La revolución social haitiana
La Revolución Haitiana iniciada en 1791 fue el primer movimiento de emancipación latinoamericano, y conformó el único proceso de abolición de la esclavitud originado por una rebelión de los propios esclavos. Su sangriento desarrollo difundió una señal de alarma para las potencias coloniales, sobre todo en la zona del Caribe, y desató en todo el continente el temor a que los conflictos políticos provocaran una insurrección popular y lo que después se llamó ´guerra de castas’.
Haití estuvo inmerso dentro de un sistema esclavista desarrollado desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX que fue completamente novedoso y ventajoso si lo comparamos con otras formas de esclavitud. Tuvo un carácter esencialmente comercial transformándose en el modelo de los intercambios internacionales dentro del sistema mundo. Se instauraron empresas esclavistas de características avanzadas para la época con formas de estructuración técnica, económica y administrativa (Gruner, 2010: 220).
Su independencia se diferenció del resto de los movimientos de emancipación americanos debido a que su conducción no la realizó la elite criolla, si no sectores populares conformados por mulatos y esclavos, combinándose la revolución social con la lucha anticolonial por la independencia contra tres potencias, Francia, Inglaterra, y España. Haití es así, el único caso donde el fin de la esclavitud fue el resultado directo de una revolución social y nacional. (Bel, 2010: 54).
La sociedad de Saint Domingue (Santo Domingo)
Con la conquista de América se estructuran nuevas formas de dependencia, en cuanto a lo económico, se perfilarán naciones cuyas economías estarán estipuladas por el desarrollo y expansión de otras economías que impondrán las condiciones.
La estructura económica colonial será exportadora y comercial y estará determinada por la demanda europea, basada en el monopolio de los intercambios, la propiedad de la tierra, las minas y la mano de obra esclava negra o indígena (Dos Santos, 1974).
Un caso modelo de este sistema fue el que se llevó a cabo a fines del siglo XVIII, en la colonia de Saint Domingue, que ocupaba el tercio occidental de la isla de La Española, esta resultaba de gran valor para la corona francesa, pues producía más del 75% de su comercio de ultramar. La base de su riqueza era la producción azucarera, seguida por el café, el añil y el tabaco, según el sistema de plantación esclavista.
Sobre esto Grüner nos dice: “Este no solo fue el más grande sistema esclavista de la historia de la humanidad (incluyendo al Imperio Romano) sino que se destacó por sus métodos ‘burgueses’ de gerenciar el business, así como por su escala y destructividad, formando parte constitutiva y esencial de la ‘idílica historia’ (como ironizaba Marx) del proceso de acumulación de Capital. La dimensión de la tasa de plusvalía obtenida por la explotación del trabajo esclavo no tiene precedentes en la historia, ni siquiera entre los sistemas esclavistas pre modernos.” (2010: 222).
Por su parte, los historiadores marxistas Lepkowoski, y Benoit, coinciden en afirmar que la importancia de la cuestión campesina sirvió para estructurar la conflictividad social de la nueva nación, que se originará en la lucha por el control de los recursos productivos agrícolas y, por la distribución de la riqueza social entre las elites (blanca y mulata) y las enormes masas campesinas esclavas (En Bel, 2010).
Aunque la economía de la isla iba en crecimiento, la sociedad colonial era desigual, ya que se regía bajo una fuerte estratificación social determinada por la pureza racial y el poder económico. El 85% de la población estaba formado por esclavos de origen africano. A su vez, dentro de los esclavos, existían numerosas subdivisiones que respondían a los distintos tipos de trabajo ejercidos y al uso de la fuerza física. Los más fuertes eran destinados a las plantaciones y al trabajo industrial de procesamiento del azúcar, los considerados más débiles (mujeres, niños y ancianos), tenían tareas de tipo doméstico y realizaban oficios como por ejemplo artesanías, tareas de carácter administrativo, atención de los establos, mantenimiento de los edificios de la plantación, trabajos más especializados como reparadores y armadores de maquinaria y operadores de los sistemas mecánicos de la molienda, etc. Aproximadamente 100.000 de los 500.000 esclavos negros eran domésticos.
