Sectarismo versus catolicismo (¿versus?) 11
A veces uno debe ponerse pesado al momento de no conformarse con la superficie de las cosas, de los pensamientos, creencias y convicciones. “Navegar en aguas profundas” como me señala el compañero Sapunar, en realidad es un riesgo porque uno puede caer en el confusionismo (no confucianismo, que es otra cosa) o elevarse a torres de marfil desapegadas de la realidad tangible.
Pero como se trata de rememorar la obra de Teilhard, eso va a ser imposible, so pena de caer en la deslealtad.
A diferencia de casi todos los teólogos que lo precedieron, Teilhard tenía los pies sobre la tierra, y eso es lo que queremos recuperar, y ver entonces, por qué su pensamiento es vigente, es concreto, y en ese marco insistir en cómo atrasa el reloj de muchos que se creen católicos y no lo son. Hemos vuelto a analizar Las sandalias del pescador, ahora en una versión muy superior a la que mostramos en una entrega anterior, y que recomendamos. Allí profundizamos aún más en la figura del Padre Telemond, que casualmente lleva “David” como nombre de pila… David peleando solo contra Goliat, un Goliat que finalmente es derrotado para dar lugar a una nueva Iglesia. El mismo personaje del nuevo Papa, preso 20 años del comunismo, rescata el pensamiento de Marx y ambos coinciden en que el “mal” puede ser también parte de un plan. En ese plan, la relación de la humanidad con la Naturaleza es esencial, porque la Humanidad es parte de la Naturaleza.
Al momento de hablar de Historia (¿el evolucionismo es eso, no?), de la Historia humana, no podemos menospreciar el diálogo entre cristianos y marxistas de los años ’60. Marx había dicho, un siglo antes, que cuando la Humanidad llegue al comunismo, allí terminará la Prehistoria y comenzará la Historia. O sea que no hay Historia porque haya o no haya escritura como se nos enseñó en la escuela primaria, sino porque haya o no haya una sociedad sin clases. Esta Prehistoria que estamos viviendo sería, entonces, la historia de las sucesivas luchas de clases hasta llegar al punto culminante, donde ya no habrá contradicciones de clase. ¿Teleología?. Seguro que sí lo es, aunque no se lo reconozca.
Si el materialismo histórico hace una aseveración teleológica, entonces hay que admitir que es en sí mismo una búsqueda de lo trascendente, de algo que está más allá de lo dado y de lo ocurrido hasta ahora. Ese más allá es un futuro paradisíaco, en este mundo, no producto del azar, sino de la voluntad humana. Allí es donde cristianismo y marxismo pueden caminar juntos.
Marx quiso dedicar uno de los tomos de El Capital a Charles Darwin, pero éste rehusó, porque las referencias del fundador del comunismo a la cuestión religiosa lo incomodaban.
“Dudo, en verdad, que haya para el ser pensante un momento más decisivo que aquel en que, caídas las escamas de sus ojos, descubra que él no es un elemento perdido en las soledades cósmicas, sino que hay una voluntad universal de vivir que converge y se hominiza en él. El hombre, no centro estático del mundo, como por tan largo tiempo se ha creído, sino eje y flecha de la Evolución”. Así habló el jesuita Teilhard.
El Universo sólo es comprensible dentro de la temporalidad. La cuarta dimensión, ¡a la que poca atención prestamos…! El universo evoluciona y aún no ha terminado de evolucionar. Todo es evolución permanente, como en el Libro chino de las Mutaciones (I Ching).
Para Teilhard la Evolución no es una mera teoría científica más, y esto es importante remarcarlo: no es una mera idea científica: “¿Una teoría, un sistema, una hipótesis, la evolución?… de ninguna manera, sino más bien esto: una condición general a la que deben plegarse y satisfacer en adelante, para ser pensables y verdaderas, todas las teorías, todas las hipótesis, todos los sistemas”. La evolución depende de una ley, la de “complejidad consciencia”, que nos permite ver cómo hay una evolución de las cosas desde grados de complejidad hacia grados crecientes de esa misma complejidad, “desde la materia elemental hasta el hombre”. El axioma es que hay una tabla de complejidad que muestra el orden histórico de nacimiento de los seres”.
Lo inerte es, en realidad, “pre-vida”, y la vida viene después. No hay vida si antes no hubo previda. La materia mineral no es inerte, sino pre-vida.
Ante la pelea eterna entre espiritualistas y materialistas, Teilhard propone una síntesis, aunque aclarando que sólo se puede hacer una buena síntesis si antes se hizo un buen análisis.
