La Patria era la Patria hace miles de años aunque haya renacido, al influjo de las mujeres, hombres y niños de la defensa y reconquista de Buenos Aires -prólogo revolucionario de mayo-, que marcó -para los tiempos-, nuestra condición argentina y de un pueblo hermano, unido a esa Patria Grande que se extiende desde el continente blanco, hasta el Río Grande (tras la ocupación).
Porque, cuando invadieron la tierra de los mexicalis, nos invadieron a todos. Ellos son nosotros, nosotros somos ellos; la tierra que corre por nuestras venas, es la misma, generosamente enriquecida.
Todos esos seres eran grandes e ilustres (hombres y mujeres), a pesar de los Manuel García, que fue -en realidad-, la Baring Bros. Y el tratado personal con Brasil (la historia reversionada, nos separa). Nuestra realidad es Plurinacional, fundida en una sola clase de seres, desde el origen de los tiempos.
Adoptamos a los europeos genocidas e invasores, que permanecieron (desde 1492), en nuestras vastas extensiones (matando, robándonos y procreando, con esas mujeres, que escribían una nueva historia, vengándose -sin vengarse-, de los genocidas y no genocidas, creando una nueva nacionalidad, que es la nuestra).
Por toda esa realidad, los argentinos no bajamos de los barcos y generamos ese torrente sanguíneo compartido. Tenemos una cultura reconocida por el mundo, que el Eje del Mal no puede desconocer, ni hacer que se desconozca. La ciencia y la tecnología han alcanzado niveles mundiales de excepción.
Todo ello superando barreras infinitas en el orden internacional. Pese a los obstáculos y al orden privilegiado del otorgamiento de los premios Nobel, poseemos varios. Tenemos recursos humanos relevantes y reconocidos. Somos una de las potencias mundiales (la mayor cantidad de materias primas; recursos energéticos sin parangón; los acuíferos mas grandes del planeta y todo lo que se pueda imaginar).
Mas -nuestra mayor desgracia-, consiste en tener permanentes actividades antiargentinas, protagonizadas por extranjeros (extraños), nacidos por casualidad en el país, pero que son súbditos del poder real -globalmente hablando-. Algunos la van de políticos, otros de jueces y fiscales; en ese orden de servidumbre, quienes operan para los medios corporativos y mafiosos.
Mafia; mucha mafia; cada vez mas mafia. La orden bajada a nivel de todas las naciones, es que hay que evitar que ésta, la quinta extensión (continental, insular y antártica del mundo), se consagre como la potencia mundial que somos. La última directiva corresponde a 1947, cuando Sir Winston Churchill exclamó que había que evitar, a como diera lugar, que la Argentina se convirtiera en Potencia, porque, no solo se liberaría -definitivamente-, sino que lideraría la liberación en la región (Latinoamérica y el Caribe).
Cabe agregar que, por entonces, no se había logrado la independencia de muchas de las naciones colonizadas y esquilmadas (con millones de esclavos), por la monarquía pirata; uno de los azotes de la humanidad, por siempre. Nuestra Patria y nuestra Patria Grande (”la Patria del Ideal”, en el decir de José Ingenieros”), en tanto, era tierra de libertad y de libertadores (San Martín fue el mas grande de ellos, aunque haya sido denostado y desconocido, por los agentes de la extranjería, que continúan pululando, en nuestra tierra).
Ella fue azolada, muchas veces, por las invasiones, saqueos y genocidios de ese Eje del Mal, que hoy genera guerras que pueden acabar con las especies y con el planeta mismo. Sangrienta y brutalmente, lo hacen desde Ucrania y desde el Estado de Israel (un tentáculo de ese mismo Eje).
Fuimos, somos y seremos esa tierra de paz y de armonía; fraternal y solidaria. Grande, desde el valor de la condición humana que tanto nos distingue, de ese monstruo, que todo lo invade, todo lo subvierte, que todo lo aniquila. Nuestra gran historia es real; no es la creación de nadie, ni ciencia ficción. Nuestros próceres, héroes y mártires -todos-, existieron y existen.
Puede haber claroscuros -momentos brillantes y apagados-, en todas sus relevantes existencias, pero estuvieron y están, en la memoria y como ejemplo de vida. Miles de los que hicieron lo imposible, para hacerlos desaparecer, para mancillar su recuerdo, nos han dividido y han creado dudas e interpretaciones erróneas y distantes de la realidad, única verdad.
En la pérfida Albión, los piratas, los corsarios dementes y los genocidas, son sus máximos patriotas. Otro tanto, ocurre en la descerebrada nación del norte; habitada y parida por sus hijos putativos, que hoy se han hermanado, tal vez violando las leyes biológicas, convirtiéndose en los padres putativos, de sus padres putativos.
Crean, analicen, estudien manuscritos y actitudes; abran los ojos a la realidad, reitero, única verdad. Esta es una nación Inmensa, de inmensa Cultura, Historia, Ciencia, Tecnología, Arte y Deporte; creada y conformada por inmensos personajes, de carne y hueso; nuestras madres y nuestros padres. Inmensos y exquisitos constructores, con un formidable pueblo, plurinacional y diverso; policromático y con una especial composición pigmentaria, pero magnífico.
Con una concepción que tiene que ver con una inclinación permanente, por la paz; por la igualdad, por la justicia, por la libertad, por la autodeterminación de los pueblos. Porque, como dijera Yrigoyen “los pueblos son sagrados, para los pueblos”, aunque tengamos un genocidio infame, sobre las niñeces, las mujeres y los inocentes, de una Palestina masacrada, ante los ojos y el estupor, de todo un planeta.
Columnista invitado
Carlos Valle
Docente, economista, historiador, periodista y escritor. Enlace de la Resistencia (1956). Presidente de la Asociación de Periodistas Latinoamericanos (1965-1976). Decano de los periodistas de Radio Nacional. Sindicalista y asesor gremial y político (CGT hasta 1991). Exiliado en 1962.


