No se asusten con el título, ya se han escrito sesudos análisis al respecto; anécdotas por cientos o miles, historias de vida que no alcanzo a contar. La academia no puede ponerse de acuerdo acerca de este hecho; que es uno de los fenómenos sociopolítico más importantes del siglo XX, inexplicable para muchos (propios y ajenos) y, fundamentalmente por su obsesiva persistencia como dice José Pablo Feinmann. Este texto tiene pretensiones más humildes.
A esta altura de la historia ya no me desvela la necesidad de encontrar respuestas, sean estas racionales o psicológicas. Me contento con emocionarme hasta las lágrimas estando en una movilización o, con pandemia, mirándolas por la tele. Me contento siendo parte porque sí, más allá de las argumentaciones.
¿Lo tribal? ¿La discusión con la razón instrumental? ¿Los horizontes de expectativas de una vida mejor? ¿El humanismo de la creencia que sea o ateísmo? ¿La racionalidad política? ¿Todas esas cuestiones juntas? Todas las construcciones personales transitan infinitos caminos, todos contingentes desde el mismo nacimiento.
Todo esto me lleva a reflexionar que tal vez los peronistas seamos injustos con los que llamamos gorilas -antiperonistas viscerales sin saber por qué-; les pedimos que entiendan algo que está fuera de su marco de comprensión por razones que seguramente ni ellos saben. Algún día entenderán o tal vez nunca.
Esta cuestión no me impide poner distancia con ellos porque la falta de entendimiento deriva en miedo y éste en odio, cuestión de cognición primaria de la naturaleza humana demostrada palmariamente por Alfredo Cornejo, ex gobernador de Mendoza, cuando nos califica de parásitos.
Los que entendieron terminaron siendo peronistas .o al menos dejaron de ser gorilas-, por estos días kirchneristas que no es otra cosa que el peronismo actual que no exige profesión de fe como tal vez ocurría en vida de Perón y suena más amable a los oídos de los sectores progresistas de la clase media; ejemplos notables hay innumerables.
Así es… al final les cuento una anécdota de la naturaleza contingente de estas cuestiones en el plano de lo individual.
Pero la pregunta en clave sociopolítica es acerca de cómo se traduce en acción y sentido social esta complejidad que nació autogenerada por una Argentina desconocida, hasta ese momento, el 17 de octubre de 1945. Argentina que eligió al entonces Coronel Juan Domingo Perón como depositario de su representatividad cuando éste ya pensaba en retirarse a una tranquila vida civil hogareña con María Eva Duarte, como le expresaba en una carta desde su cautiverio en la isla Martín García.
En el acoplamiento de una situación social y política y una decisión de alguien con poder institucional para realizarla -la detención de Perón y su envío a la isla- emergió el peronismo. Visto a nivel de calle, un producto de la acción de los actores; visto desde arriba, un fenómeno social que no era necesario, pero no era imposible y acá estamos como contingencia persistente de la historia.
Persistencia que tal vez se deba a la falta de estructuración de su conformación. Lo organizado con reglas y manuales de procedimientos es siempre refractario a las mutaciones rápidas, a lo contingente del futuro nunca escrito con infinitas posibilidades. Lo organizado es imposible de cambiar desde afuera de sus fronteras y muy improbable desde adentro.
En el sistema social impera la funcionalidad más que la estructura. No es necesario describir aquí -por conocida para quién mire con mediana objetividad- la función del peronismo en la historia de la Argentina; inconclusa aún y luchando por estabilizarse porque “estabilización” no significa conservar el statu quo sino lograr el punto de menor conflicto, lo que está directamente relacionado con los grados de equidad social imperante (léase distribución de los recursos materiales disponibles)
Esta es una percepción que muchas veces pasa desapercibida para la dirigencia. La función sistémica como necesidad del propio sistema se realiza más allá de las voluntades personales y el 75octubres demuestra que el punto posible de estabilidad está mucho más arriba de lo que los dirigentes creen al postular una situación de empate. La calle lo mostró, los peronistas lo mostramos.
Me doy cuenta a esta altura del texto, lo aburrido que es -seguramente- para el lector, un texto que no tenga en el centro algún ser humano como protagonista. Paciencia oriental… diría Néstor; un par de párrafos más y llego a la anécdota.
Esa falta de estructura es lo que abre el peronismo a la contingencia de la dinámica del sistema social y le permite como decíamos -con sus más y sus menos- ser la función que equilibra el sistema en nuestro país; no sin esfuerzo, resistencia y mártires a montones. En una lucha permanente de paradigmas sociales en donde la propia paradoja de la marcha: “combatiendo al capital”, aflora en cada discusión.
A veces nos da bronca, otras lloramos de alegría como este 75octubres después de comernos unos cuantos palos de parte del terraplanismo político y otras nos obliga a agudizar el ingenio para resolver las contradicciones y paradojas que surgen entre las ideas y las herramientas.
Bueno, les cuento: las familias católicas de los ’30/’40, tanto de la oligarquía como de la clase media acomodada, aplaudió la llegada de la revolución del ’43. No eran ajenos los capellanes del ejército a las discusiones del Grupo de Oficiales Unidos (GOU) -según una de sus acepciones- ; alcanza con ver las homilías de los obispos por aquellos días y subsiguientes. Mucho más aquellas con prosapia noble venida de España; de Barcelona, municipio de Manou -frente al mar- para ser más exacto.
Como era normal en esa época, tener un sacerdote en la familia era el pasaporte al paraíso. Le toco a Fidel Salvador convertirse en franciscano; el hermano -prefiero ser verdulero dijo- se convirtió en abogado, pero “De Colores” (Cursillista) para consolar a la madre, intuyo.
Cuando la Iglesia Católica se peleó con Perón la familia quedó del lado del anti peronismo.
No sé qué pensaría fray Fidel Salvador -era un buen cura- cuando le toco confesar a Evita en su casamiento semi secreto con el General, en la Plata.
Para los que no creen en la contingencia de la vida: Fray Fidel Salvador Rossell era mi tío -mi tío Salvador como lo conocí-, el abogado era mi viejo y mi vieja era una morocha mendocina de estirpe mestiza.
Tal vez se pueda explicar el peronismo como fruto del mestizaje, fenómeno característico de nuestra América, mestizaje de razas y también de ideas. Mestizaje como fenómeno de mixturas representativas de contextos particulares agrupados geo-temporalmente. -Estoy pensando en el origen familiar del General Perón.
¿Será de ahí la obsesiva persistencia y el espíritu fundacional que lo mantiene vigente?
Para terminar una digresión de aplicación política: no confundir MESTIZAJE con MARIDAJE, concepto tan usado en nuestros caminos del vino. Si intentamos maridar dulce de leche -americano de origen: Cajeta en México; Arequipe en Colombia y Venezuela; Manjar en Perú; Fanguito en Cuba- con ratatouille en un esfuerzo gourmet de modales franceses, el resultado no puede ser otra cosa que un asco.
Columnista invitado
Norberto Rossell
Para muchos de los ’70 la política -y el amor- nos insumió más tiempo que el estudio sistemático: dos años de Agronomía, un año de Economía, un año de Sociología. Desde hace años abocado -por mi cuenta- al estudio de la Teoría de Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. Empleado Público, colectivero, maestro rural, dirigente sindical, gerente en el área comercial en una multinacional, capacitador laboral en organización y ventas. A la fecha dirigente Cooperativo y Mutual. Desde siempre militante político del Movimiento Nacional y Popular.