En tres artículos publicados en Pirámide Informativa y otros dos allí mencionados), nos referíamos al homenaje a Guillermo Magrassi, programado por el Museo que lleva su nombre en la ciudad de Mar del Plata.
Así fue, había mucho público en la sede del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de la ciudad balnearia, ello a pesar del frío y la lluvia. Habían concurrido personas de todo el país, aunque uno de los tres panelistas (Gabriel Morales) no pudo viajar desde Jujuy.
La figura central fue, obviamente, Guillermo Magrassi y el video-recopilación de sus programas de La aventura del hombre, Canal 13, durante la primavera alfonsinista. Eran otros tiempos.
Uno de los primeros comentarios realizados desde el panel fue “hoy es impensable que un Magrassi pueda estar en Canal 13”, lo que generó risas cómplices entre el público… Muchos viejos militantes; los jóvenes universitarios no entendieron muy bien la chanza, y eso dio pie a enmarcar la labor de Magrassi en tiempos políticos confusos, donde el indigenismo no era más que una curiosidad sin empoderamiento político.
Enfatizamos la humildad de Magrassi, cuando alguna vez dijo que “nadie siguió la obra de Rodolfo Kusch”, siendo que él mismo lo había hecho sin darse cuenta, y entonces las exposiciones de dos de los tres autores del libro presentado (Ricardo Castillo) fueron un ping pong entre aquel pensador que alguna vez detuvo su búsqueda en la Quebrada de Humahuaca (Maimará) y éste otro, que puso sus energías en la difusión masiva del pensamiento indigenista.
Elegimos, en estas reflexiones, un texto del propio Kusch porque en nuestro capítulo hacemos mención a Villa Bermejo, el pueblo de la película Un lugar en el mundo de Adolfo Aristarain y decimos que detenerse en Maimará puede ser también hacerlo en Villa Bermejo o Malargüe. O sea que la búsqueda de las verdades permanentes y ancestrales tiene siempre un punto de llegada, y ese punto puede estar en cualquier parte, en el lugar menos pensado, pero por sobre todo dentro de nosotros mismos:
“Detenerse en Maimará, por Rodolfo Kusch
“Cuando le cuento a alguien que me radiqué definitivamente en Maimará, siempre me responde con un gesto de asombro. ¿Por qué?
“En realidad, Maimará no queda tan lejos. Apenas dista unos 80 kilómetros de Jujuy y el camino no es tan malo. Se lo cubre tranquilamente en una hora y media a través de un paisaje admirable. Pero entonces, si la distancia no es tanta y hay medios para cubrirla, ¿por qué el gesto?
“El asombro, por alguna razón tiene que ser, y se diría que hace referencia a que Maimará está ubicado en una zona en la cual no se viviría así nomás. Es como si estuviera del otro lado, como salvando una frontera. Y he aquí el problema, ¿existe esa frontera? y más aún, esa frontera ¿está afuera o adentro de uno?
“Los chinos de la época de los Han enviaban a sus ministros, cuando estos no cumplían debidamente con sus funciones o no respondían a los designios del emperador, al borde del imperio para que recobraran sus fuerzas.
“Seguramente lo mismo hacían los incas. Tenían un imperio de cuatro zonas, y al borde se ubicaba la barbarie. Los incas vivían en el centro del imperio, el Cuzco. Y ese centro no era sólo el centro geométrico, sino el ombligo del mundo, donde descendían los dioses y desde donde se administraba el Imperio. El mundo era concebido como una isla de lucidez donde el emperador era asistido por los dioses, pero cuyo mandato llegaba sólo hasta el borde, ya que un poco más allá no cabía ninguna lucidez, porque estaba el caos. Hasta ahí no llegaba el orden impuesto por los dedos divinos. Sin embargo, ahí empezaba un caos que era necesario, ya que al fin de cuentas ahí el ministro debía realimentarse con nuevas energías.
“Símbolos así parecieran responder a un plan divino. Por eso el sentido de por qué se enviaba al ministro al borde del imperio, debe ser el mismo que alienta el tema mítico de los héroes gemelos que descienden al infierno. En un manuscrito maya-quiche denominado ‘el Popol-Vuh’, se relata el descenso de dos héroes gemelos al infierno. Este estaba representado por una ciudad denominada Xibalbá, habitada por doce señores. Los héroes vencen a los doce personajes, y si bien aquéllos son sacrificados, de su muerte surge una nueva era, la de los hombres de maíz. Es el tema de la muerte y transfiguración desarrollada frecuentemente por las cosmogonías.
