Ayer, cuando no buscaba más que volver lentamente a la vida, la hallé.
Ella flotaba asida a un madero frágil, y tan henchido, que zozobraba desesperadamente con el embate de cada ola.
Había calafateado su magra falúa de náufrago con capas de lujuria y alquitrán de odio, con lana de vidrio de desamor y piedras preciosas de rencor, que por peso propio, lentamente lo habían ido hundiendo hasta dejarla flotar a la deriva en un insignificante trozo de salvación en el que además, ella no creía.
Aún allí, se aferraba a la vida intentando dar unos últimos grititos de auxilio, más desde el alma que de sus labios tensos. Bogaba en su derrotero de botella al mar, fantaseando hallar ese arco iris que le indicara hacia dónde chapotear luego de la temible tormenta.
Hubo un instante en que la cubierta de mi barquichuelo, desgastada por los avatares de su eterno singlar le pareció endeble y poco confiable, con su proa desgajada, y sus velas raídas al viento; más dejó entrar una luz color esperanza que se le filtró entre alma y corazón.
Escuchó, atenta y escéptica, cada una de las palabras de ánimo y cambio; de esperanza y sanación en las que quiso creer solamente por esa voluntad de supervivencia que todos llevamos dentro.
Se arrojó al mar picado una y otra vez, intentando dar brazadas pesadas, llevando viejos salvavidas que al poco de su nado, se humedecían en plomo para hacerlos cada vez más y más pesados.
Y lentamente, luego de hundirse y ser rescatada nuevamente una y otra vez, comenzó a cambiar… odio por comprensión, lucha por calma, cálculo por desprendimiento, rencor por amor, diferencias por abrazos, posesiones por libertad, cadenas por alas.
Y poco a poco desaprendió tanto conocido, abrió su alma al vuelo, y convirtió su chapotear desesperado, en unas pequeñas brazadas de amor.
De amor por su vida y por las estrellas que la cobijaban, de comprensión por quienes compartieron sus días y sus noches, aunque hubieran de partir, para no ser más propios sino ajenos. Y abandonó el desamor mientras pudo.
Y un día, cuando estuvo fuerte y decidida, se zambulló al mar…
Días, meses, años se sucedieron, y hoy, en una playa aún barrida por el viento, la volví a ver.
Ya no temblaba su cuerpecito de gorrión aterido por el frío de la soledad acompañada.
Tampoco sus labios murmuraban casi sin despegarse palabras resecas en desilusión, sino que mostraban una sonrisa radiante y pura. Los ojos le brillaban, el corazón latía con una nueva fuerza, y su amor por la vida había brotado nuevamente.
Perdonó y fue perdonada, abrazó, y fue abrazada, sintió, y fue sentida… y así, envuelta en su nuevo velamen de ilusión, navegaba viento en popa, aún a media vela; danzando entre cabriolas del mar, riendo con toda su hermosa boca abierta; flotando nívea en su aura de paz, levitando a centímetros del suelo al haber vaciado sus bodegas de viejos rencores y lejanos desamores, para llenarlas de vida y esperanza.
Y allí la vislumbro, a lo lejos, pintándole en el horizonte, cada tanto, la lucecita de un faro que la siga iluminando en los momentos de tormenta, para que una y otra vez, su navecita llegue a buen puerto.
Y ella, entre cercana y etérea, entre propia y ajena, sonríe agradecida para intentar, nuevamente, salir a la mar.
Y dejo garabateadas en su corazón, como ayer, como siempre, un puñado de palabras…
¡No flotes a la deriva… navega!
Este faro, siempre estará encendido, aunque la tormenta más temible lo oculte.
Este corazón siempre estará cercano al tuyo, remolcador boreal de tus australes vientos, cálido ecuador de tus temibles árticos, Puerto de Palos de resplandor lejano, para cuando desees anclar el tuyo en una bahía calma, amante y protectora.
¿Y yo?
Seguiré siendo faro, tal vez, con esa soledad de quien sabe debe seguir cumpliendo un destino…
Hoy, 14 de Febrero de 2025
Columnista invitado
Juan Rozz
Historietista, guionista, cuentista, escritor. Columnista en Revista TUHUMOR, edición digital, colaborador en NAC & POP Red Nacional y Popular de Noticias. Autor del libro “Historias de Desaparecidos y Aparecidos”, Acercándonos Ediciones. Creador de “El Caburé Peña de Historietistas” y “El Caburé – Cooperativa Editorial”. Creador, productor radial y columnista de “Gorilas en La Plaza” – EfeEmeUnydos. Colaborador en “Rebrote de la Historieta Argentina”. Colaborador en “Web Guerrillero” – Periódico Digital Internacional. Colaborador en “Museo de la Palabra” – Fundación César Egidio Serrano.