Hay una energía propia de la materia, que en realidad es una de las formas de esa materia. Nos remitimos a la fórmula de Einstein, pero hay algo más, porque Teilhard se interroga sobre la naturaleza de esa energía: “Esencialmente toda energía es de naturaleza psíquica”. O sea que la energía es conciencia, y conciencia es no sólo la energía inherente a la materia, sino “toda especie de psiquismo desde las formas más rudimentarias concebibles de percepción interior hasta el fenómeno humano de conciencia refleja”. Conciencia refleja es la capacidad de pensarnos a nosotros mismos, de mirarnos a un espejo y saber que ese reflejo somos nosotros mismos.
Materia y espíritu no son dos naturalezas distintas, sino que son dos estados de una misma realidad. No hay dualidad, no hay escisión ni divorcio.
La vida comienza evolucionando por tanteos, por azar. Luego, crecientemente se llega a la complejidad-consciencia; hasta allí llegó, “hasta ahora” (sic), el hombre.
Así las cosas, nos preguntamos si el Hombre es sólo la función consciente de la materia. La vida, la película de vida que cubre la tierra, produjo la Noosfera, la esfera del pensamiento. Eso es el Hombre. ¿Es azarosa la aparición del Hombre? Allí es donde Teilhard discute con el materialismo clásico: “por la hominización, pese a las insignificancias en el cambio anatómico, adviene una edad nueva. La Tierra cambia de vida. Mejor aún: ella encuentra su alma. La Tierra es la matriz de lo humano”. ¿Qué está pasando que estamos destruyendo esa matriz?. Seguramente el jesuita Teilhard habría participado, hoy, en la redacción de LAUDATO SI, encíclica del jesuita Bergoglio.
La historia de la vida es la historia del desarrollo de la conciencia. Conciencia refleja no es sólo autorreconocernos en un espejo, sino algo más: los otros animales saben, pero nosotros sabemos que sabemos. Nosotros podemos reconocer como NUESTRA historia la historia de Napoleón, pero nuestro perro no sabe nada del perro de Napoleón, ni siquiera sabe que es perro.
La Noosfera da sentido a la Biosfera, y éstas dan sentido a la Litósfera.
No son las formas externas, sino el desarrollo del sistema nervioso lo que explica la hominización.
Pero… ¿la inteligencia apareció una sola vez?. Los curas del Instituto del Verbo Encarnado dirían que sí, que fueron Adán y Eva, como ya señalamos en un capítulo anterior. Desde el punto de vista científico-teilhardiano eso es un disparate. “El primer padre es, y no puede ser otra cosa que una muchedumbre”. La Humanidad viene de una multitud, es un concepto social, no individual como lo es el concepto (encima) patriarcal de Adán y Eva.
El hombre sería, entonces, sólo uno de los muchos ensayos realizados por la Vida para superar lo meramente instintivo y llegar a la conciencia compleja. Luego, si lo social es lo que hace hombre al hombre, se entiende que la mayor espiritualidad no puede ser individual.
Vienen en nuestra ayuda las reflexiones de Edgar Morin sobre “Lo improbable”, y el millonario científico loco de Jurassic Park.
Morin se imagina que hace 70 millones de años una misión extraterrestre visitó la tierra y vio a ésta dominada por los grandes saurios y concluyó que era “improbable” que esa forma de vida evolucionara hacia la consciencia refleja, hacia la complejidad conciencia. Que era improbable que los pequeños roedores que se escondían de los saurios pudieran evolucionar. Luego de 70 millones de años los extraterrestres vuelven a la Tierra y ven que lo improbable ha ocurrido: no hay más grandes saurios y es un mamífero el que domina el mundo. En la época en que Morin dijo eso, no se sabía aún que la causa de la extinción de los dinosaurios había sido la caída de un meteorito… algo también improbable. Pero es lo improbable lo que termina siendo real, lo que permite la evolución.
Hay quienes especularon alguna vez sobre qué hubiera pasado si esos grandes animales de sangre fría no se hubiesen extinguido y hubiesen evolucionado, y se imaginan cómo serian las características físicas de los lagartos hominizados. ¿Es eso probable?. El millonario de Jurassic Park afirma permanentemente que “la vida se abre camino”.
No fue, hace 65 millones de años, la única extinción masiva. Hubo otras antes, y todas marcaron el inicio y fin de eras geológicas. No es desacertado entonces que muchos científicos afirmen que los homínidos mamíferos han marcado el comienzo del Antropoceno, una era geológica nueva, que está destruyendo la anterior: el hombre ya dejó registro geológico de su paso por esta tierra, y lo sigue haciendo. Pero la nueva era que se abre paso quizás sea consciente, no azarosa.
