Historias canadienses con raíces argentinas
Lo narrado son fantasías que sucedieron.
Se trata de pinceladas incompletas -pero no falsas- de algo que imaginé.
Cualquier parecido con la realidad podría ser el sueño de otros, reflejado en el mío.
Hace veinte años estaba en el Barrio Cementista de Las Heras en Mendoza, eligiendo qué cosas de las muchas que había en la casa traería a Canadá. Me acompañaban en la tarea, mi hija mayor y mi hijo menor, dos de mis hermanos varones, mi padre y una sobrina. Cada participante tenia una tarea que hacer, cualquiera que fuese, no era fácil. Estábamos diciendo adiós, era una despedida con final incierto. Era el fin de una forma de vivir. Mi padre lo tuvo muy claro, por eso se ofreció voluntariamente para dejar su cómodo lugar en Buenos Aires, para acompañar, compartir y disfrutar la familia que se empezaba a ir. El otro que lo entendió duramente, fue mi hermano menor, a lo mejor es una percepción distorsionada por mis culpas, pero el tipo sentía que no podía sólo con la vida y muchas veces fui su sostén. Mientras que, para quienes tenían menos edad y experiencia de vida, la partida marcaba el comienzo de una aventura. Al más pequeño de la familia, con casi siete años conceptualizar la realidad posible por venir era más difícil. Lo que él sabía era que se había ido su mamá. Ella estaba en Toronto estableciendo una cabecera de playa, esto de llegar primero y crear las condiciones para recibir al resto de la familia.
Por mi parte digo que me la he pasado saliendo, mudando, cambiando, que frente a cada nuevo desafío -al menos durante un tiempo-, ponía mi mejor cara y… adelante. Cuestión de los signos, dicen los astrólogos. Buen proceso de apego al nacer dirían otras personas. Es que, al comienzo, cuando salimos de madre, es ella la que nos ayudó a ser lo que somos. Ese es uno de los dos momentos más trascendentes de nuestra condición humana. En ese momento falta mucho para valerse sin ayuda, de a poco se van adquiriendo nuevas habilidades, conocimientos, experiencias. Nunca alcanzamos a estar completos, siempre hay espacio para algo más. Es evidente en el momento del nacimiento, luego se ve cómo crecemos y nos vamos haciendo autosuficientes. Se hace más difícil percibir las diferencias luego, pero la vida entera es un cambio permanente.
Salir del lugar en que fuimos adquiriendo las características que nos identifican es como un parto, un nuevo nacimiento. Llegamos a Canadá para hacer crecer una nueva piel, que se adecuara a la nueva realidad. Como pasa en la familia, depende del tamaño, cuántas hermanas y hermanos tenga, cómo se lleva la vida en conjunto, quién se come las aceitunas, quién se toma toda la jarra de jugo. Si las personas que están a cargo son atentas a los cambios, a las necesidades y deseos de la persona que recién llega al mundo, entonces el desarrollo se hace más fácil. Se me ocurre pensar en términos de nacimiento porque es similar en muchos aspectos, además de ser una deformación profesional en esta familia, donde las mujeres acompañan a madres en el proceso del nacimiento. Pero eso es otra historia.
No es bueno extrapolar de lo familiar a lo social, sirve la analogía sólo como ejemplo, para poder describir lo valioso de tener un sistema que tenga en cuenta a la persona. Al menos se declama y hay espacio para el reclamo de los derechos. El de salud que brinde una amplia cobertura. Aunque haya que hacer fila y esperar. A veces se demora mucho, también es cierto. Pero cuando más se lo necesita, que es en la emergencia, funciona eficaz y veloz. Por lo demás arrastra todas las críticas que recibe el modo occidental y alopático del tratamiento de la salud humana.