Un grupo reducido de propietarios blancos, los ‘grandsblancs’, eran grandes plantadores que poseían el 70% de las riquezas, se trataba de funcionarios del gobierno francés y conformaban la burguesía colonial esclavista de la isla, sin superar los 8.000 habitantes.
Otro sector social era el de los ‘affranchis’, o gente de color libre (la mayoría mulatos), incluía a algunos propietarios de tierras y esclavos que controlaban cerca de la tercera parte de las plantaciones, eran aproximadamente 28.000 personas, algunos desempeñaban también variadas profesiones como administradores y comerciantes, y estaban muy interesados en la cultura francesa (Bel, 2010: 58).
Los “affranchis”, en su afán de distinguirse de los negros esclavos, imitaban hasta el extremo ridículo las modas y manerismos de los “grandblancs”[1].
Esto molestaba a los ‘petitblancs’, blancos que se desempeñaban como administradores, soldados, tenderos y artesanos, que no toleraban ver a los descendientes de esclavos en una posición económica y social superior a la suya.
Casi por fuera de esta sociedad estratificada, aparecen los denominados ‘negros cimarrones’ se trataba de esclavos que huían de sus dueños y que se refugiaban en las montañas formando pequeñas comunidades, practicando y reviviendo costumbres africanas. Su importancia radica en que, al ser fugitivos, asaltaban las plantaciones y alentaban a los esclavos a rebelarse. Fueron tan influyentes dentro de estas que en ocasiones los blancos llegaban a pactar con ellos para lograr acuerdos con beneficios para ambos bandos, aunque lo cierto es que, también, muchos de ellos fueron ejecutados por plantadores blancos, como forma de escarmiento para evitar sediciones.
De esta manera vemos como toda la estructura colonial de Saint Domingue se basó en la explotación de una población de esclavos negros que, hacia 1789, se aproximaba a las 500.000 personas, aunque a comienzos de ese mismo siglo había alcanzado casi 800.000. La diferencia no se debía a que se hubiesen concedido libertades en forma intensiva, sino a las contundentes cifras del genocidio habitual que significaba el esclavismo. Y eso a pesar de que, cada año, los franceses traían entre 10.000 y 40.000 nuevas víctimas para alimentar esta aniquilación humana que acrecentaba las arcas de los europeos más pudientes.
El Código Negro era el que regulaba las relaciones entre los plantadores y los esclavos, en él no solo se legalizaba la esclavitud sino que se legalizaba la marcación, la tortura, la mutilación física y el asesinato en caso de rebelión (Moya Pons, 1991: 124).
No hace falta decir que los esclavos figuraban como una especie inferior dentro de este Código, donde eran tratados como ganado, hasta incluso inventariados y divididos según sus características físicas. Para Gruner esto era parte del cinismo de una ideología de explotación cargada de mala fe, ya que los plantadores eran beneficiados de la gran utilidad de los esclavos y conocedores de su inteligencia, que los hacía capaces de comprender y ejecutar tareas complejas (Gruner: 2010).
El Código Negro reglamentaba la conducta de los no blancos, aunque fueran libres[2].
La idea de raza, como nos dice Aníbal Quijano, fue la que posibilitó la dominación y la implantación del sistema capitalista en América. Legitimándose todo tipo de relación en torno a la superioridad blanca-europea, sobre todo en las estructuras sociales y las formas de trabajo. Se unen así la cuestión racial con la posición social y la explotación de los denominados inferiores, indígenas, negros, etc. (Quijano: 2000).
