¿En dónde estabas en ese momento? A pesar de ser una pregunta que ya engrosa los lugares comunes cuando se trata de rememorar un evento importante, te ayuda a actualizar un recuerdo con todas sus texturas y matices. Estos momentos que se vivifican en su evocación, en realidad tienen mayor valor si su referencia te ayuda a ubicar en dónde estás ahora.
El evento ¿te cambió las expectativas futuras? ¿las confirmó? ¿te afectó emocionalmente? ¿Lo recordás con pesar, con alegría o con mansa aceptación? Si te acordás es porque tuvo algún efecto trascendente.
En la militancia política -no me dejan mentir los que practican esta actividad- ideología, sistema partidario y práctica política son ingredientes con los que tenemos una buena ensalada mixta a la que sólo falta agregarle un poco de sal -la sal de la vida, que le dicen- y bastante vinagre para disimular los amargores indeseados.
La mesa, las mesas y la gastronomía -en otro texto podríamos indagar sobre esta simbología- no son todas iguales, fundamentalmente dependen del anfitrión que es quién elige las proporciones de aquella ensalada.
De tiempo en tiempo -a veces muy de tiempo en tiempo- aparece uno que justifica la liturgia de la militancia y sus trajines asociados y entonces el evento se convierte en una práctica mística que calificamos de revolucionaria en función de los objetivos constructivos para los que nos convocó este personaje que nos contagia con su entusiasmo y convencimiento.
El tiempo –lo que sea que es- es inasible, tiene su propia dinámica, es poco y mucho a la vez. Lo cierto es que en algún momento hay que partir. En nuestro caso nuestro anfitrión tuvo que irse dejando la mesa tendida.
Eso sí, nos dejó encargado que le cuidemos el quincho. De modo que aquí estamos, con la responsabilidad que el cumpa nos dejó y como quería que lo tengamos en mente nos dijo explícitamente “QUIESIERA QUE ME RECUERDEN…”
No importa mucho dónde estábamos y qué hacíamos en ese momento si seguimos escuchando esa recomendación, si hoy estamos donde él quería.
Es difícil para muchos entender que la muerte de un COMPAÑERO (profundo y enorme sentido de este término) provoque lágrimas y euforia redentora a la vez. Esta paradoja de la euforia por el llanto y el llanto por la euforia; nos hermana, nos da entidad.
Néstor ya tiene en su haber para la historia, semejante logro.
Columnista invitado
Norberto Rossell
Para muchos de los ’70 la política -y el amor- nos insumió más tiempo que el estudio sistemático: dos años de Agronomía, un año de Economía, un año de Sociología. Desde hace años abocado -por mi cuenta- al estudio de la Teoría de Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. Empleado Público, colectivero, maestro rural, dirigente sindical, gerente en el área comercial en una multinacional, capacitador laboral en organización y ventas. A la fecha dirigente Cooperativo y Mutual. Desde siempre militante político del Movimiento Nacional y Popular.