Page 2 - Laudato
P. 2

2

        deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta. En mi
        exhortación Evangelii gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un
        proceso de reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento especialmente entrar

        en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.


        4. Ocho años después de Pacem in terris, en 1971, el beato Papa Pablo VI se refirió a la

        problemática ecológica, presentándola como una crisis, que es « una consecuencia dramática »
        de la actividad descontrolada del ser humano: « Debido a una explotación inconsiderada de la
        naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta

        degradación »[2].También habló a la FAO sobre la posibilidad de una «catástrofe ecológica bajo
        el efecto de la explosión de la civilización industrial», subrayando la «urgencia y la necesidad de
        un cambio radical en el comportamiento de la humanidad», porque «los progresos científicos más

        extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más
        prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven en
        definitiva contra el hombre»[3].



        5. San Juan Pablo II se ocupó de este tema con un interés cada vez mayor. En su primera
        encíclica, advirtió que el ser humano parece «no percibir otros significados de su ambiente

        natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo»[4].
        Sucesivamente llamó a una conversión ecológica global[5]. Pero al mismo tiempo hizo notar que
        se pone poco empeño para «salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología

        humana»[6]. La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le
        encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido
        de diversas formas de degradación. Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone

        cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las
        estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad»[7].El auténtico desarrollo humano
        posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe

        prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua
        conexión en un sistema ordenado»[8]. Por lo tanto, la capacidad de transformar la realidad que
        tiene el ser humano debe desarrollarse sobre la base de la donación originaria de las cosas por

        parte de Dios[9].


        6. Mi predecesor Benedicto XVI renovó la invitación a «eliminar las causas estructurales de las

        disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen
        incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente»[10]. Recordó que el mundo no puede ser
        analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque «el libro de la naturaleza es uno e

        indivisible», e incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc.
        Por consiguiente, «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que
        modela la convivencia humana »[11]. El Papa Benedicto nos propuso reconocer que el ambiente

        natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable. También el
        ambiente social tiene sus heridas. Pero todas ellas se deben en el fondo al mismo mal, es decir, a
   1   2   3   4   5   6   7