Historias canadienses con raíces argentinas
Lo narrado son fantasías que sucedieron.
Se trata de pinceladas incompletas -pero no falsas- de algo que imaginé.
Cualquier parecido con la realidad podría ser el sueño de otros, reflejado en el mío.
Hace veinte años atrás, para fines de abril, el sol ya calentaba, o al menos mi piel celebraba el calor y ansiaba dejar atrás el primer invierno. Tenia la sensación que el sol iluminaba con más intensidad. Había chamba para todos, estaba haciendo radio, hablaba y todos me entendían. Me sobraban subjetividades para sentirme bien.
Hasta que vibró el pequeño Nokia que había comprado para el aviso en el diario y que aun tengo, bueno… al menos el número es el mismo.
Aquella tarde de fines de abril el editor llamó a mi mobile en vez de usar la línea fija de la radio. Era una conversación privada. Si puede, venga para mi oficina antes de la hora del lunch, dijo escuetamente.
Obviamente que pude ir. Me intrigaba el motivo que, como siempre, no anticipó. En la ultima semana habíamos lidiado con la gente de la empresa de teléfonos, primero esperando el equipo que habíamos comprado. Luego el tema de la conexión “punto a punto”, creo que en Mendoza la llamaban punto fijo.
Durante mi trabajo en Radio Nihuil, cada vez que había que hacer una transmisión deportiva fuera de la provincia, era necesario contratar un punto fijo con la empresa telefónica local para hacer la transmisión. En aquella época era la forma más segura de garantizar calidad de sonido permanente entre el estudio central de la radio y el equipo de exteriores. El trámite que alguna vez me tocó hacer incluía llamar a la oficina de la empresa de teléfonos en la ciudad cercana al estadio donde se jugaría el partido y pedir un punto fijo para la Radio Nihuil. En algunas ciudades nos reconocían, pero en otras había que dar detalles. Después venía el tiempo de arrodillarse a rezar para que todo estuviera en su lugar en el momento indicado.
Con la misma idea en la cabeza es que algunos pensamos que podríamos transmitir los partidos de fútbol del mundial que se jugó en 1994 en Estados Unidos de Norteamérica. Fracasamos con todo éxito, por muchas razones, entre las cuales podría citar los derechos de autor; la enfermera, que no lo era en realidad, llevándose del brazo a un famoso jugador y la imposibilidad de las telefónicas. Técnicamente posible, si, pero que por razones de seguridad implicaban un trámite muy complicado.
Sin embargo, en esa oportunidad contratamos un servicio por el cual los periodistas que viajaron a las distintas ciudades sedes del Mundial de Fútbol ’94 podían llamar a un número local dentro de Estados Unidos. En el acto yo recibía un mensaje en un pequeño dispositivo electrónico satelital, que llevaba siempre en mi cintura. Alertado del requerimiento, llamaba al número de un mobile. Por obra y gracia de la tecnología, en la radio de Mendoza se escuchaban los pormenores del fallido torneo en la voz de los periodistas locales y en tiempo real.
Aquella experiencia fue una muestra del desparejo avance de la tecnología y las regulaciones de uso entre el norte y el sur. Recién pude evaluar esa brecha cuando tuve que lidiar con los mismos problemas y distintas soluciones en mis aventuras radiales canadienses.
¡Qué difícil fue conseguir el benemérito punto fijo para que Correo Radio del Sol saliera el aire de Toronto! Técnicamente se trataba de conectar dos estudios de radio. El que habíamos montado nosotros con el de la estación de radio. En esa emisora habíamos comprado el espacio de todos los mediodías para la emisión en español. Caro y complicado el trámite, con visitas varias de los técnicos que debían verificar algo, que nunca supe bien qué era. El editor tranquilizó mis ansiedades dándome a entender que la responsabilidad de la telefónica por lo que se pudiera decir en el aire de la radio, podría dejarlos implicados legalmente. Me dijo que era por una cuestión de “liability” palabra inglesa que significa que alguien es legalmente responsable por algo. Era la primera vez que asomaba ese concepto en el entendimiento de la vida cotidiana de Canadá. La ley determina derechos y responsabilidades. Si esto no se cumple hay alguien que es legalmente responsable. El juez en el momento de bajar el mazo puede decidir cárcel o multa, o ambas penas. Y suele ser oneroso.
