(viene de la edición aterior)
“Madrid, 1923
“El presidente Marcelo T. de Alvear le dio un cargo diplomático en el Consulado Argentino por un sueldo de trescientos pesos mensuales y pasajes gratis. Viajó en el vapor “Infanta Isabel” con destino a Barcelona y de allí a Madrid donde conoció a Eduardo Schaffino, diplomático, pintor y crítico de arte. En su trabajo debió cumplir con seis horas diarias laborales tomando huellas digitales y atendiendo solicitudes de pasaporte. En el resto del día libre visitó cafés y bares locales intentando conocer gente para montar su nueva exposición. Conoció a Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina con quien visitó el Museo del Prado por segunda vez (ya lo había hecho antes pero se perdió ante la gran cantidad de obras exhibidas).
“Además buscó en Madrid una sala de arte para realizar su exhibición, utilizó los contactos que había conseguido y finalmente escogió el Círculo de Bellas Artes de la calle de Alcalá. El 20 de abril de 1923 exhibió veinte telas de su producción:
“1- “Día de sol en la boca del Riachuelo” adquirido por Delfina L. Esociega
“2- “Momento rosa” adquirido por el Círculo de Bellas Artes
“3- “Buque en reparación” adquirido por el Museo de Arte Moderno de Madrid
“4- “Descarga de carbón”
“5- “Momento azul” adquirido por Ramón Rodríguez
“6- “Regreso de la pesca” adquirido por Ramón Rodríguez
“7- “Una calle de La Boca” adquirido por Félix Boix
“8- “Rincón en el Riachuelo”
“9- “En pleno sol” adquirido por el Museo de Arte Moderno de Madrid
“10- “Escena de trabajo” adquirido por el duque de Almenara Alta
“11- “Buque en el astillero” adquirido por Inés Dorrego de Unzué
“12- “Buques en descarga” adquirido por Daniel Sánchez de Rivera
“13- “En plena actividad” adquirido por la familia González Barranco
“14- “Efecto de sol I” adquirido por Gustavo Gilli
“15- “Efecto de sol II” adquirido por Félix Boix
“16- “Efecto de sol III” adquirido por Félix Herrero Diez de Quijada
“17- “Impresión I” adquirido por Nicolás M. de Urgoiti
“18- “Impresión II” adquirido por Jorge Roussel
“19- “Impresión III”
“20- “Impresión IV”
“Fueron veinte días de exposición, visitada por todos los personajes de la aristocracia española y los argentinos residentes en ese país, con excepción del cónsul Schiaffino que se había peleado con Quinquela a raíz de una discusión sobre la escritura del catálogo de su exposición. Ayudó a la exposición el interés del rey Alfonso XIII, quien lo recibió previamente en su palacio y quedó sorprendido por la humildad, simpatía y carisma del pintor. Además la Infanta Isabel se acercó a conocerlo y lo invitó a su residencia donde compartieron la hora del té conversando sobre Argentina y España. Los resultados de esta exposición fueron dos cuadros comprados por el Museo de Arte Moderno de Madrid, Buque en reparación y A pleno sol, y coleccionistas particulares compraron otras telas. La crítica elogió el trabajo y el Círculo de Bellas Artes ofreció un banquete en su honor. Además se le ofreció una condecoración por ser el primer argentino que figuraba en el Museo de Arte Moderno, pero él se negó por sentirse ante todo pintor de La Boca y por no sentirse preparado por su condición de artista de barrio y carbonero según sus propias palabras.
“A su regreso, postergado por más de un año, todo el país lo recibió con alegría. Trajo consigo el dinero suficiente para comprar la casa que sus padres utilizaban de carbonería, era alquilada y el negocio estaba en quiebra, y cerrarla. Ya los padres podían descansar tranquilos porque su hijo se podía ocupar de su futuro. Benito conservó su taller pero volvió a vivir en la casa paternal, ahora propia y retomó su ritmo de trabajo intensivo.
“Participó en la exposición Sociedad Amigos del Arte de Buenos Aires, realizada el 6 de noviembre de 1924. La exposición contó con la presencia del presidente Alvear que era también coleccionista de arte y quien al conocer personalmente a Quinquela entabló amistad con el pintor. En este evento el Ministerio de Marina adquirió la obra “Día de sol en el Riachuelo”, siendo la primera en ingresar a un establecimiento militar argentino.