A partir del color de la piel se conformaron, entonces, clasificaciones raciales de trabajo otorgándoles el escalón más bajo a los negros, transformados en ´cosas` y considerados animales de carga o piezas de comercio, destinados al trabajo en las plantaciones, sobre todo en la zona caribeña y en Brasil. De este modo vemos como la base fundamental de la economía colonial se estableció en el trabajo esclavo.
El grabado representa un poco lo dicho anteriormente, en él se observan la superioridad y dominación de la población blanca por sobre el grueso de la población sometida y esclavizada. Aparecen los dos extremos de la sociedad de Saint Domingue, en la cima, con la capacidad de extraer el trabajo sin remuneración, y de infligir cualquier castigo, el hombre blanco de propiedad, el ‘grandblanc’. Cultivando, la mujer negra esclava, sometida y desprovista del reconocimiento de cualquier derecho y de su dignidad[3].
La rebelión de los esclavos
“La revolución de Saint-Domingue/Haití es la primera del continente americano que combinó una revolución económico-social que transformó la entera estructura de clase de la sociedad colonial, la revolución de los esclavos contra las formas no-libres de trabajo, con una revolución política de independencia o anticolonial. Esta revolución se constituyó en dos etapas, en un primer momento tomó la forma de insurrección anti-esclavista en 1791 que derivó en 1794 en la instauración de una república anti-esclavista, para en un segundo momento en 1804 transformarse en revolución de independencia” (Feijoo-Scolnik, 2011:78-79).
Durante el inicio de la Revolución Francesa, la efervescencia europea se trasladó a la isla. Todos los grupos sociales de Saint Domingue estaban descontentos con el sistema colonial. Los gran blancs buscaban cierto grado de autonomía política y la liberación de su comercio para romper con el sistema de monopolio, los colonos protestaban contra los comerciantes monopolistas que hacían el tráfico negrero porque solamente vendían al contado y a precios especulativos. Otro reclamo de este grupo era que no tenían ningún tipo de representación en las instituciones del Estado colonial.
La independencia norteamericana fue decisiva para que los colonos de Saint Domingue se decidieran a luchar por el autogobierno, pero no tenían claro si les convenía instalar una república o un gobierno monárquico constitucional. Los más moderados aspiraban a cierto atisbo de autonomía similar al de las islas británicas del Caribe.
Los ‘grandsblancs’ decidieron presentarse ante los Estados Generales en 1789, realizando quejas por el gran poder que tenían los gobernadores y lo ya dicho sobre el monopolio comercial. La asamblea accedió en parte a esto, pero recalcó la necesidad de otorgar el derecho al voto a los mulatos. Los blancos se opusieron, algunos sectores de los blancos privilegiados temían a algunos principios programáticos de la Revolución Francesa como la expropiación y la distribución de tierras de la nobleza y los vientos igualitarios que corrían en la metrópoli, ya que perjudicaban al régimen esclavista que les resultaba por demás ventajoso para su economía (Revista Todo es Historia, 1987).
Los affranchis, por su parte, querían ser reconocidos como ciudadanos con todos los derechos. No obstante, fueron los esclavos quienes en agosto de 1791 se rebelaron en la parte norte de la isla y comenzaron una serie de revueltas extremadamente violentas que incluyeron el incendio de plantaciones y el asesinato de miles de blancos. La rebelión fue acaudillada por Boukman, esclavo originario de Jamaica y sacerdote vudú, acompañado por Jean Francois y Biassou. Luego la insurrección ganó nuevos líderes con la llegada de Toussaint Louverture, Jean Jacques de Saliness, y Henry Christophe.
Sobre la rebelión de los negro, James afirma: “Los negros estaban cumpliendo su papel en la destrucción del feudalismo europeo que había iniciado la Revolución Francesa, y las palabras ‘libertad’ e ‘igualdad’, los lemas revolucionarios, significaban más para ellos que para cualquier francés” (James, 2003:190).
