Casi podía sentirse el sinfin de movimientos que procuraba su sinapsis cada vez que trazaba mundos con palabras. Se notaba la lectura fecunda y cuantiosa, desde ya. Pero también esa búsqueda imprecisa y a la vez tangible que lo atenazaba. Encontrar en el refilón, en el costado, en el borde; una otra nueva respuesta.
Sus lóbulos danzaban frente a uno cuando echaba a andar su discurso lleno de asombradas preguntas y de alguna que otra certeza. Sabía bien de qué trataba poner en dudas el discurso único. Lo demostró a fuerza de vida, de horas de pie frente a la clase o sentado frente a su ordenador. Nos destinaba siempre su mirada de ensoñación.
Daba ganas verlo reír. Parecía entonces que era posible encarar todo lo que falta, en el largo camino de reivindicación de los pueblos. Lo hacía con una suerte de guiño con el cual daba entender que el enemigo siempre es poderoso. Murió Horacio González, a quien uno imaginó inmerso en el conocimiento y la luz.
Opinión: Roberto Follari
Opinión: Amadeo Hugo Robert Gilaberte
“Una amistad que fue un regalo de la vida
“Durante el último año y medio, Horacio se acercaba todos los jueves a los encuentros que organizamos con un conjunto de amigos y compañeros para charlar sobre la coyuntura política. Su humor bautizó esa cita semanal “zoom politikon”. No ignoraba, claro, que su presencia prestigiaba el evento. Sin embargo, con total sencillez y buen humor aceptaba la disciplina de los límites temporales de sus intervenciones. Desconocedor de cuál sería el tema que se trataría, aceptaba la invitación a hablar y viajaba, con su erudición y su profundidad por la historia de las palabras y las cosas que concernían al asunto. Pero no es éste el aspecto de su persona que querría destacar en este momento de dolor y extrañeza: Horacio se prestaba a que sus impresionantes reflexiones sobre los más variados asuntos de la política, de la historia, de la cultura nacional y universal fueran amablemente reconvenidas para que se ciñeran a los tiempos previstos para el uso de la palabra. Se reía de sus propios entusiasmos desmesurados cuando se internaba en los laberintos que el tema suscitado provocaba en su conciencia: quería sentarse como uno más alrededor de un fogón imaginario que lo rodeaba con su cariño y su admiración.
“Mi trato con él no fue intenso ni continuo. Lo llevaré conmigo como un regalo de sabiduría, sencillez y generosidad. Compartí con él, en la dosis y con la intensidad que la vida nos permitió, el drama de la suerte de nuestra patria. Pero también el gusto por el tango y por la cultura popular. La emoción de los libros. El dolor por nuestra densa historia nacional. El entusiasmo en la Plaza de Mayo en los días duros o felices de las convocatorias patrióticas. El café para la reflexión y la crítica. Pero sobre todo el gusto de la amistad generosa y desinteresada.
“Saludo a Liliana, su compañera, y a sus otros muchos amigas y amigos. Supe del amor y el respeto que ellxs le profesaban cada vez que compartí hermosas mesas de conversación con el preciado amigo que hoy se fue. Dolor por su partida. Y gratitud por haber compartido algunos momentos de la vida con este prócer de la cultura, del pensamiento y de la amistad. Hasta siempre Horacio.
“Eldestapeweb.com
“Edgardo Mocca
“22 de junio de 2021”.
Opinión: Alfredo Caferatta
“Recuerdo del maratónico homenaje al Maestro en la Facultad de Ciencias Sociales
“Horacio González: el hombre y el mito
“El sociólogo, ensayista y director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, tuvo un merecido homenaje en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, donde es profesor titular de las materias Teoría estética y Teoría política, y de Pensamiento social latinoamericano, de la carrera de Sociología, y de la materia Pensamiento político argentino, de la carrera de Ciencia Política.
“No fue un acto oficial. La UBA se lo debe, como a tantos otros prestigiosos profesores a los que no se esfuerza por encontrarles el espacio ganado para que, a pesar de la edad jubilatoria, continúen compartiendo sus profundos conocimientos con las generaciones venideras. La reunión fue organizada por docentes compañeros y amigos del profesor; la palabra podría acaso ser también ¿discípulos?, pero tratándose de González y sus infinitas huellas resulta una expresión inconveniente.
