que vagan en “tour de compras” del subdesarrollo, venecos que vienen en banda en el bondi 8 a hacer su “compra comunitaria” desde un departamento en Palermo Jólibu donde viven hacinados de a docenas, pero te dicen que “ya vendrán Macri (o Milei) a poner orden aquí”, y pulula una multisectorial de hermanos latinoamericanos limítrofes (o no) que dominan la impronta de los puestitos minoristas de frutas, verduras, ropa trucha, electrónica contrabandeada de Guarania y regalería contaminada de Taiwán.
Alrededor, quedó rodeado de villas temibles -que otrora fueran terrenos cedidos a los clubes Banco Hipotecario o San Cirano, o parte de “La Salada”, aquel balneario popular “de este lado del Matanza” como La Achira, o barrios pobres, muy pobres como el Hernández o el Vicente López, donde los entreveros a tiros entre banditas de transas peruanos, paraguayos, bolivianos o autóctonos son de común y silente sucesión y hacen las delicias del boca en boca del cotorreo barrial; comunidades del altiplano colgadas de la barranca de la calera, viviendo en los antes llamados “barrios privados” (privados de agua, privados de luz, privados de cloacas…) que ahora crecen y pululan alegres y pujantes formando parte de la importantísima “Little Bolivia” social y cultural en que se ha convertido Villa Celina.
Más allá la inundación de antaño, en otros terrenos cedidos por la Corporación Mercado Central, que van hasta el puente sobre la vía abandonada que cruza el río Matanza rumbo a La Salada y sus aledaños, crecen raudamente los emprendimientos gigantescos de Coca-Cola, Quilmes, Mercado Libre y su “Centro de Distribución”, Centros de Logística y Transportes; y el predio de disputa cuatripartita entre Ciudad, Provincia, y municipio, los “adjudicatarios” y sus arrendadores de la “megaferia” La Gran Dulce, que hoy pareciera más tierra de nadie que nunca, luego de ser inaugurada-cerrada, reabierta, cerrada, tomada, clausurada, amparada y quién sabe en qué estado político-judicial-comercial se encontrará en este día.
Paisajes extraños si los hay, Tapiales crece ediliciamente en el lado Norte – noroeste de la autopista en la lejana vereda de enfrente. La avenida Boulogne Sur Mer se prolonga en lo que diez cuadras más adelante será la zona comercial más importante del condado. La plaza, la comisaría, los clubes, los bancos, “la clínica”, los “colegios privados”, el Banco Provincia, la estación del Belgrano Sur, los comercios de todo, los bares, restaurantes y pizzerías de medio pelo con ínfulas variopintas se distribuyen en una franja que llega hasta el límite no delineado con Villa Madero.
Y justo frente al Mercado Central, en la otra orilla allende la Ricchieri, donde ahora paran los “semirrápidos” del Cañuelas-51 y el 8 Aeropuerto-Aeroparque, está el barrio Autopista, y “el COTO”, ex Supercoop de la entre extinguida y asesinada cooperativa El Hogar Obrero por el legendario “Méne-m lo Hizo” (agárrese el Izquierdo).
Una vez desaparecida la cooperativa, el barrio Autopista pasó por distintas mutaciones, donde los primeros adjudicatarios se convirtieron en “patriarcas” y se alzó señero en una comunidad donde las luchas intestinas lo dividieron en tres consorcios unidos pero separados, de alrededor de unas 350 viviendas cada uno, repartidos en 18 gigantescas torres. Hubo espacios vacíos de uso común que al caer la cooperativa señera de Juan B. Justo permanecieron cerrados e impertérritos al paso del tiempo, y otros que los vivillos de turno, quién sabe cómo, hicieron propios y explotables comercialmente. Los tres consorcios, capangueados durante 40 años por un siniestro Gran Visir Administrador Todopoderoso, a partir de estar enrejados, se creyeron barrios privados… o cerrados, con sus parquecitos de árboles cincuentenarios que a veces caen podridos y son talados a precio de empresa que cotiza en bolsa, costosísimos como los demás “servicios” de la administración y su Consejo – de miembros repetidos que se alternan eternamente, de quienes dicen las malas lenguas que junto al Poderoso Visir se reparten los inmuebles rematados por no poder pagar las módicas expensas los pobladores más humildes, o jubilados de la mínima, cuan “LIGA” de aves de rapiña.
