Ahora que ya tenemos un preacuerdo con el FMI, se hace necesaria una reflexión previa a la del análisis de sus contenidos: y es la de las condiciones en que se debió acudir a él. O sea: planteamos esta cuestión como previa al necesario debate sobre el contenido de lo que se ha acordado.
Solemos entender la cuestión del FMI en términos de pagar o no pagar. Y la formación política antiimperial de la izquierda y el kirchnerismo lleva a elegir no pagar.
Como idea reguladora, es compartible. Pero los términos de la situación han sido más complejos.
Difícilmente pueda quererse un acuerdo con el FMI. Pero si no se lo hacía, hay un convenio vigente, el que firmó Macri. De tal modo, no es que si el actual gobierno no firmaba, el país no tenía convenio con el Fondo. El convenio está: nos regiremos por él, o ahora por el nuevo.
“No pagar” no hubiera implicado quedar fuera de acuerdos. Hubiera sido quedar con el de Macri, que como es impagable, equivale a default o –como lo llama el FMI-a entrar en moratoria.
Eso no será el fin del mundo, pero jamás sería fácil. No es posible saber hasta dónde llegarían las sanciones, por cuánto tiempo y afectando a qué operaciones comerciales. Sería esperable en el corto plazo una enorme corrida cambiaria, el salto del dólar y el fuerte aumento de inflación que a eso sigue (y que podría llevarla muy encima del 50% anual).
Se recuerda que Néstor estuvo un tiempo en default: pero fue con acreedores privados, no con un organismo de alcance planetario como el Fondo. No es comparable.
La otra opción, un nuevo convenio, se hacía por completo inaceptable en las condiciones que el FMI venía planteando. El gobierno nacional no las admitió, por eso demoró la firma. Contra lo que dice una oposición ciega, la demora ha sido muy beneficiosa para el país. El gobierno exigió cambios. En cualquier caso, el mejor convenio posible –que quizá es lo obtenido, según un nada transigente Álvarez Agís- nunca podría ser “bueno”. Es sólo lo menos perjudicial que cabe, mientras disminuye en lo inmediato las condiciones económicas y financieras de alta incertidumbre.
Esa ha sido la disyuntiva. No la de “pagar o no pagar”, sino la de “nuevo acuerdo, o viejo acuerdo y default”. Está claro que no había buena solución, que se ha llevado a un callejón sin salida para golpear al actual gobierno, y que esto ha sido Guatemala o Guatepeor, con condiciones que –para la opción default- son poco previsibles, y que podrían ser mejores o peores a largo plazo que un nuevo acuerdo, no lo podemos saber. Pero cabe pedir a los partidarios del “no pagar” que asuman que, cuanto menos, no pueden garantizar que las condiciones del default resultaran mejores que las del preconvenio plasmado: esa es una condición contrafáctica donde los partidarios de una y otra alternativa –que no “soluciones”- están obligados a aceptar que la situación se vuelve indecidible.
Tampoco está de más advertir que si el gobierno no firma el nuevo acuerdo el convenio de Macri sigue latente, de modo que cualquier gobierno posterior podría retomar su vigencia. Este gobierno podría no pagar pero el Estado argentino seguiría en deuda, y un posterior gobierno podría reasumirla.
Vale destacar que el gobierno no ha aceptado cualquier convenio, y ha estado muchos meses peleando por mejores condiciones. De modo que el actual preacuerdo no debiera entenderse como una especie de claudicación frente a un supuestamente beneficioso “no pagar”, sino una opción plausible dentro de condiciones que son -en cualquier caso y decisión- muy desfavorables.
Finalmente, desde lo nacional/popular se debiera ser cuidadosos en las reacciones. La derecha ha venido buscando el salto del dólar, y propicia la desestabilización. Promueve el ansiado final del peronismo: es lo que creyeron venía luego de las PASO, y que al no suceder, hizo que tomaran como derrota su amplio triunfo electoral.
Pero ahora lo quieren todo. Entre la pandemia que hubo y sigue habiendo; el país golpeado que dejaron y la desastrosa disyuntiva frente al FMI, además de perder por 10 puntos la elección, si el peronismo se divide públicamente por la decisión ante el Fondo, el zarpazo final contra el gobierno podría ser realidad. Y cabe subrayar que, con acuerdos y desacuerdos que se tenga con las decisiones gubernamentales, este es un gobierno peronista, con la fórmula que eligió Cristina Fernández. Si se hunde el gobierno, se hunde el peronismo todo. Por eso es necesaria la prudencia desde el campo popular en las reacciones y declaraciones, a partir de este acuerdo con el FMI el cual –de cualquier manera- habrá de tener largo tratamiento en el Congreso y la opinión pública.
Columnista invitado
Roberto Follari
Doctor y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Cuyo, Facultad Ciencias Políticas y Sociales). Ha sido asesor de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial. Ha recibido la distinción Juana Azurduy del Senado de la Nación (año 2017) y el Doctorado Honoris Causa del CELEI (Chile, año 2020). Ha sido director de la Maestría en Docencia Universitaria de la Universidad de la Patagonia y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo; y es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido miembro de las comisiones evaluadoras de CONICET. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Chile, Uruguay, Venezuela, México y España. Autor de 15 libros publicados en diversos países, y de unos 150 artículos en revistas especializadas en Filosofía, Educación y Ciencias Sociales. Ha sido traducido al alemán, el inglés, el italiano, el idioma gallego y el portugués. Uno de sus principales libros se denomina “Teorías Débiles”, y ha sido editado por Homo Sapiens (Rosario, Argentina). En la misma editorial ha publicado posteriormente “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad)” y “La alternativa neopopulista (el reto latinoamericano al republicanismo liberal)”.