No fue aquella la única extinción masiva. La actual tiene una diferencia: puede ser pensada y quizás evitada… O quizás sea un mecanismo (como el meteorito de hace 65 millones de años) para operar una nueva selección natural.“En la escala de lo cósmico sólo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero”. “No somos seres humanos con una experiencia espiritual. Somos seres espirituales con una experiencia humana”. “Llegará el día en que después de aprovechar el espacio, los vientos, las mareas y la gravedad; aprovecharemos para Dios las energías del amor. Y ese día por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubierto el fuego”. “Nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Nada puede destruir a la Humanidad, excepto la Humanidad misma”. He aquí varias reflexiones del propio Teilhard.
El creacionismo como obra de un Dios único y encima varón es, entonces, una justificación teológica del individualismo, del egoísmo y sus consecuencias, de los sistemas sociales e individuales de dominación del otro, de la negación de toda religiosidad en tanto la entendamos como re-ligar el hombre a lo que lo trasciende pero en ésta vida.
Ante esto hay que remarcar el actual pesimismo de muchos intelectuales, incluso progresistas, pero sobre todo los que filosofan sobre (o militan en) el ambientalismo. A la luz de lo que estamos haciendo como especie, ¿debemos pensar que somos un error de la Evolución?. No es esa la vía correcta de pensamiento, al menos no para quien se piensa a sí mismo como militante. Teilhard sabe, muchos de su época lo sabían, que la Humanidad estaba en una encerrona.
La Evolución no se terminó con el Homo sapiens, sino que continúa. No somos ajenos a las leyes que enunciamos: “zoológica y psicológicamente hablando, el hombre, totalmente captado en la integridad cósmica de su trayectoria, no está sino en un estado embrionario, más allá del cual se perfila ya una amplia franja de lo ultrahumano”.
El hombre es persona a partir del momento en que puede pensar, lo cual es una verdad parcial, aunque bien serviría para dirimir la discusión sobre el aborto, que ya Santo Tomás lo tenía resuelto en el siglo XIII. Luego, las discusiones actuales sobre ese tema terminan siendo payasescas y desarraigadas de la realidad histórica del propio cristianismo.
Según Teilhard, la Humanidad no es la mera sumatoria de individuos, sino un organismo coherente. ¿El Inconsciente Colectivo de Jung?.En la medida en que crece la solidaridad entre los hombres, está ocurriendo la evolución hacia lo ultrahumano. “Socialización” lo llama él mismo a ese fenómeno de evolución hacia algo superior. Lo cual quiere decir que la Humanidad va en camino de ser una sola persona, colectiva. La hominización es colectiva. Si nos detenemos a observar sólo los signos negativos que contradicen esto, es porque no aprendimos a ver.
El progresivo intercambio entre culturas, lo que luego sería distorsionado como “globalización” es un avance hacia la creación de esa persona colectiva. Pero la solidaridad humana avanza. La creación no está terminada y es el hombre el que la va haciendo.
La socialización genera efectos en el cerebro y entonces va acompañada de más cerebrización. Nuestros ancestros, los que vivían en los árboles sufrieron un cambio de ambiente: crecimiento demográfico, creciente desaparición de los bosques. Fueron obligados a bajar a la sabana y a erguirse por sobre las pasturas para detectar la presencia de predadores a distancia. Así, las patas delanteras se convirtieron en manos para agarrar las cosas, los alimentos, los palos para matar presas y comerlas. La mandíbula fue abandonando su función prensil y eso relajó los músculos de la mandíbula, cuya fortaleza impedía el crecimiento del cerebro. Tras esta liberación el cerebro creció más, hasta el punto de que la hembra humana es la única que siente dolor en el momento del parto.
En ese proceso, el hombre empezó a ser hombre desde que apareció la solidaridad, el lenguaje para que los miembros de la manada pudieran actuar en conjunto contra los peligros. El lenguaje originó el pensamiento, las creencias, la necesidad de conectar el mundo de los vivos con el de los muertos, la relación con la naturaleza divinizada por incapacidad de comprenderla al principio.
Hay un punto “Alfa” donde empieza esta historia, pero también hay un punto “Omega”, que está, pero en el futuro. Hasta aquí Teilhard se había peleado con los teólogos, desde aquí empieza a pelearse con los científicos, que no son tan optimistas en un siglo plagado de guerras y calamidades: “La Energía, el nuevo Espíritu, la Energía, el nuevo Dios. En la Omega del mundo, como en su Alfa, lo impersonal”… ¿como en el Taoísmo?.