Muchos de los habitantes de este peripatético lugar creen que por estar entre rejas, con cancerbero constante por ellos mismos dispuesto, y el “ojo de halcón” del buitre regente-Visir, son parte de una élite de alcurnia, pero en realidad nunca dejaron el ghetto de ser un conjunto de shiomes piojos resucitados, que pagan expensas suculentas de hasta US$ 150.- por departamentos que no valen más de unos 60 mil washingtones de cara chica, devaluados, de ésos que “no tienen sentimientos” en el mercado de divisas blanco, negro o variopinto.
Esa tarde, al calor exagerado de un sol primaveral hiriente, un grupito de dos o tres adultas mayores -aquellas sempiternas comadres de barrio- consorcistas que cuchicheaban indignadísimas por el chorrito-catarata de agua que bajaba por la columna principal del edificio, vio salir corriendo y huyendo despavoridos al médico de Pami y su auxiliar de una de las torres del barrio Autopista, para casi saltar el enrejado y poner “ruedas en polvorosa” desde su “unidad de traslado” detenida quién sabe dónde, detrás del enrejado.
Casi al unísono, un Viejo Chito rojo de ira, entre lloroso y furioso, temblando como un lebrel al ver una pieza de caza, tenso como un paisano al ver un aparecido, o un réferi al cobrarle un penal en contra a Boca en la Bombonera, salió disparado a toda velocidad, como alma que lleva Mandinga por el gran portón automático de entrada al “complejo”, montado en su fiel Acquilante Biciclo, al grito ronco y enloquecido de “¡hijos de puta, son de la Side, son de la Side, no me van a agarrar, ni aunque los mande un Juez! Es como en el ’78… cuando nos hacían inteligencia… ¡Es la Justicia Sonámbula de nuevo… HIJO ´E PUUUUTAAAA!”
El Peláo con trenzas se arrimaba a lo de Chito para tomar unos mates, y apenas al entrar, un jovato lo abarajó:
-¿Usté vive acá, no?-.
-NO…-.
-¿Usté no vive con ese viejo loco del séptimo, ese que anda en bicicleta?-.
-NO…-.
Dos Urracas cascoteadas se sumaron al interrogatorio…
-Nosotras somos de “la Comisión”… la inundación está bajando hasta los cimientos… mire la columna llena de agua… ¡qué barbaridá, lo vamo a denunciar al supremo, a la abogada, al FBI y a Mulder y Sculli!
-¿LO QUËEeee…? – contestó Vicentiano.
-Al degenerado de su amigo… tenemos que entrar ya, tenemos que entrar yaaa… ¡ÁBRANOS!
-Y… ¡tiren la puerta abajo, qué se yo! O pregúntenle a él… yo… ¡ARGENTINO!-.
-¿Pero usté no vive ahí?-.
-Nuuu… yo vengo a tomar mate…-.
-Su amigo hace un rato se dio a la fuga… ¡loco como una cabra, en ese cascajo con ruedas que él cree que es Rocinante! Gritaba no sé qué de la SIDE, la CIA, el DÍA…-.
-¡Seguro lo va a venir a buscar la Policía, como la otra vez, Felicitas! ¿Te acordás?– se sumó otra Urraquita más joven…
-Sí, sí, seguro anda en la droga ése… es un tipo de avería… ¿Y dicen que es escritor?… ¡Qué va a ser escritor… es un atorrante, que ni paga la “ESPENSA”! Y encima va a las asambleas a hacer quilombo hablando de códigos y de leyes, que nosotras no entendemos ni medio… va a hacerse el matón. ¡A insultar al Supremo Visir! Pero nosotros lo echamos aplaudiendo a nuestro Líder… ¿éh?-.
-Síiii… ¡y constó en AKCTAS!– aseguró JOVATO.
El Peláo Vicentiano la cortó de una.
-Eh, Doña… ¿cómo dijo? … ¿Que Chito gritaba qué?-.
-No sé qué delirio de los espías, y de la Justicia Sonámbula… salió en la bicicleta como prófugo que persigue el JUEZ DREDD…-.
-¡O Papá Pitufo de Toga!- terció la menos vieja.
-Sí, y subió a la autopista a contramano, y sin pagar peaje, el muy delincuente…- bramó JOVATO.
-¡No puede ser… otra vez, otra vez… ¡la puta madre!- masculló el Peláo.
