A esta altura del partido uno empieza a darse cuenta de que está intentando emular a un grande de las letras argentinas, por lo que tememos que su espíritu empiece a no descansar en paz. Una irreverencia tal vez. En realidad, el alma de Marechal no descansa en paz, suponemos, desde que Perón confió más en López Rega que en la juventud maravillosa y anticipó lo que sería la dictadura, que nos devolvería un peronismo desperonizado cuya máxima expresión fue Menem. Marechal murió cuatro años antes que Perón y no alcanzó a ver la traición de Ayax a Gutiérrez. La dictadura hizo, sin dudarlo, una lobotomía colectiva, y el resultado fue el menemismo. Haría falta llegar al nuevo milenio para “desfacer entuertos” y volver al camino original.
Lo cierto es que paralelamente a estas publicaciones “El Sapu” y quien esto escribe mantienen un epistolario parecido al del autor de la Autopsia de Creso con su amigo Velazco, que nunca pude saber si era real o imaginario, pero cada día me importa menos.
Así, el compañero que posibilita la publicación de estos delirios (pero que los comparte, llamativamente, allá él) consideró oportuno reproducir tal cual la Autopsia, como para que cada uno luego saque sus propias conclusiones y dictamine si verdaderamente los delirios son tales. Así es que en adelante (y hacia atrás también), cada entrega va acompañada de partes de esta pequeña obra completa que nos desvela desde comienzos de los ochenta.
En su párrafo 22, a poco de promediar la obra, Marechal retoma la cuestión del dinero y de cómo los ricos construyeron religiones falsas; entonces cita a los Evangelios, especialmente en aquellos versículos donde Jesús de Nazareth convoca a un rico a devolver sus riquezas a los pobres, ello en tanto, si Dios provee a todos, no hay razón para que pocos tengan mucho y muchos tengan poco… poco de lo que ¡esos muchos producen! “-Todo andaría bien si Creso no prevaricara en el reparto y se quedase con el alimento de las avecillas y con la ropa de los lirios”. Una manera de reiterar eso de que “la propiedad privada es un robo”; o sea que Marx no inventó la pólvora.
“Dios proveerá”, “mirad los lirios del campo”, pero no puede ser así cuando Creso se ha convertido en dios, con minúsculas. Porque es antieconómico que la gente mire los paisajes y las flores; eso es improductivo.
Nótese que en estos días de pandemia, el discurso de los sacerdotes de Creso (economistas, políticos, periodistas y opinólogos) es que lo económico está por encima de la salud. Incluso nos ha tocado discutir con profesionales médicos que descalifican a los infectólogos que aconsejan al Presidente de la Nación en su afán de cuidar la vida, que es lo que Galeno e Hipócrates les enseñaron a hacer, quebrando así el juramento de cuidar la vida, que hicieron alguna ves diploma en mano.
Para Marechal, los humanos estamos destinados a ocupar distintos lugares en la sociedad, según nuestros talentos. Por lo tanto, hay distintas formas de “justicia”. La de Creso es la justicia distributiva de los bienes materiales, la equidad. Creso es justo ante los ojos de Dios si practica la equidad, y entonces se salva. Si no, su propia avaricia lo condena. Algo así como el efecto boomerang. Pero se salvan en la otra vida, y hete aquí que la justicia divina debe anticiparse en este mundo (comentario del autor de estas líneas). ¿Verdadero intríngulis que algún día resolverá Gutiérrez?
En ese contexto, las limosnas de los ricos son un “sacrificio”, o sea sacros, sagrados… por eso van acompañadas de actos rituales, fotógrafos, periodistas.
“Producir más para vender más, tal fue su lema. Naturalmente, para ello necesitaba forzar el ritmo de trabajo humano cuya potencialidad encarna Gutiérrez, el siervo”. Marechal había conocido en su niñez qué es eso de los “trabajos manuales”. Había sido poeta prematuro y obrero textil, y entonces sabía de lo que hablaba. Sabía, y lo dice en el texto, que Creso no sólo le robaba a Gutiérrez el producto de su trabajo, sino también su misma condición humana, su tiempo, su espiritualidad. Los obreros se ven, entonces, privados del “tiempo de la contemplación” (¿del “mero estar”?; ¿o el “pa´mi”, ambos de Rodolfo Kusch?… esa intimidad espiritual amerindia inalienable que todos tenemos a pesar del sistema y aunque no nos demos cuenta).
También denuncia cómo Creso disfruta de “jugar con los números” y nos recuerda entonces a políticos manipulando cifras de la pandemia, o a los economistas del tipo “Chicago Boys” para quienes las personas son sólo números.
Poco a poco Creso fue descubriendo que su dinero podía dilapidarlo y que eso no importaba, porque alguien lo iba a recrear: sus siervos. O sea que ya había alcanzado el poder, y por lo tanto decidió incursionar en política. Blanquearse, como Macri, ¿no?. Un poder político no basado en las armas o la autoridad espiritual e intelectual, sino en el dinero, que todo lo compra.
Marechal intuía que en algún momento se acabarían las dictaduras militares para dar paso a otras dictaduras, prohijadas por los militares pero peores que éstos: la Patria Financiera. En Argentina, la Ley Suprema de Creso se convirtió en Ley Sagrada, la de Entidades Financieras que sigue vigente. Su autor, Martínez de Hoz, murió en la cárcel, pero con la conciencia tranquila de haber hecho un “sacrificio” por la “patria”. La cárcel era el premio que Creso le dio al Homo economicus argentino, que murió en paz, ya que su “obra” continúa.
En esto también Marechal ironiza, al recordar a los “reyes de” tal o cual marca comercial. Y nosotros agregamos que no faltó quien se proclamó “zar” de la televisión, o quienes usaran la heráldica (de orígenes nobles) como logos comerciales.
