Compartiendo estas crónicas de indias, al modo de aquellas que escribían los curas, los únicos que sabían leer y escribir, hace más de quinientos años. Pero un cachito más berretas.
Sorpresa. Al llegar al Fuerte Tiuna, la Academia Militar, nos encontramos con un tremendo fasto. El inmenso Patio de Honor, lo que en los cuarteles argentinos conocemos como Plaza de Armas, totalmente engalanado. Sillas vestidas perfectamente alineadas, diferenciadas por colores según los invitados. Las autoridades nacionales, las delegaciones diplomáticas, el sector de los invitados internacionales en el que nos ubicaron, las milicias populares con su uniforme caqui, las sillas para la marina con sus uniformes blancos, los de ropa azul de la aeronáutica y los de verde olivo del ejército. Rodeando todo el patio, de más de una hectárea, grandes tribunas llenas de público con ropa de calle y cantando consignas. Estos últimos nos saludaron al llegar con canciones rimadas acerca de la solidaridad y todo eso.
El viaje desde la Casa Amarilla, un antiguo edificio destinado a los actos y recepciones protocolares, hasta el Fuerte Tiuna, nos hizo sentir exageradamente importantes, pues nos transportaron en micro ómnibus (que aquí llaman camionetas) con todos los vidrios polarizados y cerrados, a gran velocidad, precedidos por policías en motos que se adelantaban y cortaban el tránsito aún en los semáforos, de modo que nunca nos detuvimos. La razón verdadera la tuvimos al llegar: tras nuestros vehículos venía una larga caravana de autos negros del cuerpo consular, mercedes benz y eso.
Se preparaba una misa inter religiosa que comenzó luego de la llegada de Nicolás Maduro con una salva de cañonazos en honor al Comandante Chávez y la conexión por video con el Cuartel de la Montaña que inició la salva a las 4 ,25 horas de la tarde, que vimos en las pantallas gigantes instaladas en el patio y siguió con los cañones del Tiuna.
Así empezó la misa. Beto Almeida comentó que fue la primera vez que sabía de una misa que empiece con cañonazos.
Sermón del cura católico que habló del carácter profundamente cristiano del Comandante Chávez, el servidor de los humildes lo llamó. Luego otro sermón de un pastor evangélico. Música de un coro de cadetes de la marina, con un violín y una cantante bella con una voz también bella. Luego de la misa, el desfile militar, a paso de ganso, al ritmo de una banda y locutor. Discurso de un cadete del ejército, que emocionó a todos porque contó de su origen humilde, que casi no conoció a su padre, nació en Revolución y a los catorce años supo de la muerte del Comandante, del llanto de su mamá, de los vecinos llenando la casa ante la noticia, el policía del barrio, el almacenero… de su comprensión amorosa de la palabra Patria según crecía haciendo el bachillerato y su decisión de ingresar al ejército. El pendejo se emocionó en un momento y se detuvo unos segundos para reponerse. Del discurso brillante de Maduro nada podría decir que no hayan difundido los medios.
Mientras esperábamos partir desde la Casa Amarilla, nos divertimos (y aprendimos) charlando y contando anécdotas con Beto Almeida (el periodista de Telesur) y Franklin, gobernador del Estado de Biombó, en Guinea Biseau, un tipo brillante que habla castellano perfectamente, cuando su idioma natal es el francés.
Volvimos, agotados, y cenamos los dos solos en un restaurante caro, para festejar, con vino chileno.
Caracas, 9 de marzo 2023
Columnista invitado
Fernando Rule Castro
Referente de la Liga Argentina por los Derechos Humanos. Ex preso político de la dictadura cívico eclesiástico empresarial militar. Militante político. Escritor.