Las desventuras del Viejo Chito, geronte unineuronal en el sigo XXI.
Chito llegó casi contento a la Facultad de Odontología, en la ciudad de la furia, a las 8,30. Esa mañana venía desde Quilmes, a casi 25 kilómetros al sur de ese sitio.
Se sentía inquieto. No sabía qué nuevo impedimento lo seguiría manteniendo alejado de sus implantes (y de su dentadura), que tramita desde hace un año y medio ante su obra social: PAMI.
Si bien la gestión la había comenzado allá por febrero de 2023, siguiendo cada paso que el sistema le indicaba, y buscando paliar sus necesidades en el PROGRAMA SONRISA MAYOR; ya ese día, el 24 de mayo de 2024, algunas sombras pasadas le nublaban la casi perdida esperanza de un final feliz, pues un mes y medio antes, citado de “urgencia” para “terminar de una vez” con el tratamiento, al arribar a la atención se había encontrado que en lugar de haber llegado los implantes en cuestión para servir de apoyo a la prótesis ad-hoc que cubriría sus despobladas encías (libres de todo resto de dentición, raíces y/o afines para la intervención, desde hacía casi 6 meses, cuando le efectuaran las extracciones pertinentes) la “chica de Pami” del servicio de la facu le decía: “Llegó tu perno y corona, así que hoy adelantamos…”.
El Viejo Chito, extrañado, le citó casi socarronamente: “¡qué bueno! Más no se qué pieza dental se pretende salvar con mi perno y corona, cuando no poseo ninguna desde hace meses, y estoy a la espera de los implantes para servir de base a mi dentadura postiza.” La extrañada joven, de nombre Ayelén se fue, preguntó, volvió, y con una sonrisa amplísima le dijo: “¡Ayyy… ¿vos sabés que hay otro paciente con un apellido igual al tuyo, y hubo una confusión…?”.
Difícil, pensó Chito. No soy un García o un López, más aptos para la confusión, y tengo un número de DNI y otro de afiliado al PAMI únicos e irrepetibles, que me son solicitados en cada prestación, y como si esto fuera poco, los Rozuadonsquey en todo el mundo no somos más de una veintena, y casualmente, muy pocos vivimos en Buenos Aires, no más de 5, incluido mi hermano, mi hija y mis dos sobrinos…
La atención de “intervención quirúrgica” pasó entonces a probar los postizos realizados en dos sesiones anteriores, que según la odontóloga “le quedaban divinos”, y donde hasta sacó fotos de los mismos con su permiso, aunque a Chito le molestaban un poco, y solo apoyaban de un lado de su boca, asomando por entre sus labios en una hermosa expresión bugs-bannyesca… tema que mencionó sutilmente, para ser contradicho por la dentista, quien le citó: “Ahhh… eso es porque los labios están contraídos por tanto tiempo sin dentadura, después se van a habituar y quedarán en posición… y el tema del apoyo parejo, después se regula. Bueno, le doy el ok para que se la terminen… pida un turno de nuevo y la próxima ya estarán”…”.
¿Y mis implantes?– preguntó Chito por milésima vez. “Ahhh… no sé… ¿usted hizo el trámite?… ¿tiene encías para un implante?…”.
-Sí, desde el primer día que me transfirieron desde Pami a este servicio, casualmente, para colocarme una dentadura sobre implantes-.
-Ah, bueno. Pregúntele a las chicas de administración– de Pami.
Allá había ido Chito a pedir un nuevo turno, que le fue otorgado para un mes y medio más tarde, con una sonriente Ayelén administrativa tras un vidrio blindado que le decía: ¡Qué bien te quedó la dentadura, en la próxima ya la vas a tener terminada!
-Pues por terminada que esté, no sé donde la apoyarán, ya que aún no aparecen mis implantes, y si como hoy no me avisan que la visita tendrá por medio una intervención quirúrgica, no la podrán realizar ese día, dado que diez días antes debo dejar de tomar mi medicación de “anticoagulado” por temas cardíacos.
-Tus implantes están pedidos– contestó sacudiendo un formulario “nuevísimo”, detrás del vidrio blindado con parlantes externos, todo recientemente instalado en lugar de la corrediza ventanilla que alguna vez, amablemente, le cerraron en la cara al creer que el intercambio de opiniones ya no daba para más, una vez dictaminado unilateralmente por las jóvenes administrativas, habiendo hoy blindex y micrófonos-parlantes que protegen a las amables empleadas de los salvajes pacientes que suelen acudir al servicio.
– Pero ya te dijimos que tardan bastante tiempo- le contestó Ayelén.