Los rebeldes se aliaron con los españoles de Saint Domingue, que veían la posibilidad de recuperar las posiciones perdidas contra los franceses en la parte occidental de la isla. Los mulatos adhirieron al gobierno revolucionario francés cuando en marzo de 1792 se dictó el esperado decreto que reconocía la igualdad con los blancos. Por su parte los grandsblancs solicitaron tropas a las autoridades inglesas de Jamaica para reforzar su posición frente a los esclavos y los mulatos.
Así, lo que comenzó como una revuelta de esclavos se convirtió en una guerra civil de mulatos contra blancos y de plantadores esclavos contra autoridades centrales; y en una guerra internacional en la que participaban España, Inglaterra, y Francia.
En esta guerra participó España junto a Inglaterra tanto para derrotar a la Francia republicana como para no dejar caer al régimen esclavista ya que esto podría contagiar al resto de las colonias. Los ingleses podían perder Jamaica, Barbados y otras islas antillanas, lo mismo para España con Cuba, Puerto Rico y Venezuela.
Toussaint Louverture
Leger Felicité Sonthonax, un jacobino enviado a Saint Domingue para imponer el orden, decretó el 29 de abril de 1793 la abolición de la esclavitud en la colonia. La incorporación al ejército francés de los que se habían revelado, ahora hombres libres, fue un gran éxito. Uno de los principales líderes revolucionarios afroamericanos, Toussaint Louverture, antiguo esclavo doméstico -liberto, curandero de campo y cochero de vasta cultura: se dice que conocía a Plutarco y otros clásicos griegos- (Revista todo es Historia, 1987), aceptó la proclama y pasó a las fuerzas francesas. Gracias a su dirección militar, los españoles retrocedieron a su territorio y los ingleses, tras una prolongada guerra, fueron obligados a abandonar la isla en 1798.
Louverture se transformó así en gobernador general y en comandante en jefe de Saint Domingue: Toussaint reorganizó la colonia para restaurar su prosperidad económica. Estableció leyes para regular la producción agrícola que obligaban a los ex esclavos a trabajar en las plantaciones, pero ahora como asalariados. Por otro lado, realizó cambios en lo referido a la distribución de la producción, la mitad de esta fue destinada al erario público, mientras que la otra mitad se repartía en partes iguales entre los trabajadores y los propietarios.
Aunque no hubo una proclamación formal de la Independencia, las iniciativas autonomistas de este antiguo esclavo, provocaron la intervención armada de la metrópoli, que quería recuperar el control total de la colonia. Toussaint resultaba inconveniente, y un obstáculo para los planes imperiales de Napoleón (Cónsul de Francia) y para los intereses de la burguesía francesa.
La declaración de independencia
Napoleón Bonaparte, el nuevo gobernante francés, recogió las quejas de los propietarios que se negaban a compartir la producción con sus antiguos esclavos. Ante los conflictos que se suscitaron, Napoleón se propuso reinstaurar el orden en la colonia y envió una fuerza a Saint Dominge. El 7 de Junio de 1802, la expedición francesa, comandada por el general Lecrerc capturó con una maniobra engañosa a Toussaint, quien murió al año siguiente, estando prisionero en Francia. Por entonces, los afroamericanos y mulatos se habían unido bajo la dirección de Jean Jacques Dessalines, un antiguo esclavo lugarteniente de Louverture.
Sobre esto Rolando Bel nos amplía: “Alexander Petion[4] decidió reconocer a Jean-Jacques Dessalines como general en jefe de los rebeldes y este hecho hizo que la mayoría de los jefes de bandas se agruparan alrededor de este último. A fines de 1802 Dessalines, asistido por Christophe y Pètion, tomó la dirección de la lucha por la independencia, radicalizando el legado de Louverture. De esta forma se logró la unidad de las masas negras y mulatas para combatir a la invasión francesa y obtener la independencia, frustrando cualquier intento de restaurar la esclavitud” (Bel, 2010: 66).
