Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras
Este 8 de marzo es sin dudas por demás especial. Se respira en el aire la necesidad de encontrarnos ahí, nuevamente, en las calles. Se siente la necesidad, la urgencia, de poder gritar juntas tan fuerte que de una vez por todas se escuche, nos escuchen.
Un 8 de marzo que definitivamente va tomando otra forma, y que a la luz de las luchas feministas va cobrando el sentido que tuvo siempre y que nos ocultaron detrás de flores y bombones, va recuperando su sentido de lucha.
Las mujeres somos parte de este sistema, que se paró sobre nuestro trabajo y se apropió de él para avanzar y acumular riqueza en pocas manos. Hemos sido histórica, económica y políticamente puestas en el rol de “reproductoras” de la mano de obra. Las familias fueron la base de constitución de esta “división social del trabajo”. Nosotras somos las obreras encargadas de reproducir la mano de obra y prepararla para que se incorpore al sistema productivo y los hombres son los “capitalistas burgueses” que consideran a la mujer parte de su propiedad privada. Relación que rompe los límites del hogar hasta transformarse en una relación social.
Conforme fue avanzando el sistema, sus transformaciones lo llevaron de una fase industrial a una financiera transnacional y adentrándose ahora en la digitalización de la economía capitalista; fueron cambiando también las formas de organización social requeridas para la consolidación del mismo y de su objetivo principal, la acumulación de riqueza.
Las relaciones sociales cambian producto de la crisis que estamos transitando, y junto con las grandes transformaciones que vemos, la célula de la familia también comienza un proceso de crisis y eso ha conllevado a que la división del trabajo a su interior, entre también en crisis.
Las mujeres hemos sido históricamente sometidas a una doble explotación, por un lado dentro de la familia y por otro lado, en su introducción al proceso de producción a partir del establecimiento del capital industrial. Y esto pues es para nosotras una oportunidad, aparece la oportunidad de descorporativizarnos, despojarnos de todas esas ataduras y construir una sociedad de nuevo tipo.
Es por esto que hoy decimos que trabajadoras somos todas. Comenzamos a reconocernos al mirarnos como parte de un sistema que nos explota por igual, y que descarga sobre nuestros cuerpos la violencia y la furia asesina que lo caracteriza.
Este 8 de marzo es diferente, porque sobre las que estamos acá en pie pesa la sangre de las que no están más. Porque nos vemos y nos damos cuenta que faltan muchas hermanas, hijas, compañeras, amigas. Nos faltan, nos las mataron, nos las quitaron. Sólo en el 2021, hay más femicidios que días. Es el patriarcado, que no sólo nos mata sino que lo hace con zaña y con violencia. Nos están masacrando, en Argentina y en el mundo.
Y se agudizan pues las contradicciones, y aparecen nuevamente nuestras oportunidades, cuando ya no se tiene nada, ni siquiera el derecho a vivir; porque despertar cada día pensando que podés ser la próxima no nos deja otra opción que cambiar este sistema ¿verdad?
Por esto repito, este 8 de marzo es diferente. Porque los feminismos populares estamos en pie de lucha, como las compañeras textiles de Nueva York masacradas por la policía, como las madres y abuelas de Plaza de Mayo, como las hermanas Kurdas, como las rusas que salieron a la calle y alzaron a su pueblo logrando la caída del Zar; las brujas y la marea verde.
Porque entendimos que este sistema patriarcal nos expropió el control de nuestros cuerpos y de nuestras mentes también, porque ahí radica nuestro poder. Hemos construido una nueva relación social, nos hermanamos en la lucha, hicimos un pacto político para enfrentar la opresión de género y todo tipo de opresión. “Yo te creo hermana”, “si tocan a una, tocan a todas”, “Ni una Menos”, “Si no vuelvo, quemen todo”. Construimos todos los días una nueva moral, una nueva relación, la sororidad.
Estamos decididas a vencer, es ahora, somos todas. Nuestro feminismo será negro, popular, revolucionario o no será. Seremos definitivamente la hoguera donde morirá este sistema.
Columnista invitada
Noelia Naranjo
Licenciada en Ciencia Política y Administración Pública. Diplomada en Docencia Universitaria. Docente de la UNCuyo. Militante feminista y sindical.