La voracidad materialista de Creso condenó al pueblo, a Gutiérrez, a dedicarse exclusivamente a sobrevivir, que no es lo mismo que vivir.
Todo lo humano ha sido sacrificado en el altar de la angurria de las posesiones materiales ilimitadas, sin frenos, como un objetivo en sí mismo.
Las libertades individuales terminaron condenadas a ser meramente declamativas para las mayorías, e incluso el derecho a la vida es algo que hay que conquistar con esfuerzo. En nombre del deformado “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, los trabajadores fueron sometidos a todas las humillaciones., El trabajo, que originalmente fue un acto de “continuar en el tiempo la Creación”, así con mayúsculas, perdería esa condición sagrada. Al llegar al siglo veinte, y al decir de Alexis Carrell, la Revolución Industrial ha construido una civilización que es una maquinaria gigantesca en la que lo humano es un engranaje más.
“El día en que los hombres vuelvan a entender sus vidas, no como un derecho a conquistar sino como un deber a cumplir, todas las revoluciones inspiradas en esa noción han de ser absolutamente legítimas y el orden que construyan o reconstruyan será ortodoxo”, sentencia Marechal.
Creso dominó y explotó a Gutiérrez por la vía del hambre: “tendrás que trabajar para mí para ganarte el derecho sólo a sobrevivir”. Pero con Ayax y Tiresias utilizó otros medios. O sea que no es tonto, todo lo contrario. El poder mal usado se usa contra los débiles; contra los poderosos hay otros medios menos desagradables.
Así, en su afán de usar al pueblo para generar riquezas para él, convirtió a los guerreros y a los sacerdotes en cómplices… ambos ya habían sido contagiados del espíritu del Homo economicus, en favor del dueño de la pelota, o sea… él mismo.
En el caso de Tiresias, fue simple y eso puede verse en los últimos años del Imperio Romano, cuando la religión cristiana se convirtió en su opuesto pero conservando el nombre original. “Enantiodromia” lo hubiese definido Heráclito, sin duda. Ocurrió en Roma y en todas partes: los pobres eran cristianos, pero muchos ricos romanos se convirtieron a la nueva religión y hasta consiguieron que miembros de sus familias se convirtieran en sacerdotes. Los que luego serían reconocidos como “mártires”, no reaccionaron a tiempo y cuando lo hicieron ya Creso había convertido a la Iglesia en lo opuesto a la prédica evangélica: “integrando Creso (y muy devotamente al principio) una comunidad cristiana, le habría sido fácil a Tiresias, cuando aún estaba en hora, frenar metódicamente la pasión acumulativa de Creso, reducirlo al orden social, y en última instancia excomulgarlo, vale decir excluirlo simple y llanamente de la comunidad, con toda la eficacia que la excomunión tuvo en otros días y que Tiresias aplicó algunas veces al soldado Ayax en rebelión pero jamás a Creso en actos de pillaje”.
Era claro, Tiresias estaba demasiado ocupado en construir el Templo, que descuidó lo esencial y se entregó a la secularidad, a las exterioridades, a las urgencias políticas de la misma Iglesia. Poco a poco las bienaventuranzas se fueron transformando en “doctrina”, o “dogma”, que es peor. La familia, valor supremo como célula de la comunidad humana, fue destruida en nombre de la familia, y así se impuso un celibato inspirado exclusivamente en necesidades de acumulación material y se condenó al erotismo, deidad suprema en tanto “Eros” significa “vida”. A propósito de ésto, algún día deberemos preguntarnos si Francisco y Clara de Asís fueron célibes; se me hace que no.
Son ejemplos puestos por nosotros, que seguramente Marechal respaldaría, si tenemos en cuenta el ardor de sus poemas dedicados a Elbiamor. Creso necesitaba que la religión cristiana, producto de la rebelión de Gutiérrez que quería construir el paraíso en la Tierra y que también legítimamente en sus orígenes quería llevar esperanzas a todos los Gutiérrez de todas las naciones, se expandiera por el mundo y entonces pidió la ayuda de Ayax, el guerrero, con lo que los albañiles del nuevo mundo se convirtieron en soldados de la causa contraria: el nuevo mundo ya no se daría en esta vida, sino en “la otra” vida.
Así, todos los sufrimientos actuales eran, para Gutiérrez, una prueba de fuego para “merecer” irnos de este mundo al Cielo, no al Paraíso, una patraña que sigue teniendo vigencia hasta ya entrado el siglo XXI. Y como Tiresias tenía todas las herramientas pedagógicas a su alcance, logró convencer a Gutiérrez que la mayor virtud debía ser la resignación.
Así, el plan salvador (revolucionario, subversivo) de Jesús de Nazareth, fue puesto “en demora” y entonces “la tiranía de Creso está llevando a los hombres, no a la unidad por el amor, sino a una suerte de atomización por el odio”. Toda semejanza con la Triple AAA y el macrismo, en Argentina, es pura coincidencia?.