Durante casi dos años, los franceses intentaron someter a sus antiguos esclavos, sin embargo no pudieron alzarse con la victoria. En noviembre de 1803 obtienen un triunfo decisivo en la batalla de Vertierres, obligando a las tropas francesas a rendirse. De los 58 mil soldados que enviaron para reimponer el control metropolitano sobre la isla, cerca de 50 mil murieron, incluido Leclerc, y muchos fueron víctimas de la fiebre amarilla.
Finalmente, Dessalines el 29 de noviembre 1803 proclamó la independencia, haciéndola oficial el 1 de enero de 1804, restableciendo el nombre indígena de Haití (tierra montañosa), el primer estado independiente de América latina y la primera ´República Negra del mundo’.
Consideraciones finales
En 1697, por el Tratado de Ryswick, España cedió a Francia la tercera parte de la isla. Los franceses la llamaron Saint-Domingue; transformándose en su colonia más prospera, agotando sus recursos a partir de la explotación de su población y el tráfico esclavo, estableciéndose un pacto colonial con su metrópoli, que se verá replicado también en las colonias españolas del continente.
Sobre el establecimiento del denominado Pacto Colonial, Bolívar Echeverría nos dice: “El Despotismo Ilustrado, llegó desde la Francia Borbónica. Con él se instaló en América la distinción entre ‘metrópoli’ y ‘colonia’ y se consagró al modo de vida de la primera, con sucursales ultramarinas, como el único portador de civilización, un modo de vida que si quería ser consecuente, debía primero distinguirse y apartarse de los modos de vida de la población natural colonizada” (2010:2)
Olvidada ha quedado gran parte de esta historia, se ha dejado de lado que la lucha por la independencia en América Latina comenzó en Haití. Fue en esta isla habitada por esclavos donde se encendió la chispa para lograr romper con el yugo imperialista, a través de una revolución anticolonial y antiesclavista enmarcada en un lucha por la liberación nacional y social.
La estructura social descripta es la generadora del proceso revolucionario, abocándonos a su estudio y comprensión se hacen inteligibles las características vanguardistas de la única rebelión de esclavos victoriosa.
Con respecto a esto Joachim Benoit afirma: “Importa sobre todo conocer y comprender la historia de los grupos sociales que combatieron entonces por la supresi6n del régimen anterior a 1791 y por la llegada de un orden nuevo que fuera más favorable al progreso social. De este proceso de gestación y, después, de consolidación del nuevo régimen, nacieron los grupos sociales cuya relación de fuerzas constituyó la base de esta revolución; es estudiando sus preocupaciones y sus características propias -y en particular el modo de apropiación y de explotación de los bienes heredados de la época colonial- como se podrá apreciar la amplitud del movimiento que dio origen a una nación haitiana” (1985: 172).
La revolución haitiana logró la abolición del sistema esclavista de dominación y explotación, transformándose en un hito fundamental no solo para la población de Saint Domingue si no para el resto del mundo, a lo que se sumó la quita del poder político detentado durante más de tres siglos por los denominados ‘esclavócratas’ y la construcción de un nuevo orden fundado en la clase más perjudicada, los esclavos, eliminando de este modo las profundas desigualdades sociales producto de la época colonial.
Las repercusiones de la revolución haitiana fueron tan profundas que muchos precursores de la independencia latinoamericana se interesaron en su proeza de proclamar el fin de la esclavitud y de haber vencido al ejército napoleónico, tal fue el caso de Francisco de Miranda que visitó la isla en 1806 con el fin de solicitar ayuda para su país, donde no sólo le proporcionaron armas si no valiosos hombres, esto derivó en que el venezolano propusiera la libertad de los esclavos en 1811 cuando se puso al frente de la Junta de Gobierno.
Otro aporte de Haití a la revolución latinoamericana fue la de Petion a Bolívar entre 1815-1816. Este le facilitó fusiles, pólvora, oficiales haitianos e incluso hasta voluntarios para nutrir las filas de su ejército, sin contar con la determinante influencia ideológica y social sobre Bolívar para tomar la decisión de luchar por la abolición de la esclavitud y la servidumbre en las colonias hispanoamericanas (Revista Todo es Historia: 1987).