– ¿Más de seis meses?… ¡Vaya! ¿No será hasta que muera de viejo, o en su defecto lo que suceda primero?
-Bueno, en todo caso llamame diez días antes del 24 de mayo (era el 12 de abril), para ver si están los implantes, y si no te damos otro turno…-.
En medio de esos cuarenta días, Chito había pasado por la auditoría odontológica de su UGL de Pami, donde los auditores tomando nota de sus dudas y avatares (meses atrás había tenido una discusión con un personal de “seguridad” de la puerta de la facultad, quienes varían su “permiso de ingreso” o exigencias según su humor, la hora, o los “requisitos no explícitos” para sortear los molinetes ad-hoc de un edificio público con un supuesto “control individual”).
La gestión tuvo éxito. Los auditores se comunicaron con el personal de Pami – Odonto, quienes aseguraron que los insumos estaban pedidos pero “tardaban”. -¿Seis meses?- le hubo consultado el auditor. Y si, pues están “demorando” bastante. A lo cual la “administrativa” hubo de agregar (off the récord) que “para la próxima seguro estarán.”
Chito se había comprometido con el auditor a acudir a su próxima cita, salvando una vez más que su poca paciencia estaba al borde del colapso final, y sus dudas de que le presentaran una prótesis completa plástica removible que nunca solicitó citando “es lo que Pami le autorizó” – y desde el primer momento había aclarado que no quería ni le servirían- en lugar de los remanidos implantes, eran cada vez más fundadas.
Y allá estaba el Viejo Chito, al pie de la escalera de la segunda entrada de la facultad, frente a un molinete roto, una banda “de contención” móvil, y otro molinete inerte, y dos chicas jóvenes que discutían con el empleado de seguridad sobre el “lugar por donde debían ingresar” porque “¿no ves que el molinete está roto?”.
La discusión, a dos metros uno de las otras, se sucedía impertérrita, por lo que Chito avanzó acercándose a “la banda de contención móvil”, preguntando a viva voz: “Señor, tengo un turno… ¿puedo pasar”? para que el empleado involucrado le respondiera “¿no ve que estoy hablando… tanto apuro tiene?”.
– Sí, hace un rato que discute con las señoritas, señor… y yo tengo un turno ya… ¿puedo pasar?
El individuo le abrió la valla, mientras le decía nuevamente: ¿A dónde va, tanto apuro tiene? – Pami, sexto piso… -¡Bueno, cuánto apuro… ¿no puede esperar?…- contestaba el “seguridad” mientras Chito, franqueado el paso, iba rumbo a los ascensores.
Acto seguido, Chito esperaba el ascensor a 10 metros del “ingreso” cuando una voz desde lejos gritaba: ¡Señor, señor… venga! – como llamando a su perro extraviado. Como no se consideraba perro, hizo caso omiso a siquiera mirar, y un instante después, el seguridad ad –hoc, junto a otro más joven, que supuestamente oficiaba de “jefe” le espetaban: ¡Señor adonde va! –Pami, sexto piso, le dije…- respondió Chito. -¡Yo tengo una lista de personas autorizadas a ingresar… no me mostró el comprobante, tengo que controlar!- adujo el individuo, refiriéndose a un “protocolo” tal vez novísimo, o imaginario, y blandiendo una hoja.
Chito sacó el comprobante de su bolsillo, exhibiéndolo en alto a 30 centímetros de la mirada del seguridad, mientras su acompañante le decía algo así como que tenía que esperar a que “lo corroboraran con la lista”… trámite que por lo general y a usos y costumbres es inexistente, al menos desde un año antes; para luego producirse la consabida discusión de: “Acompáñenos”- No tengo por qué – ¡Usted me faltó el respeto – usted me grita, acompáñeme!-, supuesta discusión a la que Chito dio fin diciendo a viva voz: “es mi tono para hablar, y no tengo por qué acompañarlos a ningún lado, ni tampoco hablar más con ustedes…”, dando por terminada unilateralmente la discusión, para a su turno, mientras hacía la fila, un minuto más tarde subir al ascensor.
Al descender en el sexto piso, el Viejo Chito vio por el rabillo del ojo que por las escaleras ingresaba presto y a la carrera quien parecía el “encargado de seguridad” de antes, para entrar al servicio ad-hoc de Pami-UBA, supuestamente a “dar su parte” de lo acontecido.
Eran más de las 08,30, y aún la atención al público no había comenzado, demorándose luego unos diez minutos más, momento en que una voz femenina citó por los parlantes, al otro lado de un blindex: “los que tienen turno 08,30… “
Chito se incorporó lentamente, y se acercó en segundo lugar, mientras una dama sentada le espetó: “la cola somos nosotros”, para luego incorporarse junto a otras dos, tras la primera… pero al llegar a ser atendidas, ninguna tenía “turno para 08,30”.