En el ámbito del trabajo, al final del periodo pactado -generalmente quincenal-, se recibe el pago acordado. Siempre hay personas inescrupulosas que abusan de su condición de privilegio -cualquiera sea- para pagar menos o no pagar, fundamentalmente a los sectores más vulnerados, las personas recién llegadas, aquellas que no logran tener un estatus legal y sobreviven vapuleadas a la sombra de la legalidad.
Cuando digo que se recibe el pago quiero decir que en la cuenta bancaria está el dinero. O en un sobre los billetes -esto cada vez menos pues el sistema bancario se ha informatizado-. Pese a todos los “bitcoins” aun se ven billetes que son los que permiten el funcionamiento de una inmensa economía que no se puede medir, que no entra en la estadística. Obvio, pasa en todo el mundo, lo que no justifica sino sólo explica una modalidad.
La mínima seguridad de recibir el pago básico hace la vida más previsible, sabemos siempre cuánto nos va a faltar. O cuántos días nos van a sobrar hasta el próximo pago.
Lo que amenaza en forma omnipresente es que el trabajo se va precarizando, los contratos de trabajo son a tiempo parcial y cada vez más breves. Se ha deshumanizado el concepto “ámbito de trabajo”. Otra vez, sospecho que no es una característica aislada, es parte de una modalidad global.
Los sindicatos, que se supone deben velar por las personas menos favorecidos están limitados. En principio tienen mala prensa, de cara a la sociedad son presentados como los malos de la película. Por otro lado, tienen las manos atadas por una legislación amparada por la justicia a la que se le cayó la venda, o una ley que está basada en una premisa: lo mas importante es la productividad. Ese pilar es inamovible, no importa quienes queden en el camino. El sistema que tenemos es lo que hemos sabido conseguir.
Algunas personas me decían al llegar que nos demoraríamos siete años en incorporar el lenguaje, que entenderíamos mejor los modos y las formas. Quizás esté basado en una cuestión biológica, alguna vez escuché que cada siete años las células de nuestro cuerpo son totalmente nuevas, y en el lapso de siete años se van renovando. Es decir que estaré a punto de tener mi tercer cambio. Que mala pata, porque el verdadero cambio se daría cuando uno pase siete veces siete. Francamente, no creo que llegue.
Por tanto, hay que conformarse con lo que hay. Es decir, un casi creo que estoy entendiendo. ¿Lo que esta sucediendo es así? Tipo afirmación preguntando. La verdad es que en las cosas de todos los días debo ser de las pocas personas que se plantea estas cosas, lo que veo mucho es que se agacha el lomo y se trabaja de sol a sol, porque “time is money”. No hace falta que aburra con esto que ya he compartido durante 47 entregas anteriores.
Lo que sí es verificable también, es que no se favorece el intercambio de este tipo de inquietudes, si es que aparecen en las relaciones del trabajo, o en ámbitos como el patio de la escuela esperando la salida de clases. Se supone que de esto no se habla.
Bienvenidas son entonces las agrupaciones por país de origen, la celebración de un triunfo deportivo, la rutina del asado del fin de semana con la gente amiga, la inclusión en grupos de similares, cualquiera sea la similitud. Allí en el grupo está la garantía de la sonrisa, de la vitalidad. Claro que hay que sacudir la modorra que nos envuelve, el dinero y los bienes que amortiguan la sensibilidad. La confusión que genera tener un “auto del año” mientras la deuda bancaria crece y obliga a la intravenosa directa, para que la institución financiera succione hasta la ultima gota vital de cada persona que ingresa al circuito.
Este podría ser el mayor desafío, preservar relaciones humanas sinceras, fuertes y solidarias. Intuyo que será tarea de las próximas generaciones, las que van sumándose al tren de la vida, con amenazas concretas y mirándose en el espejo de las generaciones anteriores que siguieron las premisas. Para quienes ya doblamos la curva de la vida, nos queda dejar la experiencia vivida. Yo elegí un relato semanal, es una invitación para leer lo que se hizo hace veinte años atrás, contado desde la vida canadiense, pero con raíces argentinas.
Toronto 17 de diciembre 2021.
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.