-Eh, Don Hombre… ¿nos va a abrir o no nos va a abrir? A mí se me arruina el parqué de ROBLE DE ESLAVONIA!…-.
-Andá a cantarle al Supremo, gil de cuarta… ¡Roble de Eslavonia! GIL DE LECHERÍA… ¿Te creés que sos Lord Chéseline, y pertenecés a la Corte de los Boludos, nabo de quinta engrupido por el hijo de mil que te vendió tu cueva! Salí de en medio, hacéme el favor… ¡rajá, turrito, rajá!-.
-¿No nos va a abrir?– dijo Urracota casi al borde del ataque de llanto.
-No, porque no tengo llave… ¡y tengo que ir a rescatar a Chito! Ya sé dónde está-.
-Ah bueno… si lo encuentra, dígale que venga urgente a cerrar la llave de paso del agua, porque si no, El Supremo le va a meter una multa que va a tener que pagar de por vida…-.
-¡Vafangulo ratas de Consorcio! Métanse la multa en el upite…-.
El Peláo con trenzas salió a los piques para aprovechar que una doña enfundada en ánimal print, con sus dos solcitos, los peques en ristre, se iba en su autito abriendo el portón con su control, y coló… con tanta suerte que acto seguido se colgó a un bondi tardío que en 20 minutos lo dejaba en el centro de la CABA.
Corrió como pudo las cinco cuadras que lo separaban de Plaza Lavalle, y se mandó, dejando a un ordenanza que quiso pararlo dando vueltas como molinete, en la puerta de Talcahuano del Palacio de Justicia, hasta el hall de entrada… y ahí estaba Chito, hecho un ovillito, agarrado de las rodillas, sentado y hamacándose como un autista… medio lloraba, medio temblaba… medio mascullaba ¡otra vez… otra vez… otra vez…!
-¡CHITO, QUÉ TE PASÓ!- gritó Vicentiano…
-Que me van a venir a buscar… los de la SIDE, de nuevo… de nuevo… ¿ENTENDÉS?-.
-¿Y DE DÓNDE SACASTE ESO?-.
-Lo dijo Su Señoría, el Juez Papá Pitufo, en el zoom… ¡que me iba mandar a buscar!-.
-¿Qué Juez, qué zoom… decime… que tomaste Chito?-.
-Nada… unos mates… y un clona para no estar nervioso… el zoom del TOPU2… del juicio por COMPUTAR… los de las computadoras de la Galería de los Jardines de Babilonia… los que sacaban dos páginas completas al día de avisos en el CLORÍN, el Gran Diario Argentino y aledaños…-.
-Loco, vos alucinás… ¿y qué tiene que ver la SIDE? Aparte eso de COMPUTAR era de cuando vos eras gestor, cadete de lujo, y tramitero sin moto, hace como 20 años… ¿Cómo vas a estar enjuiciado, si lo que fuera prescribió por lo menos dos veces?-.
-No Peláo, noooo… ¡está metida la SIDE… por eso te digo… esto es raro, es raro… como cuando nos vigilaban en el ’78, después que se lo llevaron a Eduardo!-.
-¿Qué Eduardo, Chito? Vos estás desvariando…-.
-Eduardo, mi amigo, el que estuvo preso con Oesterheld… ¿no te acordás? Es el desaparecido por el que hicieron el poster “DONDE ESTÁ OESTERHELD” cuando fue a Feriado Nacional y les contó a Martín García y a Juan Sasturain -en la redacción- todo antes que se fueran los milicos, en el ’83! La historia que vos querías dibujar en “Desaparecidos”-.
– ¡Y por qué te sentís tan perseguido? ¡Estás en pleno delirio paranoico Viejo!-.
-Porque el juez Papá Pitufo no me quiere mostrar los originales de “la prueba” en el juicio “CHITO y otros, por asociación ilícita con fines indeterminados”, que continuó la causa COMPUTAR-.
-¡Si vos de COMPUTAR solo eras gestor!-.
– Sì, pero parece que el Diablo metió la cola, y en vez de gestor, después era el creador, jefe, organizador y mandamás de una banda de inspectores de Afip, contadores, abogados, y empresarios que evadían impuestos de forma agravada. Si hasta cayó el HSChèPibè en la volteada… y después quemaron Irún Montagne, donde “los Ellos” guardaban sus archivos…-.
