Nos invadieron, pero no con regimientos, sino con charlatanes y bocazas, con palabreros.
Las palabras cambian su significado. Por ejemplo, la palabra libertad significa ahora que los ricos son libres de alimentar sus venas con la sangre de los pobres.
Entre tanto, los viejos líderes tambalean, bailan en la cuerda floja y nosotros con ellos.
Los políticos que se llaman a sí mismos populares dejan de serlo cuando se encierran en su labia de comité. Los populares se olvidan del pueblo, de los barrios, y si van es para intercambiar cajas de cartón a cambio de promesas y doctrinas de pacotilla.
De cuatro comidas se pasa a tres. De tres comidas se pasa a dos. De dos comidas se pasa a una. De una comida se pasó a ninguna. El ruido de las panzas vacías llena todo el cuerpo y vacía el seso. Con la panza y el seso vacíos aparece la pandemia de la rabia, el tsunami de la rabia, el tormento de la rabia.
En el fondo del túnel, no aparece una luz, aparece el vacío. Las cuencas de los ojos están vacías. Las cuencas de los oídos están vacías. Los cuencos de las manos están vacíos. Las cuencas del seso están vacías.
Los vacíos tienden a llenarse con lo que venga, con cualquier cosa, con basura. Al pueblo vaciado llega el tsunami de la palabra libertad empuñada por los odiadores seriales. Los sesos del pueblo que alguna vez fueron alimentados con abrazos y pan y futuro, ahora festejan el suplicio del hambre, la tortura de la intemperie, el frío del desabrigo, la sed de la arena en la garganta…
¿Se puede volver de ahí? No lo sabemos porque estamos desarmados. Nos apabullan las frases hechas y los lugares comunes. Aplaudimos a los que anuncian más intemperie. Aplaudimos a nuestros verdugos. Aplaudimos a los que cavan las tumbas de nuestros hijos.
No podemos esperar nada de los que viven en los palacios rosados, en los palacios donde lucen la retórica para anotar reglamentos, en los palacios donde juegan con los platillos de la balanza.
Ellos tienen la panza abultada, los ojos cerrados, los oídos tapados y los bolsillos sin agujeros.
Tal vez ya es tarde. Tal vez la sequía es infinita. Tal vez se apagaron las estrellas y la noche se volvió perpetua. ¿Hay alguna manera de averiguarlo? No lo sabemos. Nos queda recordar las historias y los sueños de nuestros antepasados, pero para ponerlos al día. Responder, manifestar, rechazar, decir… Ninguna seguridad, ninguna certeza nos ampara. Pero es en la fuerza de nuestras manos unidas y de nuestros pasos unidos y de nuestros rudimentos unidos, en lo que podemos confiar.
Confiamos en nosotros unidos en las calles.
Confiamos en el pueblo que es ubicuo, que se propaga y que en la calle puede levantar un muro.
Queremos que los ricos nos devuelvan la sangre que nos robaron.
26 de diciembre de 2023
Columnista invitado
Luis Alfredo Villalba
Nació en Mendoza, en 1939. Poesía: Justificación de la Piedra, Poemas, A pesar de mí mismo, Persona, La muchacha del café, Hoteles baratos, Fotogramas, Aguas vivas, y Contra el cielo y a favor de la tierra. Narrativa: La esquina a mitad de cuadra y Los cuerpos, novelas, y Cuentos a contrapelo. Literatura para la infancia: los libros Cuentos para leer en la salita, Cuaquito y Viajes alrededor de una maceta. Cuentos y adaptaciones de mitos y leyendas, en revistas. Cine y video: guiones y montaje de cortometrajes, y de largometrajes experimentales: El Hijo, Reflejos, la Cría y Mi tío Claudio. Escribió y dirigió Fiestas de la Vendimia, nacionales y departamentales. Fue docente de cine, en guión, taller de escritura y estilos cinematográficos. Se identifica con el socialismo libertario.