Otro simpático jubilado quedó delante de Chito, y al llegar frente al blìndex fue recibido amablemente por la administrativa en cuestión, de nombre Adriana, quien sonriente le espetó: “Sergio, tenés turno, pero para atenderte vas a tener que bajar a la entrada y pedirle disculpas a los chicos de seguridad…” – Te equivocás, yo esta vez no hice nada, ni discutí con nadie, será otro…-. -No, me dijeron que fuiste vos, están las cámaras…- en ese momento la empleada de Pami mira a Chito y dice: -Ah, no, no, está bien… pasá…-.
Advertido Chito por la sagacidad de Adriana para identificar al “rebelde insolente de la puerta de abajo”, y mientras ésta hacía tiempo a lo Bilardo para atender al próximo en la cola -o sea él-, se producía el siguiente diálogo que ante los acontecimientos, ni corto ni perezoso, procedió a grabar:
Audio tomado en PAMI
Voces que se escuchan
Voz Hombre 1: Sergio, paciente acusado en primer término
Voz Mujer 1: Adriana, administrativa Pami, negacionista de la primera hora del servicio de implantes, quien citó varias veces, por meses, que “es muy difícil y lleva mucho tiempo”
Voz Mujer 2: que pregunta, colada
Voz Hombre 2: Chito
Voz de mujer 3: Caro, odontóloga del Servicio UBA que atiende a Chito. Según comentarios de un concurrente ya odontólogo, una “referente” de consulta sin ser jefa del servicio. En algún comentario deslizó ser simpatizante – militante de PRO.
Chito, mordiendo su rabia, procedió a retirarse del magno edificio. Al arribar a la “salida” acotada para “visitas”, el molinete correspondiente no funcionaba, y a su lado el “seguridad” bloqueaba la cinta. Al rebotar en el molinete trabado Chito preguntó: ¿por dónde salgo, o está bloqueada la salida? -Por acá-, dijo el hombre en voz baja, corriendo nuevamente el listón, y mirando al suelo mientras lo hacía.
Viejo Chito, con cierta indignación de persona ultrajada, desandó los veintipico de kilómetros hasta la UGL de Pami Quilmes que le corresponde, donde fue prestamente atendido por la auditoría, que tomando cartas en el asunto, de inmediato lo hubo de derivar a otro servicio con urgencia, quedando pendientes las denuncias en caso de corresponder.
Terminados los trámites de un turno para el nuevo prestador a las 15,30 (que por razones “administrativas” del mismo le fue dado para el 3 de julio, poco más de un mes más tarde) luego de haber salido de su casa a las 06,30 y transcurrir los avatares del día, el Viejo Chito nuevamente montó en Acquilante, su fiel biciclo, para asistir a conversar con su abogado y amigo, defensor popular, en la zona del Congreso de la Nación, sobre los pasos legales a seguir para que al menos, otra vez, los involucrados en primer término desistan de su actitud de mantenerse impolutos. Consideran que pueden actuar como “LOS SUPREMOS” que suben o bajan el pulgar a tanto jubilado que ve mancillados sus derechos, y asimismo su dignidad con actitudes de este tipo… rezándole a Dios, Aláh, Jehová y hasta a las “fuerzas del cielo”, que luego de su próxima “panorámica de maxilares” el nuevo odontólogo no le diga que lamentablemente, en los últimos 9 meses desde la extracción de las piezas restantes para hacer los dichosos implantes, las encías se han retraído tanto como para no admitirlos sin una cirugía de maxilares… y así comenzar una nueva etapa administrativo judicial de esta tragicómica aventura odontológica…
Continuará…
Columnista invitado
Juan Rozz
(Juan Rozuadonsquey mi nombre real, más prefiero solo el “alias”. Seudónimo que le dicen.) Historietista, guionista, cuentista, escritor. Columnista en Revista TUHUMOR, edición digital, colaborador en NAC & POP Red Nacional y Popular de Noticias. Autor del libro “Historias de Desaparecidos y Aparecidos”, Acercándonos Ediciones. Creador de “El Caburé Peña de Historietistas” y “El Caburé – Cooperativa Editorial”. Creador, productor radial y columnista de “Gorilas en La Plaza” – EfeEmeUnydos. Colaborador en “Rebrote de la Historieta Argentina”. Colaborador en “Web Guerrillero” – Periódico Digital Internacional. Colaborador en “Museo de la Palabra” – Fundación César Egidio Serrano.
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