Ese concepto en nuestra cultura no existe. Deviene de la época de la colonia, de cuando el rey mandaba una orden y en las colonias se decía “se acata, pero no se cumple”, desvirtuando el origen administrativo del término del derecho castellano medieval generando un, como diría mi madre “¡viva la pepa!”. Pero eso es otra historia.
Estaba técnicamente todo listo y esto era lo que reclamaba el editor, si está todo en condiciones, si está todo Ok, ¿cómo es que no salimos al aire? Y ahí se puso firme, la radio debía estar al aire el primero de mayo. ¿Que puedo haber dicho yo?
Pero no, ¡el primero de mayo es el día del trabajador! Respondí con cierta intensidad.
El editor se revolvió en la silla, miro fijamente un papel inexistente en el centro de su escritorio y con una voz que salía del fondo de sus convicciones democráticas y libertarias me dijo: “en Canadá celebramos el trabajo el primer lunes de septiembre”.
Ni se me ocurrió hablar de las tradiciones de los trabajadores de América Latina, nuestro público en Toronto. Ellos debían palpar el rumor del barrio para sentir que la radio estaba más cerca de cada uno. En fin, todos los argumentos que daban sustento al trabajo dentro del Diario y la Radio, que aun no se escuchaba en la ciudad.
Salí callado de esa oficina luminosa y me fui caminando por el barrio industrial que separaba la radio de la oficina central. La fallida excusa me devolvía al casillero número uno. Tenía que resolver un problema no menor: habíamos elegido a un periodista locutor, que decidió irse a Miami. Lo reemplazamos sin dificultad con un periodista amigo del director del diario. Pero la voz femenina terminó desertando también antes que el barco zarpara. En ese momento no supimos bien porqué.
Para demostrar que las casualidades no existen, ese fin de semana sonó el teléfono en nuestra casa. Del otro lado una voz de mujer con un acento, que me trajo recuerdos de un viaje a Centroamérica, venía a presentarse. Resultó ser muy amiga de quien había sido mi cicerone en Honduras. Acababan de llegar, ella y su familia. Sin conocer a nadie, el único contacto era el teléfono de un periodista argentino que estaba radicado en Toronto. Ella buscaba un punto de unión con su profesión de toda la vida. Había sido la responsable de comunicación institucional en la cancillería de Honduras siendo su ultima ocupación la dirección de un diario en Tegucigalpa.
Un domingo de abril, hace veinte años atrás, por la tarde fue la primera vez que nos juntamos dos parejas de inmigrantes, de distintos países, pero con las mismas ganas e incertidumbres, tres periodistas y el ingeniero eléctrico siempre sumido en su extrema inteligencia matemática.
Le propuse a ella que se sumara al equipo de locutores periodistas.
Entre todos los que hacíamos la radio diseñamos un formato basado en una recorrida por los títulos de los principales diarios de Latinoamérica. La inclusión de esta voz femenina fue un acierto por muchas razones, por su claridad y por la posibilidad de dar sentido y profundidad a los acontecimientos locales dentro de un entendimiento que sumara la historia, la geografía, la economía y los vaivenes políticos locales sometidos a presiones de toda naturaleza.
A las once de la mañana del primero de mayo de 2001 se escuchó: “En el aire Correo Radio del Sol”. La Voz de las voces contemporáneas de la radio de Mendoza llegaba a mas de un millón de Latino Hipanos en Toronto. Tomé el micrófono, mencioné algo nada original sobre lo que haríamos, presenté a los que serían voces familiares en el aire del sur de Ontario por el resto del año. Hice una seña al técnico operador y sonaron los acordes de la marcha La Internacional; dije algo sobre el día de los trabajadores que debíamos honrar trabajando, sin olvidar lo que somos y de donde venimos. Y siguió un poco más de los acordes de lo que se considera el himno oficial de los trabajadores del mundo entero y de la mayoría de los partidos socialistas y comunistas, y seguramente el de muchas organizaciones anarquistas. Mientras dejaba el estudio, un tardío rayo de conciencia pasó por mi cabeza y recordé la palabra “liability” ¿…que significaba?
Con todo y esto pudimos comenzar las emisiones al aire de lunes a viernes.
Toronto 7 de mayo 2021
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.