-¡Pero Chito, eso es una locura… si vos no tenés dónde caerte muerto, y apenas sos Perito Mercantil! Si estuviste dos años peleándote en el PAMI para que te hicieran los implantes, y en vez de eso te dieron ésos Dracu –Dracu que se te salen aunque los pegues con Poxipol-.
¿Quién carajos puede creer que vos manejabas una banda así Viejoooo Chitooo?-.
-Pues LA JUSTICIA SONÁMBULA, Peláo. ¡Por eso vine a prenderle una vela para que me dejen en paz! Yo desde el 2008, año en que me metieron “preventivamente” en cana por cuatro meses en Devoto, tuve más crisis de pánico que Coraje, el perro cobarde.
Después de cafúa, me Googleabas y aparecían páginas y páginas con mi nombre, con toda esta historia, con notas en LA NACIÓN o CLARÍN donde decían que la MEGACAUSA HSChèPiBè, había iniciado con la “CAUSA COMPUTAR”, que el Juez Biscochort continuó con “las empresas Viejo Chito”, por las que se llegó a descubrir la “conexión HSChèPiBècera”, con una evasión fiscal de 400 palos verdes. Mi hijo me llamó desde España, porque la nota había salido en todos los medios de allá, y de toda Europa preguntándome: “Paaa… ¿éste sos vos?… a lo que yo le contesté: ¡NO, pero por el 10 % en efectivo, me hago cargo de lo que quieran… ¡Já!-.
Salía de casa y me sentía vigilado, levantaba el teléfono, y tenía el eco de cuando te están escuchando, miraba para atrás, y veía un mono que me seguía, en los bares me parecía que me fotografiaban.
Y mientras, a los dueños y gerentes de COMPUTAR, LOS DEJABAN A TODOS EN LIBERTAD, pagaron y los sobreseyeron… ¡y a mí me dejaron en éste berenjenal… PROCESADO 1040, condenado a Argentina Perpetua hasta que fuera a Juicio Oral y Público. A mí y a otros 12 perejiles, Vicentiano, de los que quedamos 10 porque dos creparon en el medio, desde 2013 hasta ahora.
Y el TOPU2 dice que por querer ver las pruebas, ORIGINALES, Y NO FOTOCOPIAS POR ZOOM, atentamos contra el “debido proceso”. ¡Es EL PROCESO DE KAFKA, Peláo!
¡YO quiero mi METAMORFOSIS, YA! Convertirme en cucaracha y que me pise un basquetbolista que calce 49, y se termine este “debido proceso”.
-¿Y hoy que te pasó?-.
-Que estaba en el zoom del Juicio Oral y Público, que no es oral, ni es público, porque es por zoom, y solo entran y hablan los que el Tribunal Pitufo quiere. Y como la causa (por tercera vez) está por prescribir en unos días, el Tribunal quiere dar sentencia a contrapelo de la Constitución, el Código Penal de la Nación, el Código Civil, y por las dudas, El Código de Hammurabi; sea como sea-.
-¿Y QUE PASÓoo?-.
-Que entre los alegatos, tres defensores seguidos presentaron nulidades a “la prueba incorporada por lectura”, entre ellos “INFORMES DE INTELIGENCIA DE LA SIDE” y entré en pánico… lo puse en el chat del TOPU2… TUVE UNA CRISIS DE LLANTO, TODOS LO VIERON EN CÁMARA, PERO PASARON A “CUARTO INTERMEDIO”. Yo hacía días que sentía ruidos raros en las comunicaciones desde mi celular, y aparecían entre mis cuentas de mail movimientos que yo no había hecho… y estallé en una crisis nerviosa. Llamé a Emergencias de PAMI. Primero me atendieron… recuerdo, aparte de sentir que se me había disparado la presión, que hablaba a borbotones del terror que tenía. La operadora me calmó, y me dijo que aguardara unos minutos que ya enviaban una ambulancia. A los 40 minutos llamé de nuevo… estaba desesperado… en un momento el operador me dice: “esta es una línea de emergencia, y usted la ocupa con pavadas”… creo que contesté: ¡Dónde voy… qué hago… TENGO MIEDO, VAN A VENIR LOS SERVICIOS A BUSCARME DE NUEVO!
El tipo me dice que cuelgue, que si no, no me van a poder avisar cuando llegue la ambulancia.
