Historias canadienses con raíces argentinas
Lo narrado son fantasías que sucedieron.
Se trata de pinceladas incompletas -pero no falsas- de algo que imaginé.
Cualquier parecido con la realidad podría ser el sueño de otros, reflejado en el mío.
Después de los disfraces de Halloween tuve la sensación de que llegaba la calma en este país. Por estos lados la locura por vender arrastra todas las billeteras, carteras y lo que es peor, las tarjetas de crédito que vendría a ser una muerte económica por adelantado. Todo método de pago es sumergido en la felicidad efímera del consumo. Cuando llegamos hace 20 años contábamos las monedas. Once meses después habíamos ahorrado para tener un pequeño auto blanco y al mudarnos compramos un televisor. Fue el reemplazo del viejo artefacto que nos prestó el dueño del primer flat que alquilamos. Mantener la misma conducta de consumo requiere mucho más que habilidad y convicciones. Cada ocasión es buena para que los escaparates se abarroten de ofertas. Incluso la misma palabra sugiere que lo que se nos ofrece es una oportunidad única, que no se puede desaprovechar.
En esto los medios de comunicación bailan al son de la misma música. A veces de forma alarmante. Otras veces movidos por lo que hacen todos. Este fue el argumento que utilizó nuestro operador de sonido en Correo Radio del Sol. Un DJ de vasta experiencia, que había trabajado en diversas radios y que era, además, un radioescucha consuetudinario. Al terminar octubre me anunció, muy contento que ya tenía preparada toda la música para noviembre.
Qué bueno, le dije con un resto de alegría en medio de los rumores constantes de derrumbe que se escuchaban en radio pasillo.
Le dije que me sonaba una canción de los “Guns N’ Roses” y otra de Tom Waits pero que la única que me parecía podíamos usar nosotros era una de Carlos Vives. No… nada que ver… me dijo, además yo tengo muchas más que esas que hablan de noviembre. Pero… lo que tenemos que usar es la música de Navidad.
Entonces me demostró que todas las radios hacían sonar música navideña desde… ¡el primer día de noviembre! El espíritu de Navidad se va construyendo lenta e inexorablemente. Algún tiempo después supe que las mayores ventas de los comercios en Toronto era para el día de la madre y para navidad, y la maquinaria de la publicidad acompaña hasta el hartazgo.
Como reafirmando el gusto de la comunidad latino hispana, el teléfono daba cuenta de la conformidad y el agrado musical a cada llamado.
Convengamos que la música no era central entre los sonidos de la radio, la usábamos si, pero de forma incidental, como dando marco a los temas que se presentaban. Que no era todo navideño, por supuesto. Aun así, el musicalizador se las ingeniaba para meter diversas versiones y ritmos, muchos de ellos para mi desconocidos. No encontraba sentido al tema este de saturar con música de Navidad, pero cada tanto pasaban por el estudio de la radio personas que mostraban su acuerdo con la música elegida, con una sonrisa o pulgares levantados.
Con los villancicos sonando en mi cabeza pude entender mejor la avalancha de rojo y verde por todos lados. Las piezas del rompecabezas iban encajando en el diseño final.
Debo reconocer 20 años después que, abonado por el derrumbe de un proyecto de radio y el hartazgo que me producía y me produce ese mecanismo de consumo desbocado, la propuesta que me hacía este sujeto sentado frente de mi sonó a canto de sirenas. Ya había venido a verme este hombrecito, para contarme que deseaba postular para conseguir una licencia de radio ante la Comisión de Radio y Telecomunicaciones de Canadá, la CRTC como se la conocía en la jerga y que pasaría a ser tema de conversación en la mesa familiar por los próximos… 20 años.
En la primera vez que me vino a ver, me dio la sensación de que estaba de pasada, que se había sentado como para cumplir con un compromiso. Se lo notaba molesto, incomodo. Me dijo que tenía una montaña de papeles, que eran las regulaciones para postular, los formularios y los condicionantes a tener en cuenta. Era una pila así… me dijo levantando la mano por arriba de su cabeza. En ese momento le dije que estaba dispuesto a ayudarle, que me trajera esos papeles como para verlos. Nunca más volvió, pasó el verano, y al fin cuando comenzaba noviembre, volvió a atravesar la puerta del estudio, sin la pila de papeles que había prometido, pero con la invitación a que nos juntáramos a trabajar para conseguir una radio independiente y comunitaria.
