Al día de la fecha aún no logro tragar un hecho por demás grave que aconteció en la política nacional. Éste trató de ser tapado por los enemigos del pueblo (la derecha decadente y entreguista) pero también por parte de muchos compañeros, bajándole el precio a su menor cuantía. La gravedad que en realidad tuvo, podría haberle costado un piedrazo en la cabeza a la máxima responsable del Poder Legislativo.
Fue el 10 de marzo de 2022, en momentos que hervía una imponente manifestación convocada por partidos políticos y organizaciones sociales identificados con la izquierda en la Plaza de los Dos Congresos. Los convocados repudiaban el nuevo acuerdo con el FMI. Un escueto grupúsculo de vándalos a sueldo atentó contra las ventanas del despacho de la Vice Presidenta de la Nación.
Vano fue el objetivo de ver, a las pocas horas, o al otro día, o en días subsiguientes, al Presidente de la Nación, haciendo alusión a tan inquietante armado delictivo. No convocó a su compañera de fórmula a la Casa Rosada ni se trasladó al Congreso para interiorizarce de lo acontecido, brindándole su solidaridad en forma clara y pública.
No emitió una señal inconfundible respecto que estaba mal lo que aconteció, por muchos motivos. Por la condición de ser humano de Cristina, por ser mujer, y la dirigenta política más importante de los últimos 50 años. Su talla de lideresa sólo emparda con las de Perón e Yrigoyen, puesto que fueron los tres ex presidentes de la República que más apoyo obtuvieron y en sufragios.
Tampoco le pareció importante a Alberto Fernández, que la agredida fue quien lo designara para el cargo que ocupa, al que lo encumbró con la fuerza y caudal de sus votos. Ni hablar de la historia reciente, en la que el Presidente debería rendir tributo a la confianza que en él supieron depositar Néstor y ella desde 2003, hasta 2008, cuándo dio un avieso paso al costado.
Los variados compañeros que se ponen muy molestos cuando yo planteo este tema, evidencian que algo de razón me asiste -¿porqué habrían de ponerse nerviosos?- señalo que la Vice Presidenta está a cargo de uno de los tres poderes republicanos. Por todo esto y más era dable esperar una actitud que tomara en cuenta siquiera alguno de los motivos enunciados.
Por el contrario y quizás aprovechando la situación para tomar distancia pública de la militante más importante del Frente de Todos, por antonomasia, emitió una señal inconfundible que más bien podría interpretarse como la consumación de un hecho que aborrecemos. Me resulta inquietante el tema incluso ahora que lo pongo en palabras, aunque no puedo expresar una de ellas.
Quienes estamos más relacionados con la cosa pública, por los motivos que fueran, bien sabemos a qué tipo de intereses reportó siempre el actual Presidente. Sin embargo no creo equivocada la decisión de Cristina porque se logró el objetivo del triunfo electoral. Nadie puede saber cómo actuarán las personas en adelante. Respecto del atentado, no imaginé que llegara a tan deleznable actitud.
Trato de no ingresar en consideraciones morales. Creo que no se corresponden con un análisis de tipo político si lo que pretendemos es comprender. Pero necesito al menos ponerlo en términos de barrio. Lo acontecido hizo que Alberto mostrara la hilacha de un modo que debe avergonzarnos como argentinos. No basta con cacarear contra el acoso y la violencia hacia las mujeres.
Tarde me cayó la ficha, aunque creí que lo había comprendido. Cuando la dama retiró a su principal alfil del tablero del Congreso, nos indicó a todos que ya nos habían metido en algo distinto a lo que habíamos votado. Al día de hoy son muchas las cosas para señalar que van en contra de lo postulado en la campaña que los puso allí. Eso sí, la lapicera la tiene uno solo de ellos.
Marcelo Sapunar