Historias canadienses con raíces argentinas
Lo narrado son fantasías que sucedieron.
Se trata de pinceladas incompletas -pero no falsas- de algo que imaginé.
Cualquier parecido con la realidad podría ser el sueño de otros, reflejado en el mío.
Hace 20 años atrás mientras hacía el primer programa de radio en Toronto, recibí la visita de un joven argentino a quien había conocido por una lista de mail. En aquella época, cuando era incipiente el sistema de mensajes en el internet, el único era ICQ.
En todo el mundo aún las personas estaban atadas a la comunicación tipo carta, remedando el viejo sobre de papel con la estampilla que dejábamos caer en un buzón. Luego a sentarse en el zaguán esperando que nos llegue la respuesta con el clásico reparto postal. Semanas y a veces meses después recibíamos un sobre ajado con las noticias ansiadas.
El correo electrónico fue el sustituto ideal de aquel sobre de papel, que se acoplaba muy bien con la tecnología emergente. Incluso ha mantenido la imagen perpetuando el sobre como portador de novedades.
En ese ámbito moderno surgieron las listas de mail a mediados de la década del ’90. Ser parte de la lista era pertenecer a un grupo cerrado, con acceso restringido y controlado por personas que administraban el sistema. Estos eran grupos de afinidad y los había de todo tipo. Logré ingresar a uno que se llamaba “Argentina Café”. Durante muchos años compartí mi vida cotidiana con parte de la diáspora de Argentina, algunas personas participantes las conocí después, aquí y allá.
Una mañana el gerente del diario se acerca a los estudios de la radio y me presenta a un joven vestido formalmente, que portaba una valija de ejecutivo, pero de aluminio. Similar a las cajas que usan los músicos y los sonidistas de espectáculos para llevar sus herramientas. La asociación en mi cabeza dio en el clavo. El tipo venia a promocionar una banda de músicos argentinos que visitaban Toronto.
Cuando me dijo el nombre, supe quién era y cuál era su historia. Lo había conocido aun antes de llegar a Canadá por la lista de correos electrónicos.
Conversamos un poco durante el programa en lo que fue el comienzo de una relación que duró mientras pudo vivir en este país. Escondido detrás de un nombre de fantasía, pudo evadir los pedidos de salida del país que las autoridades de inmigración habían librado contra él. Como una de sus actividades fue traer espectáculos latino hispanos a Toronto, sus visitas a las radios en las que he trabajado, fueron constantes. Muchas veces me dejaba de regalo una entrada o dos. Casi siempre terminaban siendo sorteadas entre la audiencia.
Eso de entregar dos entradas a cambio de publicidad gratuita es una vieja practica de quienes promocionaban espectáculos. Con muy poco desembolso se logra una gran promoción del evento. ¡Qué difícil que fue hacer entender este concepto a quienes empujaban para promocionar a sus artistas! Cuando se les pedía que colaboren con el costo de sostener una radio siempre encontraban excusas a la mano. Lo había aprendido en Radio Nihuil de Mendoza, donde tuvimos que balancear entre tener en la radio a quienes presentarían en la ciudad su arte sobre un escenario y el hecho concreto que no pactaban publicidad, que es al fin la única fuente de recursos de los medios. O al menos lo ha sido en teoría, pero no nos alejemos hacia arenas movedizas, al menos no ahora. Gracias a esas visitas he conocido a decenas de personas famosas de Argentina y también de otros países.
Creo que el primero fue un cantante que llegó a los estudios de Radio Nihuil de la mano de una periodista amiga de ambos. No lo conocía por su nombre, aunque si como integrante del Trío San Javier.
Mi trabajo como productor era hacer una buena ficha que sirviera como guía a quien haría la entrevista. Era un papelón preguntar al artista: y vos, ¿quién sos? Se supone que todas las personas deben saber que, por ejemplo, es la voz de la canción en la telenovela de moda. Cuando dejó de pertenecer al Trío San Javier, el Paz Martinez perdió parte de su identidad. -Nadie nace sabiendo- me dijo el cantante con toda naturalidad. Luego conversamos media hora antes de acceder al micrófono, sobre lo que había hecho desde sus comienzos en Tucumán. Esa casualidad me permitió compartir mi asombro de niño ante los lapachos en flor en la avenida Mate de Luna en la ciudad en la que nació. Gracias a su calidad humana pude hacer una buena ficha para quienes harían la entrevista.