Tiresias se distrajo y absolvió al mismo Creso, tibieza que el mismo Jesús de Nazareth habría vomitado de su boca. El mismo Marechal usa esas palabras. Sin ir muy lejos y descendiendo a nuestra altura espiritual, hasta Anibal Fernández, representante del verdadero peronismo que aún queda vivo, también suele despreciar a los tibios. No debe olvidarse que Jesús recurrió incluso a la violencia física para desalojar a los mercaderes del templo, los mismos que después lo sacrificarían a él en la cruz.
Volvemos a disgregarnos… La cruz. Otro símbolo mal usado.
Los primeros cristianos tenían, como símbolo identificatorio, un pez… los peces que se multiplicaban y se compartían en “común unidad”. Pero la Iglesia, al convertirse de defensora del mensaje de Cristo en símbolo de otra cosa, inventó una advertencia a los pobres de lo que iría a sucederles si osaban rebelarse contra el poder temporal, sea de quien fuere ese poder.
Según Marechal, esto permitió a Creso tener dos caras: la del hombre de negocios por un lado y la del ciudadano pío, por el otro.
Puede verse así a un Onganía consagrando al país entero a la Virgen María, al genocida Videla comulgando, o a los ateos chupacirios de la Cámara de Comercio de Malargüe golpeándose el pecho todos los domingos en la misa de los curas del Instituto del Verbo Encarnado. Disculpen, no puedo evitar las referencias a la realidad concreta del pueblo chico… un poco de filosofía barrial barata puede ser necesaria. En Malargüe, como en todas partes, los empresarios que tienen a sus empleados trabajando en negro y por la supervivencia, son los mismos que luego se juntan a rezar en la parroquia Nuestra Señora del Rosario. Marechal pone un ejemplo de su vida personal que se parece bastante al que exhibimos nosotros, y esto deja en claro que el mal es universal: “yo padecía en mi barrio a un Creso de tan flexible conciencia, un industrial que sistemáticamente negó a sus obreros el pan y el sol de cada día; sin embargo, ese hombre se confesó todos los sábados, comulgó todos los domingos, volvió todos los lunes a su iniquidad, fue tenido por columna de su iglesia y murió, naturalmente, como un cerdo”.
Respecto de Ayax, cuando empezó esta enantiodromia (las cosas se convierten en su opuesto conservando el nombre original, sólo el nombre), el mismo aún conservaba sus tres atributos básicos: honor, valor y austeridad. O mejor, cuatro virtudes cardinales: justicia, prudencia, fortaleza y templanza. Hermosas palabras, pero también deformadas: “Creso aduló esas virtudes heroicas, una de las cuales, la Fortaleza, él había experimentado muchas veces en sus propias costillas”, pero una vez en el poder y habiendo perdido el miedo, puso esas virtudes al servicio de sus intereses económicos”. Así fue que pasamos de un San Martín que liberó medio continente, se negó a levantar su sable contra otros argentinos y ofreció sus servicios a Rosas siendo que era unitario, a un “ejército” que mató indios y gauchos, reprimió obreros en la Patagonia, dio golpes de Estado financiados por Creso, bombardeó la Plaza de Mayo llena de gente indefensa e hizo desaparecer a una generación de Gutiérrez que habían decidido decir “basta”. Lo que contamos en nuestra primera parte respecto del General Juan José Valle fue una advertencia. Valle fue uno de los pocos Ayax que no deformaron las virtudes cardinales de todo guerrero.
¿Qué era la Patria para San Martín, para el General Valle y qué es la Patria para los militares hipnotizados por Creso en la Doctrina de la Seguridad Nacional? Marechal pone el ejemplo de la “Patria”, concepto muy caro a los oídos del guerrero Ayax. Al principio, la Patria era la Nación, o sea, el Pueblo. La misma palabra “patria” viene de “padre” y hace alusión a la familia, lo humano, la ley encarnada en la figura del “pater familias”. Todo muy concreto, tangible, real. Esa era la acepción original del vocablo “Patria”. Los ingleses dicen “homeland”, la “tierra-hogar”, el “terruño”.
Pues entonces Creso convirtió a esa patria concreta y humana en patria abstracta y deshumanizada. “El hombrecito económico es especialista en abstracciones escamoteadoras”, Marechal dixit. Entonces, la patria como nación o conjunto de habitantes, se convirtió en un mero “lugar” donde se ha nacido. Entonces el guerrero Ayax se convirtió en defensor de una mera geografía sin gente. El caso más concreto, en nuestro sur, fue la conquista del mal llamado “desierto”, devenido en tal por conveniencia de los terratenientes que financiaron la campaña. Había que aliviar la conciencia de los genocidas, re-definiendo a la patria de los “salvajes” a un mero territorio sin vida.
Ayax, Lavalle, Mitre, Roca, Uriburu, Aramburu, Rojas, Onganía, Videla, terminaron siendo defensores de un escenario, no de los actores que en él vivían.
En dictadura, muchos Tiresias y muchos Ayax auténticos, no son sobornados y pagaron con sus vidas su lealtad a sus respectivas virtudes cardinales…
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, jubilado docente y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua, Malargüe.