Los hechos acaecidos hicieron tambalear el sistema global donde la superioridad blanca y europea predominaban. De esta manera, los fundamentos del colonialismo, tales como el racismo, la esclavitud y la explotación, entraron en contradicción. Tras la independencia de Haití, el dominio colonial europeo comenzó a declinar y culminará definitivamente con la independencia continental.
Ana Ramírez
Profesora y Licenciada en Historia. Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo. Diplomada en Estructura y Procesos Sociales en Perspectiva Latinoamericana, por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo
Pablo Terroba
Profesor y Licenciado en Historia. Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo. Diplomado en Estructura y Procesos Sociales en Perspectiva Latinoamericana, por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo
Bibliografía
- Benoit, Joachim, 1985, La estructura social en Haití y el movimiento de independencia en el siglo XIX, Secuencia Revista de Historia y Ciencias Sociales.
- Bel, Rolando, 2010, Los jacobinos negros. El proceso de independencia haitiana (1789-1820), Anuario del Centro de Estudios Histórico, Prof, Carlos S. A. Segretti, Año 10, Nº 10, Córdoba, Argentina.
- Dos Santos, Theotonio 1974 “La estructura de la dependencia”, en Realidad nacional latinoamericana. Lima: Edit. Instituto Nacional de Investigación y desarrollo de la Educación, Ministerio de Educación, 1974, pp. 127- 150.
- Echeverría, Bolívar 2010 América Latina: 200 años de fatalidad en AAVV 2013 El Estado desde el horizonte histórico de nuestra América. La Paz: Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, pp. 188-198.
- Feijoo, María Cecilia y Scolnik, Fernando, 2011, Revolución burguesa, revolución antiesclavista y de independencia en la América colonial. El caso de la revolución de Saint Domingue/ Haití, Cuadernos de Marte, Año 2, Nº 1, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
- Grüner, Eduardo, 2010, La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolución. Buenos Aires: Edhasa, pp. 215-264.
- Haití: primera nación independiente de América Latina, 1987, Revista todo es Historia, Nº 245, Buenos Aires.
- James, C.R.L, 2003, Los jacobinos negros. Toussaint Louverture y la revolución de Haití, España: FCE.
- Quijano, Aníbal 2000 “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, en Lander, Edgardo La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: UNESCO-CLACSO, 2003 (3ª. edición), pp. 201-246.
- Frank Moya Pons, La Independencia de Haití y Santo Domingo, en Leslie Bethell (ed.),Historia de América Latina, Barcelona, Crítica, vol. 5.
Página web: Editorial El Antillano: http://www.pr1898.com/1898/fichas/azucar/saintdomingue_fichas.php, en línea.
[1]Imagen obtenida de la página web: http: //www.pr1898.com/1898/fichas/azucar/saintdomingu, consultada el 4/7/2016, en línea.
[2]Imagen del Código negro, obtenida de la página web: e_fichas.phphttp://www.pr1898.com/1898/fichas/azucar/saintdomingue_fichas.php, consultada el 1/7/2016, en línea.
[3]Grabado obtenido dela página web: http://www.pr1898.com/1898/fichas/azucar/saintdomingue_fichas.php, consultada el 1/7/2016, en línea.
[4]Líder mulato, educado en Francia y partidario del republicanismo, rivalizó con Toussaint y participó del desembarco de Leclerc, pero después se unió a Dessalines en la lucha por la independencia (Bel, 2010).
- Feijoo, María Cecilia y Scolnik, Fernando, 2011, Revolución burguesa, revolución antiesclavista y de independencia en la América colonial. El caso de la revolución de Saint Domingue/ Haití, Cuadernos de Marte, Año 2, Nº 1, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
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