Corto… me tiembla todo el cuerpo y me molesta la luz, me duelen mucho las sienes, me late el corazón como loco… tengo CLONAZEPAN medicado para estas emergencias. Tomo dos. Se me caen las cosas de las manos… apago la luz, la compu, bajo las persianas… AL RATO SUENA EL CELULAR: “Señor, en la puerta de su edificio está la ambulancia”. Bajo, los hago pasar. Son dos personas que se identifican como de PAMI y me muestran una carpetita azul. Los hago subir… cuando llego al ascensor me doy cuenta que bajé descalzo y en bóxer, con una remera larga y anteojos de sol. Me hablan de la presión y mi sangrado de nariz… yo les digo que tengo miedo de la SIDE… les abro, entran… uno quiere prender la luz del hall… “no hay luz” dice… el otro prende la del living… ¡NOOO! Grito… me molesta la luz, me lastima… y levanto un poco la persiana. El que parece ser el médico me dice: ¿no tiene una cama para acostarse así lo revisamos? SÎ, contesto y los hago pasar al dormitorio, caminando detrás de mí. Entro, pasan atrás. Voy a prender la luz de un velador, y el mismo tipo prende la luz del techo… ¡le dije que no… no prenda esas luces! Las apaga… con mi credencial de Pami en mano, me pregunta: ¿Chito es usted?
-¿De dónde sacó eso, quién se lo dio?- lo increpo-.
-La agarré de arriba de la mesa…- contesta.
-¿Y nunca pide permiso para nada en una casa ajena?-.
-Bueno, le pido permiso ahora…-.
-¿Quiénes son USTEDES… QUIENES SON… MUÉSTRENME SUS CREDENCIALES… ¡NO SON MÉDICOS!-.
-Sí sí… somos de PAMI…-.
-¡Las credenciales, muéstrenlas!-.
-Las dejamos en la ambulancia…-.
-Hijos de puta, son de la SIDE, son de la SIDE… ¡VÁYANSE, VÁYANSE!-.
-No, no, cálmese…-.
-¡Váyanse espías hijos de puta… son servicios, son servicios! Y los tipos salieron corriendo conmigo atrás, a las patadas… me vestí, saqué a Acquilante y me escapé… y llegué acá… a rogarle a la Justicia que me ayude y me proteja… y… mirá Pelao, mirá, hay un tipo embozado atrás de la estatua… es de los servicios…es de los servicios!-.
-Tranquilo Chito, tranquilo… yo estoy acá con vos…-.
A Vicentiano le pareció ver una figura que se escurría detrás de la gran estatua de la Justicia, que con los brazos rígidos, hacia adelante, da un paso al abismo… pero al mirar de nuevo, ya no había nadie… se acercó a Chito, lo abrazó cariñosamente, y le dijo:
-Está bien Chito, no va a pasar nada… ya viene tu abogado Pablo, ya pasó todo…-.
-¿En serio Peláo?-.
-Sí Chito sí…-.
-Peláo… ¿te hablé de mi cuento de 1999, cuando estuve en el loquero, que hablaba de la estatua ésta y sus poderes mágicos?-.
-No nunca…-.
-La escribí ese año, y la titulé LA JUSTICIA SONÁMBULA. Después la republiqué varias veces en Facebook, y otras redes sociales. Pero al googlear el título, nunca me aparecía nada. Hace dos meses, se me ocurre buscarla, por el título… ¡Y me aparece una nota de una “periodista” de La Nación, hablando de la “leyenda de la Justicia Sonámbula”… y cuenta mi nota como algo verídico!-.
Mi notita de Facebook… contada como “leyenda” y la chafadora, mi me nombraba.
¡Viste Peláo qué locura! En este ispa todo el mundo se afana todo, y los que caemos somos los perejiles… y LA JUSTA JUSTICIA, AHÍ SIGUE… ¡SONÁMBULA!
Uhhh… me duermo… me duermo… es el CLONA… te dejo EL CUENTO DE 1999.
La Justicia Sonámbula
Si usted ingresa al Palacio de Tribunales de la Ciudad de Buenos Aires por la calle Talcahuano, se encontrará con un gran hall por el que habitualmente deambulan miles de personas a una velocidad tan increíble que ni siquiera un bólido de Fórmula 1 es capaz de alcanzarlos.