El hombre crece en sentido inverso a su egoísmo y es más persona cuanto más se universaliza. El Amor no es exclusivo del hombre, es atributo de la Vida. El Amor es la energía. La evolución no es ciega. Hay una fuerza espiritual que dirige todo, y esa fuerza no está afuera del hombre, sino adentro. Luego, cae estrepitosamente la idea de un Dios fuera del hombre, en el cielo, con atributos humanos. La alienación es eso: convertir en “alien”, “ajeno”, algo que tenemos adentro.
Si bajamos eso a los temas cotidianos de hoy, diríamos que un óvulo y un espermatozoide no alcanzan para hacer una nueva persona. Para que esa criatura sea persona, hace falta un tercer ingrediente, que es el amor. Y de eso un cristiano puede hablar sin sonrojarse.
Se le objetó a Teilhard no explicar qué lugar tiene la libertad en todo ésto, ni qué valor tiene el espíritu frente a la materia, o qué distinción hay entre Dios y Mundo: “en un universo evolutivo constaté que el diualismo en el que hasta entonces se me había mantenido, se disipaba como la niebla ante el sol naciente. Materia y Espíritu, no dos cosas, sino dos estados, dos caras de una misma trama cósmica, según que se le mire, que se le prolongue, en el sentido en que ella se hace o se deshace”. En Las Sandalias del Pescador, el Padre Telemond afirma que el Mal no existe, sino que forma parte de un Plan, entonces cae sobre él la censura. A él, como antes a Teilhard, le cuestionaban “poca claridad” al momento de distinguir teología de ciencia, poesía y filosofía. No era poca claridad, era luz que encandilaba, que parece lo mismo pero no lo es.
Teilhard no es panteísta, se cansa de repetirlo. Según el diccionario, panteísmo es “Doctrina y creencia según la cual todo cuanto existe participa de la naturaleza divina porque dios es inmanente al mundo”. Pero lo de Teilhard no es doctrina ni creencia; la evolución no puede ser doctrina, porque la doctrina es rígida, estática, es la antítesis de la evolución. Y no es creencia porque se inspira en información científica. Tampoco participamos de la naturaleza divina, porque ello implica colocar a “lo divino” fuera de nosotros, fuera de la Materia, fuera de la Vida.
Amor o crueldad
La palabra “amor” aparece muchas veces en estos pensamientos. Uno viene pensando en esas cosas y de repente se encuentra en un casamiento oficiado por el cura Pato Gómez, unos diez años atrás, y ve la cara de sorpresa y de espanto del sacerdote al constatar nuestra presencia.
Era el Día de Santa Inés, como hoy, 21 de enero, asesinada por Diocleciano en el año 304 -a los trece años- por no renegar de su fe cristiana y por sostener su virginidad a toda costa.
Uno escucha al cura contando la historia en una ceremonia donde dos personas que se aman se unen en matrimonio. La historia detallada de las torturas sufridas por la Santa, con lujo de detalles, como regodeándose con el regalo. “Se le hace sangre la boca” pensamos entonces, y nos preguntamos si esos valores que transmitía el cura eran verdaderamente los del amor:
- ¿Por qué la virginidad de las mujeres es sinónimo de pureza espiritual?
- ¿Por qué la atracción sexual es “pecado” si es el trámite previo para engendrad vida?
- ¿Puede una niña de trece años discernir sobre estos temas?
- ¿Es posible que la virginidad sea la única virtud de una mujer? El semen masculino es “mácula”, o sea una “mancha”.
- Hay una oposición real entre celibato y sexo? (una película sobre Bergoglio, Los dos Papas, en Netflix, reactualiza este debate, un invento de la Iglesia de hace apenas tres siglos)
El mismo cura que había dicho, hacia la misma época, un poco después, que violar a una hija no es tan grave como ofender a Dios, o que los indios no tienen alma.
A partir del relato breve sobre esa ceremonia (ocurrió tal cual se cuenta aquí), y de las cosas que hemos relatado en las 10 entregas anteriores, puedo estar tranquilo respecto de la postura de apóstata que reivindico, tan fuerte como mi admiración por el pensamiento y obra del Padre Teilhard y su búsqueda de la unidad y socialización de lo humano para ayudar a la Evolución a hacer su trabajo.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, jubilado docente y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua, Malargüe.