“Su nuevo amigo, el presidente Alvear le aconsejó exhibir las obras en París, en ese momento considerada la meca del arte. Así empezó a planear su segundo viaje a Europa. Después de encerrarse una temporada en su taller para preparar las telas. Tuvo todo listo en noviembre de 1925 y se embarcó en el vapor “Massilia”, quince años más tarde este navío traería a Argentina a los intelectuales españoles exiliados.
“Una vez en Francia se contactó con Charles Bourdelle y Filippo Tommasso Marinetti entre otras personalidades del arte y la cultura de ese país. Fue rápidamente aceptado además como un dibujante de culto y realizó varios dibujos siguiendo el estilo onírico introspectivo que proponía la corriente vigente en ese momento. Estos trabajos no fueron tomados en serio por Quinquela, se paseaba entre los pintores como un observador entremezclado, los consideraba innecesariamente extravagantes, más tarde le diría a Andrés Muñóz:
“”…Como tenía curiosidad de conocer de cerca a esos proselitistas del futurismo, escuela que todavía gozaba de cierta boga, me hice pasar entre ellos por futurista. Les hacía dibujos raros y ellos los consideraban estupendos,[…] Como no se sentían capaces de seguir las huellas de los grandes maestros de la pintura, ni de crear la propia, se refugiaban en la extravagancia.”
“Expuso sus trabajos en la galería Charpentier de París, la muestra se inauguró en noviembre de 1925 y contó con la presencia de 24.700 visitantes. Camille Mauclair, reconocido crítico de arte, redactó el catálogo. Una de sus obras “Tormenta en el astillero” pasó a ser parte de la colección del Museo de Luxemburgo y se exhibió en el Museo Jeu de Paume. A excepción de “Crepúsculo” el resto de las pinturas permaneció en Francia.
“Antes de regresar a su país natal, la cancillería francesa dio una cena en su homenaje, donde concurrieron los personajes más selectos de la aristocracia local. Consistió en un banquete que costó 60 francos por cubierto, costo que Quinquela no podían pagar, por lo que organizó un segundo banquete a un costo de 6 francos por cubierto, al cual asistieron todos los futuristas que el pintor no quiso dejar de lado pese a considerarlos algo raros.
“De vuelta en su país y en su casa se reunió con el presidente Alvear quien le preguntó todos los detalles del viaje y quien en sus ratos libres, visitaba su estudio sin reparo de sentarse en el suelo o mancharse con pintura. Además siguió recibiendo la visita de todos los colegas y artistas varios que conoció a lo largo de su vida. Al ver tanta gente reunida en las celebraciones de bienvenida, surgía un espacio para la creación, la discusión y la libertad de pensamiento.
“En junio de 1925 nació el proyecto “Peña del Café Tortoni” donde se realizaron las actividades de la Sociedad de Artes y Letras en la cual Quinquela fue parte de la comisión directiva. Se realizaron conciertos, conferencias, exposiciones y recitales además de auspiciar todas las expresiones de arte popular. Se leyó poesía, se estudió el tango en presencia de reconocidos artistas locales y de la región incluyendo a Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Carlos Marchal y Juan de Dios Filiberto entre otros.
“Le faltaba visitar Estados Unidos para completar la gira, lo hizo en 1927 viajando en el vapor American Legion. A su llegada conquistó el amor de una mujer sin saber ni una palabra de inglés, ayudado por traductores y el lenguaje de la pintura. Se trataba de Georgette Blandi una escultora viuda apasionada del arte y poseedora de un gran poder adquisitivo. Además fue su madrina artística durante la gira, se ocupó de todo lo necesario para su exposición en Nueva York que se realizó en la Anderson Galleries en marzo de 1928 con treinta óleos.
“La temática fue la clásica, el paisaje portuario esta vez acompañado por escenas de fundición y carga de hornos con visiones impresionistas del fuego. El público no se presentó enseguida pero lo fue haciendo a medida que aparecieron las críticas favorables de la prensa local. En total fueron vendidas cinco obras: Día de sol y Día gris en La Boca que pasaron a ser parte de la colección del Metropolitan Museum y Sol de mañana comprada por H.O, Havemayer, coleccionista privado. Este último cuadro carecía de la firma del pintor por una omisión de su parte, lo firmó delante del comprador, quien pagó por ello mil dólares adicionales”.
(continuará)
Texto: De la red de redes