Tanta actividad, seguramente, no ha permitido a muchos de los cientos de miles de personas que desde su inauguración navegan por las singulares aguas de la justicia vernácula percatarse de un curioso detalle: ¡nuestra bienamada justicia es sonámbula!
No hablamos literalmente de los casos de ojos cerrados en forma obsecuente o consecuente que a lo largo de los años se han ido produciendo en nuestro querido Poder Judicial, ni siquiera de la ceguera constante y sin balanza de tanto fallo nulo o viciado de nulidad tras interminables apelaciones a cámaras o tribunales superiores, sino simplemente del descarnado testimonio de la realidad: en el medio del hall central del Palacio de Justicia, una gigantesca estatua erguida con los ojos vendados da un paso al vacío llevando los brazos hacia adelante, en el clásico, divertido y tragicómico andar de como se ilustra a quienes detentan el sonambulismo.
¡Y cuidado, no vaya usted a despertarlos!
¡Quién sabe qué terribles males ocasionaría su intervención a estos pobres andantes sin brújula, que buscan un destino incierto en brazos de Morfeo, incluida tal vez nuestra vilipendiada justicia!
Casualidad o causalidad, lo cierto es que, muda testigo de la realidad, la justicia espera desde hace años que alguien la cambie intentando hacerla más justa, en imagen y semejanza a sus justos fueros.
Intentando descifrar el enigma de tan curioso acontecimiento, este cronista recorrió los más recónditos lugares del Palacio, hasta que en el último rincón de un archivo del cuarto subsuelo, al fondo del tercer armario gigantesco, a la derecha, halló a un viejo ex ascensorista caído en desgracia, víctima de la ira de Su Señoría años ha; quien por cometer el terrible crimen de haber mordido un sándwich de crudo y queso que tentadoramente oficiaba de cazabobos sobre el escritorio de Usía (en medio de la desesperación que provocaba una época de devaluaciones por horas, saqueos organizados o espontáneos, góndolas con precios que se disparaban minuto a minuto y comandos de compradores que intentaban ganarle la desigual batalla al feroz remarcador) salvó su cabeza de una condena a perpetua, pero no del escarnio público; siendo destinado a servir hasta el fin de los días en un olvidado cuartucho del edificio decano de la Ley, al cual ni las ratas más cojudas atreverían asomarse.
Cacho -así se identificó el susodicho, pidiendo por favor no revelar sus datos reales de filiación, temeroso de las maldiciones gitanas reinantes desde tiempo inmemorial alrededor del mito hecho realidad- como miembro consuetudinario del gremio de los ascensoristas y ordenanzas, se jacta de haber sido uno de los mejores exponentes de esta raza de funcionarios tan vilipendiada como necesaria.
“En mis años mozos, no había secreto que se me escapara, ni bulto que se meneara sin que lo supiera: amantes y amancebados, roscas y rosqueros, aves negras y lechuzas, batilanas y soplanucas, todo pasaba por mis oídos y llegaba puntualmente a donde debía llegar para equilibrio de una justa justicia”, se vanagloria.
“Yo era un hombre de honor en el complejo entretejido de los más recónditos secretos palaciegos, y como tal era respetado, hasta que llegó el nefasto día del jamón pata negra y gruyere. ¡Suerte que no me tenté con la copa de Veuve Clicquot Ponsardin, que si no, seguramente estaría viendo crecer los rabanitos de abajo!”, se persigna el desterrado.
-Bueno, Don Cacho, dejemos los detalles de lado y cuéntenos cuál es la trama secreta de la Justicia Sonámbula- lo apuramos con firmeza, por dos razones de peso: se acaba el casete del grabador, y por estos días hay cortes de luz programados que impiden el funcionamiento de los ascensores. Sin ellos, retornar del Averno sería una ímproba tarea.
-Mire, mocito, yo le voy a referir una historia que me contó el primer ascensorista del hall central, en la época en que había carteles de “Prohibido Escupir el Suelo” y “Habiendo Escalera en el Edificio, la Casa no se Responsabiliza por el Uso de los Ascensores”- relató Cacho.
Resulta que a principios de siglo, cuando los alrededores del Palacio eran aún la vieja estación del Parque de Artillería, y las paredes y cimientos del Colón y los Tribunales crecían a la par de sus presupuestos iniciales y para ello, también los años de ejecución de las obras; se le encargó a una comisión la tarea de encomendar a un famoso escultor extranjero una importante estatua que representara a nuestra Justicia, para que fuera la imagen preponderante en el futuro hall central del Palacio… – sentenció Cacho mientras hacía un gesto ampuloso con dos de sus dedos para mangarnos un cigarrillo. Le dimos un negro francés, se lo encendimos y continuó.