“Digamos que fue una jornada maratónica y que llevó el nombre de “González 451”, en alusión al libro Fahrenheit 451, de Ray Brabdury, cuya cita convocante: “Vagabundos por fuera, bibliotecas por dentro”, sirvió de excusa para hablar sobre la obra de González. Allí ocurrió algo imposible de repetir. Todo comenzó a las 17 del viernes 29 y concluyó a la 1 de la madrugada del sábado 30 –¡en esas ocho horas de palabras apenas hubo una pausa de poco más de diez minutos!–; el profesor González, sentado en uno de los bancos de madera del aula magna de Sociales, junto a su inseparable compañera Liliana Herrero, escuchó pacientemente las 36 intervenciones de todos y cada uno de los profesores y ensayistas –entre los que se encontraban Eduardo Rinesi, Christian Ferrer, Alejandro Kaufman, María Pía López, Esteban Vernik y Américo Cristófalo, entre otros–. Las intervenciones tuvieron un tópico común: los libros y la influencia inspiradora de la obra gonzaleana.
“González, como suele corresponder en estos casos, cerró su propio homenaje. Caminó con la lentitud de un cuerpo maltrecho hacia el frente del aula, meditando esas palabras que luego pronunció. De pie, apoyado en su flamante bastón borgeano, que utiliza desde el episodio de salud que sufrió no hace más de un mes en Panamá, y con refinado e irónico sentido del humor brindó un discurso pesimista y al mismo tiempo conmovedor.
“No le importó la dificultad de imponer su amable voz ante la música que apenas un piso abajo emanaba de una fiesta estudiantil. Cierto es que en la universidad pública conviven los murmullos y que la queja no tiene precisamente recepción entre dos mundos que, por momentos, parecen desconocerse y que, cuando se encuentran, lo hacen con pavorosa fragilidad.
“Las palabras brotaron en tirones. González agradeció y enseguida reparó en la incomodidad que le produjo el hecho de haberse escuchado citado y elogiado tantas veces. Luego contó que había elegido especialmente para la cita ponerse “la campera de viejo” que heredó del fallecido Oscar Landi, otro gran profesor de la UBA; se trataba –explicó– de una suerte de homenaje personal al propio Landi, y luego fue extendiendo su participación a David Viñas, Rodolfo Fogwill, León Rozitchner y Roberto Carri. Hablaba el González que uno conoce y aprecia infinitamente, generoso en su noche como lo ha sido a lo largo de 40 años de clases en las aulas de la universidad pública. El final de su discurso expresa, como de ninguna otra manera podría hacerse, su fortaleza de intelectual crítico, de naturaleza trágica. “Quiero decirles que ustedes esta noche no han hecho más que alimentar un mito. Un mito que, no bien atraviese esta puerta, comenzará a derrumbarse”, dijo, invitando con un gesto de su mano a abandonar el aula.
“* Nota publicada el 5 de diciembre de 2013.
“Página 12
“Facundo Martínez
“22 de junio de 2021”.
“Un representante indiscutido del pensamiento nacional
“El país pierde no sólo a uno de sus mayores intelectuales, sino también a un referente ético y a uno de sus grandes gestores culturales, como lo demostró cuando fue director de la Biblioteca Nacional.
“De Horacio González puede decirse que no hubo ninguna rama de la cultura que le fuera ajena. Sociólogo de profesión, se dedicó al ensayo, el análisis político, a la relación entre política y literatura y también a la ficción.
“Fundador de Carta Abierta, siempre se identificó con las causas populares, pero supo mantener una distancia crítica frente a los gobiernos con los que se identificó.
“No solo fue uno de los mayores intelectuales argentinos, sino también un gestor cultural inquieto y eficiente y una persona excelente que supo ganarse el cariño y el respeto de aquellos con los que estuvo en contacto.
“Luego de superar varias instancias graves de salud, como un ACV y un problema renal que culminó en un exitoso trasplante, el Coronavirus le ganó la partida. Su gestión como director de la Biblioteca Nacional durante el gobierno de Cristina Kirchner puede calificarse con toda justicia de histórica. La transformó en un verdadero centro cultural que tenía opciones para todo el mundo. Bajo su dirección la Biblioteca albergó tanto una exposición referida a Spinetta como conciertos de música contemporánea y debates.
“Durante su gestión se hicieron más de 400 publicaciones fundamentales de nuestra cultura que ninguna editorial privada hubiera editado. En este punto su lucidez fue extrema al entender cabalmente el rol fundamental que debe cumplir el Estado en la preservación de la cultural nacional. Publicó un libro de historieta con los ganadores del Concurso de Historieta Argentina organizado por la propia Biblioteca, las historias de un pensador como León Rozitchner; catálogos cuidadísimos de exposiciones como Eva Perón en los libros y de la muestra de Spinetta Los libros de la buena memoria, retomó la publicación llamada La Biblioteca fundada por Paul Groussac, uno de sus míticos directores; hizo diversas ediciones facsimilares entre las que se cuenta el semanario La Moda, El grillo de papel, El Ornitorrinco, El escarabajo de oro, Lulú, Arturo, Arte Madí, Poesía Buenos Aires, Letra y Línea ; reunió un valioso material borgeano en Borges, libros y lecturas; editó la colección infantil Quelonios, por nombrar solo algunas de las publicaciones. Incorporó, además, la Biblioteca Jorge Álvarez como una forma de preservar el valioso material generado por este mítico editor de los años 60.
