A veces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta aquello que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas.
Cuando la vida se comporta de ese modo, se nos ensucian los ojos con los que vemos. Es decir, los verdaderos ojos. A nuestro lado, pasan papeles escritos con una letra que creemos reconocer.
El cielo se mueve más rápido que las horas. Y lo peor es que nadie sabe si, alguna vez, regresará la calma.
Liliana Bodoc
Amigos por el Viento
De vez en cuando la vida
Toma conmigo café
Y esta tan bonita que da gusto verla
Se suelta el pelo y me invita
A salir con ella a escena
Joan Manuel Serrat
Cada loco con su tema
¿Quién ha dicho que sea fácil? Me refiero a hacerse cargo de la contingencia -aquello que puede ser o no ser-; tomar conciencia de ella y sus consecuencias sobre nuestras vidas; sobre la sociedad toda. Hasta se ha construido toda una corriente académica que trata esta cuestión: la prospectiva; un intento de diagnosticar el futuro asignando arbitrariamente causas en el presente.
Navegamos entre escenarios como el que describe Liliana Bodoc -a veces se pone mal- y otros como el que describe el Nano -a veces se pone bien-; entre ambos construimos aquello que llamamos normalidad -que no es igual para todos-.
Lo objetivamente verificable es que después de estos eventos contingentes la “normalidad”, cualquiera que sea, no vuelve a ser igual. La evolución se resiste a ser domesticada como quisiéramos.
Nuestro tiempo biológico nos impone una casi nula tolerancia a la incertidumbre que supone un futuro incierto. Estamos obligados por la diosa natura a buscar horizontes previsibles para satisfacer necesidades esenciales y ahí se nos complica la cosa porque esos horizontes se construyen en base a información acerca de la cual, la mayor parte de las veces, no podemos comprobar su veracidad. La evidencia como condición de verdad para todas las cosas, nos queda lejos de la experiencia cotidiana en la mayor parte de los casos.
Las opiniones sobre la vacuna para el Covid-19, el aborto, el fracking, el medio ambiente, la política, el valor del dólar, etc., etc., etc.; hasta el clima, dependen de lo que nos dice “un amigo que sabe” o los medios masivos de comunicación que se leen sin filtro.
En síntesis, la aparición de las contingencias afecta directamente nuestra consideración sobre los eventos de la vida y nos cambia el horizonte futuro, entre ellos los sociales y entre estos los políticos.
El jueves de la semana que comienza se cumplirá un año de la asunción de Alberto Fernández y Cristina Fernández a la presidencia y vice presidencia del país, respectivamente. Antes, en mayo de 2019, con el anuncio de Cristina de la designación de Alberto como candidato, se presentaba el hecho contingente que cambiaría el eje de la política en la Argentina para estos tiempos. La pandemia, desde diciembre de ese mismo año está cambiando al mundo entero.
Como se ve, lo que está al alcance de nuestra mano es la construcción de un limitado estado de cosas que debemos acomodar de tanto en tanto cuando la contingencia llama a nuestra puerta. Cuestión que no es un dato menor porque ese es el momento que señala donde empieza nuestro ámbito de soberanía. La evolución, los dioses, la suerte, como cada uno de nosotros quiera definir. Quizás todos ellos juntos nos dan libertad en ese interregno. De modo que de vez en cuando, consciente o inconscientemente podemos influir sobre el futuro.
Quiero precisar lo anterior -me doy cuenta que tiene un tufillo a relativismo que no se ajusta del todo al planteo que quiero expresar- . El relativismo que genera la complejidad inconmensurable de los fenómenos sociales tiene su límite cuando, “de vez en cuando”, tomo la decisión de participar activamente en ellos y la voluntad pasa a ser el eje movilizador de la realidad.
Política y pandemia definieron el inicio de una “nueva normalidad a pergeñar”, no es posible abordarla con la manera de pensar que traíamos de experiencias anteriores. La mayor parte de lo que fue exitoso antes seguramente no servirá hoy.
El 10 de diciembre Alberto y Cristina cumplen un año en el gobierno nacional y la pandemia también cumple un año desde que en diciembre de 2019 nos enteramos que existe en China una ciudad llamada Wuhan. La sociedad global y la nacional en particular ya no serán lo mismo.
Teléfono para el sistema político y la militancia, tanto nacional como provincial que salvo excepciones no pareciera percatarse de esta cuestión.
Columnista invitado
Norberto Rossell
Para muchos de los ’70 la política -y el amor- nos insumió más tiempo que el estudio sistemático: dos años de Agronomía, un año de Economía, un año de Sociología. Desde hace años abocado -por mi cuenta- al estudio de la Teoría de Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. Empleado Público, colectivero, maestro rural, dirigente sindical, gerente en el área comercial en una multinacional, capacitador laboral en organización y ventas. A la fecha dirigente Cooperativo y Mutual. Desde siempre militante político del Movimiento Nacional y Popular.