“De estas dos leyendas sacamos sólo un dato: se cruza la frontera de la lucidez, ya sea para recobrar energías como en el caso del ministro, o para recuperar toda la conciencia, o sea una lucidez mayor, en el caso de los héroes; la conciencia mágica de ser totalmente uno mismo.
“Y vivir en Maimará ¿significa descender al infierno? Nos cuesta creer eso. Todos nosotros somos inteligentes y no vamos a aceptar que el infierno se da ahí nomás. Yo soy dueño de mis actos y considero que el espacio está vacío y puedo disponer de mis actos libremente con sólo estudiar bien las circunstancias del caso. Sin embargo, siempre aparece el vecino que me resulta antipático, que la medianera se desvía unos centímetros. Que la casa en que vivo o la cuadra es sagrada respecto a las esquinas. Que mi barrio es sagrado respecto a los otros barrios. Que mi ciudad es más linda que las otras. Que la nación en que vivo es mucho mejor que las naciones que me rodean, o que la tierra está habitada por hombres mucho más lindos que los marcianos. Qué rara necesidad nos lleva a constituir un infierno al cabo de una frontera móvil, ya sea después de la medianera, ya sea a una cuadra de mi casa o a 80 kilómetros, hasta abarcar las galaxias. Realmente no distamos mucho de los incas y de los chinos. Nuestro mundo moderno vive enredado en las telarañas de los viejos arquetipos.
“¿Es que de nada valieron milenios de lucha para lograr lo que llamamos conciencia y civilización? ¿Siempre nos seguimos creando un pequeño imperio chino para ver a las fuerzas nefastas pintadas enfrente? Puede ser.
“Quizá hemos errado el camino. Creemos con ingenua convicción que todo se supera con decir que somos objetivos, que el espacio está vacío, que no hay fantasmas y que somos profundamente civilizados. Pero ¿por qué digo que hemos errado el camino?
“Pues porque si en algo nos aventajan los viejos sabios, como en el caso de la leyenda de los héroes gemelos; se debe a que aquéllas insisten en que las fronteras existen, que el infierno se da realmente al otro lado, pero que -y he aquí la profundidad de sus enseñanzas- siempre es necesario descender al infierno, morir y transfigurarnos, para recobrar a través de las tinieblas la verdadera y auténtica lucidez, la conciencia mágica de ser totalmente uno mismo. ¿Y esto por qué? Pues porque sí. Será porque entra en el misterio del hecho de vivir. Será también porque en lo tenebroso y en lo infernal también andan los dedos de Dios”.
“Si así fuera viviríamos como si estuviéramos en el ombligo del mundo, que desde mi casa va diluyéndose en la ciudad en que vivo y se pierde a 80 kilómetros, en un lugar como Maimará, que constituye los confines del imperio mental que hemos levantado para vivir. Siempre vivimos en un ombligo, donde vivimos amparados por los dioses, más allá se da el caos, y entre el ombligo y el caos está la frontera que tenemos tanto miedo de cruzar.
“Pero lo curioso es que realmente se vive en Maimará. Para dar este paso hube de pasar de lo habitual donde uno se siente cómodo a lo inhabitual donde se vislumbra la incomodidad y la penuria. ¿La penuria de qué? Pues la verdadera penuria: la de sentirse pleno pese al cambio, la de seguir siendo fuerte, ser realmente uno mismo, pero después de haber saltado la frontera, esa misma que uno se había creado. Al otro lado de la frontera está uno mismo otra vez pero ahora frente a la montaña, en medio de la gente de Maimará, la que igual que uno crea su pequeño imperio para vivir, pero para hacer esto con una mayor autenticidad, ya que no alcanzan más las fronteras.
“Y entonces ocurre el milagro. Se da realmente mi cuarto donde escribo; afuera en el patio está un molle grande, enfrente vive el carpintero Choque, y más allá, del otro lado del río, se levanta la montaña. También ella es una frontera, y yo sé que si logro cruzarla alguna vez e ir del otro lado, encontraré, como los héroes gemelos, del otro lado toda la vida, esa que aún no se ha desprendido de los dedos divinos. Maimará, 1976.
“(Extraído de la revista “Testimonio Latinoamericano”, 15-16, Barcelona, editada por argentinos en el exilio con la que HUAICO mantenía intercambio. De: HUAICO lazo americano 24, Bs.As., marzo 1985, pp. 7/8)”.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, jubilado docente y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua, Malargüe.