Era muy amplio el concepto, pero compré el paquete completo, no le hice caso a mi intuición. Todavía ni siquiera había leído el pliego del llamado a la postulación para la obtención de una licencia de radio en Canadá. Pero ya estaba “comprando” el proyecto.
En aquellos primeros días de noviembre, me comprometí a trabajar; pero sólo los viernes, en la tarde. Cuando salía de la radio me iba caminando hasta la que sería, tres años después la sede de la primera radio étnica comunitaria de Canadá. Era un compromiso de sólo viernes en la tarde, porque el resto de la semana tenia clases en ese horario y durante el día aun tenía el trabajo en el multimedio latino hispano.
Por una coincidencia cósmica todo estaba en el mismo barrio. La radio, el trabajo, la escuela, la peluquería, el supermercado, el café estilo ítalo-argentino. En fin, todo lo necesario para hacer de la vida un tránsito agradable, estaba contenido en un espacio mínimo de pocas cuadras. Esto medido en términos de las distancias canadienses, donde el tiempo de viaje de casa al trabajo es una importante variable que pesa en la vida cotidiana de los toronteses.
A veces uno se deja llevar por estas supuestas coincidencias, las valora positivamente, son elementos que hipnotizan el entendimiento. Como que es más fácil caer en la tentación de decidir embarcarse en un bote inseguro y encima con personas que, a la hora de remar, deciden hacer fuerza para el otro lado; o que discuten hasta la elemental necesidad de poner proa para donde está la playa, en vez de internase en aguas desconocidas.
Debiera haber entrenado mi intuición. Pero nada de lo que sucedió no debió de haber sucedido. Aunque eso es otra historia.
Comenzaba noviembre, la música de Navidad sonaba en las radios, incluida la nuestra. Me sorprendió en las calles las solapas con una flor roja, pequeña. Tuve que buscar el por qué, para compartir con la audiencia de Correo Radio del Sol. ¿Qué era esto del “Remembrance Day” – Día del Recuerdo? Qué se celebra a las 11 de la mañana del día 11 del onceavo mes del año.
Es la invitación a un momento de reflexión por los que murieron en las guerras. Entre los elementos que dan sustento a esta fecha hay un poema de un oficial del ejercito canadiense. “In Flanders Fields”, se trata de un poema de guerra escrito durante la Primera Guerra Mundial por el teniente coronel médico John McCrae perteneciente al Cuerpo Expedicionario Canadiense desplegado en Flandes. La última de las tres estrofas dice:
Contra el enemigo proseguid nuestra lucha.
Tomad la antorcha que os arrojan nuestras manos exangües.
Mantenedla bien en alto.
Si faltáis a la fe de nosotros los muertos,
jamás descansaremos,
aunque florezcan
en los campos de Flandes,
las amapolas.
Algunas cosas se tomaron a partir de allí: tomar la posta en las guerras, para honrar el sacrificio; no olvidar a los que murieron. El símbolo de las flores de amapolas que son rojas, como las manchas de sangre en la ropa al recibir una herida mortal.
Miré con recelo esta apología indirecta de la guerra. Quizás la mejor forma de honrar a las personas caídas en combate es nunca más enviar a la guerra a nadie. Esta forma de filicidio socialmente aprobado.
Lo que no sabía en ese momento es que hay batallas que son necesarias. Que se nos presentan de formas impensadas. Que mientras duren dejarán bajas en el camino, causarán daños irreparables y tendrán efectos que duren en el tiempo. Eso lo sabría muchos años después.
Si hubiera visto la famosa serie de HBO Juego de Tronos, podría haber dicho con acierto: “Winter is coming”. “Se acerca el invierno” es el lema de la Casa Stark, una de las Grandes Casas de Westeros. El significado de estas palabras es de advertencia y vigilancia constante. Los Stark, al ser los señores del Norte, se esfuerzan por estar siempre preparados para la llegada del invierno, que golpea con más fuerza sus tierras. A veces la realidad, supera la ficción.
Toronto, 5 de noviembre 2021.
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.