-Hete aquí, me contaba Don Hermenegildo, mi maestro, que estos buenos hombres partieron hacia Europa en viaje de valija diplomática, para hallar un artista que estuviera a la altura de los acontecimientos. Altura que pronto fue hallada, al ser recomendado con presteza un estimado amigo de los amigos- dijo, y agregó…
-Yo no sé si será cierto, pero parece que a un conocido escultor italiano se le adelantaron unos buenos patacones a cuenta de sus futuros servicios, aunque dicen las malas lenguas que no fueron tantos como los que figuraron en las minutas contables que los enviados plenipotenciarios presentaron para la rendición de su viaje (que fue algo así como diez veces más que lo oblado como anticipo). El tema es que los años pasaron, la comisión se disolvió, se volvió crear; volvió a viajar, adelantar, inflar; y así los hechos se sucedieron en dos o tres oportunidades hasta que al fin llegó el día de la “gran – inauguración – gran”, y por supuesto el pescado sin vender-.
-¿Qué quiere decir con lo del pescado sin vender, Cacho?- terció el cronista asombrado.
-¡Que de la bendita estatua, ni noticias!- masculló el mastuerzo mientras se escarbaba concienzudamente una caries con la punta de un cortaplumas Victorinox-.
-¿Cómo que nada?-.
-Nada, nada de nada. Con el paso de los años y los atrasos, el artista crepó. Y visto y considerando que un muerto no declara…-.
-A ver. Déjeme imaginar. ¡Allá fue una nueva comisión a ver qué pasaba en Europa!-.
-¿Pibe, vos sos de la SIDE o de la Escuela Científica Basilio, que adivinás todo?- se rió Cacho, y prosiguió:
-El asunto es que los pingüinos estos tenían pánico que llegara el gran día, y el ministro se enterara de sus trapisondas. Así que fueron al atelier, la viuda los recibió y como exhibieron unos extraños recibos recitando a grito pelado una sarta de sandeces como que le harían un juicio por daños y perjuicios al mismísimo difunto, en mal francés, peor italiano y pésimo inglés, la buena mujer se acobardó ante tanta locura y los dejó pasar.
Los quías revolvieron todo, y encontraron unos bocetitos que más o menos les gustaron, y decidieron regresar a Buenos Aires. Ya en el Hotel Ritz fueron a desayunar antes de subir al barco hacia Sudamérica, con tal mala suerte que un tazón de café hizo bosta los bosquejos, y el único que quedó fue el de la Sonámbula, que seguramente era una ironía del autor o bien del destino. Y ante el hecho consumado de la ausencia de competencia, el día de la inauguración del Palacio de los Tribunales, nuestra Justicia fue Sonámbula- sonrió Cacho tras una boca de alma en pena, desprovista de dientes.
Dudando si la historia era verdadera o falsa, el cronista se alejó cavilando del magno edificio.
Tantos años han pasado desde aquel hecho, y los intrincados misterios palaciegos de nuestra justicia han sido tan herméticos y dignos de la Omertá, que raramente se puedan comprobar los dichos de Cacho.
Lo cierto, es que tal vez aquellos sempiternos y consuetudinarios “funcionarios” fueron una herramienta del destino. Nada más acertado para los tiempos que corren.
La imagen de una Justicia Sonámbula. ¡Será Justicia!
Juan PérezGil -1999/ Juan Rozz -2008
Columnista invitado
Juan Rozz
Historietista, guionista, cuentista, escritor. Columnista en Revista TUHUMOR, edición digital, colaborador en NAC & POP Red Nacional y Popular de Noticias. Autor del libro “Historias de Desaparecidos y Aparecidos”, Acercándonos Ediciones. Creador de “El Caburé Peña de Historietistas” y “El Caburé – Cooperativa Editorial”. Creador, productor radial y columnista de “Gorilas en La Plaza” – EfeEmeUnydos. Colaborador en “Rebrote de la Historieta Argentina”. Colaborador en “Web Guerrillero” – Periódico Digital Internacional. Colaborador en “Museo de la Palabra” – Fundación César Egidio Serrano.