Relatos desde el
Camino de Santiago
Todos los tiempos, el tiempo.
Queridos amigos de las aventuras (¡sobre todo de las ajenas! jajaja).
Esta mañana pasé por un pueblo que se llama Manjarín. Es de piedra, y está abandonado, sin embargo existe ahí una casita donde una comunidad de supuestos templarios asiste a los peregrinos. Y se repite el esquema: te acercás y hay una mesa con termos de café, leche y agua, saquitos de te y galletas. Cualquiera puede tomar lo que quiera y cuanto quiera. Si uno desea puede charlar con los templarios (que me parecieron bastante new age, pero simpáticos, sin duda), que viven ahí y se dedican exclusivamente a asistir a los viajeros.
Y también recuerdo bien otra mesa de oferta de comida, en una parroquia en un pueblo navarro. Lo atractivo es que aquella estaba mucho mejor puesta. Era como una mesa de cumpleaños, para el que quisiera acercarse al pasar. Había un cartel de invitación, te sentabas y salía el cura con termos para ofrecerte algo caliente e invitarte a servirte cualquier cosa de los platos. Una versión cristiana de la delirante fiesta de no-cumpleaños del Sombrerero Loco de Alicia en el País de las Maravillas.
Y todo esto que parece tan poco (una taza de bebida caliente, un vaso de jugo, una galleta o trozo de torta), mientras vas caminando muerto de calor o frío, o cansancio, es algo realmente maravilloso. He revalorizado mucho con el camino los conceptos de RESTAURANTE (el sitio donde te restaurás) y HOSPITAL (allí donde sos un huesped, con todo lo que eso significa).
En fin, se me ocurre mucho para contar, pero tengo que ducharme e irme a dormir, para seguir caminando mañana. Hoy el día fue largo (36 km), y tuve mucha lluvia que entorpeció un poco el paso.
Los pueblos de esta región han vuelto a ser hermosos, igual que aquellos de los pirineos. Las casas tienen paredes de piedra y techos de pizarra. En cada pueblo cambia el color de puertas y ventanas: en algunos verdes, en otros marrones, o incluso cobalto. La vegetación ha vuelto a ser rica, y con la lluvia el suelo va oliendo a diversas plantas, o a resina en los bosques. Hay muchísimos pájaros, con cantos distintos, pero todos negros y con plumaje denso y brillante, de tornasoles azules. También hay infinidad de flores, de todos los colores imaginables (incluso aquellos que jamás vistió Salomón…).
Los dejo hasta la próxima. Gracias a todos por sus respuestas, me alegra mucho que puedan disfrutar tanto con mis relatos, y me alegra más que gracias a ellos ya haya quien poco a poco planea su primer camino a Compostela.
Besos y abrazos!
Ramiro
Ramiro Albino
Músico, periodista y especialista en comunicación visual. Desarrolla una extensa labor de estudio y difusión de la música preclásica, con especial interés en el repertorio colonial americano, a través de su actividad artística y pedagógica que lo ha llevado por toda la Argentina y numerosos países de Europa y América. De manera paralela se dedica a la docencia y a la investigación, y colabora con importantes medios de Buenos Aires. En Instagram y Twitter: @ramiroalbino