La Revolución Industrial disminuyó el uso del tiempo de los obreros, lo que debería haber generado una nueva forma de justicia: menos horas de trabajo con sueldos iguales y más tiempo para el ocio y la contemplación. Pero no fue así… Creso usó las máquinas para reemplazar a los humanos. Para producir más…
Eso sí, al producir más, necesitaba vender más, o sea más demanda. Entonces, a través de la publicidad, creó nuevas necesidades en la población; necesidades artificiales. O sea, se convirtió también en “fabricante de necesidades”. “Una formidable invasión psicóloga” dice Marechal, y no exagera si se tiene en cuenta que históricamente fue un sobrino de Sigmund Freud quien trabajó arduamente en Estados Unidos para asociar los deseos sexuales de las personas con los cigarrillos y así aumentar las ventas de tabaco entre las mujeres. Es sólo un ejemplo, pero que muestra que el consumismo es una herramienta más para deshumanizar a Gutiérrez.
Así fue como Creso se hizo liberal y reconoció todas las libertades y derechos espirituales o intelectuales, no corpóreos, a todos sus vasallos, pero reservándose sólo para sí los derechos económicos y sociales.
Por eso es que en las primeras declaraciones de derechos humanos, no se hablaba casi de “Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC)” para todos… Eso recién entró en la historia en los comienzos del milenio, cuando el peronismo se reconectó con sus raíces a pesar de llevar encima, todavía hoy, muchas ramas podridas, como aquí en Mendoza. Peronistas que, dicho sea de paso, ni siquiera saben quién fue Marechal. Es la pura verdad. Lo dijo Cristina con todas las letras en el último discurso presidencial de un día patrio, ante una multitud en la Plaza de Mayo y fue el último porque luego vino un presidente que le pidió disculpas a España por habernos independizado y luego vino la pandemia. Allí está claro que Cristina reivindica a la juventud maravillosa cuyos mayores exponentes prefirieron dar la vida antes que venderse al oro del Homo economicus.
Es necesario, a modo de palabras finales de esta entrega, tratar de entender cómo actuó Creso en los años de la Post-Guerra Mundial: Perón fue derrocado en 1955, el mismo año de la muerte de Pierre Teilhard de Chardin, de cuya obra hablamos en el Diario del Sapu. La serie se inicia con esta entrega y al cabo de varias, termina con esta otra entrega. Son doce escritos donde intentamos ver la “evolución” de Tiresias. Allí mostramos el contraste entre la Iglesia Preconciliar y la Post Conciliar, dicho así para resumir.
Siete años después, en 1962 comienza el Concilio Vaticano II, el mismo que reivindica a Teilhard, y que termina en 1966, año en en que en Argentina se instala la secunda dictadura de Creso (la primera, la del ’55, nos metió de lleno en el FMI). Perón estaba en el exilio, en la España del católico anti-conciliar Francisco Franco Bahamonde; prefirió exiliarse allí y no en la Cuba de Fidel. ¿Se va entendiendo?.
El dictador Onganía también era católico pre-conciliar y la dictadura por él iniciada se terminaría siete años después. En resumen… 1955-62 fue el proceso de reivindicación de Teilhard y Comienzo del Concilio y paralelamente el exilio de Perón; luego 62-66 fue el Concilio; luego 66-73 que fue lo que duró la dictadura. Perón regresó 7 años luego del Concilio, pero habiendo hecho las paces con la Iglesia anterior, la que bombardeó la Plaza de Mayo teniendo en el fuselaje de los aviones la expresión «Cristo Vence». Fue ese, no otro, el catolicismo que volvió con Perón, quien se encontró con que los curas del Tercer Mundo, el Padre Mugica, los curas Palotinos, Monseñor Angelelli, las monjas francesas, etc., habían luchado por el reino de otro Dios, Tiresias, no Ayax ni Creso. Perón se encontró con un Gutiérrez más maduro, no soportó eso y eligió mal antes de morir.
Nos preguntamos ¿qué Perón volvió del exilio?. ¿El que combatía al capital en la post-guerra mundial, o el que se había sometido al capital?. El Perón que antes se había inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia no era un Perón post-conciliar, sino pre-conciliar, y es así que entronizó (o al menos toleró) a la Iglesia Católica Apostólica Argentina, creada en 1970 por los militares y a la que adhirió luego López Rega; aún existe, incluso en Mendoza. Préstese atención al logo de esa “iglesia”, y a la fecha de su creación. Es un dato no menor que permite entender por qué Creso hoy se ha ensañado con un Papa argentino y peronista y que encima es jesuita y reivindica al santo más santo de la Iglesia.
El brazo armado de esa “iglesia” fue la Triple A, ambos caricaturas de Ayax y Tiresias que provocarían la mayor masacre del siglo 20; sobrevendrían luego tres décadas de absoluta orfandad política, Orfandad que sólo sufrió Gutiérrez.
Lobotomía colectiva es como solemos llamar a la colonización de las subjetividades, que es cuando, por ejemplo, la espada de Ayax se pone al servicio de Creso. Eso pasó en la dictadura. “En nuestra historia, hace mucho tiempo tuvimos guerreros; hoy sólo nos quedan fuerzas armadas”, diría amargamente Marechal.
El liberalismo económico, la libre empresa, es un “derecho para pocos”, para el enriquecimiento ilimitado (como suicida a largo plazo) de Creso. Para comprar cosas, pero también voluntades, conciencias, jueces, políticos y empresarios.
Volveremos sobre esto la semana próxima. Esperamos.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, jubilado docente y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua, Malargüe.


