El tiempo de la ficción. El tiempo para Jorge Luis Borges. El tiempo para Cortázar.
El tiempo en la literatura, ¿obedece a las mismas leyes que en la realidad? ¿Puede un libro contradecir al tiempo? Los grandes escritores, ¿son manipuladores del tiempo?
Sin duda la literatura es la creación artística donde el hombre puede desarrollar más ampliamente y en forma más duradera su imaginación (a diferencia de una puesta teatral, un libro puede ser leído innumerables veces).
Cuando empezamos a leer una obra literaria caemos en un tiempo ficcional que es aquél en que se desarrolla la historia. Pero ese tiempo, ¿ha sido inventado totalmente por el escritor, o es una transposición artística de nuestro tiempo cotidiano, el que rige al universo y a las personas?
Creo no equivocarme si afirmo que el tiempo es una materia tan poderosa que no puede ser manipulada ni siquiera en la obra artística, sin respetar sus leyes universales.
En efecto, por más que un escritor vaya de atrás hacia delante en el tiempo, o viceversa, dentro de una obra literaria, deberá hacerlo conforme a las leyes convencionales del tiempo, las mismas leyes que nos despiertan cada día con la luz del sol y nos despiden por la noche con el resplandor de la luna y las estrellas.
“El tiempo es la sustancia de que estoy hecho, el tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; él es el tigre que me destroza, pero yo soy el tigre. Es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego”, dijo el más grande escritor argentino de todos los tiempos, Jorge Luis Borges.
Este poeta hacía referencia al filósofo griego Heráclito, según el cual un hombre nunca se baña dos veces en el mismo río, ya que el agua corre incesantemente, como el tiempo.
“También es como el río interminable/ que pasa y queda y es cristal de un mismo/Heráclito inconstante, que es el mismo/y es otro, como el río interminable”, dice Borges en el cuarteto final de “Arte Poética”, al referirse a la naturaleza del arte.
El tema del tiempo es una constante en la obra de Borges, quien lo toma ya como argumento, ya como material de reflexión o materia poética. En todos los casos, el tiempo es el que fabrica los recuerdos, y con ellos la historia que conforma y da sustancia a cada hombre.
“El ilusorio ayer es un recinto/de figuras inmóviles de cera/ o de reminiscencias literarias/ que el tiempo irá perdiendo en sus espejos”, dicen los versos de “El pasado”, otro poema de Borges.
El cuentista y novelista argentino Julio Cortázar, por su parte, toma el tiempo como un nostalgioso pasado que ha transcurrido con sus colores y sus costumbres y ha dejado la melancólica huella de lo que no retornará.
En su maravilloso cuento “El final del juego”, Cortázar describe, a través de un juego infantil, el final de la infancia, esbozando a la muerte como un prematuro anuncio del dolor y de la vida adulta, que indefectiblemente comienza con el sufrimiento.
Para Cortázar el tiempo va construyendo hechos y los acumula en una sucesión lógica –aunque este autor a menudo desordena la lógica sucesión cronológica- que dará origen al recuerdo, a la evocación de lo inexorablemente perdido.
En su memorable cuento “La noche boca arriba”, Cortázar manipula el tiempo superponiendo dos historias de distintas épocas y lugares, que se entrelazan con una apariencia de presente y que se refieren a un pasado casi mitológico en la profundidad de la ceremonia de una tribu sudamericana. En esta obra, el autor juega el elemento temporal aparentando un constante presente, mientras entreteje las redes del pasado que subyace en la noche del protagonista.
El tiempo, manejado, manipulado, trastocado por estos escritores, es base fundamental de sus obras y material de sus creaciones, pero no pierde jamás su esencia de elemento basilar y conformador de la esencia humana, de su vida y de su pensamiento.
Y para reflexionar sobre estas ideas, voy a dejarte con las últimas frases de Emma Zunz, el genial relato de Jorge Luis Borges:
“La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero era también el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios”.
Columnista invitado
Daniel Fermani
Profesor de Enseñanza Media y Superior en Letras y Licenciado en Lengua y Literatura Españolas, diplomado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. Ha llevado adelante una profunda investigación en el campo del arte, trabajando el concepto del tiempo, la experimentación con la escritura en teatro, novela y poesía. Ha indagado en las raíces de la Posmodernidad en busca de nuevas técnicas actorales y dancísticas y sus consecuencias en la dramaturgia y en el trabajo teatral. Publicó cuatro novelas, dos de ellas en España y Argentina; cuatro libros de poesía; y tres volúmenes de obras teatrales. Desde 1999 dirige la compañía de Teatro Experimental Los Toritos, fundada en Italia y que prosigue sus actividades tanto en su sede de Roma como en Mendoza, y con la cual lleva a delante su trabajo sobre técnicas de teatro experimental. Ha ganado dos veces el Gran Premio Literario Vendimia de Dramaturgia; el Premio Escenario por su trabajo en las Letras; la distinción del Instituto Sanmartiniano por su trabajo a favor de la cultura, y una de sus obras de teatro fue declarada de interés parlamentario nacional al cumplirse los 30 años del golpe de Estado de 1976. Fue destacado por el Honorable Senado de la Nación por su aporte a las letras y la cultura argentinas. Ha sido Jurado nacional para el Instituto Nacional del Teatro (INT).