“La edición alcanzó también a las múltiples partituras de autores argentinos que estaban en la Biblioteca. Pero no sólo se limitó a eso, sino que entregó las partituras originales a músicos argentinos actuales para que las reversionaran y editó así múltiples discos dentro de la colección Raras Partituras. Además, editó también libros con partituras originales como Arreglos para orquesta típica de Horacio Salgán, El libro de la folkloreishon (compilación y transcripción de canciones populares del folklores argentino) y el catálogo de las obras de Gerardo Gandini que su familia donó a la biblioteca.
“Estos son solo algunos ejemplos, ya que sería imposible citarlos a todos.
“El 9 de enero de 2020, luego de que Alberto Manguel, en coincidencia con las políticas del macrismo arrasara con la biblioteca para convertirla en un mero depósito de libros para especialistas, le decía a Tiempo Argentino refiriéndose a las bibliotecas en general: “Son viejas instituciones, muchas de ellas milenarias, como la biblioteca de Alejandría, que en el mundo tecnológico de hoy sólo parecen lugares obsoletos destinados a guardar libros y archivos. Estos viejos artefactos no tienen que quedar enmohecidos, sino que hay que revivirlos a través de la vida cultural que incluye la vida bibliotecaria, la catalogación de libros y el software. Pero eso no significa que la vida empresarial deba ser trasladada a las bibliotecas. También hay que tomar en cuenta las industrias culturales, siempre y cuando tengan la capacidad de recrearse y de tener la pepita de oro intelectual en su seno. Sin eso la industria cultural también se convierte en una industria apática. No hay industria cultural sin crítica cultural. La película coreana Parásitos se refiere a la industria cultural coreana y muestra lo que puede pasar en un país si se deja el espíritu de la crítica de lado. Me animaría incluso a hablar de la espiritualidad de la crítica, porque sin esa espiritualidad de la crítica no hay industria cultural que pueda salvar a un país. Una biblioteca nacional no puede ser un lugar no espiritualizado, aunque tenga una buena catalogación, una buena digitalización. Y lo que produjo el macrismo fue el fin del espíritu.” Y agregaba: “Como gestiones de tipo empresarial basadas en el contacto con empresas privadas, con un estilo privatizador, el estilo de Manguel fue un estilo pomposo y vacío. Él escribió un buen libro sobre la historia del libro, pero su estilo es el del neoliberalismo cultural que ha perdido las aristas de la crítica y la posibilidad de ver las bibliotecas nacionales del mundo, que son viejos artefactos del siglo XIX, en su capacidad de recrearse. Más bien las ve como lugares donde hacer negocios reclinados sobre la posibilidad de que las grandes empresas pongan su óbolo como esponsors. Son lugares de la cultura nacional esponsoreados por grandes empresas que de este modo se convierten en órdenes mendicantes. Eso fue Manguel y eso fue Barber, sin que esto signifique hablar mal de ellos como personas.”
“También dijo que: “La presencia de Juan Sasturain en la Biblioteca Nacional es la más adecuada para proseguir lo que haya podido tener de bueno la gestión de la que formé parte y de la que participaron muchas personas que hicieron una gran tarea.” En la presentación de su staff al asumir como director de la Biblioteca, Juan Sasturain anunció que González sería el director de publicaciones y aclaró que este había accedido a su propuesta luego de poner como única condición que su trabajo fuera ad honorem. Esto habla también de su calidad ética.
“El acto de despedida de su gestión fue sin duda el más multitudinario y emotivo de todos. La explanada de la Biblioteca estaba colmada de trabajadores que lo esperaban. Cuando apareció, el aplauso fue ensordecedor y prolongado. Fito Páez, que se encontraba entre los presentes, comentó por lo bajo: “Es un Rolling Stone”.
“La labor de González fue tan amplia que sería imposible sintetizarla en una nota. Pero su gestión al frente de la Biblioteca Nacional permitió ver que no solo era un intelectual calificado, sino también un hombre con sensibilidad social y capacidad de gestión. Abrió la Biblioteca para todos y desacralizó de este modo el mundo de los libros que algunos consideran tan alejado de la vida cotidiana. La pérdida es enorme y duele mucho más allá del círculo de intelectuales y escritores. Horacio González formó y formará siempre parte de nuestra identidad.
“Tiempoar.com.ar
“Mónica López Ocón
“22 de junio de 2021”.