Cuando me tocó a mi hacer una entrevista supe que las personas entrevistadas tienen un discurso ya preparado que les permite responder automáticamente y cumplir con la promoción. Llevan un caset puesto, decíamos. Es aquí donde la habilidad de quienes llevan adelante la entrevista marca la diferencia. Cuando se pregunta sin invadir la intimidad se logra aflojar las tensiones y la persona responde. Es un arte no siempre valorado que cuando se hace en equipo, da sus mejores resultados.
La complicidad de Cacho Cortez con Carlos Marcelo Sicilia es un buen ejemplo. Por otro lado, cada vez que una mujer pudo hacer valer su profesionalismo en un mundo de hombres, los resultados brillaron, en cualquiera de los ámbitos que se les permitiera actuar. Hasta no hace mucho a la mujer en la radio se la relegaba a la moda, la cocina, la crianza de los niños o la cosmética. Esta exclusión de lo diverso nos priva de otras miradas, que tienen otros intereses, otros objetivos y que, en todo caso, amplían una pobre concepción única de la realidad.
Para un recién llegado a Toronto, que está descubriendo el universo que le rodea, gracias a esas visitas fue que pude conocer aspectos ocultos de la ciudad. Ocultos para mí que no soy un “bolichero” o amante de la vida nocturna.
El visitante del maletín de aluminio fue quien primero me contó acerca de lo que aquí se llama “Entertainment Industry”. En Toronto es una lucrativa actividad que se desarrolla en cuanto escenario disponible haya, y si no lo hay se lo construye. Además de contar con un sector en el centro de la ciudad que en las noches bulle de actividad.
Él venía a promover una actividad en “Ontario Place”, así fue que pude conocer un centro de entretenimiento ubicado en tres islas cerca de la costa del Lago Ontario, justo frente al centro de exposiciones conocido como “Exhibition Place” muy cerca del centro de la ciudad.
Cuando fuimos por primera vez se notaba que ese parque temático se había quedado en el tiempo, una década después cerró y aún el gobierno provincial no encuentra como reactivarlo. Lo que sigue funcionando es la primera esfera de cine: IMAX, que cada tanto exhibe películas en una experiencia con pantalla envolvente. También el escenario de un anfiteatro a medias cubierto, con una capacidad de hasta 20.000 personas. Otra de las atracciones es un parque para disfrutar de la naturaleza y un camino trazado que permite caminatas por las islas.
Con nuestra mirada de gente de afuera, cuando llegamos aquel domingo de verano de 2001, cruzamos el puente por la avenida costanera. Justo en la parte en la que se hace el circuito para las carreras de la categoría “Indy” conocido como el Gran Premio de Toronto que ensordece con su ruido atronador a toda la ciudad. Como dijo el poeta “ha de haber gente pa’ todo”, las carreras de autos no son la excepción.
Desde arriba del puente peatonal miramos la carretera con tráfico normal y en el frente las instalaciones del Ontario Place. El parque de diversiones era un pálido reflejo de los inmensos parques temáticos que hay ahora, incluso cerca de la ciudad. En todo caso aquella visita fue totalmente accesible y amplió nuestro horizonte de paseos de fin de semana.
Desde la orilla donde está el parque con su naturaleza ofreciendo el esplendor del verano se puede ver otra sección de las Islas de Toronto. Allí está el aeropuerto “Toronto City Centre Billy Bishop”. Es una terminal aérea regional utilizada por la aviación civil, las ambulancias aéreas y las aerolíneas regionales, pero sólo las que utilizan aviones turbohélice.
Hay otra gran parte de lo que llamamos islas de Toronto, que en realidad es una península. Ese fue otro de los paseos accesibles y plenos de sorpresas que conocimos en el verano de hace 20 años, pero como decía la tele en la miniserie de la década del ’60, “eso pequeño Adams, es otra historia”.
Toronto 13 de agosto 2021.
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.